EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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Meditaciones de Marco Aurelio-LIBRO IX

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Mensaje por Marcela Noemí Silva Mar 2 Abr 2024 - 23:11






Meditaciones de Marco Aurelio
LIBRO IX



1. El que comete injusticias es impío. Pues dado que la naturaleza del
conjunto universal ha constituido los seres racionales para ayudarse los unos
a los otros, de suerte que se favoreciesen unos a los otros, según su mérito,
sin que en ningún caso se perjudicasen, el que transgrede esta voluntad
comete, evidentemente, una impiedad contra la más excelsa de las
divinidades. También el que miente es impío con la misma divinidad. Pues la
naturaleza del conjunto universal es naturaleza de las cosas que son, y éstas
están vinculadas con todas las cosas existentes. Más todavía, esta divinidad
recibe el nombre de Verdad y es la causa primera de todas las verdades. En
consecuencia, el hombre que miente voluntariamente es impío, en cuanto que
al engañar comete injusticia. También es impío el que miente
involuntariamente, en cuanto está en discordancia con la naturaleza del
conjunto universal y en cuanto es indisciplinado al enfrentarse con la
naturaleza del mundo. Porque combate a ésta el que se comporta de modo
contrario a la verdad, a pesar suyo. Pues había obtenido de la naturaleza
recursos, que desatendió, y ahora no es capaz de discernir lo falso de lo
verdadero. Y ciertamente es impío también el que persigue los placeres como
si de bienes se tratara, y, en cambio, evita las fatigas como si fueran males.
Porque es inevitable que el hombre tal recrimine reiteradamente a la
naturaleza común en la convicción de que ésta hace una distribución no
acorde con los méritos, dado que muchas veces los malos viven entre
placeres y poseen aquellos medios que se los proporcionan, mientras que los
buenos caen en el pesar y en aquello que lo origina. Más aún, el que teme los
pesares temerá algún día algo de lo que acontecerá en el mundo, y eso es ya
impiedad. Y el que persigue los placeres no se abstendrá de cometer
injusticias; y eso sí que es claramente impiedad. Conviene también, en
relación con las cosas en que la naturaleza común es indiferente (pues no
habría creado ambas cosas, si no hubiese sido indiferente respecto a las dos)
que respecto a éstas los que quieren seguir la naturaleza se comporten
indiferentemente viviendo de acuerdo con ella. Por consiguiente, está claro
que comete una impiedad todo el que no permanece indiferente respecto al
pesar y al placer, a la fama y a la infamia, cosas que usa indistintamente la
naturaleza del conjunto universal. Y afirmo que la naturaleza común usa
indistintamente estas cosas en vez de acontecer éstas por mero azar, según la
sucesión de lo que acontece; y sobrevienen debido a un primer impulso de la
Providencia, según la cual, desde un principio, emprendió esta organización
actual del mundo mediante la combinación de ciertas razones de las cosas
futuras y señalando las potencias generatrices de las sustancias, las
transformaciones y sucesiones de esta índole.


2. Propio de un hombre bastante agraciado sería salir de entre los hombres
sin haber gustado la falacia, y todo tipo de hipocresía, molicie y orgullo. Pero
expirar, una vez saciado de estos vicios, sería una segunda tentativa para
navegar. ¿Continúas prefiriendo estar asentado en el vicio y todavía no te
incita la experiencia a huir de tal peste? Pues la destrucción de la inteligencia
es una peste mucho mayor que una infección y alteración semejante de este
aire que está esparcido en torno nuestro. Porque esta peste es propia de los
seres vivos, en cuanto son animales; pero aquélla es propia de los hombres,
en cuanto son hombres.


3. No desdeñes la muerte; antes bien, acógela gustosamente, en la
convicción de que ésta también es una de las cosas que la naturaleza quiere.
Porque cual es la juventud, la vejez, el crecimiento, la plenitud de la vida, el
salir los dientes, la barba, las canas, la fecundación, la preñez, el
alumbramiento y las demás actividades naturales que llevan las estaciones de
la vida, tal es también tu propia disolución. Por consiguiente, es propio de un
hombre dotado de razón comportarse ante la muerte no con hostilidad, ni con
vehemencia, ni con orgullo, sino aguardarla como una más de las actividades
naturales. Y, al igual que tú aguardas el momento en que salga del vientre de
tu mujer el recién nacido, así también aguarda la hora en que tu alma se
desprenderá de esa envoltura. Y si también quieres una regla vulgar, que cale
en tu corazón, sobre todo te pondrá en buena disposición ante la muerte la
consideración relativa a aquellos objetos de los cuales vas a separarte y con
cuyas costumbres tu alma ya no estará mezclada. Porque en absoluto es
preciso chocar con ellos, sino preocuparse de ellos y soportarlos con dulzura;
recuerda, sin embargo, que te verás libre de unos hombres que no tienen los
mismos principios que tú. Porque tan sólo esto, si es que se da, podría
arrastrarte y retenerte en la vida, a saber, que se te permitiera convivir con los
que conservan los mismos principios que tú. Pero ahora estás viendo cuánto
malestar se da en la discordia de la vida en común, hasta el punto de que
puedes decir: «¡Ojalá llegaras cuanto antes, oh muerte, no vaya a ser que
también yo me olvide de mí mismo!»


