EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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Meditaciones de Marco Aurelio-LIBRO II

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Mensaje por Marcela Noemí Silva Miér Abr 03, 2024 12:48 am








Meditaciones de Marco Aurelio


LIBRO II


1. Al despuntar la aurora, hazte estas consideraciones previas: me
encontraré con un indiscreto, un ingrato, un insolente, un mentiroso, un
envidioso, un insociable. Todo eso les acontece por ignorancia de los bienes
y de los males. Pero yo, que he observado que la naturaleza del bien es lo
bello, y que la del mal es lo vergonzoso, y que la naturaleza del pecador
mismo es pariente de la mía, porque participa, no de la misma sangre o de la
misma semilla, sino de la inteligencia y de una porción de la divinidad, no
puedo recibir daño de ninguno de ellos, pues ninguno me cubrirá de
vergüenza; ni puedo enfadarme con mi pariente ni odiarle. Pues hemos
nacido para colaborar, al igual que los pies, las manos, los párpados, las
hileras de dientes, superiores e inferiores. Obrar, pues, como adversarios los
unos de los otros es contrario a la naturaleza. Y es actuar como adversario el
hecho de manifestar indignación y repulsa.

2. Esto es todo lo que soy: un poco de carne, un breve hálito vital, y el
guía interior. ¡Deja los libros! No te dejes distraer más; no te está permitido.
Sino que, en la idea de que eres ya un moribundo, desprecia la carne: sangre
y polvo, huesecillos, fino tejido de nervios, de diminutas venas y arterias.
Mira también en qué consiste el hálito vital: viento, y no siempre el mismo,
pues en todo momento se vomita y de nuevo se succiona. En tercer lugar,
pues, te queda el guía interior. Reflexiona así: eres viejo; no consientas por
más tiempo que éste sea esclavo, ni que siga aún zarandeado como marioneta
por instintos egoístas, ni que se enoje todavía con el destino presente o recele
del futuro.

3. Las obras de los dioses están llenas de providencia, las de la Fortuna no
están separadas de la naturaleza o de la trama y entrelazamiento de las cosas
gobernadas por la Providencia. De allí fluye todo. Se añade lo necesario y lo
conveniente para el conjunto del universo, del que formas parte. Para
cualquier parte de naturaleza es bueno aquello que colabora con la naturaleza
del conjunto y lo que es capaz de preservarla. Y conservan el mundo tanto las
transformaciones de los elementos simples como las de los compuestos. Sean
suficientes para ti estas reflexiones, si son principios básicos. Aparta tu sed
de libros, para no morir gruñendo, sino verdaderamente resignado y
agradecido de corazón a los dioses.

4. Recuerda cuánto tiempo hace que difieres eso y cuántas veces has
recibido avisos previos de los dioses sin aprovecharlos. Preciso es que a partir
de este momento te des cuenta de qué mundo eres parte y de qué gobernante
del mundo procedes como emanación, y comprenderás que tu vida está
circunscrita a un período de tiempo limitado. Caso de que no aproveches esta
oportunidad para serenarte, pasará, y tú también pasarás, y ya no habrá otra.

5. A todas horas, preocúpate resueltamente, como romano y varón, de
hacer lo que tienes entre manos con puntual y no fingida gravedad, con amor,
libertad y justicia, y procúrate tiempo libre para liberarte de todas las demás
distracciones. Y conseguirás tu propósito, si ejecutas cada acción como si se
tratara de la última de tu vida, desprovista de toda irreflexión, de toda
aversión apasionada que te alejara del dominio de la razón, de toda
hipocresía, egoísmo y despecho en lo relacionado con el destino. Estás
viendo cómo son pocos los principios que hay que dominar para vivir una
vida de curso favorable y de respeto a los dioses. Porque los dioses nada más
reclamarán a quien observa estos preceptos.

6. ¡Te afrentas, te afrentas, alma mía! Y ya no tendrás ocasión de
honrarte. ¡Breve es la vida para cada uno! Tú, prácticamente, la has
consumido sin respetar el alma que te pertenece, y, sin embargo, haces
depender tu buena fortuna del alma de otros.

