EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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CAUSALIDAD-CAPÍTULO XII

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Mensaje por Armando Lopez Mar Mar 05, 2024 4:19 am



CAUSALIDAD-CAPÍTULO XII

«Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa; todo ocurre de
acuerdo con la ley. Azar no es más que el nombre que se le da a la ley no
reconocida; hay muchos planos de causalidad, pero ninguno escapa a la
ley.»
El Kybalion
EL Sexto Gran Principio Hermético —el principio de Causa y Efecto—
encierra la verdad de que nada sucede casualmente; que la casualidad es
sólo un término que indica la existencia de una causa no reconocida o
percibida; que el fenómeno es continuo, sin soluciones de continuidad.
El Principio de Causa y Efecto está tras todo pensamiento científico, antiguo o moderno, y fue enunciado por los Instructores Herméticos de los
tiempos primitivos.
Y si bien han surgido muchas discusiones y disputas entre las varias escuelas de pensamiento, esas disputas han versado especialmente sobre los
detalles de la operación del citado principio, y también sobre el significado
de determinadas palabras. El inmanente principio de Causa y Efecto ha sido
aceptado como correcto por todos los pensadores del mundo que merecen
realmente tal calificativo. Pensar de otra manera sería sacar el fenómeno del
universo del dominio de la ley y del orden, relegándolo a ese algo imaginario al que el hombre ha dado el nombre de casualidad.
Un poco de meditación evidenciaría que no existe absolutamente tal casualidad. Webster define la palabra casualidad diciendo que: «es un
supuesto agente o modo de actividad diferente de una fuerza, ley o propósito; la operación o actividad de dicho agente; el efecto supuesto de tal
agente; un suceso, una cosa fortuita, una casualidad, etc.». Pero un poco de
meditación demostrará que no puede existir dicho agente casual, en el sentido de algo externo y fuera de la ley, algo aparte de la causa y del efecto.
¿Cómo podría existir algo actuando en el universo fenomenal, independiente de las leyes, del orden y de la continuidad del último? Tal
agente sería algo completamente independiente del tren coordinado del
universo, y, por consiguiente, sería superior a él. No podemos imaginar
nada fuera del TODO, más allá de la ley, y esto porque el TODO es precisamente la ley en sí mismo. No hay sitio en el universo para nada externo o
independiente de la ley. La existencia de algo semejante convertiría a todas
las leyes naturales en inefectivas, y sumergiría al universo todo en el desorden más caótico.
Un examen cuidadoso demostrará que lo que llamamos casualidad es
meramente una expresión concerniente a causas oscuras, causas que no
podemos percibir, causas que no podemos comprender. La palabra casualidad se deriva de una frase que significa «echar los dados», siendo la idea
encerrada que la caída es meramente una ocurrencia, sin relación con causa
alguna. Y en este sentido suele emplearse la palabra en cuestión. Pero cuando se examina el asunto detalladamente se verá que no hay tal casualidad
absolutamente en la caída de un dado. Cada vez que cae el dado mostrando
cierto número, obedece a una ley tan infalible como la que gobierna la revolución de los planetas en torno del Sol. Tras la caída del dado existen
causas, o cadenas de causas, eslabones en ininterrumpida sucesión, hasta
donde la mente no puede alcanzar. La posición del dado en la caja, la suma
de energía muscular empleada al arrojarlo, el estado de la mesa, etc., son
otras tantas causas cuyo efecto puede verse. Pero, tras éstas, hay encadenamiento de causas invisibles precedentes, todas las cuales obran sobre el
número que el dado debe mostrar en su cara superior.
Si se arrojan los dados un gran número de veces, se verá que los puntos
marcados son casi iguales, esto es, que habrá igual número de unos, de dos,
etc. Arrójese una moneda al aire, y al caer dará cara o cruz. Pero si se arroja
un número de veces suficiente, las caras y las cruces se igualarán. Pero todo
cae bajo la operación de la Ley de Causa y Efecto, y si pudiéramos exami-
nar todo el eslabonamiento de causas veríamos claramente que era sencillamente imposible que el dado cayera en otra forma que en la que cayó, bajo
las mismas circunstancias y al mismo tiempo. Siendo las mismas causas, se
produce siempre el mismo resultado. Toda ocurrencia tiene su causa y su
porqué. Nada ocurre sin causa, o, mejor dicho, sin una cadena de causas.
