EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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ROMEO Y JULIETA de WILLIAM SHAKESPEARE. Acto Segundo

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ROMEO Y JULIETA de WILLIAM SHAKESPEARE. Acto Segundo Empty ROMEO Y JULIETA de WILLIAM SHAKESPEARE. Acto Segundo

Mensaje por Armando Lopez Mar Feb 17, 2015 6:51 pm

ACTO SEGUNDO

ESCENA PRIMERA


Plaza pública, cerca del jardín de Capuleto

(Romeo, Benvolio y Mercutio)

Romeo: ¿Cómo me he de marchar de este lugar, si mi corazón se queda entre esos muros, y mi cuerpo yerto viene a buscar su centro?

Benvolio: ¡Romeo, primo mío!

Mercutio: Sin duda habrá recobrado el juicio y se ha retirado a dormir.

Benvolio: Hacia este lugar viene; lo he descubierto a lo lejos saltando los muros de una huerta. Gritale, Mercutio.

Mercutio: Lo voy a exorcizar como si se tratara del diablo. ¡Romeo, amante disparatado, esclavo de la pasión! Ven en forma de suspiro amoroso; contéstame con un verso solo en que aconsonen bienes con desprecios, y donde lances un galanteo a la madre del Amor y al niño ciego, que hirió con sus dardos al rey Cofetua, y le hizo enamorarse de una pobre muchacha. ¿Ves? no me responde ni da señales de vida. Te invoco por los dichosos ojos, y por la despejada frente, y por los rosados labios, y por el diminuto pie y los llenos muslos de Rosalía, que te aparezcas en tu verdadera forma.

Benvolio: Se va a disgustar, si te escucha.

Mercutio: Serás testigo de que no; se molestaría si me obstinara en encerrar a un demonio en el círculo de su dama, para que ella lo invocara; sin embargo ahora comprobarás cómo no se disgusta con tan santa y justa invocación, como es la del nombre de su amada.

Benvolio: Sígueme, quizá se ocultó tras esas ramas para pasar la noche. El amor, como es ciego, busca tinieblas.

Mercutio: Si fuera ciego, fallaría constantemente sus tiros. Buenas noches, Romeo. Me voy a acostar debido a que la hierba está muy fria para dormir. ¿Retirémonos ya?

Benvolio: Vamos, ¿para qué obstinarse en buscar a quien no quiere ser hallado?


Última edición por Armando Lopez el Miér Feb 18, 2015 8:30 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Armando Lopez Mar Feb 17, 2015 6:52 pm

ACTO SEGUNDO

ESCENA SEGUNDA


Jardín de Capuleto

(Romeo y Julieta)

Romeo: ¡Qué bien hace escarnio del dolor ajeno quien jamás ha sentido dolores ...! (Julieta frente a la ventana). ¿Pero qué luz se deja ver allí? ¿Es el sol que sale ya por los balcones de levante? Sal, hermoso sol, y mata de envidia con tus rayos a la luna, que está pálida y ojerosa porque vence tu hermosura cualquier ninfa de tu coro. Por esa razón viste de color amarillo. ¡Qué terco es quien se arree con sus galas marchitas! ¡Es mi vida, es amor el que aparece! ¿Cómo podría yo decirle que es señora de mi alma? Nada me dijo. Sin embargo ¿qué importa? Sus ojos hablarán, y yo contestaré. ¡No obstante qué atrevimiento el mío, si no me dijo nada! Los dos más bellos luminares del cielo le ruegan que los reemplace durante su ausencia. Si sus ojos relumbraran como astros en el cielo, su luz sería suficiente para ahogar los restantes como el fulgor del sol mata el de una antorcha. ¡Tal cascada de luz manaría de sus ojos, que haría despertar a las aves a medianoche, y corear su canción como si hubiese llegado el alba! Ahora coloca la mano en la mejilla. ¿Quién pudiera tocarla como el guante que la cubre?

Julieta: ¡Pobre de mí!

