Cuento de Navidad de Charles Dickens-Capítulo V
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Cuento de Navidad de Charles Dickens-Capítulo V
Capítulo quinto CONCLUSIÓN
Y era una columna de cama. Sí, y de su cama. Scrooge estaba en su cuarto. El mañana era suyo y podía corregirse. —Quiero vivir en el pasado, el presente y el porvenir —repitió echándose fuera de la cama—. Las lecciones de los tres espíritus permanecerán grabadas en mi memoria. ¡Oh, Jacobo Marley! ¡Benditos sean el cielo y la tierra por tu bondad! Lo digo de rodillas, mi viejo Marley. Sí, de rodillas.
Se encontraba tan animado, tan enardecido con sus buenos propósitos, que su voz, ya cascada, apenas bastaba para expresar el nuevo sentimiento. Scrooge no acertaba a vestirse. Se ponía al revés la ropa, girándola en todos sentidos sin lograr su cometido; en su turbación rompía las medias y las dejaba caer, haciéndolas compinches de toda suerte de extravagancias.
—No sé lo que hago —exclamó riendo y llorando a la vez—. Noto en mí la ligereza de una pluma; que soy feliz como los ángeles, alegre como un estudiante y atolondrado como un 116 borracho. ¡Felices Pascuas a todo el mundo! ¡Feliz año para todos! Hola, eh, eh, hola. Y fue dando saltos de la pieza al salón, hasta que le faltó el aire.
Y era una columna de cama. Sí, y de su cama. Scrooge estaba en su cuarto. El mañana era suyo y podía corregirse. —Quiero vivir en el pasado, el presente y el porvenir —repitió echándose fuera de la cama—. Las lecciones de los tres espíritus permanecerán grabadas en mi memoria. ¡Oh, Jacobo Marley! ¡Benditos sean el cielo y la tierra por tu bondad! Lo digo de rodillas, mi viejo Marley. Sí, de rodillas.
Se encontraba tan animado, tan enardecido con sus buenos propósitos, que su voz, ya cascada, apenas bastaba para expresar el nuevo sentimiento. Scrooge no acertaba a vestirse. Se ponía al revés la ropa, girándola en todos sentidos sin lograr su cometido; en su turbación rompía las medias y las dejaba caer, haciéndolas compinches de toda suerte de extravagancias.
—No sé lo que hago —exclamó riendo y llorando a la vez—. Noto en mí la ligereza de una pluma; que soy feliz como los ángeles, alegre como un estudiante y atolondrado como un 116 borracho. ¡Felices Pascuas a todo el mundo! ¡Feliz año para todos! Hola, eh, eh, hola. Y fue dando saltos de la pieza al salón, hasta que le faltó el aire.
Estrella- Cantidad de envíos : 2057
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Re: Cuento de Navidad de Charles Dickens-Capítulo V
—Aquí está el jarro con la sopa de avena —exclamó a los saltos delante de la chimenea—. Ahí la ventana por donde entró el espíritu de Marley. Allá el rincón donde se sentó el espíritu de la Navidad actual. Y la ventana desde donde vi todas esas almas en pena.
Todo está en su lugar. ¡Todo ha sucedido! ¡Ja, ja, ja! Para un hombre tan hosco como Scrooge, la risa tenía mucho de magnífica, de esplendorosa, cada una le producía muchas otras, más estrepitosas todavía. —No sé en qué día del mes estamos —continuó Scrooge—. No sé cuánto tiempo he permanecido con los espíritus. No sé nada, estoy como un niño. Pero no me importa.
Desearía serlo, sí. Un niño. Eh, hola, upa, hola. El alegre repiqueteo de las campanas de las iglesias lo sorprendió en medio de sus arrebatos. —¡Oh! Hermoso, hermoso. Fue a la ventana, la abrió y miró el cielo. Nada de niebla. Sintió el frío vivo y penetrante, uno de esos fríos que alegran y entonan, y que hacen circular la sangre por las venas con mayor rapidez. Vio un sol de oro, un cielo brillante. —¿En qué día estamos? —le preguntó Scrooge a un chico bien arreglado que se había parado a contemplarlo. —¿Qué? —preguntó el chico admirado.
Todo está en su lugar. ¡Todo ha sucedido! ¡Ja, ja, ja! Para un hombre tan hosco como Scrooge, la risa tenía mucho de magnífica, de esplendorosa, cada una le producía muchas otras, más estrepitosas todavía. —No sé en qué día del mes estamos —continuó Scrooge—. No sé cuánto tiempo he permanecido con los espíritus. No sé nada, estoy como un niño. Pero no me importa.
