25 de mayo de 1889. -Carta de Vincent Van Gogh
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25 de mayo de 1889.
Lo que dices de la Berceuse me causa placer; es muy justo que la gente del pueblo que se paga los cromos y escucha con sentimentalismo los organillos, esté vagamente en lo cierto y sea quizá más sincera que algunos mundanos elegantes que van al Salón.
A Gauguin, si quiere aceptarlo, le darás un ejemplar de la Berceuse, el que no estaba montado sobre bastidor; y a Bernard también, como testimonio de amistad. Pero si Gauguin quiere los girasoles, no deja de ser justo que a cambio te de algo que te guste de igual modo.
El mismo Gauguin tardó en apreciar sobre todo los girasoles, aunque ya hacía tiempo que los conocía.
Falta saber aún que si los pones en ese sentido, o sea la Berceuse en el medio y los girasoles, es decir, las dos telas, a derecha e izquierda, pueden formar un tríptico.
Y entonces los tonos amarillos y anaranjados de la cabeza cobran más esplendor por la vecindad de los paneles amarillos. Y entonces comprenderás lo que te escribía, que mi idea había sido hacer una decoración que sería, por ejemplo, para el fondo del camarote de un navío. Entonces alargándose el formato, la factura sumaria cobra su razón de ser. El marco del medio es entonces el rojo. Y los dos girasoles que lo acompañan son los enmarcados con varillas. Ves que este enmarcamiento de simples latas queda bastante bien y un marco como éste cuesta muy poco. Quizá conviniera también enmarcar así las viñas rojas, el sembrador, los sillones y el interior del dormitorio.
Añado una nueva tela de 30, trivial todavía como un cromo de bazar que representa los eternos nidos de verdura para los enamorados. Gruesos troncos de árboles cubiertos de musgo, el suelo también cubierto de musgo y de vinca per vinca, un banco de piedra y un macizo de rosas pálidas en la sombra fría. En el primer plano algunas plantas de cálices blancos. Es verde, violeta y rosa.
No se trata -lo que falta desgraciadamente a los cromos de bazar y a los organillos - de poner estilo. Desde que estoy aquí en el jardín desolado crece alta y mal cuidada una hierba entremezclada de cizañas diversas, que me ha bastado para trabajar y todavía no he salido afuera. Sin embargo, el paisaje de Saint-Rémy es muy bello y con el tiempo saldré a dar algunos paseos, (probablemente). Pero quedándome aquí, naturalmente, el médico ha podido ver mejor lo que era y se sentirá, supongo, más tranquilo sobre lo que puede dejarme pintar. Te aseguro que estoy bien aquí y que por el momento no veo razón, en lo más mínimo, para ir a una pensión en París o sus alrededores. Tengo un pequeño cuarto empapelado de gris, verde, con dos cortinas verde de agita con dibujos de rosas muy pálidas, reavivadas con delgados trazos de rojo sangre. Estas cortinas, probablemente de algún rico arruinado y difunto, son muy lindas en cuanto al dibujo. De la misma fuente proviene con seguridad un sillón muy gastado, recubierto de una tapicería manchada a lo Díaz o a lo Monticelli, pardo, rojo, rosa, blanco, crema, negro, azul miosotis y verde botella; a través de la ventana con rejas de hierro percibo un cuadro de trigo en un cercado, una perspectiva a lo van Goyen; por encima, cada mañana veo levantarse el sol en toda su gloria. Con esto -como hay más de 30 cuartos vacíos - tengo un cuarto más para trabajar.
La comida es regular. Se nota naturalmente un poco de moho, como en un restaurante con cucarachas en París o en un pensionado. Estos infelices, como no hacen absolutamente nada (ni un libro, para distraerles no hay más que un juego de bolos y uno de damas) no tienen otra distracción diaria que atiborrarse de garbanzos, habichuelas, lentejas y otros especies y artículos coloniales, en cantidades regulares y a horas establecidas. Como su digestión ofrece ciertas dificultades, colman así sus días, de una manera tan inofensiva como poco costosa.