7. No te arrastren los accidentes exteriores; procúrate tiempo libre para
aprender algo bueno y cesa ya de girar como un trompo. En adelante, debes
precaverte también de otra desviación. Porque deliran también, en medio de
tantas ocupaciones, los que están cansados de vivir y no tienen blanco hacia
el que dirijan todo impulso y, en suma, su imaginación.

8. No es fácil ver a un hombre desdichado por no haberse detenido a
pensar qué ocurre en el alma de otro. Pero quienes no siguen con atención los
movimientos de su propia alma, fuerza es que sean desdichados.

9. Es preciso tener siempre presente esto: cuál es la naturaleza del
conjunto y cuál es la mía, y cómo se comporta ésta respecto a aquélla y qué
parte, de qué conjunto es; tener presente también que nadie te impide obrar
siempre y decir lo que es consecuente con la naturaleza, de la cual eres parte.

10. Desde una perspectiva filosófica afirma Teofrasto en su comparación
de las faltas, como podría compararlas un hombre según el sentido común,
que las faltas cometidas por concupiscencia son más graves que las cometidas
por ira. Porque el hombre que monta en cólera parece desviarse de la razón
con cierta pena y congoja interior; mientras que la persona que yerra por
concupiscencia, derrotado por el placer, se muestra más flojo y afeminado en
sus faltas. Con razón, pues, y de manera digna de un filósofo, dijo que el que
peca con placer merece mayor reprobación que el que peca con dolor. En
suma, el primero se parece más a un hombre que ha sido víctima de una
injusticia previa y que se ha visto forzado a montar en cólera por dolor; el
segundo se ha lanzado a la injusticia por sí mismo, movido a actuar por
concupiscencia.

11. En la convicción de que puedes salir ya de la vida, haz, di y piensa
todas y cada una de las cosas en consonancia con esta idea. Pues alejarse de
los hombres, si existen dioses, en absoluto es temible, porque éstos no
podrían sumirte en el mal. Mas, si en verdad no existen, o no les importan los
asuntos humanos, ¿a qué vivir en un mundo vacío de dioses o vacío de
providencia? Pero sí, existen, y les importan las cosas humanas, y han puesto
todos los medios a su alcance para que el hombre no sucumba a los
verdaderos males. Y si algún mal quedara, también esto lo habrían previsto, a
fin de que contara el hombre con todos los medios para evitar caer en él. Pero
lo que no hace peor a un hombre, ¿cómo eso podría hacer peor su vida? Ni
por ignorancia ni conscientemente, sino por ser incapaz de prevenir o corregir
estos defectos, la naturaleza del conjunto lo habría consentido. Y tampoco
por incapacidad o inhabilidad habría cometido un error de tales dimensiones
como para que les tocaran a los buenos y a los malos indistintamente, bienes
y males a partes iguales. Sin embargo, muerte y vida, gloria e infamia, dolor
y placer, riqueza y penuria, todo eso acontece indistintamente al hombre
bueno y al malo, pues no es ni bello ni feo. Porque, efectivamente, no son
bienes ni males.

12. ¡Cómo en un instante desaparece todo: en el mundo, los cuerpos
mismos, y en el tiempo, su memoria! ¡Cómo es todo lo sensible, y
especialmente lo que nos seduce por placer o nos asusta por dolor o lo que
nos hace gritar por orgullo; cómo todo es vil, despreciable, sucio, fácilmente
destructible y cadáver! ¡Eso debe considerar la facultad de la inteligencia!
¿Qué son esos, cuyas opiniones y palabras procuran buena fama? ¿Qué es la
muerte? Porque si se la mira a ella exclusivamente y se abstraen, por división
de su concepto, los fantasmas que la recubren, ya no sugerirá otra cosa sino
que es obra de la naturaleza. Y si alguien teme la acción de la naturaleza, es
un chiquillo. Pero no sólo es la muerte acción de la naturaleza, sino también
acción útil a la naturaleza. Cómo el hombre entra en contacto con Dios y por
qué parte de sí mismo, y, en suma, cómo está dispuesta esa pequeña parte del
hombre.