Romeo: ¡Habló! Siento de nuevo su voz. ¡Ángel de amores que en medio de la noche te me apareces, como emisario de los cielos a la asombrada vista de los mortales, que deslumbrados te observan cruzar con vuelo muy rápido las esferas, y mecerse en las alas de las nubes!

Julieta: ¡Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo? ¿Por qué no renuncias al nombre de tus padres? Y si careces de valor para tanto, ámame, y no me tendré por Capuleto.

Romeo: ¿Qué debo hacer, continúo escuchándola o hablo?

Julieta: Acaso no eres tú mi enemigo. Es el nombre de Montesco, que llevas. ¿Y qué quiere decir Montesco? No es pie ni mano ni brazo ni rostro ni fragmento de la naturaleza humana. ¿Por qué no tomas otro nombre? La rosa no dejaria de ser rosa, tampoco dejaria de esparcir su aroma, aunque se llamara de otra manera. Asimismo mi adorado Romeo, pese a que tuviera otro nombre, conservaria todas las buenas cualidades de su alma, que no las tiene por herencia. Deja tu nombre, Romeo, y a cambio de tu nombre que no es cosa esencial, toma toda mi alma.

Romeo: Si de tu palabra me adueño, llámame tu amante, e imaginaré que me he bautizado otra vez y que he perdido el nombre de Romeo.

Julieta: ¿Y quién eres tú que, en medio de la oscuridad de la noche vienes a sorprender mis secretos?

Romeo: No sé de cierto mi nombre, debido a que tú detestas ese nombre, amada mía, y si yo pudiera lo extirparía de mi pecho.

Julieta: Contadas expresiones he oído de esa boca, no obstante te reconozco. ¿No eres Romeo? ¿No eres de los Montescos?

Romeo: No seré ni una cosa ni otra, ángel mío, si cualquiera de las dos te molesta.

Julieta: ¿Cómo has llegado hasta este sitio, y cuál es tu propósito? Los muros de esta puerta son altos y no se pueden escalar; aquí podrías encontrar la muerte, siendo quien eres, si alguno de mis familiares te encontrara.

Romeo: Con las alas que me dio el amor, salté los elevados muros; además, no le tengo miedo a tus Íamiliares.

Julieta: Te matarán si te encuentran aquí.

Romeo: Diosa mía, tus ojos son más homicidas que las espadas de veinte familiares tuyos. Obsérvame sin enfado, y mi cuerpo se hará invensible.

Julieta: Daría un mundo porque no te hallaran.

Romeo: El velo lúgubre de la noche me protege de ellos. Sin embargo deseo morir a costa de sus manos, amándome tú, que eludiéndolos y salvarme de ellos, cuando me falte tu amor.

Julieta: ¿Y quién te condujo hasta aquí?

Romeo: El amor me dijo dónde vivías. Él me aconsejó; guió mis ojos que yo le había entregado. Sin ser nauchero, te juro que navegaría hasta la playa más lejana para enamorar joya tan estimada.

Julieta: Si no me cubriera el manto de la noche, el rubor de virgen invadiría mis mejillas, rememorando las palabras que en esta noche me has escuchado. Inútilmente quisiera corregirlas o desmentirlas ... ¡Resistencias inútiles! ¿Me amas? Tengo la seguridad de que responderás que sí, y yo lo creeré. No obstante, podrías olvidar tu promesa, porque comentan que Jove se ríe de las deslealtades de los amantes. Si me amas en verdad, Romeo, manifiéstalo con franqueza, y si piensas que soy fácil y me rindo a la primera súplica, dímelo también, para que me ponga huraña y enfadada, y así debas suplicarme. Te quiero mucho, Montesco, mucho, y no creas que soy ordinaria, antes he de ser más firme y constante que aquellas que parecen altaneras debido a que son astutas. Te confesaré que más fingimiento hubiera guardado contigo, si no me hubieras escuchado aquellas palabras que, sin pensarlo yo, demostraron toda la pasión de mi corazón. Perdóname, y no juzgues como ligereza este rendirme tan pronto. La soledad de la noche lo ha provocado.

Romeo: Te juro, amada mía, por los rayos de la luna que bañan la copa de estos árboles ...

