EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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Meditaciones de Marco Aurelio-LIBRO IV

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Mensaje por Marcela Noemí Silva Miér Abr 03, 2024 1:00 am








Meditaciones de Marco Aurelio


LIBRO IV

1. El dueño interior, cuando está de acuerdo con la naturaleza, adopta,
respecto a los acontecimientos, una actitud tal que siempre, y con facilidad,
puede adaptarse a las posibilidades que se le dan. No tiene predilección por
ninguna materia determinada, sino que se lanza instintivamente ante lo que se
le presenta, con prevención, y convierte en materia para sí incluso lo que le
era obstáculo; como el fuego, cuando se apropia de los objetos que caen
sobre él, bajo los que una pequeña llama se habría apagado. Pero un fuego
resplandeciente con gran rapidez se familiariza con lo que se le arroja encima
y lo consume totalmente levantándose a mayor altura con estos nuevos
escombros.

2. Ninguna acción debe emprenderse al azar ni de modo divergente a la
norma consagrada por el arte.

3. Se buscan retiros en el campo, en la costa y en el monte. Tú también
sueles anhelar tales retiros. Pero todo eso es de lo más vulgar, porque puedes,
en el momento que te apetezca, retirarte en ti mismo. En ninguna parte un
hombre se retira con mayor tranquilidad y más calma que en su propia alma;
sobre todo aquel que posee en su interior tales bienes, que si se inclina hacia
ellos, de inmediato consigue una tranquilidad total. Y denomino tranquilidad
única y exclusivamente al buen orden. Concédete, pues, sin pausa, este retiro
y recupérate. Sean breves y elementales los principios que, tan pronto los
hayas localizado, te bastarán para recluirte en toda tu alma y para enviarte de
nuevo, sin enojo, a aquellas cosas de la vida ante las que te retiras. Porque,
¿contra quién te enojas? ¿Contra la ruindad de los hombres? Reconsidera este
juicio: los seres racionales han nacido el uno para el otro, la tolerancia es
parte de la justicia, sus errores son involuntarios. Reconsidera también
cuántos, declarados ya enemigos, sospechosos u odiosos, atravesados por la
lanza, están tendidos, reducidos a ceniza. Modérate de una vez. Pero, ¿estás
molesto por el lote que se te asignó? Rememora la disyuntiva «o una
providencia o átomos», y gracias a cuántas pruebas se ha demostrado que el
mundo es como una ciudad. Pero, ¿te apresarán todavía las cosas corporales?
Date cuenta de que el pensamiento no se mezcla con el hálito vital que se
mueve suave o violentamente, una vez que se ha recuperado y ha
comprendido su peculiar poder, y finalmente ten presente cuanto has oído y
aceptado respecto al pesar y al placer. ¿Acaso te arrastrará la vanagloria?
Dirige tu mirada a la prontitud con que se olvida todo y al abismo del tiempo
infinito por ambos lados, a la vaciedad del eco, a la versatilidad e irreflexión
de los que dan la impresión de elogiarte, a la angostura del lugar en que se
circunscribe la gloria. Porque la tierra entera es un punto y de ella, ¿cuánto
ocupa el rinconcillo que habitamos? Y allí, ¿cuántos y qué clase de hombres
te elogiarán? Te resta, pues, tenlo presente, el refugio que se halla en este
diminuto campo de ti mismo. Y por encima de todo, no te atormentes ni te
esfuerces en demasía; antes bien, sé hombre libre y mira las cosas como
varón, como hombre, como ciudadano, como ser mortal. Y entre las máximas
que tendrás a mano y hacia las que te inclinarás, figuren estas dos: una, que
las cosas no alcanzan al alma, sino que se encuentran fuera, desprovistas de
temblor, y las turbaciones surgen de la única opinión interior. Y la segunda,
que todas esas cosas que estás viendo, pronto se transformarán y ya no
existirán. Piensa también constantemente de cuántas transformaciones has
sido ya por casualidad testigo. «El mundo, alteración; la vida, opinión».

