3 de mayo de 1889. -Carta de Vincent Van Gogh
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3 de mayo de 1889. -Carta de Vincent Van Gogh
3 de mayo de 1889.
¡Ah!... lo que me dices de Puvis y de Delacroix, es extremadamente cierto; ellos han demostrado lo que podía ser la pintura pero no confundamos las cosas, cuando hay distancias inmensas. Si lo admitimos, yo como pintor no significaría nunca nada de importancia; lo siento absolutamente. Suponiendo que todo cambiara, el carácter, la educación, las circunstancias, entonces hubiera podido existir esto o aquello. Pero somos muy positivos para confundir. Me arrepiento a veces de no haber guardado simplemente la paleta holandesa de tonos grises y ponerme a esbozar sin insistir los paisajes en Montmartre.
También pienso recomenzar a dibujar con la pluma de caña, lo que, como las vistas de Montmajuor del año pasado, es menos caro y me distrae igual. Hoy he visto uno de esos dibujos que se ha vuelto muy negro y demasiado melancólico para la primavera, pero en fin, suceda lo que suceda y en cualesquiera circunstancias ésta es una cosa que puedo conservar mucho tiempo como ocupación; y en cierto modo hasta podría llegar a ser un medio de ganarme el pan...
Tengo una cierta esperanza de que, con lo que en suma sé de mi arte, llegará un día en el cual produciré, aun cuando sea en el asilo. ¿De qué me serviría la vida ficticia de artista en París, con la cual no viviría engañado más que a medias y para lo cual me falta además, la audacia primitiva indispensable para arrojarme?
Físicamente es asombroso lo bien que me encuentro; pero no hasta de ningún modo para considerarlo punto de apoyo, para creer que sea lo mismo mentalmente.
Me gustaría mucho, cuando allí ya empezaran a conocerme, probar a convertirme en enfermero poco a poco; en fin, trabajar no importa en qué y recobrar ocupación -la primera que venga. Tendré terriblemente necesidad del tío Pangloss, porque naturalmente sucederá que me volveré a enamorar. El alcohol y el tabaco tienen, esto de bueno o de malo -es un poco relativo esto - que son antiafrodisíacos, habría de nombrarlos, creo. No siempre despreciables en el ejercicio de las bellas artes. En fin, allí me tocará la necesidad de olvidarme por completo de mentir. Porque la virtud y la sobriedad, mucho temo, me arrastrarían a esos parajes donde por lo general acabo perdiendo inmediatamente la brújula y donde esta vez debo tratar de sentir menos pasión y más bondad. Lo posible pasional significa poco para mí; en tanto que sin embargo queda, me atrevo a creer, la potencia de sentirse ligado a los otros seres humanos con los cuales hay que vivir.
¿Cómo se encuentra el tío Tanguy?
Debes saludarlo por mi.
Oigo decir en los diarios que hay cosas muy buenas en el Salón. Escucha -no te hagas impresionista exclusivo; en fin, si hay algo bueno en otra parte no lo perdamos de vista. Es verdad, el valor está progresando precisamente por los impresionistas, hasta cuando se extravían; pero Delacroix ha sido ya más completo que ellos. Y en verdad Millet, que no tiene casi color... ¡qué obra la suya! La locura es saludable por esto: que uno se vuelve quizá menos exclusivo... ¡Ah... pintar rostros como Claude Monet pinta los paisajes! Eso es lo que falta hacer a pesar de todo, y antes de que en rigor sólo se identifique a Monet con los impresionistas. Porque en fin, en rostros, Delacroix, Millet, muchos escultores han hecho cosas mucho mejores que los impresionistas y que J. Breton...
Y así guardaremos siempre una cierta pasión por el impresionismo; pero yo siento que vuelvo más a las ideas que ya tenía antes de ir a París... Tengo en mi cuarto el célebre retrato de hombre -el grabado en madera que tú conoces - Una mandarina de Monorou (la gran plancha del álbum Bin); La brizna de hierba (del mismo álbum); La Piedad y El buen samaritano de Delacroix y El Lector de Meissonnier; después, dos grandes dibujos a la pluma de caña. Leo en este momento el Médico rural de Balzac, que es muy bello; hay allí una figura de mujer, no loca, pero muy sensible, que es muy encantadora; te lo enviaré cuando lo haya terminado. Tienen mucho sitio, aquí en el hospicio; habría como para hacer talleres para una treintena de pintores.
Es preciso que decida de una vez; no deja de ser cierto que un montón de pintores se vuelven locos; es la vida que lo vuelve a tino, por decir lo menos, muy abstraído. Si me meto de lleno en el trabajo, está bien; pero siempre quedo afectado.
Si pudiera enrolarme por 5 años me curaría considerablemente y sería más razonable y más dueño de mí. Pero una cosa o la otra me es igual.