Julieta: No jures por la luna, que en su veloz desplazamiento cambia de apariencia cada mes. No vayas a copiar su inconstancia.

Romeo: ¿Entonces, por quién juraré?

Julieta: No expreses ningún juramento. Si acaso, jura por ti mismo, por tu persona que es el dios que adoro y en quien he de creer.

Romeo: ¡Ojalá que la hoguera de mi amor ...!

Julieta: No jures. Aunque estoy muy alegre de verte, esta noche no quiero escuchar esos juramentos que parecen violentos y muy rápidos. Se parecen al rayo que se apaga, apenas surge. Márchate ahora; tal vez cuando regreses haya llegado a abrirse, excitado por las brisas del verano, el capullo de esta flor. Adiós, ¡y ojalá excite tu pecho en tan dulce calma como el mío!

Romeo: ¿Y solamente me das ese consuelo?

Julieta: ¿Y qué otro puedo ofrecerte esta noche?

Romeo: Tu fe por la mía.

Julieta: Te la di antes de que tú me la pidieras. Lo que lamento es no poder dártela de nuevo.

Romeo: ¿Pues qué? ¿De nuevo deseas quitármela?

Julieta: Sí, para ofrecértela de nuevo, pese a que esto fuera avaricia de un bien que ya poseo. No obstante mi anhelo de ofrecértelo todo es tan profundo y no tiene límites como los abismos del mar. ¡Cuanto más te doy, más quisiera darte! ... Sin embargo escucho ruidos dentro. ¡Hasta luego! No engañes mi esperanza ... Ama, allá voy ... Sé leal conmigo, Montesco mío. Aguarda unos minutos, regreso inmediatamente.

Romeo: ¡Noche, deliciosa noche! Sola fuente tengo miedo de que, por ser de noche, todo esto sólo sea un hermoso sueño.

Julieta Asomada otra vez a la ventana): Únicamente te diré dos cosas. Si el propósito de tu amor es desinteresado, si quieres casarte, dícelo mañana al mandadero que te enviaré; dile en qué fecha y cómo quieres realizar la sagrada ceremonia. Yo te sacrificaré mi vida e iré tras de ti por todo el mundo.

Ama (Llamando desde dentro): ¡Julieta!

Julieta: Enseguida voy. Sin embargo si son perversos tus propósitos, te ruego que ...

Ama: ¡Julieta!

Julieta: Ya voy ... Te ruego que renuncies a tu propósito, y me dejes a solas con mi pena. Mañana irá el mandadero ...

Romeo: Por la gloria ...
Julieta: Que tengas buenas noches.

Romeo: No lo creo, pues ¿cómo han de ser buenas si no tengo tus rayos? El amor busca al amor como el estudiante huye de sus libros, y el amor abandona al amor como el niño que deja sus juegos para regresar al estudio.

Julieta (Otra vez frente a la ventana): ¡Romeo! ¡Romeo! ¡Oh, si yo tuviera la voz del cazador de cetreria, para llamar de lejos a los halcones! Si yo pudiera hablar a gritos, se filtraria mi voz hasta en la gruta de la ninfa Eco, y la ensordeceria repitiendo el nombre de mi Romeo.

Romeo: ¡Qué cautivante se escucha el tono de mi amada en la plácida noche, defensora de los amantes! Más dulce es que música en oído alerta.

Julieta: ¡Romeo!

Romeo: ¡Alma mía!

Julieta: ¿A qué hora quieres que vaya mi criado mañana?

Romeo: A las nueve.

Julieta: Ten la certeza de que irá. Las horas se me harán siglos hasta que ésa llegue. No sé para qué te he llamado.

Romeo: ¡Permíteme que me quede en este lugar hasta gue lo pienses!

Julieta: Con la felicidad que me provoca verte cerca se me olvidará perpetuamente en lo que pensaba, recordando tu agradable compañía.

Romeo: Para que continúe tu olvido no he de marcharme.

Julieta: Ya amaneció; márchate ... No obstante no quisiera que te apartaras más que el escaso tramo que consiente apartarse al pajarillo la niña que lo tiene sujeto de una cuerda de seda, y que en algunas ocasiones le suelta de la mano, y después lo apresa ansiosa, y lo suelta de nuevo.