4. Si la inteligencia nos es común, también la razón, según la cual somos
racionales, nos es común. Admitido eso, la razón que ordena lo que debe
hacerse o evitarse, también es común. Concedido eso, también la ley es
común. Convenido eso, somos ciudadanos. Aceptado eso, participamos de
una ciudadanía. Si eso es así, el mundo es como una ciudad. Pues, ¿de qué
otra común ciudadanía se podrá afirmar que participa todo el género
humano? De allí, de esta común ciudad, proceden tanto la inteligencia misma
como la razón y la ley. O ¿de dónde? Porque al igual que la parte de tierra
que hay en mí ha sido desgajada de cierta tierra, la parte húmeda, de otro
elemento, la parte que infunde vida, de cierta fuente, y la parte cálida e ígnea
de una fuente particular (pues nada viene de la nada, como tampoco nada
desemboca en lo que no es), del mismo modo también la inteligencia procede
de alguna parte.

5. La muerte, como el nacimiento, es un misterio de la naturaleza,
combinación de ciertos elementos (y disolución) en ellos mismos. Y en suma,
nada se da en ella por lo que uno podría sentir vergüenza, pues no es la
muerte contraria a la condición de un ser inteligente ni tampoco a la lógica de
su constitución.

6. Es natural que estas cosas se produzcan necesariamente así a partir de
tales hombres. Y el que así no lo acepta, pretende que la higuera no produzca
su zumo. En suma, recuerda que dentro de brevísimo tiempo, tú y ése habréis
muerto, y poco después, ni siquiera vuestro nombre perdurará.

7. Destruye la sospecha y queda destruido lo de «se me ha dañado»;
destruye la queja de «se me ha dañado» y destruido queda el daño.

8. Lo que no deteriora al hombre, tampoco deteriora su vida y no le daña
ni externa ni internamente.

9. La naturaleza de lo útil está obligada a producir eso.

10. «Que todo lo que acontece, justamente acontece.» Lo constatarás, si
prestas la debida atención. No digo sólo que acontece consecuentemente, sino
también según lo justo e incluso como si alguien asignara la parte
correspondiente según el mérito. Sigue, pues, observando como al principio,
y lo que hagas, hazlo con el deseo de ser un hombre cabal, de acuerdo con el
concepto estricto del hombre cabal. Conserva esta norma en toda actuación.

11. No consideres las cosas tal como las juzga el hombre insolente o
como quiere que las juzgues; antes bien, examínalas tal como son en realidad.

12. Hay que tener siempre a punto estas dos disposiciones: una la de
ejecutar exclusivamente aquello que la razón de tu potestad real y legislativa
te sugiera para favorecer a los hombres; otra, la de cambiar de actitud, caso
de que alguien se presente a corregirte y disuadirte de alguna de tus
opiniones. Sin embargo, preciso es que esta nueva orientación tenga siempre
su origen en cierta convicción de justicia o de interés a la comunidad y los
motivos inductores deben tener exclusivamente tales características, no lo que
parezca agradable o popular.

13. «¿Tienes razón?» «Tengo.» «¿Por qué, pues, no la utilizas?» «Pues si
esto ya lo demuestra por sí solo, ¿qué más quieres?»

14. Subsistes como parte. Te desvanecerás en lo que te engendró; o mejor
dicho, serás reasumido, mediante un proceso de transformación, dentro de tu
razón generatriz.

15. Muchos pequeños granos de incienso se encuentran sobre el mismo
altar; uno se consumió antes, el otro más tarde; y nada importa la diferencia.

16. Dentro de diez días les parecerás un dios, a quienes das la impresión
ahora de ser una bestia y un mono, si vuelves de nuevo a los principios y a la
veneración de la razón.

17. No actúes en la idea de que vas a vivir diez mil años. La necesidad
ineludible pende sobre ti. Mientras vives, mientras es posible, sé virtuoso.

18. Cuánto tiempo libre gana el que no mira qué dijo, hizo o pensó el
vecino, sino exclusivamente qué hace él mismo, a fin de que su acción sea
justa, santa o enteramente buena. No dirijas la mirada a negros caracteres,
sino corre directo hacia la línea de meta, sin desviarte.