4. El que peca, peca contra sí mismo; el que comete una injusticia, contra
sí la comete, y a sí mismo se daña.


5. Muchas veces comete injusticia el que nada hace, no sólo el que hace
algo.


6. Es suficiente la opinión presente que capta lo real, la acción presente
útil a la comunidad y la presente disposición capaz de complacer a todo lo
que acontece procedente de una causa exterior.


7. Borrar la imaginación, contener el instinto, apagar el deseo, conservar
en ti el guía interior.


8. Una sola alma ha sido distribuida entre los animales irracionales, un
alma inteligente ha sido dividida entre los seres racionales, igualmente una es
la tierra de todos los seres terrestres y con una sola luz vemos y uno es el aire
que respiramos todos cuantos estamos dotados de vista y de vida.


9. Cuantos seres participan de algo en común, tienden afanosamente a lo
que es de su mismo género. Todo lo terrestre se inclina hacia la tierra, todo lo
que es acuoso confluye, de igual modo lo aéreo, hasta el punto de que se
necesitan obstáculos y violencia. El fuego tiende hacia lo alto debido al fuego
elemental, y está hasta tal extremo dispuesto a prender con todo fuego de
aquí, que toda materia, aunque esté bien poco seca, es fácilmente inflamable
por el hecho de estar menos mezclada con lo que impide su ignición. Y
consecuentemente, todo lo que participa de la naturaleza intelectiva tiende
con afán hacia su semejante de igual manera o incluso más. Porque, cuanto
más aventajado es un ser respecto a los demás, tanto más dispuesto se halla a
mezclarse y confundirse con su semejante. Por ejemplo, al punto se
descubren entre los seres irracionales enjambres, rebaños, crías recién
nacidas, y algo parecido a relaciones amorosas; porque también aquí hay
almas, y la trabazón se encuentra más extendida en los seres superiores, cosa
que no ocurre, ni en las plantas, ni en las piedras, o en los troncos. Y entre los
seres racionales se encuentran constituciones, amistades, familias, reuniones
y, en las guerras, alianzas y treguas. Y en los seres todavía superiores, incluso
en cierto modo separados, subsiste una unidad, como entre los astros. De
igual modo, la progresión hacia lo superior puede producir simpatía, incluso
entre seres distanciados. Observa, pues, lo que ocurre ahora: únicamente los
seres dotados de inteligencia han olvidado ahora el afán y la inclinación
mutua, y tan sólo aquí no se contempla esa confluencia. Pero a pesar de sus
intentos de huida, son reagrupados, porque prevalece la naturaleza. Y
comprenderás lo que digo si estás a la expectativa. Se encontraría más
rápidamente un objeto terrestre sin conexión alguna con un objeto terrestre
que un hombre separado del hombre.


10. Produce su fruto el hombre, Dios y el mundo; cada uno lo produce en
su propia estación. Pero si habitualmente el término en sentido propio se ha
usado aplicado a la vid y plantas análogas, no tiene importancia. La razón
tiene también un fruto común y particular, y del mismo fruto nacen otros
semejantes como la propia razón.


11. Si puedes, dale otra enseñanza; pero si no, recuerda que se te ha
concedido la benevolencia para este fin. También los dioses son benévolos
con las personas de estas características. Y en ciertas facetas colaboran con
ellos para conseguir la salud, la riqueza, la fama. ¡Hasta tal extremo llega su
bondad! También tú tienes esta posibilidad; o dime, ¿quién te lo impide?


12. Esfuérzate no como un desventurado ni como quien quiere ser
compadecido o admirado; antes bien, sea tu único deseo ponerte en
movimiento y detenerte como lo estima justo la razón de la ciudad.


13. Hoy me he librado de toda circunstancia difícil, mejor dicho, eché
fuera de mí todo engorro, porque éste no estaba fuera de mí, sino dentro, en
mis opiniones.


