EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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ROMEO Y JULIETA de WILLIAM SHAKESPEARE. Acto Cuarto

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Mensaje por Armando Lopez Miér Feb 18, 2015 7:12 pm

ACTO CUARTO

ESCENA PRIMERA


Celda de Fray Lorenzo

(Entran Fray Lorenzo y París)

Fray Lorenzo: ¿El jueves, señor? Me parece muy rápido.

Paris: Ese es el deseo de mi padre Capuleto, y no seré yo tan torpe e indolente que contenga su urgencia.

Fray Lorenzo: Dices que todavía no conoces el propósito de tu prometida. Actúas de una forma anormal, que no me agrada.

Paris: Julieta llora continuamente desde la muerte de Teobaldo, y por este motivo le hablaba poco de amor, pues Venus no sonríe en una morada de lágrimas. Ahora, señor, su padre considera arriesgado el que se abandone a tanto llanto. Y para detener el curso de esta aflicción, ha creído conveniente apresurar nuestro matrimonio; ese dolor que absorbe excesivamente su ánimo en la soledad, tal vez se aparte de ella mediante la compañía. Ya sabe el motivo de este apresuramiento.

Fray Lorenzo (Aparte): Así no supiera por qué debe ello retrasarse. Observa, señor; aquí viene la dama hacia mi celda.

(Entra Julieta).

Paris: Agradable encuentro, señora y esposa mía.

Julieta: Eso podrá ser, caballero, cuando sea yo su esposa.

Paris: Eso podrá ser, ha de ser, amor mío, el jueves próximo.

Julieta: Lo que ha de ser, será.

Fray Lorenzo: Es una verdad inobjetable.

Paris: ¿Te confesarás con este generoso padre?

Julieta: Si le respondiera a eso sería confesarme con usted.

Paris: No lo niegues que me amas.

Julieta: Confesaré que amo.

Paris: Así, pues, le confesarás que me amas; tengo la seguridad.

Julieta: Si eso hiciera, mi confesión sería de más valor hecha en su ausencia que en su cara.

Paris: ¡Pobrecilla! Tu cara está siendo víctima de tus lágrimas.

Julieta: Insuficiente triunfo han conseguido con ello las lágrimas, pues se hallaba muy marchita antes de sentir sus huellas.

Paris: Más denuestos le haces con tus palabras que con tu llanto.

Julieta: Lo que es verdad no es calumnia, caballero.

Paris: Mía es tu cara, y la has calumniado.

Julieta: Podría ser, pues no me pertenece. ¿Tienes algo que hacer ahora, generoso padre, o regresaré a la hora de víspera?

Fray Lorenzo: Tengo tiempo libre, hija mía ... Caballero, déjenos solos.

Paris: ¡Dios me libre de perturbar la fe! ... Julieta, el jueves, por la madrugada, iré a despertarte. ¡Adiós, y recibe este santo beso! (Sale).

Julieta: ¡Oh, cierra la puerta y prepárese a llorar conmigo! ¡No hay remedio, esperanza ni socorro para mí!

Fray Lorenzo: ¡Ah, Julieta! ¡Entiendo tu sufrimíento, que me saca de cordura! Me he enterado de que el próximo jueves, y sin que nada pueda retrasarlo, debes casarte con ese conde.

Julieta: ¡No me lo diga, padre, si no me dice cómo puedo evitarlo! ¡Si no encuentra una solución en su sabiduria, apruebe, al menos, mi decisión! ¡Y con esta daga acabaré de inmediato con mi mal! Dios unió mi corazón al de Romeo, usted enlazó nuestras manos; y antes que mi diestra, que usted selló para Romeo, sea el sello de otro contrato; antes que mi corazón sea desleal, este acero dará fin de una y otro. De modo que procúreme al momento darme un consejo nacido de su larga experiencia, o, de lo contrario, entre mí y el rigor de mis penas decidirá la cuestión esta daga, sedienta de sangre, resolviendo lo que la autoridad de sus años y su saber no pueden llevar a honroso término. ¡No sea tan tardo en hablar! ¡Tárdame el morir, si lo que va a expresar no habla de remedio!

Fray Lorenzo: Alto, hija mía: atisbó cierta esperanza, sin embargo su solución es tan desesperada como desesperado es el mal que intentamos prevenir. Si tienes la suficiente fuerza de voluntad para quitarte la vida antes que casarte con París, quizá te arriesgaras a un simulacro de muerte para evitar tal deshonra, tú, que, para huir de ella, te lanzas a la muerte misma. Si a ello te atreves, yo te daré el remedio.