19. El hombre que se desvive por la gloria póstuma no se imagina que
cada uno de los que se han acordado de él morirá también muy pronto; luego,
a su vez, morirá el que le ha sucedido, hasta extinguirse todo su recuerdo en
un avance progresivo a través de objetos que se encienden y se apagan. Mas
suponte que son incluso inmortales los que de ti se acordarán, e inmortal
también tu recuerdo. ¿En qué te afecta esto? Y no quiero decir que nada en
absoluto le afecta al muerto, sino que al vivo, ¿qué le importa el elogio? A no
ser en algún caso, por cierta ventaja para la administración. Abandonas, pues,
ahora, inoportunamente el don de la naturaleza que depende de una razón
distinta...

20. Por lo demás, todo lo que es bello en cierto modo, bello es por sí
mismo, y termina en sí mismo sin considerar el elogio como parte de sí
mismo. En consecuencia, ni se empeora ni se mejora el objeto que se alaba.
Afirmo esto incluso tratándose de cosas que bastante comúnmente se
denominan bellas, como, por ejemplo, los objetos materiales y los objetos
fabricados. Lo que en verdad es realmente bello, ¿de qué tiene necesidad? No
más que la ley, la verdad, la benevolencia o el pudor. ¿Cuál de estas cosas es
bella por el hecho de ser alabada o se destruye por ser criticada? ¿Se deteriora
la esmeralda porque no se la elogie? ¿Y qué decir del oro, del marfil, de la
púrpura, de la lira, del puñal, de la florecilla, del arbusto?

21. Si las almas perduran, ¿cómo, desde la eternidad, consigue el aire
darles cabida? ¿Y cómo la tierra es capaz de contener los cuerpos de los que
vienen enterrándose desde tantísimo tiempo? Pues al igual que aquí, después
de cierta permanencia, la transformación y disolución de estos cuerpos cede
el sitio a otros cadáveres, así también las almas trasladadas a los aires,
después de un período de residencia allí, se transforman, se dispersan y se
inflaman reasumidas en la razón generatriz del conjunto, y, de esta manera,
dejan sitio a las almas que viven en otro lugar. Esto podría responderse en la
hipótesis de la supervivencia de las almas. Y conviene considerar no sólo la
multitud de cuerpos que así se entierran, sino también la de los animales que
cotidianamente comemos e incluso el resto de seres vivos. Pues, ¡cuán gran
número es consumido y, en cierto modo, es sepultado en los cuerpos de los
que con ellos se alimentan! Y, sin embargo, tienen cabida porque se
convierten en sangre, se transforman en aire y fuego. ¿Cómo investigar la
verdad sobre este punto? Mediante la distinción entre la causa material y la
formal.

22. No te dejes zarandear; por el contrario, en todo impulso, corresponde
con lo justo, y en toda fantasía, conserva la facultad de comprender.

23. Armoniza conmigo todo lo que para ti es armonioso, ¡oh, mundo!
Ningún tiempo oportuno para ti es prematuro ni tardío para mí. Es fruto para
mí todo lo que producen tus estaciones, oh naturaleza. De ti procede todo, en
ti reside todo, todo vuelve a ti. Aquél dice: «¡Querida ciudad de Cécrope!»
¿Y tú no dirás: « ¡Ah, querida ciudad de Zeus!»?

24. «Abarca pocas actividades, dice, si quieres mantener el buen humor.»
¿No sería mejor hacer lo necesario y todo cuanto prescribe, y de la manera
que lo prescribe, la razón del ser sociable por naturaleza? Porque este
procedimiento no sólo procura buena disposición de ánimo para obrar bien,
sino también el optimismo que proviene de estar poco ocupado. Pues la
mayor parte de las cosas que decimos y hacemos, al no ser necesarias, si se
las suprimiese reportarían bastante más ocio y tranquilidad. En consecuencia,
es preciso recapacitar personalmente en cada cosa: ¿No estará esto entre lo
que no es necesario? Y no sólo es preciso eliminar las actividades
innecesarias, sino incluso las imaginaciones. De esta manera, dejarán de
acompañarlas actividades superfluas.