14. Todo es lo mismo; habitual por la experiencia, efímero por el tiempo
y ruin por su materia. Todo ahora acontece como en tiempo de aquellos a
quienes ya sepultamos.


15. Las cosas permanecen estáticas fuera de las puertas, ensimismadas,
sin saber ni manifestar nada acerca de sí mismas. ¿Qué, pues, hace
afirmaciones acerca de ellas? El guía interior.


16. No radica el mal y el bien en el sufrimiento,
 sino en la actividad del
ser racional y social, como tampoco su excelencia y su defecto están en el
sufrimiento, sino en la acción.


17. A la piedra arrojada hacia lo alto, ni la perjudica el descenso ni
tampoco el ascenso.


18. Penetra en su guía interior, y verás qué jueces temes, qué clase de
jueces son respecto a sí mismos.


19. Todo está en transformación; tú también estás en continua alteración
y, en cierto modo, destrucción, e igualmente el mundo entero.


20. Es preciso dejar allí el fallo ajeno.


21. La suspensión de una actividad, el reposo y algo así como la muerte
de un instinto, de una opinión, no son ningún mal. Pasa ahora a las edades,
por ejemplo, la niñez, la adolescencia, la juventud, la vejez; porque también
todo cambio de éstas es una muerte. ¿Acaso es terrible? Pasa ahora a la etapa
de tu vida que pasaste sometido a tu abuelo, luego bajo la autoridad de tu
madre y a continuación bajo la autoridad de tu padre. Y al encontrarte con
otras muchas destrucciones, cambios e interrupciones, hazte esta pregunta:
¿Acaso es terrible? Así, pues, tampoco lo es el cese de tu vida entera, el
reposo y el cambio.


22. Corre al encuentro de tu guía interior, del guía del conjunto universal
y del de éste. Del tuyo, para que hagas de él una justa inteligencia; del que
corresponde al conjunto universal, para que rememores de quién formas
parte; del de éste, para que sepas si existe ignorancia o reflexión en él, y, al
mismo tiempo, consideres que es tu pariente.


23. Al igual que tú mismo eres un miembro complementario del sistema
social, así también toda tu actividad sea complemento de la vida social. Por
consiguiente, toda actividad tuya que no se relacione, de cerca o de lejos, con
el fin común, trastorna la vida y no permite que exista unidad, y es
revolucionaria, de igual modo que en el pueblo el que retira su aportación
personal a la armonía común.


24. Enfados y juegos de niños, «frágiles almas que transportan
cadáveres», como para que más claramente pueda impresionarnos lo de «la
evocación de los muertos».


25. Vete en busca de la cualidad del agente y contémplalo separado de la
materia; luego, delimita también el tiempo máximo, que es natural que
subsista el objeto individual.


26. Has soportado infinidad de males por no haberte resignado a que tu
guía interior desempeñara la misión por la que ha sido constituido. Pero ya
basta.


27. Siempre que otro te vitupere, odie, o profieran palabras semejantes,
penetra en sus pobres almas, adéntrate en ellas y observa qué clase de gente
son. Verás que no debes angustiarte por lo que esos piensen de ti. Sin
embargo, hay que ser benevolente con ellos, porque son, por naturaleza, tus
amigos. E incluso los dioses les dan ayuda total, por medio de sueños,
oráculos, para que, a pesar de todo, consigan aquellas cosas que motivan en
ellos desavenencias.


28. Éstas son las rotaciones del mundo, de arriba abajo, de siglo en siglo.
Y, o bien la inteligencia del conjunto universal impulsa a cada uno, hecho
que, si se da, debes acoger en su impulso; o bien de una sola vez dio el
impulso, y lo restante se sigue, por consecuencia... Pues, en cierto modo, son
átomos o cosas indivisibles. Y, en suma, si hay Dios, todo va bien; si todo
discurre por azar, no te dejes llevar también tú al azar Pronto nos cubrirá a
todos nosotros la tierra, luego también ella se transformará y aquellas cosas
se transformarán hasta el infinito y así sucesivamente. Con que si se toma en
consideración el oleaje de las transformaciones y alteraciones y su rapidez, se
menospreciará todo lo mortal.


