EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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Égloga II-Parte 1.9-Garcilaso de la Vega

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Mensaje por EURIDICE CANOVA Vie Ene 06, 2012 2:48 pm

ALBANIO

¡Ah, ninfa desleal!, ¿y desa suerte
se guarda el juramento que me diste?
¡Ah, condición de vida dura y fuerte!
¡Oh falso amor, de nuevo me hiciste
revivir con un poco d’csperanza!
¡Oh modo de matar nojoso y triste!
¡Oh muerte llena de mortal tardanza,
podré por ti llamar injusto el cielo,
injusta su medida y su balanza!
Recibe tú, terreno y duro suelo,
este rebelde cuerpo que detiene
del alma el espedido y presto vuelo;
yo me daré la muerte, y aun si viene
alguno a resistirme... ¿a resistirme?:
¡él verá que a su vida no conviene!
¿No puedo yo morir, no puedo irme
por aquí, por allí, por do quisiere,
desnudo espirtu o carne y hueso firme?




SALICIO

Escucha, que algún mal hacerse quiere.
¡Oh, cierto tiene trastornado el seso!




ALBANIO

¡Aquí tuviese yo quien mal me quiere!
Descargado me siento d’un gran peso;
paréceme que vuelo, despreciando
monte, choza, ganado, leche y queso.
¿No son aquéstos pies? Con ellos ando.
Ya caigo en ello: el cuerpo se m’ha ido;
sólo el espirtu es este que ora mando.
¿Hale hurtado alguno o escondido
mientras mirando estaba yo otra cosa?
¿O si quedó por caso allí dormido?
Una figura de color de rosa
estaba allí dormiendo: ¿si es aquélla
mi cuerpo? No, que aquélla es muy hermosa.




NEMOROSO

¡Gentil cabeza! No daria por ella
yo para mi traer solo un cornado.




ALBANIO

¿A quién iré del hurto a dar querella?




SALICIO

Estraño enjemplo es ver en qué ha parado
este gentil mancebo, Nemoroso,
ya a nosotros, que l’hemos más tratado,
manso, cuerdo, agradable, virtüoso,
sufrido, conversable, buen amigo,
y con un alto ingenio, gran reposo.




ALBANIO

¡Yo podré poco o hallaré testigo
de quién hurtó mi cuerpo! Aunque esté ausente,
yo le perseguiré como a enemigo.
¿Sabrásme decir d’él, mi clara fuente?
Dímelo, si lo sabes: así Febo
nunca tus frescas ondas escaliente.
Allá dentro en el fondo está un mancebo,
de laurel coronado y en la mano
un palo, propio como yo, d’acebo.
¡Hola! ¿quién está ’llá? Responde, hermano.
¡Válasme, Dios!, o tú eres sordo o mudo,
o enemigo mortal del trato humano.
Espirtu soy, de carne ya desnudo,
que busco el cuerpo mío, que m’ha hurtado
algún ladrón malvado, injusto y crudo.
Callar que callarás. ¿Hasme ’scuchado?
¡Oh santo Dios!, mi cuerpo mismo veo,
o yo tengo el sentido trastornado.
¡Oh cuerpo, hete hallado y no lo creo!
¡Tanto sin ti me hallo descontento,
pon fin ya a tu destierro y mi deseo!




NEMOROSO

Sospecho qu’el contino pensamiento
que tuvo de morir antes d’agora
le representa aqueste apartamiento.




SALICIO

Como del que velando siempre llora,
quedan, durmiendo, las especies llenas
del dolor que en el alma triste mora.




ALBANIO

Si no estás en cadenas, sal ya fuera
a darme verdadera forma d’hombre,
que agora solo el nombre m’ha quedado;
y si allá estás forzado en ese suelo,
dímelo, que si al cielo que me oyere
con quejas no moviere y llanto tierno,
convocaré el infierno y reino escuro
y rompiré su muro de diamante,
como hizo el amante blandamente
por la consorte ausente que cantando
estuvo halagando las culebras
de las hermanas negras, mal peinadas.




NEMOROSO

¡De cuán desvarïadas opiniones
saca buenas razones el cuitado!




SALICIO

El curso acostumbrado del ingenio,
aunque le falte el genio que lo mueva,
con la fuga que lleva corre un poco,
y aunque éste está ora loco, no por eso
ha de dar al travieso su sentido,
en todo habiendo sido cual tú sabes.




NEMOROSO

No más, no me le alabes, que por cierto
como de velle muerto estoy llorando.




ALBANIO

Estaba contemplando qué tormento
es deste apartamiento lo que pienso.
No nos aparta imenso mar airado,
no torres de fosado rodeadas,
no montañas cerradas y sin vía,
no ajena compañía dulce y cara:
un poco d’agua clara nos detiene.
Por ella no conviene lo que entramos
con ansia deseamos, porque al punto
que a ti me acerco y junto, no te apartas;
antes nunca te hartas de mirarme
y de sinificarme en tu meneo
que tienes gran deseo de juntarte
con esta media parte. Daca, hermano,
écham’ acá esa mano, y como buenos
amigos a lo menos nos juntemos
y aquí nos abracemos. ¡Ah, burlaste!
¿Así te me ’scapaste? Yo te digo
que no es obra d’amigo hacer eso;
quedo yo, don travieso, remojado,
¿y tú estás enojado? ¡Cuán apriesa
mueves –¿qué cosa es esa?– tu figura!
¿Aun esa desventura me quedaba?
Ya yo me consolaba en ver serena
tu imagen, y tan buena y amorosa;
no hay bien ni alegre cosa ya que dure.




NEMOROSO

A lo menos, que cure tu cabeza.




SALICIO

Salgamos, que ya empieza un furor nuevo,




ALBANIO

¡Oh Dios! ¿por qué no pruebo a echarme dentro
hasta llegar al centro de la fuente?




SALICIO

¿Qué’s esto, Albanio? ¡Tente!
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Mensaje por sabra Miér Oct 09, 2013 4:24 pm

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