A Rimbaud desde el desierto
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A Rimbaud desde el desierto
A Rimbaud desde el desierto
Me despierto a medianoche y la pantalla del televisor está
asaltada por una tormenta de arena –sin darme cuenta debí
caerme en una brecha del tiempo-. Mis uñas están rascando el
mundo y producen ruido. Rimbaud, tú desde el desierto –“el
lugar más aburrido”- mandaste a tu familia un autorretrato
vestido como si fuera un convicto, escribiendo “todo se ha emblanquecido”.
En tu libro de poemas he encontrado un recibo de panadería
—era del invierno a los 16 años— “¡La hemos vuelto a hallar!
— ¿Qué? —La Eternidad” *. Esta parte está subrayada
con un lápiz fuerte; son mis pasos. Ese día salí de la cama sin
hacer ruido antes de que la luz solar empezara a colorear las
cortinas; era un día enteramente nuevo, antes de que la tinta
lo ensuciara.
Sin sacar del buzón la edición matinal del periódico, salí con
tu antología poética en la mano. El ambiente pálido y la frescura
de la mañana se mezclaron con mi somnolencia y arrojaron
nubes cada vez que yo suspiré. Derramando tus frases como
miga, “Me iba, con los puños metidos en mis bolsillos rotos”...
“ay ay ay”! **
A ratos me balanceé entre la calzada y la línea blanca al
margen del pavimento un poco elevado, a ratos salté en un pie
sobre el tablero de ajedrez formado en el pavimento, intentando
no pisar las baldosas azules. La galería de tiendas estaba
muda, con el postigo cerrado. ...Unos cuervos desgarraban bolsas
plásticas y tiraban la basura a la calle. ...Rimbaud, ese día
yo pasé por delante de una tienda de queso de soja, y atraído por
el olor a pan entré en la luz del cristal.
“Se apiñan frente al tragaluz rojo, / quietos, para recibir su
soplo / cálido cual seno”. *** En aquel lugar iluminado y limpio
a lo largo y a lo ancho había cruasanes, panecillos, panes de
campaña con queso, panes con manzana, bísquets, barras, panettones,
baguettes, panecillos ingleses... Secándose las manos
el panadero se asomó del interior de la tienda, dejando atrás la
masa de pan sobre la tela. Estaba sudado y cubierto de harina.
El panadero, con las manos que amasaban, hacía el pan más
delicioso que cualquier palabra hecha en el horno de la boca.
Saqué un bollo de la bolsa y lo comí en la calle. Al morderlo
su aroma se extendió en toda la boca. ...Luego, girando muchas
esquinas, no me acuerdo cómo y por dónde anduvieron
mis “suelas del viento”.
Rimbaud, ahora te escribo desde la cocina. Pronto llega la
mañana y sobre esta mesa, un rato aromático.
Adiós.
Shoichiro Aizawa
Me despierto a medianoche y la pantalla del televisor está
asaltada por una tormenta de arena –sin darme cuenta debí
caerme en una brecha del tiempo-. Mis uñas están rascando el
mundo y producen ruido. Rimbaud, tú desde el desierto –“el
lugar más aburrido”- mandaste a tu familia un autorretrato
vestido como si fuera un convicto, escribiendo “todo se ha emblanquecido”.
En tu libro de poemas he encontrado un recibo de panadería
—era del invierno a los 16 años— “¡La hemos vuelto a hallar!
— ¿Qué? —La Eternidad” *. Esta parte está subrayada
con un lápiz fuerte; son mis pasos. Ese día salí de la cama sin
hacer ruido antes de que la luz solar empezara a colorear las
cortinas; era un día enteramente nuevo, antes de que la tinta
lo ensuciara.
Sin sacar del buzón la edición matinal del periódico, salí con
tu antología poética en la mano. El ambiente pálido y la frescura
de la mañana se mezclaron con mi somnolencia y arrojaron
nubes cada vez que yo suspiré. Derramando tus frases como
miga, “Me iba, con los puños metidos en mis bolsillos rotos”...
“ay ay ay”! **
A ratos me balanceé entre la calzada y la línea blanca al
margen del pavimento un poco elevado, a ratos salté en un pie
sobre el tablero de ajedrez formado en el pavimento, intentando
no pisar las baldosas azules. La galería de tiendas estaba
muda, con el postigo cerrado. ...Unos cuervos desgarraban bolsas
plásticas y tiraban la basura a la calle. ...Rimbaud, ese día
yo pasé por delante de una tienda de queso de soja, y atraído por
el olor a pan entré en la luz del cristal.
“Se apiñan frente al tragaluz rojo, / quietos, para recibir su
soplo / cálido cual seno”. *** En aquel lugar iluminado y limpio
a lo largo y a lo ancho había cruasanes, panecillos, panes de
campaña con queso, panes con manzana, bísquets, barras, panettones,
baguettes, panecillos ingleses... Secándose las manos
el panadero se asomó del interior de la tienda, dejando atrás la
masa de pan sobre la tela. Estaba sudado y cubierto de harina.
El panadero, con las manos que amasaban, hacía el pan más
delicioso que cualquier palabra hecha en el horno de la boca.
Saqué un bollo de la bolsa y lo comí en la calle. Al morderlo
su aroma se extendió en toda la boca. ...Luego, girando muchas
esquinas, no me acuerdo cómo y por dónde anduvieron
mis “suelas del viento”.
Rimbaud, ahora te escribo desde la cocina. Pronto llega la
mañana y sobre esta mesa, un rato aromático.
Adiós.
Shoichiro Aizawa
Mei ling- Cantidad de envíos : 36
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Fecha de inscripción : 03/07/2017
Roana Varela- Moderadora
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sabra- Admin
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