Romeo: ¡Quisiera ser yo ese pajarillo!

Julieta: ¡Y yo también lo desearía! Pero sospecho que mis caricias te matarían. ¡Hasta luego, hasta luego! Triste es la ausencia y muy dulce la despedida, que no sé cómo desprenderme de los hierros de esta ventana.

Romeo: ¡Que el sueño inunde tus bellos ojos y la paz colme tu alma! ¡Ojalá fuera yo el sueño, ojalá fuera yo la paz donde se duerme tu hermosura! De aquí me dirigiré adonde mora mi bondadoso confesor, para pedirle que me aconseje en este trance.
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Mensaje por Armando Lopez Mar Feb 17, 2015 6:53 pm

ACTO SEGUNDO

ESCENA TERCERA


Celda de Fray Lorenzo

(Fray Lorenzo y Romeo)

Fray Lorenzo: Ya la aurora sonríe al observar que huye la sombría noche. Ya, con sus rayos, el sol dora las nubes de levante. Huye la noche con perezosos pies, trompicando y cayendo como un ebrio, al ver el fuego del sol que se despierta y sube en el carro de Titán. Antes que esparza su dorado fuego, deleitando el día y secando el llanto que derramó la noche, deberá colmar este cesto de aromáticas flores y de exquisitas yerbas. La tierra es cuna y sepulcro de la naturaleza, y su regazo educa y alimenta hijos de diferente condición pero ninguno tan falto de virtud que no dé aliento o remedio o solaz al hombre. Raras son las virtudes que esparció la generosa mano de la naturaleza, en piedras, plantas y yerbas. No hay ser inútil en la tierra, por ruin y despreciable que parezca. Por el contrario, la criatura más generosa, si actúa mal, es perjudicial y aborrecible. El bien mismo se trueca en mal y el valor en vicio, cuando no sirve a un propósito honesto. En esta flor que nace duermen ocultos la medicina y el veneno; los dos nacen del mismo origen, y su olor dispersa deleite y vida a los sentidos, pero si se aplica al labio, esa misma flor tan olorosa mata el sentido. Así es el alma humana; dos soberanos imperan en ella, uno la humildad, otro la pasión; cuando ésta prevalece, un gusano roedor consume la planta.

Romeo: Padre, buenos días.

Fray Lorenzo: El Señor te guarde. ¿Quién me saluda con tan agradables palabras, al amanecer? Levantado y a estas horas, demuestra inquietud de conciencia, hijo mío. En las pupilas del anciano viven los cuidados veladores, y donde gobierna la impaciencia ¿cómo habitará el sosiego? Sin embargo, el lecho donde descansa la juventud ajena de todo pesar y duelo, inspira en los miembros deliciosa calma el blando sueño. Tu visita tan temprana hora me advierte que alguna triste situación te obliga a dejar tan temprano el lecho. Y si no ... será que has pasado la noche desvelado.

Romeo: ¡Eso es, y descansé mejor que cuando duermo!

Fray Lorenzo: Que Dios te perdone. ¿Fuiste a ver a Rosalía?

Romeo: ¿Rosalía? Ese nombre ya no suena dulce en mis oídos; tampoco pienso en su amor.

Fray Lorenzo: Está bien. Entonces, ¿dónde estuviste?

Romeo: Se lo confesaré sin rodeos. En la fiesta que otrecieron nuestros enemigos los Capuletos, donde herí y fui herido. Solamente las manos de usted, padre, podrán sanar a uno y otro contendientes. Con esta actitud comprobará que no conservo resentimiento por mis rivales, pues abogo por ellos como si se tratara de mis amigos.

Fray Lorenzo: Dime con tranqueza el propósito de tu visita, para ver si puedo ayudarte.

Romeo: Pues estoy enamorado de la hija del noble Capuleto, y ella me corresponde con igual amor. Ya está acordado todo, solamente falta que usted bendiga esta unión. Cuando tenga un poco de tiempo le comentaré dónde y cómo nos conocimos y nos juramos amor eterno. Por ahora, lo importante es que nos case inmediatamente.