Pero no te engaño, el miedo de la locura se me pasa considerable mente viendo de cerca a aquellos que ya andan aquejados, con la misma facilidad con que luego pueda aquejarme a mí, puedo a continuación estarlo muy fácilmente. Antes esos seres me repugnaban y era algo desolador para mí pensar que tanta gente de nuestro oficio: Troyon, Marchal, Méyron, Jundt, Maris, Monticelli y un montón más, habían terminado así.
No podía ni siquiera representármelos en lo más mínimo, en este estado. ¡Pues bien!... ahora pienso en todo esto sin temor, es decir, que no lo encuentro más atroz que si estas personas hubieran muerto de otra cosa, de la tisis o de la sífilis, por ejemplo.
A estos artistas los veo recobrar su porte sereno y ¿crees que sea poca cosa volver a encontrar a los antiguos del oficio? Eso es lo que me reconforta tan profundamente.
Porque, aunque haya quienes aúllen o suelan estar locos, hay aquí mucha amistad verdadera entre unos y otros; ellos dicen: hay que aguantar a los demás para que los demás nos toleren; y otros razonamientos muy justos que ponen así en práctica. Y entre nosotros nos comprendemos muy bien; yo puedo, por ejemplo, hablar alguna vez con alguien que no me responde más que con sonidos incoherentes porque no tiene miedo de mí. Si alguno cae en una crisis los otros lo cuidan e intervienen para que no se lastime.
Y lo mismo sucede con aquellos que tienen la manía de agredirse siempre. Los residentes más antiguos de la casa de salud acuden y separan a los combatientes en plena pelea. Es cierto que también hay algunos casos más graves, sea porque son muy sucios, o sea, por peligrosos. Estos están en otro patio. Ahora tomo dos veces por semana un baño en que permanezco dos horas; además el estómago anda infinitamente mejor que hace un año; no tengo, pues, más que seguir como estoy.
Aquí gasto menos que en otra parte, creo, teniendo en cuenta que aquí trabajo sobre el terreno porque la naturaleza es muy bella. Mi esperanza sería que al cabo de un año estuviera mejor que ahora, en lo que puedo y en lo que quiero. Entonces se me ocurría, poco a poco, algo para recomenzar. Volver a París o a cualquier sitio, en la actualidad no me atrae; aquí me encuentro muy bien. La mayor parte de los que están aquí sufren, por lo que veo, al cabo de años, de un amodorramiento extremo.
Así que mi trabajo me preservará de esto, hasta cierto punto.
La sala que tenemos para los días de lluvia es como una sala de espera de tercera clase, de las que se estilan en algunos lugares; tanto más, cuanto que hay honorables alienados que llevan siempre un sombrero, anteojos, un bastoncillo y vestido de viaje, casi como en los baños de mar y que fingen allí ser pasajeros.
No tengo más remedio que pedirte algunos colores y sobre todo tela. Cuando te envíe las cuatro telas que tengo en preparación del jardín, verás que como la vida pasa sobre todo en el jardín, no es tan triste esto. Ayer dibujé una gran mariposa nocturna, bastante rara, que se llama cabeza del muerto, de un colorido distinguido y asombroso, negro, gris, blanco matizado de reflejos acarminados o que giran vagamente sobre el verde oliva; es muy grande. Para pintarla, hubiera tenido que matarla y esto era una lástima, con lo bello que era el animalito.
Te enviaré el dibujo con algunos dibujos de plantas.
Esta mañana he mirado la campiña desde mi ventana largo tiempo, antes de la salida del sol; no había más que la estrella matutina, que parecía muy grande Daubigny y Rousseau han hecho esto, sin embargo, con la expresión de toda la intimidad y toda la gran paz y majestad que esto tiene y agregando un sentimiento muy encantador muy personal. Estas emociones yo no las detesto.