29. La causa del conjunto universal es un torrente impetuoso. Todo lo
arrastra. ¡Cuán vulgares son esos hombrecillos que se dedican a los asuntos
ciudadanos y, en su opinión, a la manera de filósofos! Llenos están de mocos.
¿Y entonces qué, buen amigo? Haz lo que ahora reclama la naturaleza.
Emprende tu cometido, si se te permite, y no repares en si alguien lo sabrá.
No tengas esperanza en la constitución de Platón; antes bien, confórmate, si
progresas en el mínimo detalle, y piensa que este resultado no es una
insignificancia. Porque, ¿quién cambiará sus convicciones? Y excluyendo el
cambio de convicciones, ¿qué otra cosa existe sino esclavitud de gente que
gime y que finge obedecer? Ve ahora y cítame a Alejandro, Filipo y Demetrio
Falereo. Yo les seguiré si han comprendido cuál era el deseo de la naturaleza
común y se han educado ellos mismos. Pero si representaron tragedias, nadie
me ha condenado a imitarles. Sencilla y respetable es la misión de la
filosofía. No me induzcas a la vanidad.


30. Contempla desde arriba innumerables rebaños, infinidad de ritos y
todo tipo de travesía marítima en medio de tempestades y bonanza,
diversidad de seres que nacen, conviven y se van. Reflexiona también sobre
la vida por otros vivida tiempo ha, sobre la que vivirán con posterioridad a ti
y sobre la que actualmente viven en los pueblos extranjeros; y cuántos
hombres ni siquiera conocen tu nombre y cuántos lo olvidarán
rapidísimamente y cuántos, que tal vez ahora te elogian, muy pronto te
vituperarán; y cómo ni el recuerdo ni la fama, ni, en suma, ninguna otra cosa
merece ser mencionada.


31. Imperturbabilidad con respecto a lo que acontece como resultado de
una causa exterior y justicia en las cosas que se producen por una causa que
de ti proviene. Es decir, instintos y acciones que desembocan en el mismo
objetivo: obrar de acuerdo con el bien común, en la convicción de que esta
tarea es acorde con tu naturaleza.


32. Puedes acabar con muchas cosas superfluas, que se encuentran todas
ellas en tu imaginación. Y conseguirás desde este momento un inmenso y
amplio campo para ti, abarcando con el pensamiento todo el mundo,
reflexionando sobre el tiempo infinito y pensando en la rápida transformación
de cada cosa en particular, cuán breve es el tiempo que separa el nacimiento
de la disolución, cuán inmenso el período anterior al nacimiento y cuán
ilimitado igualmente el período que seguirá a la disolución.


33. Todo cuanto ves, muy pronto será destruido y los que han visto la
destrucción dentro de muy poco serán también destruidos; y el que murió en
la vejez extrema acabará igual que el que murió prematuramente.


34. Cuáles son sus guías rectores y en qué se afanan y por qué razones
aman y estiman. Acostúmbrate a mirar sus pequeñas almas desnudas. Cuando
piensan perjudicarte con vituperios o favorecerte celebrándote, ¡cuánta
pretensión!


35. La pérdida no es otra cosa que una transformación. Y en eso se
regocija la naturaleza del conjunto universal; según ella, todo sucede desde la
eternidad, sucedía de la misma forma y otro tanto sucederá hasta el infinito.
¿Por qué, pues, dices que todas las cosas se produjeron mal, que así seguirán
siempre y que, entre tan gran número de dioses, ningún poder se ha
encontrado nunca para corregir esos defectos, sino que el mundo está
condenado a estar inmerso en males incesantes?


36. La podredumbre de la materia que subyace en cada cosa es agua,
polvo, huesecillos, suciedad. O de nuevo: los mármoles son callosidades de la
tierra; sedimentos, el oro, la plata; el vestido, diminutos pelos; la púrpura,
sangre, y otro tanto todo lo demás. También el hálito vital es algo semejante,
y se transforma de esto en aquello.


37. Basta de vida miserable, de murmuraciones, de astucias. ¿Por qué te
turbas?, ¿qué novedad hay en eso?, ¿qué te pone fuera de ti? ¿La causa?
Examínala. ¿La materia? Examínala. Fuera de eso nada existe. Más, a partir
de ahora, sea tu relación con los dioses de una vez más sencilla y mejor. Lo
mismo da haber indagado eso durante cien años que durante tres.
38. Si pecó, allí está su mal. Pero tal vez no pecó.


39. O bien todo acontece como para un solo cuerpo procedente de una
sola fuente intelectiva, y no es preciso que la parte se queje de lo que sucede
en favor del conjunto universal; o bien sólo hay átomos y ninguna otra cosa
sino confusión y dispersión. ¿Por qué, pues, te turbas? Dile a tu guía interior:
«Has muerto, has sido destruido, te has convertido en bestia, interpretas un
papel, formas parte de un rebaño, pastas.»


