EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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Meditaciones de Marco Aurelio-LIBRO XI

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Mensaje por Marcela Noemí Silva Miér Abr 03, 2024 4:24 am






Meditaciones de Marco Aurelio

LIBRO XI



1. Las propiedades del alma racional: se ve a sí misma, se analiza a sí
misma, se desarrolla como quiere, recoge ella misma el fruto que produce
(porque los frutos de las plantas y los productos de los animales otros los
recogen), alcanza su propio fin, en cualquier momento que se presente el
término de su vida. No queda incompleta la acción entera, caso de que se
corte algún elemento, como en la danza, en la representación teatral y en
cosas semejantes, sino que en todas partes y dondequiera que se la sorprenda,
colma y cumple sin deficiencias su propósito, de modo que puede afirmar:
«Recojo lo mío». Más aún, recorre el mundo entero, el vacío que lo circunda
y su forma; se extiende en la infinidad del tiempo, acoge en torno suyo el
renacimiento periódico del conjunto universal, calcula y se da cuenta de que
nada nuevo verán nuestros descendientes, al igual que tampoco vieron
nuestros antepasados nada más extraordinario, sino que, en cierto modo, el
cuarentón, por poca inteligencia que tenga, ha visto todo el pasado y el futuro
según la uniformidad de las cosas. Propio también del alma racional es amar
al prójimo, como también la verdad y el pudor, y no sobrestimar nada por
encima de sí misma, característica también propia de la ley. Por tanto, como
es natural, en nada difieren la recta razón y la razón de la justicia.


2. Despreciarás un canto delicioso, una danza, el pancracio, si divides la
tonada melodiosa en cada uno de sus sones y respecto a cada uno te
preguntas si éste te cautiva; porque antes te sentirás irritado. Respecto a la
danza, procede de modo análogo en cada movimiento o figura. Y de igual
modo respecto al pancracio. En suma, exceptuando la virtud y lo que de ella
deriva, acuérdate de correr en busca de las cosas detalladamente y, con su
análisis, tiende a su desprecio; transfiere también esto mismo a tu vida entera.


3. ¡Cómo es el alma que se halla dispuesta, tanto si es preciso ya separarse
del cuerpo, o extinguirse, o dispersarse, o permanecer unida! Mas esta
disposición, que proceda de una decisión personal, no de una simple
oposición, como los Cristianos, sino fruto de una reflexión, de un modo serio
y, para que pueda convencer a otro, exenta de teatralidad.


4. ¿He realizado algo útil a la comunidad? En consecuencia, me he
beneficiado. Salga siempre a tu encuentro y ten a mano esta máxima, y nunca
la abandones.


S. ¿Cuál es tu oficio? Ser bueno. Y ¿cómo se consigue serlo, sino
mediante las reflexiones, unas sobre la naturaleza del conjunto universal, y
otras, sobre la constitución peculiar del hombre?


6. En primer lugar, fueron escenificadas las tragedias como recuerdo de
los acontecimientos humanos, y de que es natural que éstos sucedan así, y
también para que no os apesadumbréis en la escena mayor con los dramas
que os han divertido en la escena. Porque se ve la necesidad de que esto
acabe así, y que lo soportan quienes gritan: «¡Oh Citerón!». Y dicen los
autores de dramas algunas máximas útiles. Por ejemplo, sobre todo, aquella
de: «Si mis hijos y yo hemos sido abandonados por los dioses, también eso
tiene su justificación.». Y esta otra: «No irritarse con los hechos». Y:
«Cosechad la vida como una espiga granada», y otras tantas máximas
semejantes. Y después de la tragedia, se representó la comedia antigua, que
contiene una libertad de expresión aleccionadora y nos sugiere, por su propia
franqueza, no sin utilidad, evitar la arrogancia. Con vistas a algo parecido, en
cierto modo, también Diógenes tomaba esta franqueza. Y después de ésta,
considera por qué fue acogida la Comedia Media, y más tarde, la Nueva, que,
en poco tiempo, acabó siendo artificiosa imitación. Que han dicho también
estos poetas algunas cosas provechosas, no se ignora. Pero, ¿a qué objetivo
apuntó el proyecto total de esta poesía y arte dramático?