Tengo siempre enormes remordimientos, cuando pienso en mi trabajo tan poco en armonía con lo que hubiera deseado hacer. Espero que con el tiempo, esto me llevará a realizar mejores cosas; pero todavía falta... Ya ves, casi un mes que estoy aquí, ni una sola vez me ha venido el menor deseo de ir a otro sitio; la voluntad para volver a trabajar sólo se ha afirmado un poquito... ¿Has leído el nuevo libro de Guy de Maupassant, Fuerte como la muerte; cuál es el tema? Lo que yo he leído en esta categoría, era en último término El sueño de Zola; encontré muy bella la figura de mujer, la bordadora y la descripción del bordado, todo en oro. Precisamente, porque esto es como una cuestión de color de distintos amarillos, enteros y quebrados. Pero la figura de hombre me pareció poco viva y la gran catedral también me despertó la melancolía. Solamente este realce lila y azul negro, hace, si se quiere, resaltar la figura rubia. Pero, en fin, ya hay cosas de Lamartine como éstas. ¿Qué podría decirte de nuevo?; no mucho. Tengo en preparación dos paisajes (telas de 30), de vistas tomadas en las colinas; una es la campiña que percibo desde la ventana de mi habitación. En primer plano, un campo de trigo asolado y tronchado, después de una tormenta. Una tapia y del otro lado, el gris verde de algunos olivos, cabañas y colinas. En fin, en lo alto de la tela, una gran nube blanca y gris sumergida en el azul.
Este es un paisaje de una extremada simplicidad -también en cuanto al colorido. Haría juego con ese estudio de dormitorio, que está deteriorado. Cuando la cosa representada, en tanto estilo, es una y está perfectamente de acuerdo con la manera de representarla, ¿no reside en eso la permanencia de algo de arte? Eso explica que un pan casero, en cuestión de pintura, sea sobre todo bueno cuando está pintado por Chardin.
Por ejemplo, el arte egipcio lo que lo hace extraordinario ¿no son esos serenos reyes calmos, sabios, dulces y buenos, que parecen no poder ser otra cosa que lo que son eternamente: agricultores adoradores del sol? Así, los artistas egipcios, que tenían una fe y trabajaban por sentimiento e instinto, expresan todas esas cosas inefables: la bondad, la paciencia infinita, la sabiduría, la serenidad, por medio de ciertas sabias curvas y proporciones maravillosas. Quiero decir una vez más que cuando la cosa representada y la manera de representarla concuerdan, el todo tiene estilo y permanencia.
Cuando veo un cuadro que me interesa mucho, me pregunto siempre involuntariamente «¿en qué casa, en qué cuarto, en casa de qué persona quedará bien, estará en su sitio?».
Así los cuadros de Hals, de Rembrandt, de V. D. Meer, no están en su sitio más que en la antigua casa holandesa.
Siempre pasa que si un interior no está completo sin una obra de arte, un cuadro no lo está tampoco si no hace juego con un ambiente original y que resulte de la época en la cual ha sido producido. Y yo no sé si los impresionistas valen más que su tiempo o no valen tanto aún. En una palabra: ¿Hay almas e interiores de casa más importantes que lo que ha sido expresado por la pintura? Me siento inclinado a creerlo... En el paisaje de aquí, muchas cosas hacen pensar a menudo en Ruysdael; pero la figura de los labradores falla.
Entre nosotros, por todas partes y en cualquier época del año se ven hombres, mujeres, niños, animales trabajando; y aquí ni siquiera un tercio equivale al trabajador franco del norte. El de aquí parece que trabaje con mano torpe y descuidada, sin ánimo. Quizá sea ésta una idea equivocada que me hago; lo supongo al menos, no siendo del país. Pero esto deja las cosas más frías de lo que permite creer de Tartarín, que tal vez lleva ya muchos años expulsado con toda su familia. Por eso, me siento tentado de recomenzar con los colores más simples, los ocres por ejemplo. ¿Acaso un van Goyen o un Michel es feo porque esté pintado, totalmente en óleo, con muy poco color neutro?