40. O nada pueden los dioses o tienen poder. Si efectivamente no tienen
poder, ¿por qué suplicas? Y si lo tienen, ¿por qué no les pides precisamente
que te concedan el no temer nada de eso, ni desear nada de eso, ni afligirte
por ninguna de esas cosas, antes que pedirles que no sobrevenga o
sobrevenga alguna de esas cosas? Porque, sin duda, si pueden colaborar con
los hombres, también en eso pueden colaborar. Pero posiblemente dirás: «En
mis manos los dioses depositaron esas cosas.» Entonces, ¿no es mejor usar lo
que está en tus manos con libertad que disputar con esclavitud y torpeza con
lo que no depende de ti? ¿Y quién te ha dicho que los dioses no cooperan
tampoco en las cosas que dependen de nosotros? Empieza, pues, a suplicarles
acerca de estas cosas, y verás. Éste les pide: «¿Cómo conseguiré acostarme
con aquélla?» Tú: «¿Cómo dejar de desear acostarme con aquélla?» Otro:
«¿Cómo me puedo librar de ese individuo?» Tú: «¿Cómo no desear librarme
de él?» Otro: «¿Cómo no perder mi hijito?» Tú: «¿Cómo no sentir miedo de
perderlo?» En suma, cambia tus súplicas en este sentido y observa los
resultados.


41. Epicuro dice: «En el curso de mi enfermedad no tenía conversaciones
acerca de mis sufrimientos corporales, ni con mis visitantes, añade, tenía
charlas de este tipo, sino que seguía ocupándome de los principios relativos a
asuntos naturales, y, además de eso, de ver cómo la inteligencia, si bien
participa de las conmociones que afectan a la carne, sigue imperturbable
atendiendo a su propio bien; tampoco daba a los médicos, afirma,
oportunidad de pavonearse de su aportación, sino que mi vida discurría feliz
y noblemente.» En consecuencia, procede igual que aquél, en la enfermedad,
si enfermas, y en cualquier otra circunstancia. Porque el no apartarse de la
filosofía en cualquier circunstancia que sobrevenga, y el no chismorrear con
el profano el estudioso de la naturaleza, es precepto común a toda escuela
dedicarse únicamente a lo que ahora se está haciendo y al instrumento gracias
al cual actúa.


42. Siempre que tropieces con la desvergüenza de alguien, de inmediato
pregúntate: «¿Puede realmente dejar de haber desvergonzados en el mundo?»
No es posible. No pidas, pues, imposibles, porque ése es uno de aquellos
desvergonzados que necesariamente debe existir en el mundo. Ten a mano
también esta consideración respecto a un malvado, a una persona desleal y
respecto a todo tipo de delincuente. Pues, en el preciso momento que
recuerdes que la estirpe de gente así es imposible que no exista, serás más
benévolo con cada uno en particular. Muy útil es también pensar en seguida
qué virtud concedió la naturaleza al hombre para remediar esos fallos. Porque
le concedió, como antídoto, contra el hombre ignorante, la mansedumbre, y
contra otro defecto, otro remedio posible. Y, en suma, tienes posibilidad de
encauzar con tus enseñanzas al descarriado, porque todo pecador se desvía y
falla su objetivo y anda sin rumbo. ¿Y en qué has sido perjudicado? Porque a
ninguno de esos con los que te exasperas, encontrarás, a ninguno que te haya
hecho un daño tal que, por su culpa, tu inteligencia se haya deteriorado. Y tu
mal y tu perjuicio tienen aquí toda su base. ¿Y qué tiene de malo o extraño
que la persona sin educación haga cosas propias de un ineducado? Procura
que no debas inculparte más a ti mismo por no haber previsto que ése
cometería ese fallo, porque tú disponías de recursos suministrados por la
razón para cerciorarte de que es natural que ése cometiera ese fallo; y a pesar
de tu olvido, te sorprendes de su error. Y sobre todo, siempre que censures a
alguien como desleal o ingrato, recógete en ti mismo. Porque obviamente
tuyo es el fallo si has confiado que tenía tal disposición, que iba a guardarte
fidelidad, o si, al otorgarle un favor, no se lo concediste de buena gana, ni de
manera que pudiese obtener al punto de tu acción misma todo el fruto. Pues,
¿qué más quieres al beneficiar a un hombre? ¿No te basta con haber obrado
conforme a tu naturaleza, sino que buscas una recompensa? Como si el ojo
reclamase alguna recompensa porque ve, o los pies porque caminan. Porque,
al igual que estos miembros han sido hechos para una función concreta, y al
ejecutar ésta de acuerdo con su particular constitución, cumplen su misión
peculiar, así también el hombre, bienhechor por naturaleza, siempre que haga
una acción benéfica o simplemente coopere en cosas indiferentes, también
obtiene su propio fin.





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