7. ¡Cómo se pone de manifiesto el hecho de que no existe otra situación
tan adecuada para filosofar como aquella en la que ahora te hallas!


S. Una rama cortada de la rama contigua es imposible que no haya sido
cortada también del árbol entero. De igual modo, un hombre, al quedar
separado de un hombre, ha quedado excluido de la comunidad entera. En
efecto, corta otro la rama: sin embargo, el hombre se separa él mismo de su
vecino cuando le odia y siente aversión. E ignora que se ha cercenado al
mismo tiempo de la sociedad entera. Pero al menos existe aquel don de Zeus,
que constituyó la comunidad, puesto que nos es posible unirnos de nuevo con
el vecino y ser nuevamente una de las partes que ayudan a completar el
conjunto universal. Sin embargo, si muchas veces se da tal separación, resulta
difícil unir y restablecer la parte separada. En suma, no es igual la rama que,
desde el principio, ha germinado y ha seguido respirando con el árbol, que la
nuevamente injertada después de haber sido cortada, digan lo que digan los
arboricultores. Crecer con el mismo tronco, pero no tener el mismo criterio.


9. Los que se oponen a tu andadura según la recta razón, al igual que no
podrán desviarte de la práctica saludable, así tampoco te desvíen bruscamente
de la benevolencia para con ellos. Por el contrario, mantente en guardia
respecto a ambas cosas por igual: no sólo respecto a un juicio y una
ejecutoria equilibrada, sino también respecto a la mansedumbre con los que
intentan ponerte dificultades, o de otra manera te molestan. Porque es
también signo de debilidad el enojarse con ellos, al igual que el renunciar a
actuar y ceder por miedo, pues ambos son igualmente desertores, el que
tiembla, y el que se hace extraño a su pariente y amigo por naturaleza.


10. Ninguna naturaleza es inferior al arte, porque las artes imitan las
naturalezas. Y si así es, la naturaleza más perfecta de todas y la que abarca
más estaría a una altura superior a la ingeniosidad artística. Y ciertamente
todas las artes hacen lo inferior con vistas a lo superior. Por tanto, también
procede así la naturaleza universal, y precisamente aquí nace la justicia y de
ésta proceden las demás virtudes. Porque no se conservará la justicia, caso de
que discutamos sobre cosas indiferentes, o nos dejemos engañar fácilmente y
seamos temerarios o veleidosos.


11. Si no vienen a tu encuentro las cosas cuya persecución y huida te
turba, sino que, en cierto modo, tú mismo vas en busca de aquellas, serénese
al menos el juicio que sobre ellas tienes; pues aquéllas permanecerán
tranquilas y no se te verá ni perseguirlas ni evitarlas.


12. La esfera del alma es semejante a sí misma, siempre que, ni se
extienda en busca de algo exterior, ni se repliegue hacia dentro, ni se
disemine, ni se condense, sino que brille con una luz gracias a la cual vea la
verdad de todas las cosas y la suya interior.


13. ¿Me despreciará alguien? El verá. Yo, por mi parte, estaré a la
expectativa para no ser sorprendido haciendo o diciendo algo merecedor de
desprecio. ¿Me odiará? El verá. Pero yo seré benévolo y afable con todo el
mundo, e incluso con ese mismo estaré dispuesto a demostrarle lo que
menosprecia, sin insolencia, sin tampoco hacer alarde de mi tolerancia, sino
sincera y amigablemente como el ilustre Foción, si es que él no lo hacía por
alarde. Pues tales sentimientos deben ser profundos y los dioses deben ver a
un hombre que no se indigna por nada y que nada lleva a mal. Porque, ¿qué
mal te sobrevendrá si haces ahora lo que es propio de tu naturaleza, y aceptas
lo que es oportuno ahora a la naturaleza del conjunto universal, tú, un hombre
que aspiras a conseguir por el medio que sea lo que conviene a la
comunidad?