Lo que dices de la Berceuse me causa placer; es muy justo que la gente del pueblo que se paga los cromos y escucha con sentimentalismo los organillos, esté vagamente en lo cierto y sea quizá más sincera que algunos mundanos elegantes que van al Salón.
A Gauguin, si quiere aceptarlo, le darás un ejemplar de la Berceuse, el que no estaba montado sobre bastidor; y a Bernard también, como testimonio de amistad. Pero si Gauguin quiere los girasoles, no deja de ser justo que a cambio te de algo que te guste de igual modo.
El mismo Gauguin tardó en apreciar sobre todo los girasoles, aunque ya hacía tiempo que los conocía.
Falta saber aún que si los pones en ese sentido, o sea la Berceuse en el medio y los girasoles, es decir, las dos telas, a derecha e izquierda, pueden formar un tríptico.
Y entonces los tonos amarillos y anaranjados de la cabeza cobran más esplendor por la vecindad de los paneles amarillos. Y entonces comprenderás lo que te escribía, que mi idea había sido hacer una decoración que sería, por ejemplo, para el fondo del camarote de un navío. Entonces alargándose el formato, la factura sumaria cobra su razón de ser. El marco del medio es entonces el rojo. Y los dos girasoles que lo acompañan son los enmarcados con varillas. Ves que este enmarcamiento de simples latas queda bastante bien y un marco como éste cuesta muy poco. Quizá conviniera también enmarcar así las viñas rojas, el sembrador, los sillones y el interior del dormitorio.
Añado una nueva tela de 30, trivial todavía como un cromo de bazar que representa los eternos nidos de verdura para los enamorados. Gruesos troncos de árboles cubiertos de musgo, el suelo también cubierto de musgo y de vinca per vinca, un banco de piedra y un macizo de rosas pálidas en la sombra fría. En el primer plano algunas plantas de cálices blancos. Es verde, violeta y rosa.
No se trata -lo que falta desgraciadamente a los cromos de bazar y a los organillos - de poner estilo. Desde que estoy aquí en el jardín desolado crece alta y mal cuidada una hierba entremezclada de cizañas diversas, que me ha bastado para trabajar y todavía no he salido afuera. Sin embargo, el paisaje de Saint-Rémy es muy bello y con el tiempo saldré a dar algunos paseos, (probablemente). Pero quedándome aquí, naturalmente, el médico ha podido ver mejor lo que era y se sentirá, supongo, más tranquilo sobre lo que puede dejarme pintar. Te aseguro que estoy bien aquí y que por el momento no veo razón, en lo más mínimo, para ir a una pensión en París o sus alrededores. Tengo un pequeño cuarto empapelado de gris, verde, con dos cortinas verde de agita con dibujos de rosas muy pálidas, reavivadas con delgados trazos de rojo sangre. Estas cortinas, probablemente de algún rico arruinado y difunto, son muy lindas en cuanto al dibujo. De la misma fuente proviene con seguridad un sillón muy gastado, recubierto de una tapicería manchada a lo Díaz o a lo Monticelli, pardo, rojo, rosa, blanco, crema, negro, azul miosotis y verde botella; a través de la ventana con rejas de hierro percibo un cuadro de trigo en un cercado, una perspectiva a lo van Goyen; por encima, cada mañana veo levantarse el sol en toda su gloria. Con esto -como hay más de 30 cuartos vacíos - tengo un cuarto más para trabajar.
La comida es regular. Se nota naturalmente un poco de moho, como en un restaurante con cucarachas en París o en un pensionado. Estos infelices, como no hacen absolutamente nada (ni un libro, para distraerles no hay más que un juego de bolos y uno de damas) no tienen otra distracción diaria que atiborrarse de garbanzos, habichuelas, lentejas y otros especies y artículos coloniales, en cantidades regulares y a horas establecidas. Como su digestión ofrece ciertas dificultades, colman así sus días, de una manera tan inofensiva como poco costosa.