Julieta: ¡Oh! ¡Antes que desposarme con París, ordéname que me lance desde lo alto de las almenas de una torre, que camine por caminos repletos de ladrones, que me abrace a las venenosas serpientes, que me encadene con los rugientes osos! ¡Enciérrame de noche en un osario, todo cubierto de crujientes huesos de difuntos, de ennegrecidas tibias Y de amarillentas calaveras descarnadas! ¡Sepúltame en una tumba recién cavada, o haz que me amortaje con un cadáver!, cosas todas ellas que al escucharlas me aterraban, lo haré sin temor ni vacilación alguna, a cambio de vivir sin deshonra como esposa de mi dulce amor.

Fray Lorenzo: ¡Escucha, entonces! Ve a tu casa; muéstrate alegre y acepta desposarte con París. Mañana, que es miércoles, te quedas por la noche sola en tu cuarto, intentando alejar a tu Ama. Cuando estés en el lecho, toma este pomito y bebe hasta la última gota de este destilado licor. Inmediatamente correrá por tus venas un humor frío y letárgico, que amortiguará tus alientos vitales. Cesará de latir tu pulso y quedarás sin fuerza y sin calor. Tu vida parecerá acabada, y las rosas de tus labios y mejillas se marchitarán hasta quedar pálidas como la ceniza. Se cerrarán las ventanas de tus ojos, como cuando los cierra la muerte a la luz de la vida. Tus miembros, privados de toda flexibilidad, se mostrarán yertos y rigidos, como los de un cadáver. Todo demostrará que has muerto. Y en tal apariencia permanecerás cuarenta y dos horas, despertando después como de un plácido sueño. Por la mañana del día señalado para tu boda, al ir a levantarte, te hallarán muerta en tu lecho. Entonces, como es costumbre en nuestro país, ataviada con tus mejores galas y descubierta en el féretro, te conducirán a la antigua cripta, donde reposa toda la familia de los Capuletos. Mientras tanto, y antes que tú despiertes, Romeo se informará por cartas mías de nuestro plan, y vendrá. El y yo velaremos juntos tu despertar hasta que vuelvas a la vida, y aquella misma noche Romeo te llevará a Mantua. Esto te librará de ese inminente deshonor, si algún capricho efimero no abate tu valor en el momento más crítico.

Julieta: ¡Acepto! ¡Oh, no me hables de temor!

Fray Lorenzo: ¡Toma, retírate y sé dichosa en tu determinación! Yo despacharé en seguida un monje a Mantua con cartas mías para tu señor.

Julieta: ¡Amor, dame fuerzas, y la fortaleza me dará remedio! ¡Adiós, querido padre! (Sale).
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Mensaje por Armando Lopez Miér Feb 18, 2015 7:13 pm

ACTO CUARTO

ESCENA SEGUNDA


Sala en casa de Capuleto

(Entran capuleto, la señora Capuleto, el Ama y dos criados)

Capuleto: Invita a todos los convidados aquí inscritos. (Sale el criado primero). Pícaro, ve a ajustarme veinte expertos cocineros.

Criado segundo: No habrá ninguno malo, señor: yo indagaré si se chupan los dedos.

Capuleto: ¿Cómo puedes indagarlo?

Criado segundo: Señor mío, mal cocinero es aquel que no se chupa los dedos; de manera que quien no se chupe los dedos, no lo traigo.

Capuleto: Retírate. (Sale el criado segundo). En esta ocasión nos va a pillar la fiesta muy desprevenidos. ¿Fue mi hija a ver a Fray Lorenzo?

Ama: Sí.

Capuleto: ¡Bien! Tal vez él pueda hacer carrera de ella. ¡Qué indisciplinada y caprichosa es la muchachada!

Ama: Mírala, acaba de llegar de confesar, con cara risueña.

(Entra Julieta)

Capuleto: ¡Vamos a ver, obstinada! ¿Dónde fuiste a corretear?

Julieta: Adonde me enseñaron a denegar del pecado de desobediente oposición a tus órdenes; y acudo, aconsejada por Fray Lorenzo, a postrarme a tus pies y pedirte perdón. ¡Perdóname, te lo imploro! De hoy en adelante me dejaré guiar por usted.

Capuleto: ¡Vayan a buscar al conde e infórmenle de esto! ¡Mañana muy temprano tendré anudado este lazo!