14. Despreciándose mutuamente, se lisonjean unos a otros, y queriendo
alcanzar la supremacía mutuamente, se ceden el paso unos a otros.


15. ¡Cuán grosero y falso es el que dice: «He preferido comportarme
honradamente contigo»! ¿Qué haces, hombre? No debe decirse de antemano
eso. Ya se pondrá en evidencia. En tu rostro debe quedar grabado. Al punto
tu voz emite tal sonido, al instante se refleja en tus ojos, al igual que en la
mirada de sus amantes de inmediato todo lo descubre el enamorado. En
suma, así debe ser el hombre sencillo y bueno; como el hombre que huele a
macho cabrío, a fin de que el que lo encuentra, a la vez que se acerca, lo
perciba, tanto si quiere como si no quiere. Pero la afectación de la
simplicidad es un arma de doble filo. Nada es más abominable que la amistad
del lobo. Por encima de todo evita eso. El hombre bueno, sencillo y benévolo
tiene estas cualidades en los ojos y no se le ocultan.


16. Vivir de la manera más hermosa. Esa facultad radica en el alma, caso
de que sea indiferente a las cosas indiferentes. Y permanecerá indiferente,
siempre que observe cada una de ellas por separado. Y en conjunto, teniendo
presente que ninguna nos imprime una opinión acerca de ella, ni tampoco nos
sale al encuentro, sino que estas cosas permanecen quietas, y nosotros somos
quienes producimos los juicios sobre ellas mismas y, por así decirlo, las
grabamos en nosotros mismos, siéndonos posible no grabarlas y también, si
lo hicimos inadvertidamente, siéndonos posible borrarlas de inmediato.
Porque será poco duradera semejante atención, y a partir de ese momento
habrá terminado la vida. Mas, ¿qué tiene de malo que esas cosas sean así? Si,
pues, es acorde con la naturaleza, alégrate con ello y sea fácil para ti. Y si es
contrario a la naturaleza, indaga qué te corresponde de acuerdo con tu
naturaleza y afánate en buscarlo, aunque carezca de fama. Pues toda persona
que busca su bien particular tiene disculpa.


17. De dónde ha venido cada cosa y de qué elementos está formada, y en
qué se transforma, y cómo será, una vez transformada, y cómo ningún mal
sufrirá.