13. Nada más desventurado que el hombre que recorre en círculo todas las
cosas y «que indaga», dice, «las profundidades de la tierra», y que busca,
mediante conjeturas, lo que ocurre en el alma del vecino, pero sin darse
cuenta de que le basta estar junto a la única divinidad que reside en su interior
y ser su sincero servidor. Y el culto que se le debe consiste en preservarla
pura de pasión, de irreflexión y de disgusto contra lo que procede de los
dioses y de los hombres. Porque lo que procede de los dioses es respetable
por su excelencia, pero lo que procede de los hombres nos es querido por
nuestro parentesco, y a veces, incluso, en cierto modo, inspira compasión, por
su ignorancia de los bienes y de los males, ceguera no menor que la que nos
priva de discernir lo blanco de lo negro.

14. Aunque debieras vivir tres mil años y otras tantas veces diez mil, no
obstante recuerda que nadie pierde otra vida que la que vive, ni vive otra que
la que pierde. En consecuencia, lo más largo y lo más corto confluyen en un
mismo punto. El presente, en efecto, es igual para todos, lo que se pierde es
también igual, y lo que se separa es, evidentemente, un simple instante.
Luego ni el pasado ni el futuro se podría perder, porque lo que no se tiene,
¿cómo nos lo podría arrebatar alguien? Ten siempre presente, por tanto, esas
dos cosas: una, que todo, desde siempre, se presenta de forma igual y
describe los mismos círculos, y nada importa que se contemple lo mismo
durante cien años, doscientos o un tiempo indefinido; la otra, que el que ha
vivido más tiempo y el que morirá más prematuramente, sufren idéntica
pérdida. Porque sólo se nos puede privar del presente, puesto que éste sólo
posees, y lo que uno no posee, no lo puede perder.

15. «Que todo es opinión». Evidente es lo que se dice referido al cínico
Mónimo. Evidente también, la utilidad de lo que se dice, si se acepta lo
sustancial del dicho, en la medida en que es oportuno.

16. El alma del hombre se afrenta, sobre todo, cuando, en lo que de ella
depende, se convierte en pústula y en algo parecido a una excrecencia del
mundo. Porque enojarse con algún suceso de los que se presentan es una
separación de la naturaleza, en cuya parcela se albergan las naturalezas de
cada uno de los restantes seres. En segundo lugar, se afrenta también, cuando
siente aversión a cualquier persona o se comporta hostilmente con intención
de dañarla, como es el caso de las naturalezas de los que montan en cólera.
En tercer lugar, se afrenta, cuando sucumbe al placer o al pesar. En cuarto
lugar, cuando es hipócrita y hace o dice algo con ficción o contra la verdad.
En quinto lugar cuando se desentiende de una actividad o impulso que le es
propio, sin perseguir ningún objetivo, sino que al azar e inconsecuentemente
se aplica a cualquier tarea siendo así que, incluso las más insignificantes
actividades deberían llevarse a cabo referidas a un fin. Y el fin de los seres
racionales es obedecer la razón y la ley de la ciudad y constitución más
venerable.

17. El tiempo de la vida humana, un punto; su sustancia, fluyente; su
sensación, turbia; la composición del conjunto del cuerpo, fácilmente
corruptible; su alma, una peonza; su fortuna, algo difícil de conjeturar; su
fama, indescifrable. En pocas palabras: todo lo que pertenece al cuerpo, un
río; sueño y vapor, lo que es propio del alma; la vida, guerra y estancia en
tierra extraña; la fama póstuma, olvido. ¿Qué, pues, puede darnos compañía?
Única y exclusivamente la filosofía. Y ésta consiste en preservar el guía
interior, exento de ultrajes y de daño, dueño de placeres y penas, si hacer
nada al azar, sin valerse de la mentira ni de la hipocresía, al margen de lo que
otro haga o deje de hacer; más aún, aceptando lo que acontece y se le asigna
como procediendo de aquel lugar de donde él mismo ha venido. Y sobre
todo, aguardando la muerte con pensamiento favorable, en la convicción de
que ésta no es otra cosa que disolución de elementos de que está compuesto
cada ser vivo. Y si para los mismos elementos nada temible hay en el hecho
de que cada uno se transforme de continuo en otro, ¿por qué recelar de la
transformación y disolución de todas las cosas? Pues esto es conforme a la
naturaleza, y nada es malo si es conforme a la naturaleza. En Carnunto

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