Julieta: Encontré al joven conde en la celda de Fray Lorenzo, y le ofrecí el afecto que buenamente podía darle sin exceder los límites de la honestidad.

Capuleto: ¡Muy bien; me agrada! ¡Esto marcha brillantemente! ¡Levántate! ¡La cosa va en toda regla! ¡Quiero ver al conde! ¡Sí, tráiganlo acá! ¡Ahora, juro a Dios que toda nuestra ciudad queda muy obligada a este reverendo y santo monje!

Julieta: Ama, ¿quieres acompañarme a mis aposentos para ayudarme a elegir aquellas vestiduras que creas convenientes para engalanarme mañana?

Señora de Capuleto: No, hasta el jueves; hay tiempo bastante.

Capuleto: Anda, Ama; anda con ella; iremos a la iglesia mañana. (Salen Julieta y el Ama).

Señora de Capuleto: Vamos a estar apurados para acabar nuestros preparativos. Está anocheciendo.

Capuleto: ¡Bah! Trabajaré sin descanso, y todo marchará bien; te lo aseguro, esposa. Anda a las habitaciones de Julieta; ayúdala a engalanarse. Yo no me acostaré esta noche; déjame solo. Por esta ocasión seré el amo de casa. ¡Qué! ¿Eh? ... ¡Se han retirado todos! No importa; yo mismo iré a ver al conde de Paris y a prevenirle para el día de mañana. Mi corazón se ha alegrado portentosamente desde que esa muchacha indisciplinada se ha puesto en razón. (Sale).
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Mensaje por Armando Lopez Miér Feb 18, 2015 7:14 pm

ACTO CUARTO

ESCENA TERCERA


Habitaciones de Julieta

(Entra Julieta y su Ama)

Julieta: Sí, estos vestidos son los mejores; sin embargo, querida Ama, te ruego que me dejes sola esta noche, pues necesito rezar mucho, para mover a los cielos a favorecerme en mi situación, que, como sabes muy bien, es infausta y llena de pecados.

(Entra la señora de Capuleto).

Señora de Capuleto: ¿Están muy ocupadas? ¿Quieren que les ayude?

Julieta: No, señora. Tenemos todo listo para la ceremonia de mañana. Así es que déjenme ahora sola y que pase con usted la noche mi Ama, pues estoy segura de que tus manos estarán completamente ocupadas en una tarea tan apremiante.

Señora de Capuleto: Entonces, buenas noches; acuéstate y descansa, que bien lo necesitas.

(Salen la señora de Capuleto y la Ama).

Julieta: ¡Hasta luego! ¡Sabe Dios cuándo nos volveremos a ver! Siento un vago y frío temor, que me provoca escalofríos al correr por mis venas y casi hiela el calor de la vida. Voy a llamarlas para que me den valor ... ¡Ama! ... Pero ¿para qué la quiero aquí? ... ¡Ésta es una terrible escena que debo representar yo sola! ¡Ven, frasco! ... ¿Y si este brebaje no produjera efecto alguno? ¿Me casarian entonces mañana por la mañana? ... ¡No! ¡No! ¡Esto lo impedirá! (Sacando un puñal de su seno). ¡Quédate aquí! (Esconde el puñal en el lecho). ¿Y si esto fuera un veneno, con que el fraile quisiera darme astutamente la muerte, por temor a la deshonra que le causaría este matrimonio después de haberme unido con Romeo? Sospecho que sí ... Pero no; imagino que no es posible, pues siempre ha dado pruebas de ser un santo varón. ¡No debo abrigar tan ruin pensamiento! ... ¿Y si depositada ya en el sepulcro, despierto antes de que llegue Romeo a liberarme? ¡Terrible caso! ¿No me asfixiaré entonces en aquel antro inmundo, por cuya terrible boca el aire puro no penetra jamás, y moriré ahogada antes de llegar mi Romeo? ... Y si vivo, ¿qué será de mí? Las sombras, la noche, la idea de la muerte me aterrorizarán bajo aquellas bóvedas de un panteón en donde desde hace siglos se hacinan los huesos de mis antepasados; donde Teobaldo, manando sangre aún, descansa pudriéndose en su mortaja; donde, según cuentan, a ciertas horas de la noche concurren los espíritus ... ¡Ay! ¡Ay! ¿Cómo es posible que al despertarme de improviso no enloquezca ante tan espeluznantes horrores y emanaciones tan pestilentes, y entre unos chillidos semejantes a los de la mandrágora al ser arrancada de la tierra, que hacen perder el juicio a los mortales que los escuchan? ¡Oh! ... Si entonces despierto, ¿no se trastornará mi razón al verme rodeada de todos esos tremendos horrores? ¿Y no seria posible que, en mi delirio, jugara con los restos de mis antepasados y arrancara de su féretro al desfigurado Teobaldo, y, poseída de semejante locura, llegara a coger un hueso de alguno de mis abuelos, y a modo de maza hundiera con él mi pobre cráneo? ¡Oh! ¿Qué es lo que estoy viendo? ... ¡Me parece que lo veo! ... ¡Es el espectro de mi primo, que persigue a Romeo, cuya espada ensangrentada le atravesó el corazón! ... ¡Detente, Teobaldo, detente! ... ¡Romeo, Romeo! ... ¡Voy a reunirme contigo! ¡He aquí el licor! ¡Lo bebo a tu salud! ...