Pero no te engaño, el miedo de la locura se me pasa considerable mente viendo de cerca a aquellos que ya andan aquejados, con la misma facilidad con que luego pueda aquejarme a mí, puedo a continuación estarlo muy fácilmente. Antes esos seres me repugnaban y era algo desolador para mí pensar que tanta gente de nuestro oficio: Troyon, Marchal, Méyron, Jundt, Maris, Monticelli y un montón más, habían terminado así.
No podía ni siquiera representármelos en lo más mínimo, en este estado. ¡Pues bien!... ahora pienso en todo esto sin temor, es decir, que no lo encuentro más atroz que si estas personas hubieran muerto de otra cosa, de la tisis o de la sífilis, por ejemplo.
A estos artistas los veo recobrar su porte sereno y ¿crees que sea poca cosa volver a encontrar a los antiguos del oficio? Eso es lo que me reconforta tan profundamente.
Porque, aunque haya quienes aúllen o suelan estar locos, hay aquí mucha amistad verdadera entre unos y otros; ellos dicen: hay que aguantar a los demás para que los demás nos toleren; y otros razonamientos muy justos que ponen así en práctica. Y entre nosotros nos comprendemos muy bien; yo puedo, por ejemplo, hablar alguna vez con alguien que no me responde más que con sonidos incoherentes porque no tiene miedo de mí. Si alguno cae en una crisis los otros lo cuidan e intervienen para que no se lastime.
Y lo mismo sucede con aquellos que tienen la manía de agredirse siempre. Los residentes más antiguos de la casa de salud acuden y separan a los combatientes en plena pelea. Es cierto que también hay algunos casos más graves, sea porque son muy sucios, o sea, por peligrosos. Estos están en otro patio. Ahora tomo dos veces por semana un baño en que permanezco dos horas; además el estómago anda infinitamente mejor que hace un año; no tengo, pues, más que seguir como estoy.
Aquí gasto menos que en otra parte, creo, teniendo en cuenta que aquí trabajo sobre el terreno porque la naturaleza es muy bella. Mi esperanza sería que al cabo de un año estuviera mejor que ahora, en lo que puedo y en lo que quiero. Entonces se me ocurría, poco a poco, algo para recomenzar. Volver a París o a cualquier sitio, en la actualidad no me atrae; aquí me encuentro muy bien. La mayor parte de los que están aquí sufren, por lo que veo, al cabo de años, de un amodorramiento extremo.
Así que mi trabajo me preservará de esto, hasta cierto punto.
La sala que tenemos para los días de lluvia es como una sala de espera de tercera clase, de las que se estilan en algunos lugares; tanto más, cuanto que hay honorables alienados que llevan siempre un sombrero, anteojos, un bastoncillo y vestido de viaje, casi como en los baños de mar y que fingen allí ser pasajeros.
No tengo más remedio que pedirte algunos colores y sobre todo tela. Cuando te envíe las cuatro telas que tengo en preparación del jardín, verás que como la vida pasa sobre todo en el jardín, no es tan triste esto. Ayer dibujé una gran mariposa nocturna, bastante rara, que se llama cabeza del muerto, de un colorido distinguido y asombroso, negro, gris, blanco matizado de reflejos acarminados o que giran vagamente sobre el verde oliva; es muy grande. Para pintarla, hubiera tenido que matarla y esto era una lástima, con lo bello que era el animalito.
Te enviaré el dibujo con algunos dibujos de plantas.
Esta mañana he mirado la campiña desde mi ventana largo tiempo, antes de la salida del sol; no había más que la estrella matutina, que parecía muy grande Daubigny y Rousseau han hecho esto, sin embargo, con la expresión de toda la intimidad y toda la gran paz y majestad que esto tiene y agregando un sentimiento muy encantador muy personal. Estas emociones yo no las detesto.
