LA MUJER DE MI HERMANO- Capítulo II-El Burdel de la Isla.
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LA MUJER DE MI HERMANO- Capítulo II-El Burdel de la Isla.
LA MUJER DE MI HERMANO- Capítulo II-El Burdel de la Isla.
Mi vida cambió cuando me gradué de abogado, nunca olvidaré aquel 28 de noviembre. Fue un día terrible para los habitantes de la ciudad.
Comenzó a diluviar desatándose una de las peores tormentas que parecía que arrasaba la tierra.
Mis amigos me esperaban ansiosos en las escalinatas de la universidad para festejar mi graduación. Por suerte llovía torrencialmente, ya que después del previo festejo mi cuerpo estaba cubierto con arroz, huevo, harina hasta me habían tirado pan rallado. El agua de lluvia era una bendición que bañaba mi maltrecha e impresentable fisonomía. En un tacho de basura quedo relegado el saco impecable con el cual me había presentado a rendir mi último examen.
Las calles de Buenos Aires estaban inundadas. El fuerte viento del sudeste quebraba las ramas de los árboles, prometiendo así una de las peores sudestadas .
No había ni un restaurante abierto, ni siquiera una pequeña cafetería. Suerte que se nos ocurrió ir a festejar mi graduación al otro lado de la ciudad, en la ribera del Dock Sud, donde lo único que estaba abierto era un famoso burdel o prostíbulo de lujo que quedaba en el corazón de la Isla Maciel.
No fue fácil llegar, ya que había que atravesar el Riachuelo, un río contaminado lleno de desechos industriales y cloacales. La fuerza del viento nos empujaba hacia la ribera donde estaban los juncos llenos de desperdicios. El olor pestilente de sus aguas quedaba impregnado en nuestra ropa. Y el bote que nos transportaba parecía una cascarita de nuez a punto de zozobrar por la fuerte sudestada.
El remero, un simpático italiano, nos tranquilizó. Nos contó que era remero desde niño y que conocía muy bien la dirección de las corrientes en los días tormentosos. Con ironía expresaba que no entendía como siendo tan jóvenes buscábamos mujeres en un día así. En vano tratarnos de explicarle que se trataba de un festejo. No nos creyó. Él conocía muy bien el lugar y por ser nuevos en la isla nos dio varios consejos para no ser esquilmados por las damas del prostíbulo.
La Isla Maciel no solo es conocida por su pobreza o su arquitectura precaria, sino también es conocida por sus famosos burdeles que antaño eran muy visitados por marineros e inmigrantes.
En los prostíbulos no existe la luz del día, siempre impera la oscuridad así sean días soleados. En la puerta del burdel nos recibió un grandote con cara de pocos amigos que era la custodia del lugar. Nos llevó por un pasillo con luces de colores tenues, donde pequeñas volutas formadas por el humo del cigarrillo quedaban suspendidas entre las lámparas.
El camino parecía un laberinto el cual desembocaba en un escenario decorado como los que hay en los casinos de las vegas.
Un hombre, de aspecto desnutrido, tocaba el saxo haciéndole compañía a la música que se escuchaba de fondo. Sobre el escenario, un grupo de mujeres bailaban esperando al príncipe azul que las saque de ese antro. Las mesas estaban ubicadas en línea recta al escenario. Un grupo de prostitutas servían bebidas a los clientes. Las habitaciones estaban en la planta alta, previo pago por el servicio a la dueña, que no se le escapaba ningún cliente sin pagar. Y si alguno se le escapaba, afuera estaba el grandote que se encargaba con vehemencia del asunto.
El burdel estaba abierto los 365 del año. Solo cerraba para su aseo cuando no había clientes, cosa rarísima porque siempre estaba lleno de visitantes del lugar o extranjeros que llegaban hasta allí para curiosear. En realidad creo que nunca limpiaban, los olores eran tapados por el aroma de velas aromáticas e inciensos distribuidos en diversos rincones.
En el fondo del prostíbulo había otro salón mucho más grande que era un jardín de invierno con una impresionante cascada. En realidad el lugar era un casino encubierto. Delincuentes, estafadores, criminales y grandes lavadores de dinero planeaban sus fechorías y hacían sus negocios allí.
Siempre algún policía corrupto o algún informante avisaba cuando la policía irrumpiría por sorpresa. Ese día, en total solidaridad, los implicados ayudaban a desmantelar en pocos minutos el casino. Todo desaparecía, cartas, dados, y hasta la bolita de la ruleta. Solo quedaba el espectacular jardín de invierno con los clientes de elite y su única prostituta de lujo sentada al borde de la cascada. Allí como una burla del destino conocí a Eliana, sin saber que meses después sería la futura esposa de mi hermano y mi gran amor.
EURÍDICE CANOVA
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Re: LA MUJER DE MI HERMANO- Capítulo II-El Burdel de la Isla.
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Juraría que toco el piano cuando escribo poesía lo curioso es... que no sé tocar el piano. Eurídice Canova
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