(Cae sobre su lecho, detrás de las cortinas).
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Mensaje por Armando Lopez Miér Feb 18, 2015 7:15 pm

ACTO CUARTO

ESCENA CUARTA


Salón en casa de Capuleto

(Entran señora de Capuleto y la Ama)

Señora de Capuleto: Ama, coge estas llaves y tráeme más especias.

Ama: En la pastelería piden dátiles y membrillos.

(Entra Capuleto).

Capuleto: ¡Vamos, apresúrense, apresúrense! El gallo ha cantado por segunda ocasión y ha sonado la campana de la queda. Son las tres. ¡Cuida los pasteles, generosa Ama, y no repares en gastos!

Ama: ¡Váyase señor cocinero! Si pasa la noche en vela, tengo la seguridad de que se sentirá mal mañana.

Capuleto: ¡No, no, ni pizca! En otras ocasiones, sin causa alguna, he pasado en vela toda la noche, y nunca me enfermé.

Señora de Capuleto: ¡Sí; no eras mal cazador de aves nocturnas en tu tiempo! ¡Sin embargo ya te vigilaré yo para que no hagas ahora semejantes velas!

(Salen la señora de Capuleto y el Ama).

Capuleto: ¡Celos! ¡Celos! ¡Eh! ¿Qué traes ahí, muchacho?

(Entran tres o cuatro criados, con asadores, leños y canastas).

Criado primero: ¡Cosas para la cocina!

(Sale el criado primero).

Capuleto: ¡Pues vivo, vivo; no te detengas! ... ¡A ver tú, picarón; ve a buscar troncos más secos! ¡Llama a Pedro; él te dirá dónde los puedes encontrar!

Criado segundo: Señor, yo sabré encontrar los troncos sin necesidad de molestar a Pedro. (Sale).

Capuleto: ¡Ya casi apunta el alba y no tardará en llegar el conde con la música, según me lo prometió! (Música dentro). ¡Escucho que se aproxima! ¡Ama! ¡Esposa! ¿No escuchan? ¡Eh! ¡Qué! ¡Ama, digo!

(Vuelve a entrar el Ama).

Capuleto: ¡Vayan a despertar a Julieta! ¡Vayan a engalanarla! Yo iré, mientras tanto, a platicar con París. ¡Apúrense, que ya llegó el novio! ¡Apresúrense, digo!

(Salen).
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Mensaje por Armando Lopez Miér Feb 18, 2015 7:16 pm

ACTO CUARTO

ESCENA QUINTA


Alcoba de Julieta - Julieta en su lecho

(Entra el Ama)

Ama: ¡Señorita! ... ¡Vamos, señorita! ... ¡Julieta! ... duerme como un tronco, no hay duda ... ¡Eh, corderita! ... ¡Eh, señora! ... ¡Vamos, perezosilla! ... ¡Ea, prenda! ... ¡Vaya, digo! ... ¡Señora! ... ¡Corazón mío! ... ¡Vamos, señora novia ... ¿Ni por esas? ... ¿Ni una palabra? ... Ahora está aprovechando un poco el sueño. ¡Descansa, descansa una semana seguida, que la noche siguiente no te dejará descansar mucho el conde de Paris! ... Te lo aseguro. ¡Dios me perdone! ¡Ay, sí; amén! ... Pero ¡qué sueño más pesado! Nada, tendré que despertarla yo. ¡Señorita! ... ¡Señorita! ... Sí; dejaré que el conde te sorprenda en la cama. ¡Menudo susto se va a dar! ¡A fe! ¿No es cierto? (Descorriendo las cortinas). ¡Cómo! ¡Engalanada y con el vestido puesto! ¡Vaya, vaya, te despertaré! (Sacudiendo a Julieta, y después tomándola en brazos). ¡Señorita! ... ¡Señorita! ... ¡Señorita! ... ¡Ay! ... ¡Ay! ... ¡Socorro! ¡Socorro! ¡La señorita está muerta! ¡Oh, funesto día! ¡Que haya yo nacido! ¡Ay! ¡Denme un poco de agua! ¡Eh! ¡Señor! ¡Señora!