Fray Lorenzo: ¡Por la vida de mi santo padre San Francisco! ¡Qué rápido olvidaste a Rosalía, a quien antes dabas todo tu cariño! El amor de los jóvenes nace de los ojos y no del corazón. ¡Recuerdas que lloraste mucho por Rosalía! Y ahora tanto amor y tanto enojo se han esfumado como el eco. Todavía no ha disipado el sol los vapores de tu llanto. Todavía retumban en mis oídos tus lamentos. Todavía se ven en tu semblante los rastros de antiguas lágrimas. ¿No decías que era más hermosa y gentil que ninguna? Y ahora has cambiado de parecer. ¡Y luego acusas de informales a las mujeres! ¿Cómo buscas estabilidad en ellas, si tú les das el ejemplo de olvidar?

Romeo: ¿Pero usted no desaprobaba mi amor por Rosalía?

Fray Lorenzo: Yo no desaprobaba tu amor, sino tu ciega veneración.

Romeo: ¿Y acaso no me recomendaste que hiciera todo lo posible por sofocar ese amor?

Fray Lorenzo: Pero mi propósito no era que de la tumba de ese amor brotara otro amor nuevo y más fervoroso.

Romeo: No se enfade conmigo, porque mi amada me quiere tanto como yo a ella y con su amor corresponde al mío, y la otra no.

Fray Lorenzo: Es que Rosalía tal vez adivinaba la ligereza de tu amor. Ven conmigo, informal muchacho. Yo te ayudaré a lograr tu propósito para que este casamiento sea lazo de amistad que extinga el odio de sus familias.

Romeo: Vamos, pues, sin demorarnos.

Fray Lorenzo: Vamos con tranquilidad para no trastabillar.
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Mensaje por Armando Lopez Mar Feb 17, 2015 6:55 pm

ACTO SEGUNDO

ESCENA CUARTA


Calle

(Benolio y Mercutio)

Mercutio: ¿A dónde se habrá ido Romeo? ¿Lo visitó anoche?

Benvolio: En casa de su padre no estuvo, así me lo dijo su sirviente.

Mercutio: ¡Por Dios! Esa pálida muchachuela, esa Rosalía de inflexible corazón acabará por enloquecerlo.

Benvolio: Teobaldo, el primo de Capuleto, ha enviado una misiva al padre de Romeo.

Mercutio: Tengo la seguridad de que es cartel de desafio.

Benvolio: Pues tengo la certeza de que Romeo lo contestará.

Mercutio: Todo el mundo puede contestar una carta.

Benvolio: Quiero decir que Romeo sabrá tratar como se merece al dueño de la misiva.

Mercutio: ¡Pobre Romeo! Esa rubia y pálida niña le ha traspasado el corazón con estocadas, le ha taladrado los oídos con una canción de amor, y el centro del alma con las anchas flechas del volador Cupido ... ¿Y quién tolerará a Teobaldo?

Benvolio: ¿Quién es Teobaldo?

Mercutio: Algo más que el monarca de los gatos; es el más hábil espadachín. Empuña la espada como tú la lengua, conservando tiempo, distancia y compás. Gran cortador de ropillas. Esgrimidor, espadachín de profesión, y muy enterado del inmortal passato, del punto reverso y del par.

Benvolio: ¿Y qué quieres decir con eso?

Mercutio: Mal tumor trague a esos nuevos elegantes que con aspavientos y amabilidad han venido a modificar nuestros antiguos hábitos. ¡Qué buena espada, qué buen mozo, qué bella mujer! Díganme, abuelos míos, ¿no es mala vergüenza que estemos llenos de estos moscones extranjeros, estos pardonnez moi, tan eufóricos con sus nuevas galas y tan despreciadores de lo antiguo? ¡Oh, terquedad insigne! (Sale Romeo).

Benvolio: ¡Ya llegó Romeo! ¡Ya llegó Romeo!