25. Comprueba cómo te sienta la vida del hombre de bien que se contenta
con la parte del conjunto que le ha sido asignada y que tiene suficiente con su
propia actividad justa y con su benévola disposición.

26. ¿Hasta visto aquello? Ve también eso. No te aturdas. Muéstrate
sencillo. ¿Yerra alguien? Yerra consigo mismo. ¿Te ha acontecido algo? Está
bien. Todo lo que te sucede estaba determinado por el conjunto desde el
principio y estaba tramado. En suma, breve es la vida. Debemos aprovechar
el presente con buen juicio y justicia. Sé sobrio en relajarte.

27. O un mundo ordenado, o una mezcla confusa muy revuelta, pero sin
orden. ¿Es posible que exista en ti cierto orden y, en cambio, en el todo
desorden, precisamente cuando todo está tan combinado, ensamblado y
solidario?

28. Carácter sombrío, carácter mujeril, carácter terco, feroz, brutal, pueril,
indolente, falso, bufón, traficante, tiránico.

29. Si extraño al mundo es quien no conoce lo que en él hay, no menos
extraño es también quien no conoce lo que en él acontece. Desterrado es el
que huye de la razón social; ciego el que tiene cerrados los ojos de la
inteligencia; mendigo el que tiene necesidad de otro y no tiene junto a sí todo
lo que es necesario para vivir. Absceso del mundo el que renuncia y se aparta
de la razón de la común naturaleza por el hecho de que está contrariado con
lo que le acontece; pues produce eso aquella naturaleza que también a ti te
produjo. Es un fragmento de la ciudad, el que separa su alma particular de la
de los seres racionales, pues una sola es el alma.

30. El uno, sin túnica, vive como filósofo; el otro, sin libro; aquel otro,
semidesnudo. «No tengo pan», dice, «pero persevero en la razón». Y yo
tengo los recursos que proporcionan los estudios y no persevero.

31. Ama, admite el pequeño oficio que aprendiste; y pasa el resto de tu
vida como persona que has confiado, con toda tu alma, todas tus cosas a los
dioses, sin convertirte en tirano ni en esclavo de ningún hombre.

32. Piensa, por ejemplo, en los tiempos de Vespasiano. Verás siempre las
mismas cosas: personas que se casan, crían hijos, enferman, mueren, hacen la
guerra, celebran fiestas, comercian, cultivan la tierra, adulan, son orgullosos,
recelan, conspiran, desean que algunos mueran, murmuran contra la situación
presente, aman, atesoran, ambicionan los consulados, los poderes reales. Pues
bien, la vida de aquéllos ya no existe en ninguna parte. Pasa de nuevo ahora a
los tiempos de Trajano: nos encontraremos con idéntica situación; también
aquel vivir ha fenecido. De igual modo contempla también y dirige la mirada
al resto de documentos de los tiempos y de todas las naciones; cuántos, tras
denodados esfuerzos, cayeron poco después y se desintegraron en sus
elementos. Y especialmente debes reflexionar sobre aquellas personas que tú
mismo viste esforzarse en vano, y olvidaban hacer lo acorde con su particular
constitución: perseverar sin descanso en esto y contentarse con esto. De tal
modo es necesario tener presente que la atención adecuada a cada acción
tiene su propio valor y proporción. Pues así no te desanimarás, a no ser que
ocupes más tiempo del apropiado en tareas bastante nimias.

33. Las palabras, antaño familiares, son ahora locuciones caducas. Lo
mismo ocurre con los nombres de personas, que muy celebrados en otros
tiempos, son ahora, en cierto modo, locuciones caducas: Camilo, Cesón,
Voleso, Leonato; y, poco después, también Escipión y Catón; luego, también
Augusto; después, Adriano y Antonino. Todo se extingue y poco después se
convierte en legendario. Y bien pronto ha caído en un olvido total. Y me
refiero a los que, en cierto modo, alcanzaron sorprendente relieve; porque los
demás, desde que expiraron, son desconocidos, no mentados. Pero, ¿qué es,
en suma, el recuerdo sempiterno? Vaciedad total. ¿Qué es, entonces, lo que
debe impulsar nuestro afán? Tan sólo eso: un pensamiento justo, unas
actividades consagradas al bien común, un lenguaje incapaz de engañar, una
disposición para abrazar todo lo que acontece, como necesario, como
familiar, como fluyente del mismo principio y de la misma fuente.