18. Y en primer lugar, qué relación me vincula a ellos, que hemos nacido
los unos para los otros, y yo personalmente he nacido, por otra razón, para
ponerme al frente de ellos, como el camero está al frente del rebaño y el toro
al frente de la vacada. Y remóntate más arriba partiendo de esta
consideración: «Si no son los átomos, es la naturaleza la que gobierna el
conjunto universal.» Si es así, los seres inferiores por causa de los superiores,
y éstos, los unos para los otros. Y en segundo lugar, cómo se comportan en la
mesa, en la cama y en lo demás. Y sobre todo, qué necesidades tienen
procedentes de sus principios, y eso mismo, ¡con qué arrogancia lo cumplen!
En tercer lugar, que, si con rectitud hacen esto, no hay que molestarse, pero si
no es así, evidentemente lo hacen contra su voluntad y por ignorancia. Porque
toda alma se priva contra su voluntad tanto de la verdad como también de
comportarse en cada cosa según su valor. Por consiguiente, les pesa oírse
llamados injustos, insensatos, ambiciosos y, en una palabra, capaces de faltar
al prójimo. En cuarto lugar, que también tú cometes numerosos fallos y eres
otro de su estilo. Y, si bien es verdad que te abstienes de ciertas faltas, tienes,
sin embargo, una disposición que te induce a cometerlas, aunque por
cobardía, orgullo o algún defecto te abstengas de las mismas. En quinto lugar,
que tampoco has comprendido enteramente si cometen fallos, porque se
producen muchos, incluso por defecto de administración. Y, en suma, es
preciso aprender de antemano muchas cosas, para poderse manifestar
cabalmente sobre una acción ajena. En sexto lugar, piensa que la vida del
hombre es muy corta y dentro de poco todos estaremos enterrados. En
séptimo lugar, que no nos molestan sus acciones, porque aquéllas se
encuentran en los guías interiores de aquellos, sino nuestras opiniones.
Elimina, pues, y sea tu propósito desprenderte del juicio, como si se tratara de
algo terrible, y se acabó la cólera. ¿Cómo conseguirás eliminarlo? Pensando
que no es un oprobio. Porque si no fuera el oprobio el único mal, forzoso
sería que cometieras numerosos fallos, te convirtieras en bandido y hombre
capaz de todo. En octavo lugar, cuántas mayores dificultades nos procuran
los actos de cólera y las aflicciones que dependen de tales gentes que aquellas
mismas cosas por las que nos encolerizamos y afligimos. En noveno lugar,
que la benevolencia sería invencible si fuera noble y no burlona ni hipócrita.
Porque, ¿qué te haría el hombre más insolente, si fueras benévolo con él y si,
dada la ocasión, le exhortaras con dulzura y le aleccionaras apaciblemente en
el preciso momento en que trata de hacerte daño? «No, hijo; hemos nacido
para otra cosa. No temo que me dañes, eres tú quien te perjudicas, hijo.» Y
demuéstrale con delicadeza y enteramente que esto es así, que ni siquiera lo
hacen las abejas, ni tampoco ninguno de los animales que ha nacido para
vivir en manada. Y debes hacerlo sin ironías ni reproches, sino con cariño y
sin exacerbación de ánimo, y no como en la escuela, ni tampoco para que
otro que se encuentra a tu lado, te admire. Antes bien, dirígete a él
exclusivamente, incluso en el caso de que otros te rodeen. Acuérdate de estos
nueve preceptos capitales como dones recibidos de las musas, y empieza
algún día a ser hombre, en tanto vivas. Debes guardarte por igual de
encolerizarte con ellos y de adularles, porque ambos vicios son contrarios a la
sociabilidad y comportan daño. Recuerda en los momentos de cólera que no
es viril irritarse, pero sí lo es la apacibilidad y la serenidad que, al mismo
tiempo que es más propia del hombre, es también más viril; y participa éste
de vigor, nervios y valentía, no el que se indigna y está descontento. Porque
cuanto más familiarizado esté con la impasibilidad, tanto mayor es su fuerza.
Y al igual que la aflicción es síntoma de debilidad, así también la ira. Porque
en ambos casos están heridos y ceden. Y si quieres, toma también un décimo
bien del Musageta: que es propio de locos no admitir que los malvados
cometan faltas, porque es una pretensión imposible. Sin embargo, convenir
que se comporten así con otras personas y pretender que no falten contigo, es
algo absurdo y propio de tirano.


19. Principalmente debemos guardamos sin cesar de cuatro desviaciones
del guía interior; y cuando las descubras, debes apartarlas hablando con cada
una de ellas en estos términos: «Esta idea no es necesaria, esta es
disgregadora de la sociedad, esta otra que vas a manifestar no surge de ti
mismo.» Porque manifestar lo que no proviene de ti mismo, considéralo entre
las cosas más absurdas. Y la cuarta desviación, por la que te reprocharás a ti
mismo, consiste en que la parte más divina que se halla en ti, esté sometida e
inclinada a la parte menos valiosa y mortal, la de tu cuerpo y sus rudos
placeres.


20. Tu hálito y todo lo ígneo, en tanto que forman parte de la mezcla, si
bien por naturaleza tienden a elevarse, están, sin embargo, sumisos al orden
del conjunto universal, reunidos aquí en la mezcla. Y todo lo terrestre y
acuoso que se encuentra en ti, a pesar de que tiende hacia abajo, sin embargo,
se levanta y mantiene en pie en su posición no natural. Así, pues, también los
elementos están sometidos al conjunto universal, una vez se les ha asignado
un puesto en algún lugar, y allí permanecen hasta que desde aquel lugar sea
indicada de nuevo la señal de disolución. ¿No es terrible, pues, que sólo tu
parte intelectiva sea desobediente y se indigne con la posición que se le ha
asignado? Y en verdad nada violento se le asigna, sino exclusivamente todo
aquello que es para esa parte intelectiva conforme a la naturaleza. Pero no
sólo no lo tolera, sino que se encamina a lo contrario. Porque el movimiento
que la incita a los actos de injusticia, al desenfreno, a la ira, a la aflicción, no
es otra cosa que defección de la naturaleza. También cuando el guía interior
está molesto con alguno de los acontecimientos, abandona su puesto, porque
ha sido constituido no menos para la piedad y el respeto a los dioses que para
la justicia. Porque estas virtudes constituyen y forman la sociabilidad y son
más venerables que las acciones justas.