Mercutio: Traes muy roma el alma. No eres carne ni pescado. ¡Oh materia digna de los versos de Petrarca! Equiparada con su amor, Laura era una sirvienta, sino que tuvo mejor poeta que la celebrase; Dido una zagala, Cleopatra una gitana, Hero y Elena dos rameras, y Ciste, a pesar de sus negros ojos, no podría competir con la suya. Bon jour, Romeo. Este saludo francés corresponde a tus bragas francesas. Anoche nos dejaste en blanco.

Romeo: ¿Qué quieres decir con eso?

Mercutio: Que te despediste a la francesa. ¿Entiendes?

Romeo: Pido disculpas, Mercutio. Tenía un compromiso y no estaba el tiempo para cortesías.

Mercutio: ¿Entonces tú también las usas en varias ocasiones y doblas las rodillas?

Romeo: Luego no soy ordinario, porque eso es hacer reverencias.

Mercutio: Dices bien.

Romeo: Pero aquello de que conversábamos es cortesía y no genuflexión.

Mercutio: Es que yo soy la flor de la cortesía.

Romeo: ¿Por qué no dices la flor y nata?

Mercutio: Porque la nata la dejo para ti.

Romeo: Guarda silencio.

Mercutio: ¿Y no es mejor esto que andar en las lamentaciones extravagantes? Ahora te reconozco: eres Romeo, nuestro antiguo y buen amigo. Estabas aferrado con ese amor disparatado. (Entran Pedro y el Ama).

Mercutio: Vela, vela.

Benvolio: Y son dos: una saya y un sayal.

Ama: ¡Pedro!

Pedro: ¿Qué?

Ama: Tráeme por favor el abanico.

Mercutio: Dáselo, Pedro, pues es más agradable observar su abanico que su rostro.

Ama: Buenas tardes, señores.

Mercutio: Buenas tardes, bella dama.

Ama: ¿Hemos llegado a la tarde?

Mercutio: No, pero la mano impúdica del reloj señala las doce.

Ama: ¡Dios mío, qué hombre!

Mercutio: Un hombre que Dios crió, para que luego echara él mismo a perder la labor celestial.

Ama: Bien dicho. Para que echase su obra a perder ... ¿sin embargo me podria decir alguno de ustedes dónde se encuentra Romeo?

Romeo: Yo te lo diré, y ese joven será más viejo cuando lo halles que cuando comenzabas a buscarlo. Yo soy Romeo, a falta de otro más joven.Ama: ¿Lo dices de verdad?

Mercutio: ¿Con que a falta de otro mejor, te parece joven? Lo comprendes bien.

Ama: Si en verdad eres Romeo, tengo que decirte en secreto una palabra.

Benvolio: Si querrá citarlo para esta noche ...

Mercutio: ¿Es una encubridora, una perra? ... ¡Oh, oh!

Romeo: ¿Qué ruido es ése?

Mercutio: No es que haya encontrado yo ninguna liebre, ni es cosa de seguir la liebre, aunque como dice el cantar: En cuaresma bien se puede comer una liebre vieja, pero tan vieja llega a podrirse, si se la guarda, que no hay quién la pueda mascar. ¿Vas a casa de tu padre, Romeo? Allá iremos a comer.

Romeo: Voy con ustedes.

Mercutio: Adiós, bella vieja; bella, bella, bella. (Vanse él y Benvolio).

Ama: Si osa hablar mal de mí, me la pagará, aunque vengan a auxiliarlo otros veinte de su calaña. Y si yo misma no puedo, otros me defenderán. No faltaba más. ¡El grandísimo descarado! ¿Si creerá que yo soy una mujer de ésas? ... y tú (a Pedro) por qué dejas que cualquiera me agravie.

Pedro: Yo no he visto que alguien te agravie, porque si lo viera, en seguida sacaría mi espada. Nadie me gana en valor cuando mi causa es justa, y cuando me favorece la ley.

Ama: ¡Por Dios! Aún me dura el enfado y las carnes se me estremecen ... Una palabra sola, caballero. Como iba diciendo, mi señorita me envía con un mensaje para usted. No le voy a repetir todo lo que me dijo. Sin embargo si su propósito es engañarla, esa actitud será ruin, porque mi señorita es una muchacha joven, y el engañarla sería muy mala obra, y no tendría perdón de Dios.