Al considerar este principio muchos se quedan confusos, porque no
pueden explicar como una cosa puede ser causa de otra, esto es, ser la
primera creadora de la segunda. En realidad, ninguna cosa puede
producir o crear otra. La causa y el efecto residen meramente en los sucesos. Un suceso o acontecimiento es lo que viene, llega u ocurre como consecuencia o resultado de un acontecimiento o evento anterior.
Ningún acontecimiento crea otro, sino que no es nada más que el eslabón
precedente en la gran cadena coordenada de sucesos que fluyen de la energía creadora del TODO. Hay una continuidad de solución entre todos los
acontecimientos precedentes, consecuentes y subsecuentes. Existe siempre
una relación entre todo lo que ha pasado y todo lo que sigue.
Una piedra se desprende de la montaña y se aplasta contra el tejado de
una granja situada en el valle vecino. A primera vista parece obra de la casualidad; pero si se examina la materia se encontrará una gran cadena de
causas tras ese acontecimiento. En primer lugar estaba la lluvia que ablandó
la tierra que sostenía a la piedra, permitiéndole así caer; antes de esa causa
estaba la influencia precedente del Sol y de otras lluvias, las que gradualmente fueron desintegrando la piedra de la roca; antes aún, estaban las
causas que contribuyeron o produjeron la formación de la montaña y su elevación sucesiva por medio de las convulsiones de la Naturaleza, y así ad
infinitum.
Además podemos revisar las causas de la lluvia, podemos considerar la
existencia del tejado. En una palabra, pronto nos encontraríamos envueltos
en un laberinto de causas y efectos del que pronto tendríamos que luchar
para escaparnos.
Así como un hombre tiene dos padres y cuatro abuelos y ocho bisabuelos, y dieciséis tatarabuelos y así sucesivamente, de manera que al cabo de
cuarenta generaciones se calcula el número de antecesores en muchos millones, así también suceden con el número de causas que subyacen tras el
suceso o fenómeno más nimio, tal como el paso de un liviano trocito de carbón llevado por el viento. No es nada fácil seguir la pista de esa partícula de
hollín hasta los primitivos períodos de la historia del mundo, cuando forma-
ba parte de un macizo tronco, que más tarde se convirtió en carbón, y así
sucesivamente, hasta el momento en que pasaba volando ante nosotros en
busca de otras muchas aventuras. Y
una poderosísima cadena de acontecimientos, de causas y efectos, la
llevó hasta su actual condición, y ésta no es más que uno de los tantos sucesos de la cadena, y que seguirán produciendo más y más eventos durante
centenares y centenares de años a contar desde ahora. Una de las series de
acontecimientos originados por esa partícula de hollín flotante ha sido el escribir estas líneas, lo que ha obligado a un tipógrafo a realizar cierto trabajo;
esto despertará en vuestras mentes ciertos
pensamientos, así como en las de los demás, los que a su vez afectarán a
otros, y así sucesivamente, hasta donde la mente no puede alcanzar, y todo
por el simplismo vuelito de una partícula de hollín, todo lo cual muestra la
relatividad y asociación de las cosas y la deducción consiguiente de que
nada hay grande ni pequeño en la mente que todo lo creó.
Meditemos un momento. Si cierto hombre no hubiera encontrado a cierta
mujer en la obscura Edad de Piedra, vos, que estáis ahora leyendo estas
líneas, no estaríais ahora aquí. Y si, quizá, la misma pareja no se hubiera
encontrado, los que escribimos estas líneas tampoco estaríamos aquí. Y
el mismo hecho de que nosotros, por nuestra parte, escribamos, y de que
vos leáis por la vuestra, afectará no solamente nuestras propias vidas, sino
que también tendrá un efecto directo o indirecto sobre muchas otras personas que viven actualmente o que vivirán en las edades por venir.
Todo pensamiento generado en nuestra mente, todo acto realizado, tiene
sus resultados directos e indirectos, que se eslabonan coordinadamente en la
gran cadena de Causas y Efectos.