Desearía serlo, sí. Un niño. Eh, hola, upa, hola. El alegre repiqueteo de las campanas de las iglesias lo sorprendió en medio de sus arrebatos. —¡Oh! Hermoso, hermoso. Fue a la ventana, la abrió y miró el cielo. Nada de niebla. Sintió el frío vivo y penetrante, uno de esos fríos que alegran y entonan, y que hacen circular la sangre por las venas con mayor rapidez. Vio un sol de oro, un cielo brillante. —¿En qué día estamos? —le preguntó Scrooge a un chico bien arreglado que se había parado a contemplarlo. —¿Qué? —preguntó el chico admirado.
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Re: Cuento de Navidad de Charles Dickens-Capítulo V
—¿Que en qué día estamos? —¿Hoy? En el primero de Navidad. —¡El primer día de Navidad! ¡Entonces no faltaré! Los espíritus lo hicieron todo en una noche. Pueden hacer lo que se les antoje. ¡Quién lo duda! Eh, joven. —¿Qué pasa? —¿Conoces el negocio que vende comida y que está en la esquina de la segunda calle? —Sí, por supuesto. —¡Qué chico inteligente y gentil! ¿Sabes si ya vendieron la hermosa pava que tenían ayer de muestra? No la pequeña, la grande. —¿La que es casi tan grande como yo? —Sí, que es encantador este joven. Da gusto hablar con él. Sí, esa. —Todavía está. —Entonces ve a buscarla. —¡Qué vivo eres! —No, hablo en serio. Anda a comprarla, pídele que me la traigan y yo les daré las señas de la casa adonde tienen que llevarla. Si lo haces te pago un chelín. Si vuelves en menos de cinco minutos, te doy otro. El joven salió como un rayo. —La enviaré a casa de Bob Cratchit —dijo Scrooge frotándose las manos y riendo—.
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Re: Cuento de Navidad de Charles Dickens-Capítulo V
No sabrá quién la manda. Es dos veces más grande que Tiny. Estoy seguro que le gustará la broma. Escribió la dirección con mano no muy firme, la escribió como le fue posible, y bajó a abrir la puerta de la calle para esperar al mozo de la tienda que traería la pava. Mientras aguardaba, fijó su vista en el aldabón donde había aparecido la cara de Marley. —Te querré siempre —dijo acariciándolo con la mano—. ¡Y yo que nunca me fijaba! Ya lo creo. ¡Qué expresión de honradez en la fisonomía! ¡Ah, excelente aldabón! Pero ya tenemos aquí la pava.
Hola, hola. ¿Cómo estás? Felices Pascuas. ¿Era aquello una pava? No, no es posible que hubiera podido sostenerse jamás sobre las patas semejante ave. —Ahora caigo en la cuenta —dijo Scrooge. No puedes llevarla tan lejos sin tomar un carruaje. La risa con que pronunció estas palabras, la risa con que acompañó el pago del ave, la risa con la que dio el dinero para el coche, y la risa con que, además, gratificó al joven, fue solo superada por la estrepitosa risa con que se sentó en su sillón, ya sin fuerzas y sin aliento.
No pudo afeitarse con facilidad, porque su mano continuaba temblando, y esta operación exige gran cuidado. Sin embargo, aunque se hubiese cortado la punta de la nariz, hubiera salido del paso sin perder su buen humor. Se vistió con todo lo mejor que tenía, y una vez que terminó, salió a pasear por las calles. Estaban llenas de gentes, como cuando las vio en compañía del espíritu de la Navidad actual.
Hola, hola. ¿Cómo estás? Felices Pascuas. ¿Era aquello una pava? No, no es posible que hubiera podido sostenerse jamás sobre las patas semejante ave. —Ahora caigo en la cuenta —dijo Scrooge. No puedes llevarla tan lejos sin tomar un carruaje. La risa con que pronunció estas palabras, la risa con que acompañó el pago del ave, la risa con la que dio el dinero para el coche, y la risa con que, además, gratificó al joven, fue solo superada por la estrepitosa risa con que se sentó en su sillón, ya sin fuerzas y sin aliento.
No pudo afeitarse con facilidad, porque su mano continuaba temblando, y esta operación exige gran cuidado. Sin embargo, aunque se hubiese cortado la punta de la nariz, hubiera salido del paso sin perder su buen humor. Se vistió con todo lo mejor que tenía, y una vez que terminó, salió a pasear por las calles. Estaban llenas de gentes, como cuando las vio en compañía del espíritu de la Navidad actual.
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Re: Cuento de Navidad de Charles Dickens-Capítulo V
Scrooge caminaba con las manos atrás, mirando a todos con aire satisfecho. Mostraba tal simpatía que tres o cuatro alegres jóvenes no pudieron evitar decirle: «Muy buenos días, caballero, Felices Pascuas». Entró en la iglesia, recorrió las calles, observó a las personas que iban y venían apuradas, dio cariñosos golpecitos a los niños en la cabeza, preguntó a los mendigos acerca de sus necesidades; miró curiosamente a las cocinas de las casas y después a los balcones: todo lo que veía le causaba placer. Nunca hubiera creído que un sencillo paseo, una cosa de nada, le daría tanta alegría. Después de mediodía se dirigió a casa de su sobrino. Pasó y repasó varias veces por delante de la puerta antes de decidirse a entrar. Por fin se resolvió y llamó.