¡Ah!... lo que me dices de Puvis y de Delacroix, es extremadamente cierto; ellos han demostrado lo que podía ser la pintura pero no confundamos las cosas, cuando hay distancias inmensas. Si lo admitimos, yo como pintor no significaría nunca nada de importancia; lo siento absolutamente. Suponiendo que todo cambiara, el carácter, la educación, las circunstancias, entonces hubiera podido existir esto o aquello. Pero somos muy positivos para confundir. Me arrepiento a veces de no haber guardado simplemente la paleta holandesa de tonos grises y ponerme a esbozar sin insistir los paisajes en Montmartre.
También pienso recomenzar a dibujar con la pluma de caña, lo que, como las vistas de Montmajuor del año pasado, es menos caro y me distrae igual. Hoy he visto uno de esos dibujos que se ha vuelto muy negro y demasiado melancólico para la primavera, pero en fin, suceda lo que suceda y en cualesquiera circunstancias ésta es una cosa que puedo conservar mucho tiempo como ocupación; y en cierto modo hasta podría llegar a ser un medio de ganarme el pan...
Tengo una cierta esperanza de que, con lo que en suma sé de mi arte, llegará un día en el cual produciré, aun cuando sea en el asilo. ¿De qué me serviría la vida ficticia de artista en París, con la cual no viviría engañado más que a medias y para lo cual me falta además, la audacia primitiva indispensable para arrojarme?
Físicamente es asombroso lo bien que me encuentro; pero no hasta de ningún modo para considerarlo punto de apoyo, para creer que sea lo mismo mentalmente.
Me gustaría mucho, cuando allí ya empezaran a conocerme, probar a convertirme en enfermero poco a poco; en fin, trabajar no importa en qué y recobrar ocupación -la primera que venga. Tendré terriblemente necesidad del tío Pangloss, porque naturalmente sucederá que me volveré a enamorar. El alcohol y el tabaco tienen, esto de bueno o de malo -es un poco relativo esto - que son antiafrodisíacos, habría de nombrarlos, creo. No siempre despreciables en el ejercicio de las bellas artes. En fin, allí me tocará la necesidad de olvidarme por completo de mentir. Porque la virtud y la sobriedad, mucho temo, me arrastrarían a esos parajes donde por lo general acabo perdiendo inmediatamente la brújula y donde esta vez debo tratar de sentir menos pasión y más bondad. Lo posible pasional significa poco para mí; en tanto que sin embargo queda, me atrevo a creer, la potencia de sentirse ligado a los otros seres humanos con los cuales hay que vivir.
¿Cómo se encuentra el tío Tanguy?
Debes saludarlo por mi.
Oigo decir en los diarios que hay cosas muy buenas en el Salón. Escucha -no te hagas impresionista exclusivo; en fin, si hay algo bueno en otra parte no lo perdamos de vista. Es verdad, el valor está progresando precisamente por los impresionistas, hasta cuando se extravían; pero Delacroix ha sido ya más completo que ellos. Y en verdad Millet, que no tiene casi color... ¡qué obra la suya! La locura es saludable por esto: que uno se vuelve quizá menos exclusivo... ¡Ah... pintar rostros como Claude Monet pinta los paisajes! Eso es lo que falta hacer a pesar de todo, y antes de que en rigor sólo se identifique a Monet con los impresionistas. Porque en fin, en rostros, Delacroix, Millet, muchos escultores han hecho cosas mucho mejores que los impresionistas y que J. Breton...
Y así guardaremos siempre una cierta pasión por el impresionismo; pero yo siento que vuelvo más a las ideas que ya tenía antes de ir a París... Tengo en mi cuarto el célebre retrato de hombre -el grabado en madera que tú conoces - Una mandarina de Monorou (la gran plancha del álbum Bin); La brizna de hierba (del mismo álbum); La Piedad y El buen samaritano de Delacroix y El Lector de Meissonnier; después, dos grandes dibujos a la pluma de caña. Leo en este momento el Médico rural de Balzac, que es muy bello; hay allí una figura de mujer, no loca, pero muy sensible, que es muy encantadora; te lo enviaré cuando lo haya terminado. Tienen mucho sitio, aquí en el hospicio; habría como para hacer talleres para una treintena de pintores.
Es preciso que decida de una vez; no deja de ser cierto que un montón de pintores se vuelven locos; es la vida que lo vuelve a tino, por decir lo menos, muy abstraído. Si me meto de lleno en el trabajo, está bien; pero siempre quedo afectado.
Si pudiera enrolarme por 5 años me curaría considerablemente y sería más razonable y más dueño de mí. Pero una cosa o la otra me es igual.
Rosko- Moderador Musical
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