No deseamos entrar a discutir sobre el libre albedrío y el determinismo,
en esta obra, por múltiples razones. Entre otras muchas, la principal es que
ningún lado del asunto es completamente exacto, siendo en realidad ambos
parcialmente verdad, de acuerdo con las enseñanzas herméticas.
El Principio de Polaridad demuestra que ambos aspectos son medias-verdades: los opuestos polos de la verdad. La verdad es que el hombre puede
ser a la vez libre y limitado por la necesidad, dependiendo todo del significado de los términos y de la altura de la verdad desde la cual se examine el
asunto. Los antiguos escritores expresaban el punto diciendo que: «Cuanto
más lejana está la creación del Centro, tanto más limitada está. Cuanto más
próxima está del Centro, tanto más libre está».
Los hombres en su mayoría, son más o menos esclavos de la herencia,
del medio ambiente, etc., y manifiestan muy poco libre albedrío. Se ven arrastrados por las opiniones, costumbres y pensamientos del mundo externo,
así como también por sus emociones, sentimientos y modalidades. No manifiestan el menor dominio de sí mismo que merezca ese nombre. Y con indignación rechazan esa afirmación diciendo: «Yo puedo obrar ciertamente con
plena libertad y hacer lo que se me dé la gana; hago precisamente lo que
quiero hacer». Pero no pueden explicar por qué o de donde viene el «necesito» y me «gusta». ¿Qué es lo que les hace querer una cosa con preferencia
a otra? ¿Qué es lo que les hace
«gustar» una cosa y no otra? ¿No hay ninguna «razón» para sus
«gustos» y «necesidades»? El maestro puede transformar los «agrados y
«necesidades» en otros en el extremo opuesto de su polo mental. Puede y
tiene la capacidad de «querer, querer» en vez de querer porque algún sentimiento, modalidad, emoción o sugestión del medio ambiente despierte en
él una tendencia o deseo de hacer tal o cual cosa.
La mayoría de los hombres es arrastrada como si fuera una piedra, obedeciendo al medio ambiente, a las influencias externas y a las modalidades,
deseos y emociones internas, etc., por no hablar de los deseos y voluntades
de los demás que son más fuertes. La herencia, el medio ambiente y las sugestiones los arrastran sin la menor resistencia por su parte, sin que ejerciten
en modo alguno su voluntad. Movidos como las fichas en el tablero de ajedrez de la vida, desempeñan su parte y se quedan a un lado después del
juego. Pero los Maestros, que conocen las reglas del juego, se elevan por
encima del plano de la vida material, y colocándose en contacto con los
poderes superiores de sus naturalezas dominan sus propias modalidades,
caracteres, cualidades y polaridades, así como el medio ambiente que los
rodee, haciéndose en esta forma directores del juego en vez de meras fichas:
Causas en vez de Efectos. Los Maestros no se libran de la causalidad en los
planos superiores, sino que están bajo el contralor de esas más elevadas
leyes, y haciendo uso de éstas se hacen dueños de las circunstancias en los
planos inferiores. De esta manera forman una parte consciente de la Ley, en
vez de ser sus ciegos instrumentos. Mientras obedecen y sirven en los
Planos Superiores, dominan y son dueños del plano material.
Pero, tanto arriba como abajo, la Ley está siempre en operación. No existe tal casualidad o azar. La ciega diosa ha sido abolida por la razón.
Ahora podemos ver, con ojos iluminados por el conocimiento, que todo
está gobernado por la ley universal y que el infinito número de leyes no es
más que manifestaciones de la Única Gran Ley: la Ley que es el TODO.
Es, pues, muy cierto que ni siquiera un gorrión deja de estar presente en
la Mente del TODO, que hasta los cabellos de nuestra cabeza están contados, según dicen las escrituras. Nada hay fuera de la ley; nada ocurre en
contra de ella. Pero, a pesar de ello, no se vaya a caer en el error de que el
hombre es un autómata ciego, al contrario. La doctrina hermética dice que
el hombre puede emplear la Ley contra las leyes, que lo superior siempre
prevalecerá contra lo inferior, hasta que el hombre haya alcanzado aquel estado en el que buscará refugio en la LEY misma
y podrá evadirse de todas las leyes fenomenales. ¿Se puede comprender
el significado íntimo, interno, de esto?.
Armando Lopez
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