ODAS DE HORACIO- LIBRO II- XVII A MECENAS ENFERMO
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ODAS DE HORACIO- LIBRO II- XVII A MECENAS ENFERMO
XVII A MECENAS ENFERMO
¿Por qué me entristeces con tus amargos lamentos? Mecenas, mi mayor gloria, mi sostén más firme, ni los dioses ni yo queremos que me precedas en la muerte.
¡Ah! Si un sino despiadado te arrebatase a ti, parte principal de mi alma, ¿para qué había de vivir yo privado del entrañable amigo, y sobreviviéndole sólo en la mitad de mi ser? El mismo día verá la ruina de los dos; no hago pérfidos juramentos. Iremos, iremos adonde vayas, como compañeros dispuestos a emprender el último viaje.
No me apartará de ti el aliento de fuego que vomita la Quimera, ni aunque resucitase Gías el de los cien brazos; así lo decretaron las Parcas y la soberana Justicia.
Ora la Balanza o el pavoroso Escorpión, ora el Capricornio que tiraniza el mar de Hesperia hayan presidido con violencia mi nacimiento, nuestros destinos están unidos con lazo indisoluble. La brillante tutela de Jove te libró del impío Saturno, y detuvo las rápidas alas de la muerte cuando la muchedumbre del pueblo hizo resonar tres veces sus alegres aplausos en el teatro. Un tronco caído sobre mi cabeza hubiera dado cuenta de mí, si Fauno, protector de los favoritos de Mercurio, no evitase el golpe con su diestra. No olvides ofrecer las víctimas y erigir el templo que prometiuste. Yo sacrificaré una humilde cordera.
¿Por qué me entristeces con tus amargos lamentos? Mecenas, mi mayor gloria, mi sostén más firme, ni los dioses ni yo queremos que me precedas en la muerte.
¡Ah! Si un sino despiadado te arrebatase a ti, parte principal de mi alma, ¿para qué había de vivir yo privado del entrañable amigo, y sobreviviéndole sólo en la mitad de mi ser? El mismo día verá la ruina de los dos; no hago pérfidos juramentos. Iremos, iremos adonde vayas, como compañeros dispuestos a emprender el último viaje.
No me apartará de ti el aliento de fuego que vomita la Quimera, ni aunque resucitase Gías
Ora la Balanza o el pavoroso Escorpión, ora el Capricornio que tiraniza el mar de Hesperia hayan presidido con violencia mi nacimiento, nuestros destinos están unidos con lazo indisoluble. La brillante tutela de Jove te libró del impío Saturno, y detuvo las rápidas alas de la muerte cuando la muchedumbre del pueblo hizo resonar tres veces sus alegres aplausos en el teatro. Un tronco caído sobre mi cabeza hubiera dado cuenta de mí, si Fauno, protector de los favoritos de Mercurio, no evitase el golpe con su diestra. No olvides ofrecer las víctimas y erigir el templo que prometiuste. Yo sacrificaré una humilde cordera.
Roana Varela- Moderadora
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