(Entra la señora de Capuleto)

Señora de Capuleto: ¿Por qué haces tanto ruido?

Ama: ¡Oh día funesto!

Señora de Capuleto: Pero ¿qué ocurre?

Ama: ¡Observe! ¡Oh día funesto!

Señora de Capuleto: ¡Ay de mí! ¡Ay de mí! ¡Niña mía! ¡Mi única vida! ¡Revive, abre los ojos, o moriré contigo! ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Auxilio!

(Entra Capuleto)

Capuleto: ¡Qué vergüenza! ¡Que salga Julieta! ¡Ha llegado su esposo!

Ama: ¡Ha muerto! ¡Ha muerto! ¡Ay, qué día tan funesto!

Señora de Capuleto: ¡Ay, que día tan funesto! ¡Ha muerto! ¡Ha muerto! ¡Ha muerto!

Capuleto: ¡Ah, permíteme verla! ... ¡Ay! ... ¿Desgraciado de mí! ¡Está fria! ¡No le circula la sangre! ¡Sus extremidades están rígidas! ¡La vida escapó hace tiempo de sus labios! ... ¡La muerte ha caído sobre ella como repentina escarcha sobre la flor más bella de toda la pradera!

Ama: ¡Oh día penoso!

Señora de Capuleto: ¡Oh infausta hora!

Capuleto: ¡La muerte, que me robó a mi hija para hacerme sollozar, ata mi lengua y no me deja hablar!

(Entran Fray Lorenzo y Paris con músicos).

Fray Lorenzo: Vamos, ¿está ya lista la novia para ir a la iglesia?

Capuleto: ¡Lista para ir, pero jamás para regresar! ¡Oh, hijo! ¡En la víspera de tus bodas, el fantasma de la muerte ha dormido con tu esposa! ¡Mírala, ahí tendida, flor como era, por él desflorada! ¡Ese horrible fantasma es mi yerno, es mi heredero; con él se ha casado mi hija! ¡Quiero morir y dejárselo todo; vida, haciendo, todo es de la muerte!

Paris: ¡Tanto tiempo he esperado ver la cara de este día, para semejante espectáculo! ...

Señora de Capuleto: ¡Día funesto, cruel, luctuoso, abominable! ¡Hora la más fatal que viera el tiempo en el constante y sufrido trabajo de su peregrinación! ¡No tenía yo más que una niña, una niña tan sólo, tan sólo una amada niña, una criatura que era mi alegria y mi consuelo, y la muerte despiadada se la ha llevado de mi vista!

Ama: ¡Oh, dolor! ¡Oh día doloroso, doloroso, doloroso! ¡El día más lamentable, el más doloroso que jamás presencié! ¡Oh día! ¡Oh día! ¡Oh día! ¡Oh odiado día! ¡Nunca se vio un día tan negro como éste! ¡Oh día de dolor! ¡Oh día de dolor!

Paris: ¡Destrozado, burlado, divorciado, abandonado, asesinado! ¡Oh muerte mil veces detestable! ¡Burlado por ti! ¡Cruel! ¡Cruel! ¡Por ti aniquilado! ... ¡Oh amor! ... ¡Oh vida! ... ¡No ya vida sino amor en la muerte! ...

Capuleto: ¡Deshonrado, atormentado, odiado, torturado, muerto! ¡Tremendo momento! ¿Por qué viniste ahora a asesinar, a destrozar nuestra solemne fiesta? ¡Oh, hija mía! ¡Oh, hija mía! ¡Alma mía, y no hija mía! ¡Está muerta! ¡Ay! ¡Mi hija ha muerto, y con mi hija han fenecido todas mis alegrías!