Romeo: Ama, puedes jurar a tu señora que ...

Ama: ¡Está bien, perfecto, así se lo comentaré, y estoy segura de que se alegrará mucho ...!

Romeo: ¿Y qué le dirás, si aún no te he comentado nada?

Ama: Que has jurado, lo cual, a fe mía, es actuar como caballero.

Romeo: Coméntale que idee alguna excusa para asistir por la tarde a confesarse al convento de Fray Lorenzo; este cura nos confesará y casará. Acepta este obsequio.

Ama: No recibiré ni una moneda, señor mío.

Romeo: Te lo ordeno.

Ama: ¿Con que esta tarde? Ten la certeza de que no faltará.

Romeo: Aguárdame detrás de los muros del convento, y antes de una hora, mi mensajero te llevará una escalerilla de cuerdas para que yo pueda subir hasta la cima de mi felicidad. Hasta luego y sé fiel conmigo. Yo te lo recompensaré todo. Dale mis saludos a Julieta.

Ama: Que dios te bendiga. Una palabra más ...

Romeo: Dímela, Ama.

Ama: ¿Tu mensajero es de confianza? ¿Alguna vez has escuchado que el varón prudente no le debe confesar a nadie sus secretos?

Romeo: Mi mensajero es fiel como el oro.

Ama: Correcto, hidalgo. No existe señorita más bella que la mía. ¡Y si la hubieras conocido cuando era una niña ...! ¡Ah! Por cierto: en la ciudad hay un tal París que de buena gana la abordaría. Pero ella, bendita sea su alma, más quisiera a un horrible sapo que a este individuo. Varías ocasiones me he divertido haciéndola enojar, diciéndole que París es mejor muchacho que tú, Romeo, y ¡si pudieras ver cómo se pone! Más pálida que la cera. Dime: ¿Romero y Romeo no tienen la misma letra inicial?

Romeo: Es verdad, ambas comienzan con la R.

Ama: Sólo me estoy burlando. Sé que tu nombre comienza con otra letra menos áspera. .. ¡Si pudieras ver cómo se equivoca al pronunciar tu nombre y el de Romero! Te daría mucho gusto escucharla.

Romeo: Dile a Julieta que sólo pienso en ella.

Ama: Se lo diré mil veces. ¡Pedro!

Pedro: ¡Usted mande!

Ama: Toma el abanico, y guíame.
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ROMEO Y JULIETA de WILLIAM SHAKESPEARE. Acto Segundo Empty Re: ROMEO Y JULIETA de WILLIAM SHAKESPEARE. Acto Segundo

Mensaje por Armando Lopez Mar Feb 17, 2015 6:56 pm

ACTO SEGUNDO

ESCENA QUINTA


Jardín de Capuleto

(Julieta y Ama)

Julieta: A las nueve envié al Ama, quien me dijo que antes de media hora regresaría. ¿Y si no lo encontró? ¡Sin embargo, sí! ¡Qué torpe y perezosa! Solamente el pensamiento debiera ser emisario del amor. Él corre más que los rayos del sol cuando ahuyentan a las sombras de los montes. Por esa razón pintan al amor con alas. El sol ya llegó a la mitad de su trayectoria. Tres horas han transcurrido de las nueve a las doce, y no regresa aún. Si ella poseyera sangre juvenil y alma, volvería con las palabras de su boca; sin embargo la ancianidad es pesada como un plomo. (Salen el Ama y Pedro). ¡Gracias a Dios que han regresado! Ama mía, querida Ama ... ¿qué informes me traes? ¿Conversaste con él? Que se retire Pedro.

Ama: Retírate, Pedro.

Julieta: ¡Estás muy triste, Ama! ¿Traes malas noticias? Dímelas, al menos, con rostro alegre. Si son gratas, no las eches a perder con esa mirada aviesa.

Ama: Estoy muy cansada. ¡Qué averiados están mis huesos!

Julieta: ¡Tuvieras tus huesos tú y yo mis noticias! Habla por Dios, Ama mía.

