ODISEO EN ITACA
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ODISEO EN ITACA
ODISEO EN ITACA Cuando Odiseo despertó, un pastorcillo estaba junto a él. Era la diosa Atenea, su antigua protectora, que había llegado para ayudarlo. La diosa le aconsejó que solo se diera a conocer a su viejo porquerizo, Eumeo, que lo informaría sobre la situación en la isla. —Ciento ocho hombres pretenden a tu mujer y tu trono —le dijo Eumeo, después de la emoción del reencuentro—. Si ninguno se atrevió a tomarlos, es solo por miedo a los demás. Quieren que Penélope elija a tu sucesor. Entretanto, para obligarla, se instalaron en tu palacio. Comen, beben y se divierten gastando tu tesoro. —¿Qué fue de mi hijo Telémaco? —Es un bravo joven, les hace frente sin miedo, y sospecho que planean matarlo en cuanto vuelva de su viaje a Esparta. —¿Y mi padre? ¿Está vivo? —Sí, Laertes está muy viejo, pero vive todavía. Penélope está bordando su mortaja y aseguró a los pretendientes que en cuanto termine el trabajo, elegirá a uno de ellos por esposo y rey de Ítaca. —¡Ah, entonces me engaña! —No, los engaña a ellos. La ven trabajar todo el día, pero por las noches ella deshace el bordado, de manera que nunca avanza. Los pretendientes están impacientes. Odiseo era demasiado inteligente para ceder a sus deseos de entrar al palacio con la espada en la mano. Al día siguiente, disfrazado de mendigo, fue a comprobar con sus propios ojos lo que estaba pasando. Al llegar al palacio se encon tró con un viejísimo perro agonizante, tirado sobre un montón de estiércol. El animal se puso de pie sobre sus débiles patas, movió la cola, y antes de morir lanzó un ladrido de felicidad. ¡Era su perro Argos, el cariñoso cachorro que había tenido que dejar cuando partió a la guerra! Los pretendientes de Penélope se burlaron cruelmente del supuesto mendigo y no quisieron darle ni siquiera los restos. Pero cuando otro limosnero lo desafió a pelear, Odiseo lo derrotó de un solo golpe. Telémaco volvió de Esparta y gracias a Atenea pudo escapar a la emboscada de los pretendientes. En la tienda de Eumeo se encontró con su padre, al que abrazó emocionado. Los tres prepararon un plan para librarse de sus enemigos. Esa noche, siguiendo las órdenes de su padre, Telémaco hizo transportar al piso alto todas las armas del palacio. Penélope, enterada de la llegada de un mendigo extranjero, quiso hablar con él para preguntarle por su marido. No reconoció a ese hombre vestido de harapos y con la cara tiznada, que le habló de un encuentro con Odiseo en camino a un oráculo. Agradecida, Penélope le pidió a una anciana criada que le lavara los pies. La vieja, que lo había cuidado cuando era niño, reconoció una cicatriz en la pierna, pero Odiseo la obligó al silencio. Todavía no se sentía seguro de Penélope. Al día siguiente, aconsejada por Telémaco, la fiel Penélope anunció a los pretendientes que se casaría con el que demostrara mejor puntería. Todos debían disparar sus flechas con un mismo arco: el de Odiseo. Pero para usar el arco primero había que tensarlo, es decir, doblarlo y colocarle la cuerda. El arco había sido construido para un hombre muy fuerte y además la madera estaba rígida porque hacía veinte años que nadie lo usaba. Uno tras otro los pretendientes trataron inútilmente de tensar el arco. Hasta que, en medio de protestas y de insultos, el mendigo harapiento tomó el arco entre sus brazos poderosos, lo tensó sin dificultad, disparó dando en el blanco… y siguió disparando, esta vez a la garganta de los pretendientes. En ese momento entró Telémaco con la espada desenvainada y, con la ayuda de Eumeo y de otro criado, mataron a todos sus enemigos. Solo entonces Odiseo se volvió hacia Penélope. —Si todavía no sabes quién soy, te describiré nuestro lecho, que yo mismo construí con ramas de olivo. Penélope se abrazó a su marido llorando de alegría. Odiseo y Penélope gobernaron Ítaca en paz y con felicidad durante largos años. Tal como lo había predicho la sombra de Tiresias, Odiseo murió en su querida isla, muy anciano y muy lejos del mar. Ana María Shua. Libro Dioses Y Héroes De La Mitología Griega |
Roque- Poeta especial
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