2 de mayo de 1889. -Carta de Vincent Van Gogh
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2 de mayo de 1889.
Me gustaría enrolarme; pero me da miedo (como en la ciudad ya conocen todos el accidente) que aquí me rechacen; lo que temo entonces, o más bien lo que me vuelve tímido, es la posibilidad, la probabilidad aquí, de una negativa. Si yo tuviera alguna certidumbre de que podría alistarme por cinco años en la legión, iría. Pero sucede que no quiero que esto sea considerado como un nuevo acto de locura de mi parte; y es por esto que te insisto, así como al señor Salles, para que cuando vayáis, actuéis con toda serenidad y reflexión...
Quizá, me digo; en fin, sea lo que sea, si yo supiera que me iban a aceptar, iría a la legión. Es que me he vuelto tímido y vacilante desde que vivo maquinalmente.
Entretanto, la salud marcha muy bien y trabajo un poco. Tengo en preparación una avenida de almendros con flores rosas, con un pequeño cerezo en flor y una planta de glicina y el sendero del parque manchado de sol y sombra. Hará juego con el jardín que está en el marco de nogal.
Si te hablo de enrolarme por cinco años, no vayas a pensar que hago esto con idea de sacrificarme o de hacer el bien. Yo estoy «atravesado» en la vida y mi estado mental no sólo es sino que ha sido también abstracto, de manera que cualquier cosa que se haga por mí, no puedo pensar en equilibrar mi vida. Cuando debo seguir una regia, como aquí en el hospicio, me siento tranquilo. Y en el servicio, pasaría más o menos lo mismo. Claro que aquí me arriesgo mucho a que me rechacen, porque saben que soy alienado o epiléptico probable por lo menos (a lo que he oído decir, hay 50 mil epilépticos en Francia, de los cuales solamente 4.000 internados; así que no es tan extraordinario) quizás en París, hablándole por ejemplo a Détaille o a Caran d'Ache, me incorporarían pronto. Podrá parecer una cabezonada no peor que otra; en fin, reflexionemos, pero para obrar. Mientras tanto, hago lo que puedo por trabajar no importa en qué, incluyendo la pintura; tengo una buena voluntad aceptable. Pero el dinero que cuesta la pintura... es algo que me aplasta bajo una sensación de deuda y de cobardía; y convendría que cesara tan pronto como fuera posible.
Me gustaría enrolarme; pero me da miedo (como en la ciudad ya conocen todos el accidente) que aquí me rechacen; lo que temo entonces, o más bien lo que me vuelve tímido, es la posibilidad, la probabilidad aquí, de una negativa. Si yo tuviera alguna certidumbre de que podría alistarme por cinco años en la legión, iría. Pero sucede que no quiero que esto sea considerado como un nuevo acto de locura de mi parte; y es por esto que te insisto, así como al señor Salles, para que cuando vayáis, actuéis con toda serenidad y reflexión...
Quizá, me digo; en fin, sea lo que sea, si yo supiera que me iban a aceptar, iría a la legión. Es que me he vuelto tímido y vacilante desde que vivo maquinalmente.
Entretanto, la salud marcha muy bien y trabajo un poco. Tengo en preparación una avenida de almendros con flores rosas, con un pequeño cerezo en flor y una planta de glicina y el sendero del parque manchado de sol y sombra. Hará juego con el jardín que está en el marco de nogal.
Si te hablo de enrolarme por cinco años, no vayas a pensar que hago esto con idea de sacrificarme o de hacer el bien. Yo estoy «atravesado» en la vida y mi estado mental no sólo es sino que ha sido también abstracto, de manera que cualquier cosa que se haga por mí, no puedo pensar en equilibrar mi vida. Cuando debo seguir una regia, como aquí en el hospicio, me siento tranquilo. Y en el servicio, pasaría más o menos lo mismo. Claro que aquí me arriesgo mucho a que me rechacen, porque saben que soy alienado o epiléptico probable por lo menos (a lo que he oído decir, hay 50 mil epilépticos en Francia, de los cuales solamente 4.000 internados; así que no es tan extraordinario) quizás en París, hablándole por ejemplo a Détaille o a Caran d'Ache, me incorporarían pronto. Podrá parecer una cabezonada no peor que otra; en fin, reflexionemos, pero para obrar. Mientras tanto, hago lo que puedo por trabajar no importa en qué, incluyendo la pintura; tengo una buena voluntad aceptable. Pero el dinero que cuesta la pintura... es algo que me aplasta bajo una sensación de deuda y de cobardía; y convendría que cesara tan pronto como fuera posible.
Rosko- Moderador Musical
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