21. Quien no tiene un solo e idéntico objetivo en la vida, es imposible que
persista durante toda ella único e idéntico. No basta lo dicho, si no añades
eso: ¿Cuál debe ser ese objetivo? Porque, del mismo modo que no es igual la
opinión relativa a todas las cosas que parecen, en cierto modo, buenas al
vulgo, sino únicamente acerca de algunas, como, por ejemplo, las referentes a
la comunidad, así también hay que proponerse como objetivo el bien común
y ciudadano. Porque quien encauza todos sus impulsos particulares a ese
objetivo, corresponderá con acciones semejantes, y según eso, siempre será el
mismo.


22. El ratón del monte y el doméstico; su temor y su turbación.


23. Sócrates llamaba a las creencias del vulgo «Lamias», espantajos de
niños.


24. Los lacedemonios, en sus fiestas, solían colocar los asientos para los
extranjeros a la sombra, pero ellos se sentaban en cualquier sitio.


25. Sócrates explica a Perdicas que el motivo de no ir a su casa era: «para
no perecer de la muerte más desgraciada», es decir, por temor a no poder
corresponder con los mismos favores que le habría dispensado.


26. En los escritos de los efesios se encontraba una máxima: «recordar
constantemente a cualquiera de los antiguos que haya practicado la virtud».


27. Los pitagóricos aconsejaban levantar los ojos al cielo al amanecer, a
fin de que recordáramos a los que cumplen siempre según las mismas normas
y de igual modo su tarea, y también su orden, su pureza y su desnudez; pues
nada envuelve a los astros.


28. Cual Sócrates envuelto en una piel, cuando Jantipa tomó su manto y
salió. Y lo que dijo Sócrates a sus compañeros ruborizados y que se
apartaron, cuando le vieron así vestido.


29. En la escritura y en la lectura no iniciarás a otro antes de ser tú
iniciado. Esto mismo ocurre mucho más en la vida.


30. «Esclavo has nacido, no te pertenece la razón».


31. «Mi querido corazón ha sonreído».


32. «Censurarán tu virtud profiriendo palabras insultantes».


33. «Pretender un higo en invierno es de locos. Tal es el que busca un
niño, cuando, todavía, no se le ha dado».


34. Al besar a tu hijo, decía Epicteto, debes decirte: «Mañana tal vez
muera.» «Eso es mal presagio.» «Ningún mal presagio, contestó, sino la
constatación de un hecho natural, o también es mal presagio haber segado las
espigas.»


35. «Uva verde, uva madura, pasa, todo es cambio, no para el no ser, sino
para lo que ahora no es».


36. «No se llega a ser bandido por libre designio.» La máxima es de
Epicteto.


37. «Es preciso, dijo, encontrar el arte de asentir, y en el terreno de los
instintos, velar por la facultad de la atención, a fin de que con reserva, útiles a
la comunidad y acordes con su mérito, se controlen en sus impulsos y no
sientan aversión por nada de lo que no depende de nosotros.»


38. «No trata, en efecto, el debate de un asunto de azar, dijo, sino acerca
de estar locos o no.»


39. Decía Sócrates: «¿Qué queréis? ¿Tener almas de seres racionales o
irracionales? De seres racionales. ¿De qué seres racionales? ¿Sanos o malos?
Sanos. ¿Por qué, pues, no las buscáis? Porque las tenemos. ¿Por qué entonces
lucháis y disputáis?»








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