Fray Lorenzo: ¡Silencio! ¡Qué vergüenza! El remedio de este dolor no está en esos dolores. El cielo tenía tanta parte como ustedes en esta bella damisela. La parte que les correspondía no pudieron conservarla de la muerte, en tanto que el cielo guarda la suya para la vida eterna. Su ansia era su encumbramiento, pues hubiera constituido vuestra gloria el verla enaltecida. ¿Y ahora lloran viéndola exaltada sobre las nubes y encumbrada hasta el mismo cielo? ¡Oh! En esto también aman tan mal a su hija, que los enloquece el verla dichosa. La mejor esposa no es aquella que vive largo tiempo desposada, sino la desposada que muere siendo joven esposa. Sequen sus lágrimas y depositen su romero sobre su bello cadáver; y, como es costumbre, llévenlo luego a la iglesia, adornado con las mejores galas; que si la apasionada naturaleza nos fuerza a lamentarnos, las lágrimas de la naturaleza son escarnio de la razón.

Capuleto: ¡Todo aquello que preparamos para la fiesta, desviándose de su oficio, sirve para el negro funeral! ¡Nuestros instrumentos, para melancólicas campanas; nuestro festín de bodas, para luctuoso banquete funerario; nuestros epitalamios, para lúgubres elegías; nuestras flores nupciales, para guirnaldas sobre la tumba, y todas las cosas se cambian en sus contrarias!

Fray Lorenzo: Señor, retírese, y usted, señora, acompáñelo; también usted, Paris, cada cual dispóngase a acompañar a su sepulcro a este bello cuerpo. Los cielos se nos muestran disgustados por alguna ofensa; no los molesten más, contrariando sus elevados propósitos.

(Sale Capuleto, la señora de Capuleto, Paris y Fray Lorenzo, luego de echar romero sobre Julieta y cerrar las cortinas).

Músico primero: Creo que debemos recoger nuestros instrumentos y marchamos con la música a otra parte.

Ama: ¡Ah!, sí, sí; recójanlos, bondadosa gente; pues ya lo han visto, éste es un caso triste. (Sale).

Músico primero: Por mi vida, que el caso no admite arreglo.

(Entra Pedro)

Pedro: ¡Músicos! ¡Oh, músicos! La paz del corazón. La paz del corazón. ¡Si no quieren que muera, toquen La paz del corazón!

Músico primero: ¿Por qué quiere que toquemos La paz del corazón?

Pedro: Porque mi corazón toca por su parte: Mi corazón está repleto de dolor. ¡Oh! ¡Tóquenme una elegía festiva para consolarme!

Músico primero: ¡Nada de elegías! ¡No es ocasión de tocar!

Pedro: ¿No quieren?

Músico primero: ¡No!

Pedro: ¡Pues entonces la solfearé, y será bien sonada!

Músico primero: ¿Qué nos vas a hacer sonar?

Pedro: ¡No será dinero, sino sus costillas! ¡Yo les marcaré la trova!

Músico primero: Entonces, nos dará la entrada.

Pedro: ¡Con mi puñal, que servirá de batuta! ¡A mí, corcheas! ... ¡Verán cómo quedarán re-la-mi-dos y re-sobados! ¿Se dan cuenta?

Músico primero: Si nos lleva el compás con el puñal, será usted quien dará cuenta de nosotros.

Músico segundo: Por favor, guarde su puñal y desenvaine su agudeza.

Pedro: ¡Entonces, tengan cuidado con mi agudeza! Pues los zurcirá mi ingenio, que es más agudo que mi puñal. Respóndanme como hombres.

Cuando al corazón manda dolores el destino
y pesares sin fin da a nuestro pensamiento,
entonces la música, con su son argentino ...

¿Por qué son argentinos? ¿Por qué la música, con su son argentino? ¿Qué opinión tiene, Simón Bordón?

Músico primero: Pues claro está, señor; porque la plata tiene un dulce sonido.

Pedro: ¡Muy bonito! ¿Qué piensa usted, Rugo Rable?

Músico segundo: Dice son argentino porque los músicos tocan por la plata.

Pedro: ¡Muy bonito también! ¿Y usted qué opinión tiene, Santiago Clavija?

Músico tercero: ¡Por vida de ..., no sé qué decir!

Pedro: ¡Oh, perdóneme, olvidé que usted es el cantor! Yo lo diré por usted. Dice: música con su son argentino, porque los músicos no hacen sonar el oro:

Pues entonces la música, con su son argentino,
pone eficaz ayuda, calmando el sufrimiento.
(Sale).

Músico primero: ¡Vaya un bribón más sinvergüenza!

Músico segundo: ¡Mal rayo te parta, Jack! Vengan, entraremos por aquí, esperaremos el runebre séquito y nos quedamos a comer.
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