ODAS DE HORACIO- LIBRO IV- XIV A AUGUSTO
3 participantes
EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA :: Poesía Lírica-Canciones-Romances-Sonetos :: Oda-Elegía-Égloga
Página 1 de 1.
ODAS DE HORACIO- LIBRO IV- XIV A AUGUSTO
XIV A AUGUSTO
¿Con qué estatuas, con qué altos honores la gratitud del Senado y el pueblo eternizará, Augusto, en los monumentos y los fastos históricos tus soberanas virtudes? ¡Oh príncipe el más egregio de cuantos el sol alumbra en las tierras habitadas! Los vindelicios, libres hasta hoy del yugo latino, acaban de experimentar lo que vales en la guerra; pues con tus soldados el valiente Druso derrotó, y no en un solo encuentro, al genauno levantisco y al intrépido breuno, y arruinó sus fortalezas levantadas en las cimas de los Alpes pavorosos. Luego el mayor de los Nerones [Tiberio] emprende otra campaña formidable, y alentado por faustos auspicios aniquila a los inhumanos retios y rechazó a los terribles retos: ¡Qué espectáculo ver en la bélica contienda las crueles y numerosas heridas que recibieron aquellos hombres, mejor dispuestos a la muerte que a la esclavitud! Como al romper las nubes el coro de las Pléyadas el Austro encrespa las indómitas olas, así acomete impávido a los escuadrones enemigos, y lanza su fogoso bridón adonde más arrecia la batalla.
Y cual pasa el Áufido por el reino de Dauno de Apulia cuando brama con furia y devasta con espantosa inundación los campos mejor cultivados, así Claudio en sus violentas embestidas rompe los férreos escuadrones y siega desde los primeros a los últimos, cubriendo la tierra de cadáveres sin estrago de los suyos.
Es que tú le habías prestado tus guerreros, tu genio y tus dioses. En el día mismo que la ciudad de Alejandría te abrió su puerto y su palacio real abandonado, tres lustros más tarde, la Fortuna próspera de las lides te conquistó memorables triunfos, y obediente a tu imperio, te dispensó cuantas glorias y alabanzas pudieras ambicionar.
¡Oh Numen protector de Italia y de Roma, señora del orbe! El cántabro, antes nunca domado, el indio, el medo y el escita, que pelea huyendo, acatan sobrecogidos tu poder.
El Nilo, que oculta las fuentes de donde nace, el Istro y el rápido Tigris, el Océano lleno de monstruos que azota las costas de Bretaña, la Galia que no retrocede ante la muerte, y los pueblos de Iberia, duros en los trabajos, se postran ante ti, y los sicambros, que se deleitan en la carnicería, te veneran y rinden las armas.
¿Con qué estatuas, con qué altos honores la gratitud del Senado y el pueblo eternizará, Augusto, en los monumentos y los fastos históricos tus soberanas virtudes? ¡Oh príncipe el más egregio de cuantos el sol alumbra en las tierras habitadas! Los vindelicios, libres hasta hoy del yugo latino, acaban de experimentar lo que vales en la guerra; pues con tus soldados el valiente Druso derrotó, y no en un solo encuentro, al genauno levantisco y al intrépido breuno, y arruinó sus fortalezas levantadas en las cimas de los Alpes pavorosos. Luego el mayor de los Nerones [Tiberio] emprende otra campaña formidable, y alentado por faustos auspicios aniquila a los inhumanos retios y rechazó a los terribles retos: ¡Qué espectáculo ver en la bélica contienda las crueles y numerosas heridas que recibieron aquellos hombres, mejor dispuestos a la muerte que a la esclavitud! Como al romper las nubes el coro de las Pléyadas el Austro encrespa las indómitas olas, así acomete impávido a los escuadrones enemigos, y lanza su fogoso bridón adonde más arrecia la batalla.
Y cual pasa el Áufido por el reino de Dauno de Apulia cuando brama con furia y devasta con espantosa inundación los campos mejor cultivados, así Claudio en sus violentas embestidas rompe los férreos escuadrones y siega desde los primeros a los últimos, cubriendo la tierra de cadáveres sin estrago de los suyos.
Es que tú le habías prestado tus guerreros, tu genio y tus dioses. En el día mismo que la ciudad de Alejandría te abrió su puerto y su palacio real abandonado, tres lustros más tarde, la Fortuna próspera de las lides te conquistó memorables triunfos, y obediente a tu imperio, te dispensó cuantas glorias y alabanzas pudieras ambicionar.
¡Oh Numen protector de Italia y de Roma, señora del orbe! El cántabro, antes nunca domado, el indio, el medo y el escita, que pelea huyendo, acatan sobrecogidos tu poder.
El Nilo, que oculta las fuentes de donde nace, el Istro y el rápido Tigris, el Océano lleno de monstruos que azota las costas de Bretaña, la Galia que no retrocede ante la muerte, y los pueblos de Iberia, duros en los trabajos, se postran ante ti, y los sicambros, que se deleitan en la carnicería, te veneran y rinden las armas.
Roana Varela- Moderadora
- Cantidad de envíos : 4487
Puntos : 55478
Fecha de inscripción : 25/10/2012
blackray- Cantidad de envíos : 345
Puntos : 43708
Fecha de inscripción : 16/03/2013
sabra- Admin
- Cantidad de envíos : 16986
Puntos : 97327
Fecha de inscripción : 30/05/2009
Temas similares
» ODAS DE HORACIO-LIBRO I - XII A AUGUSTO
» ODAS DE HORACIO- LIBRO IV- V A AUGUSTO
» ODAS DE HORACIO- LIBRO IV- XV ELOGIO DE AUGUSTO
» ODAS DE HORACIO-LIBRO I -CÉSAR AUGUSTO
» ODAS DE HORACIO- LIBRO III- V ELOGIO DE AUGUSTO
» ODAS DE HORACIO- LIBRO IV- V A AUGUSTO
» ODAS DE HORACIO- LIBRO IV- XV ELOGIO DE AUGUSTO
» ODAS DE HORACIO-LIBRO I -CÉSAR AUGUSTO
» ODAS DE HORACIO- LIBRO III- V ELOGIO DE AUGUSTO
EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA :: Poesía Lírica-Canciones-Romances-Sonetos :: Oda-Elegía-Égloga
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.