Tengo siempre enormes remordimientos, cuando pienso en mi trabajo tan poco en armonía con lo que hubiera deseado hacer. Espero que con el tiempo, esto me llevará a realizar mejores cosas; pero todavía falta... Ya ves, casi un mes que estoy aquí, ni una sola vez me ha venido el menor deseo de ir a otro sitio; la voluntad para volver a trabajar sólo se ha afirmado un poquito... ¿Has leído el nuevo libro de Guy de Maupassant, Fuerte como la muerte; cuál es el tema? Lo que yo he leído en esta categoría, era en último término El sueño de Zola; encontré muy bella la figura de mujer, la bordadora y la descripción del bordado, todo en oro. Precisamente, porque esto es como una cuestión de color de distintos amarillos, enteros y quebrados. Pero la figura de hombre me pareció poco viva y la gran catedral también me despertó la melancolía. Solamente este realce lila y azul negro, hace, si se quiere, resaltar la figura rubia. Pero, en fin, ya hay cosas de Lamartine como éstas. ¿Qué podría decirte de nuevo?; no mucho. Tengo en preparación dos paisajes (telas de 30), de vistas tomadas en las colinas; una es la campiña que percibo desde la ventana de mi habitación. En primer plano, un campo de trigo asolado y tronchado, después de una tormenta. Una tapia y del otro lado, el gris verde de algunos olivos, cabañas y colinas. En fin, en lo alto de la tela, una gran nube blanca y gris sumergida en el azul.
Este es un paisaje de una extremada simplicidad -también en cuanto al colorido. Haría juego con ese estudio de dormitorio, que está deteriorado. Cuando la cosa representada, en tanto estilo, es una y está perfectamente de acuerdo con la manera de representarla, ¿no reside en eso la permanencia de algo de arte? Eso explica que un pan casero, en cuestión de pintura, sea sobre todo bueno cuando está pintado por Chardin.
Por ejemplo, el arte egipcio lo que lo hace extraordinario ¿no son esos serenos reyes calmos, sabios, dulces y buenos, que parecen no poder ser otra cosa que lo que son eternamente: agricultores adoradores del sol? Así, los artistas egipcios, que tenían una fe y trabajaban por sentimiento e instinto, expresan todas esas cosas inefables: la bondad, la paciencia infinita, la sabiduría, la serenidad, por medio de ciertas sabias curvas y proporciones maravillosas. Quiero decir una vez más que cuando la cosa representada y la manera de representarla concuerdan, el todo tiene estilo y permanencia.
Cuando veo un cuadro que me interesa mucho, me pregunto siempre involuntariamente «¿en qué casa, en qué cuarto, en casa de qué persona quedará bien, estará en su sitio?».
Así los cuadros de Hals, de Rembrandt, de V. D. Meer, no están en su sitio más que en la antigua casa holandesa.
Siempre pasa que si un interior no está completo sin una obra de arte, un cuadro no lo está tampoco si no hace juego con un ambiente original y que resulte de la época en la cual ha sido producido. Y yo no sé si los impresionistas valen más que su tiempo o no valen tanto aún. En una palabra: ¿Hay almas e interiores de casa más importantes que lo que ha sido expresado por la pintura? Me siento inclinado a creerlo... En el paisaje de aquí, muchas cosas hacen pensar a menudo en Ruysdael; pero la figura de los labradores falla.
Entre nosotros, por todas partes y en cualquier época del año se ven hombres, mujeres, niños, animales trabajando; y aquí ni siquiera un tercio equivale al trabajador franco del norte. El de aquí parece que trabaje con mano torpe y descuidada, sin ánimo. Quizá sea ésta una idea equivocada que me hago; lo supongo al menos, no siendo del país. Pero esto deja las cosas más frías de lo que permite creer de Tartarín, que tal vez lleva ya muchos años expulsado con toda su familia. Por eso, me siento tentado de recomenzar con los colores más simples, los ocres por ejemplo. ¿Acaso un van Goyen o un Michel es feo porque esté pintado, totalmente en óleo, con muy poco color neutro?
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