Ama: ¡Pero qué prisa tienes! Espera al menos unos segundos. ¿No ves que me falta aliento?

Julieta: ¿Dices que no tienes aliento, pero sí te sobra para explicarme que te falta éste? Menos que en volverlo a decir, tardarías en darme las noticias. ¿Las traes buenas o malas?

Ama: ¡Que mala selección de marido has hecho! ¡Vaya, que el tal Romeo! Aunque posea una mejor cara que los otros, aún es mejor su pie y su mano y su gallardía. No puedo afirmar que es la flor de los cortesanos, sin embargo en lo personal pienso que es humilde como una oveja. ¡Bien has hecho, hija! Y que Dios te ayude. ¿Comiste en casa?

Julieta: Calla; eso lo sabía. ¿Pero dime qué hay de la boda?

Ama: ¡Por Dios, qué cabeza la mía! Pues, y la espalda ... ¡Cómo me duelen los riñones! ¡Tú tienes la culpa, pues me haces caminar por esos vericuetos, abriéndome el sepulcro antes de tiempo!

Julieta: Siento mucho tus dolencias, sin embargo termina de comentarme, querida Ama, lo que te respondió mi amor.

Ama: Habló como un caballero lleno de sensatez y gallardía; puedes creerme. ¿A dónde se fue tu madre?

Julieta: ¿Mi madre? Allá dentro. ¡Pero qué pregunta!

Ama: ¡Por Dios! ¿Te enfadas conmigo? ¡Con qué cataplasma me pagas para curar mis fracturas! En otra ocasión vas tú a hacer ese encargo.

Julieta: Pero ¡qué enredo! ¿En suma, qué te dijo Romeo?

Ama: ¿Permitirán que tú vayas sola a confesarte?

Julieta: Sí.

Ama: Pues cuando vayas a hacerlo en ese mismo instante te casarán. Debes ir a la celda de Fray Lorenzo. Tus mejillas han comenzado a ruborizarse con tan simple nueva. Vete al convento. Yo iré a buscar la escalera con que tu adorado Romeo subirá al nido del amor. A la celda, pues, y yo a comer.

Julieta: ¡Y yo a buscar mi felicidad, Ama mía!
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Mensaje por Armando Lopez Mar Feb 17, 2015 7:03 pm

ACTO SEGUNDO

ESCENA SEXTA


Celda de Fray Lorenzo

(Fray Lorenzo y Romeo)

Fray Lorenzo: ¡Que el cielo mire con ojos piadosos la misa que vamos a realizar, y no nos castigue por ella!

Romeo: ¡Así sea, así sea! Sin embargo, por muchas penas que vengan no serán suficientes para destruir la impresión de estos instantes de felicidad. Une nuestras manos, y con tal que yo pueda lIamarla mía, no le tendré miedo ni a la muerte, verdugo del amor.

Fray Lorenzo: Nada violento es permanente; ni el deleite ni la tristeza; ellos mismos se extinguen como el fuego y la pólvora al usarse. El exagerado dulce de la miel empalaga. Ama, pues, con moderación. (Sale Julieta). Aquí está la dama; su pie es tan leve que no desgastará nunca la eterna roca; tan ligero que puede correr sobre las telas de araña sin desbaratarlas.

Julieta: Buenas tardes, respetable confesor.

Fray Lorenzo: Romeo te dará las gracias en nombre de los dos.

Julieta: Por esa razón lo he incluido en el saludo. Si no lo hubiera hecho, pecaría él de exceso de cortesía.

Romeo: ¡Oh, Julieta! Si tu ventura es como la mía y puedes manifestarla con más habilidad, deleita con tus palabras el ambiente de este recinto y deja que tu voz pregone la dicha que hoy excita el alma de los dos.

Julieta: El auténtico amor es más pródigo de obras que de palabras; más rico en la naturaleza que en la forma. Solamente el pobre cuenta su caudal. Mi tesoro es tan grande que yo no podria contar ni siquiera la mitad.

Fray Lorenzo: Terminemos rápido. No los dejaré solos hasta que los una la bendición matrimonial.
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