34. Confíate gustosamente a Cloto y déjala tejer la trama con los sucesos
que quiera.

35. Todo es efímero: el recuerdo y el objeto recordado.

36. Contempla de continuo que todo nace por transformación, y habitúate
a pensar que nada ama tanto la naturaleza del conjunto como cambiar las
cosas existentes y crear nuevos seres semejantes. Todo ser, en cierto modo, es
semilla del que de él surgirá. Pero tú sólo te imaginas las semillas que se
echan en tierra o en una matriz. Y eso es ignorancia excesiva.

37. Estarás muerto en seguida, y aún no eres ni sencillo, ni imperturbable,
ni andas sin recelo de que puedan dañarte desde el exterior, ni tampoco eres
benévolo para con todos, ni cifras la sensatez en la práctica exclusiva de la
justicia.

38. Examina con atención sus guías interiores e indaga qué evitan los
sabios y qué persiguen.

39. No consiste tu mal en un guía interior ajeno ni tampoco en una
variación y alteración de lo que te circunda. ¿En qué, pues? En aquello en ti
que opina sobre los males. Por tanto, que no opine esa parte y todo va bien. Y
aun en el caso de que su más cercano vecino, el cuerpo, sea cortado,
quemado, alcanzado por el pus podrido, permanezca con todo tranquila la
pequeña parte que sobre eso opina, es decir, no juzgue ni malo ni bueno lo
que igualmente puede acontecer a un hombre malo y a uno bueno. Porque lo
que acontece tanto al que vive conforme a la naturaleza como al que vive
contra ella, eso ni es conforme a la naturaleza ni contrario a ella.

40. Concibe sin cesar el mundo como un ser viviente único, que contiene
una sola sustancia y un alma única, y cómo todo se refiere a una sola facultad
de sentir, la suya, y cómo todo lo hace con un sólo impulso, y cómo todo es
responsable solidariamente de todo lo que acontece, y cuál es la trama y
contextura.

41. «Eres una pequeña alma que sustenta un cadáver», como decía
Epicteto.

42. Ningún mal acontece a lo que está en curso de transformación, como
tampoco ningún bien a lo que nace a consecuencia de un cambio.
43. El tiempo es un río y una corriente impetuosa de acontecimientos.
Apenas se deja ver cada cosa, es arrastrada; se presenta otra, y ésta también
va a ser arrastrada.

44. Todo lo que acontece es tan habitual y bien conocido como la rosa en
primavera y los frutos en verano; algo parecido ocurre con la enfermedad, la
muerte, la difamación, la conspiración y todo cuanto alegra o aflige a los
necios.

45. Las consecuencias están siempre vinculadas con los antecedentes;
pues no se trata de una simple enumeración aislada y que contiene tan sólo lo
determinado por la necesidad, sino de una combinación racional. Y al igual
que las cosas que existen tienen una coordinación armónica, así también los
acontecimientos que se producen manifiestan no una simple sucesión, sino
cierta admirable afinidad.

46. Tener siempre presente la máxima de Heráclito: «La muerte de la
tierra es convertirse en agua, la muerte del agua es convertirse en aire, la
muerte del aire es convertirse en fuego, e inversamente». Y recordar también
lo del que olvida adónde conduce el camino. Y asimismo que «con aquello
que más frecuente trato tienen, a saber, con la razón que gobierna el conjunto
del universo, con esto disputan, y les parecen extrañas las cosas que a diario
les suceden». Y además: «No hay que actuar y hablar como durmiendo»,
pues también entonces nos parece que actuamos y hablamos. Y que «no hay
que ser como hijos de los padres», es decir, aceptar las cosas de forma
simple, como las has heredado.