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Re: Cuento de Navidad de Charles Dickens-Capítulo V
—¿Está el señor en casa? —preguntó Scrooge a la criada. —Sí, señor. —¿Dónde se encuentra? —En el comedor, con la señora. Si quiere, lo conduciré. —Gracias: me conoce —dijo Scrooge acercándose a la puerta del comedor—. Voy a entrar. Abrió el picaporte suavemente y asomó la cabeza por la puerta. La pareja estaba entonces inspeccionando la mesa dispuesta para una gran comida. —Federico —dijo Scrooge. ¡Dios del cielo! ¡Qué estremecimiento le dio a su sobrina! —¿Quién anda ahí? —preguntó Federico. —Soy yo, tu tío Scrooge, vengo a comer. ¿Me permites que entre? ¿Que si se lo permitía? Por poco se rompe el brazo para abrirle la puerta. A los cinco minutos ya estaba Scrooge como en su casa. El recibimiento del sobrino fue cordialísimo y la sobrina imitó el ejemplo, así como los restantes convidados cuando entraron. ¡Qué linda compañía! ¡Qué lindos juegos! ¡Qué linda fraternidad! ¡Qué ad… mi… ra… ble alegría! Al día siguiente Scrooge se fue temprano a su almacén. Muy temprano. ¡Si pudiera llegar antes que Bob Cratchit y sorprenderlo en falta por llegar tarde! Era lo que lo tenía preocupado más agradablemente. Y lo consiguió. Sí, tuvo ese placer. El reloj dio las nueve y Bob no aparecía. Nueve y cuarto y tampoco. Bob llegó con dieciocho minutos y medio de retraso. Scrooge estaba sentado y tenía la puerta de su despacho abierta de par en par para verlo entrar
Estrella- Cantidad de envíos : 2057
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Re: Cuento de Navidad de Charles Dickens-Capítulo V
Bob se quitó el sombrero, después la bufanda y en un abrir y cerrar de ojos se instaló en su banqueta y se puso a manejar la pluma como si quisiera compensar el tiempo perdido. —Hola —refunfuñó Scrooge imitando lo mejor que pudo su tono normal—. ¿Qué significa eso de venir tan tarde? —Lo siento mucho, señor Scrooge. Vine algo tarde. —¿Tarde? Ya lo creo. Ven para aquí. —No sucede más que una vez al año, señor Scrooge —dijo tímidamente Bob saliendo de su cuchitril—. No me sucederá otra vez. Ayer me divertí un poco. —Muy bien, pero le digo, amigo, que no puedo consentir que las cosas sigan así mucho tiempo. En tu honor —dijo levantándose de la banqueta y dandole un terrible empujón a Bob, que casi lo hizo caer—, en tu honor te aumento el sueldo. Bob tembló y tomó la regla del escritorio. Al principio tuvo el propósito de pegarle a su jefe, de agarrarlo del cogote y de pedir socorro a los transeúntes para que le pusieran una camisa de fuerza. —Felices Pascuas, Bob —dijo Scrooge con aire muy formal y dándole golpecitos en la espalda, de modo que su empleado ya no tuvo dudas—. Felices Pascuas, Bob, mi honrado compañero. Y tanto más felices porque nunca te las he deseado. Voy a aumentarte el sueldo y a proteger a tu laboriosa familia.
Estrella- Cantidad de envíos : 2057
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Re: Cuento de Navidad de Charles Dickens-Capítulo V
Hoy, después de mediodía, discutiremos acerca de nuestros negocios delante de un vaso de ponche. Enciende las dos chimeneas, y antes de que empieces tu trabajo ve a comprar un canasto nuevo de carbón. Scrooge cumplió su palabra, pero hizo más, mucho más que cumplir. Para Tiny, Scrooge fue como un segundo padre. Fue tan buen amigo, tan buen jefe, tan buen hombre, como el mejor hombre en la vieja City o en cualquier otro lugar de la tierra. Algunas personas se rieron de esta transformación, pero él no se molestó por eso, porque sabía perfectamente que en este mundo no ha sucedido nada bueno que al principio no haya causado la risa de ciertas personas. Él también se reía, y esa era toda su venganza. Con los espíritus no tuvo más trato, pero sí mucho con los hombres. Cuidaba a sus amigos y a su familia, y durante el año no hacía más que disponerse para celebrar la Navidad, en lo que nadie le ganaba. Todo el mundo le hacía justicia. Hagamos que digan lo mismo de ustedes y de mí, de todos nosotros y exclamemos como Tiny: ¡Que Dios nos bendiga!
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Armando Lopez- Moderador General
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