47. Como si un dios te hubiese dicho: «Mañana morirás o, en todo caso,
pasado mañana», no habrías puesto mayor empeño en morir pasado mañana
que mañana, a menos que fueras extremadamente vil. (Porque, ¿cuánta es la
diferencia?). De igual modo, no consideres de gran importancia morir al cabo
de muchos años en vez de mañana.

48. Considera sin cesar cuántos médicos han muerto después de haber
fruncido el ceño repetidas veces sobre sus enfermos; cuántos astrólogos,
después de haber vaticinado, como hecho importante, la muerte de otros;
cuántos filósofos, después de haber sostenido innumerables discusiones sobre
la muerte o la inmortalidad; cuántos jefes, después de haber dado muerte a
muchos; cuántos tiranos, tras haber abusado, como si fueran inmortales, con
tremenda arrogancia, de su poder sobre vidas ajenas, y cuántas ciudades
enteras, por así decirlo, han muerto: Hélice, Pompeya, Herculano y otras
incontables. Remóntate también, uno tras otro, a todos cuantos has conocido.
Éste, después de haber tributado los honores fúnebres a aquél, fue sepultado
seguidamente por otro; y así sucesivamente. Y todo en poco tiempo. En
suma, examina siempre las cosas humanas como efímeras y carentes de
valor: ayer, una moquita; mañana, momia o ceniza. Por tanto, recorre este
pequeñísimo lapso de tiempo obediente a la naturaleza y acaba tu vida
alegremente, como la aceituna que, llegada a la sazón, caería elogiando a la
tierra que la llevó a la vida y dando gracias al árbol que la produjo.

49. Ser igual que el promontorio contra el que sin interrupción se estrellan
las olas. Éste se mantiene firme, y en torno a él se adormece la espuma del
oleaje. «¡Desdichado de mí, porque me aconteció eso!» Pero no, al contrario:
«Soy afortunado, porque, a causa de lo que me ha ocurrido, persisto hasta el
fin sin aflicción, ni abrumado por el presente ni asustado por el futuro.»
Porque algo semejante pudo acontecer a todo el mundo, pero no todo el
mundo hubiera podido seguir hasta el fin, sin aflicción, después de eso. ¿Y
por qué, entonces, va a ser eso un infortunio más que esto buena fortuna?
¿Acaso denominas, en suma, desgracia de un hombre a lo que no es desgracia
de la naturaleza del hombre? ¿Y te parece aberración de la naturaleza humana
lo que no va contra el designio de su propia naturaleza? ¿Por qué, pues? ¿Has
aprendido tal designo? ¿Te impide este suceso ser justo, magnánimo, sensato,
prudente, reflexivo, sincero, discreto, libre, etc., conjunto de virtudes con las
cuales la naturaleza humana contiene lo que le es peculiar? Acuérdate, a
partir de ahora, en todo suceso que te induzca a la aflicción, de utilizar este
principio: No es eso un infortunio, sino una dicha soportarlo con dignidad.

50. Remedio sencillo, pero con todo eficaz, para menospreciar la muerte
es recordar a los que se han apegado con tenacidad a la vida. ¿Qué más tienen
que los que han muerto prematuramente? En cualquier caso yacen en alguna
parte Cadiciano, Fabio, Juliano, Lépido y otros como ellos, que a muchos
llevaron a la tumba, para ser también ellos llevados después. En suma,
pequeño es el intervalo de tiempo; y ese, ¡a través de cuántas fatigas, en
compañía de qué tipo de hombres y en qué cuerpo se agota! Luego no lo
tengas por negocio. Mira detrás de ti el abismo de la eternidad y delante de ti
otro infinito. A la vista de eso, ¿en qué se diferencian el niño que ha vivido
tres días y el que ha vivido tres veces más que Gereneo?

51. Corre siempre por el camino más corto, y el más corto es el que
discurre de acuerdo con la naturaleza. En consecuencia, habla y obra en todo
de la manera más sana, pues tal propósito libera de las aflicciones, de la
disciplina militar, de toda preocupación administrativa y afectación.


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