EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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LA DIVINA COMEDIA: EL INFIERNO: CANTO XII

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Mensaje por Marcela Noemí Silva Mar Dic 10, 2013 2:31 am

LA DIVINA COMEDIA: EL INFIERNO: CANTO XII Divina10



LA DIVINA COMEDIA: EL INFIERNO: CANTO XII

Era el lugar, donde a bajar la cuesta
venimos, montañoso, y por quien allí estaba,
era tal, que toda mirada le sería esquiva.

Como aquella ruina, cuyo flanco
de acá de Trento azotó el Adigio,
o por terremoto o de base falta,

que de la cima del monte, despeñóse,
al valle, y allí tal está quebrantada
que alguna senda ofrece al que bajara;

así por aquel precipicio era el descenso:
y en la cumbre de la rota pendiente
la infamia de Creta tendida estaba,

concebido que fue de falsa vaca;
cuando nos vio, se mordió a sí mismo
como aquel a quien la ira por dentro atrapa.

Mi Sabio al verlo le gritó: ¿Por ventura
crees que está aquí el duque de Atenas,
que allá en el mundo te dio muerte?

Apártate, bestia, que este no viene
amaestrado por tu hermana,
sino por ver las penas vuestras.

Como el toro rompe el lazo de sus patas
cuando el golpe mortal ha recibido,
que huir no puede, mas aquí y allá se revuelve,

así de igual vi yo volverse al Minotauro,
y aquel prudente me gritó: Corre al desfiladero;
mientras está furioso, bueno es que bajes.

Así nos fuimos por el derrumbe
de aquellas piedras, que más se movían
bajo mis pies, por la nueva carga.

Iba yo pensativo y me dijo: Tú piensas
tal vez en esta ruina que está guardada
por aquella ira bestial por mi vencida.

Quiero ahora que sepas, que la otra vez
que descendí yo allá, al bajo infierno,
esta roca aún no estaba cascada.

Mas ciertamente poco antes, si bien discierno,
que Aquel viniera, que la gran presa
arrebató a Dite del círculo superno,

por todas partes el alto valle hediondo
tembló tanto que yo pensé que el universo
sintiera amor, por lo cual hay quien crea

que muchas veces el mundo volvió al Caos;
y en aquel punto esta vieja roca
revuelta fue aquí y en otras partes.

Mas fija los ojos abajo, que se acerca
el río de sangre, en el que hierve
todo el que por violencia a otro daña.

¡Oh ciega avidez!, ¡Oh loca ira,
que tanto nos acucia en la corta vida,
y en la eterna luego a tanto nos inmola!

Vi entonces un amplia fosa en arco conformada
como corona que todo el llano abraza,
como me había dicho mi escolta:

y entre el pie de la roca y ella, en hilera
corrían Centauros armados de saetas
como solían en el mundo salir de caza.

Viéndonos callar, se detuvieron,
y tres se separaron de la hilera
ya con arcos y flechas preparados:

y uno gritó de lejos: ¿A qué martirio
venís vosotros, los que bajáis la cuesta?
Decidlo ahora, o el arco suelto.

Mi Maestro dijo: La respuesta
a Quirón se la daremos, aquí y de cerca:
funesta fue siempre tu precipitada osadía.

Después me tocó y dijo: Aquel es Neso,
el que murió por la bella Deyanira,
y él mismo, de sí mismo, creó venganza.

Y aquel del medio que el pecho se mira,
es el gran Quirón, nutricio de Aquiles:
aquel otro es Folo, que fue tan lleno de ira.

En torno al foso van de a miles
asaeteando a las almas que se salen
de la sangre más de lo que su culpa tolera.

Nos acercamos a aquellas ágiles fieras:
Quirón tomó una flecha, y con la contera
echó las barbas detrás de sus quijadas.

Descubierta entonces la enorme boca
dijo a sus colegas: ¿Os habéis dado cuenta
que el de atrás mueve todo lo que toca?

Así no hacen los pies de los muertos.
Y mi buen Maestro que hasta el pecho le llegaba
donde las dos naturalezas se conciertan,

repuso: Sí, que está vivo, y yo solamente
debo mostrarle el sombrío valle:
necesidad lo lleva, y no placer.

Una que interrumpió su aleluya
fue la que me encomendó este oficio nuevo:
No es él ladrón, ni yo alma ratera.

Mas por aquella virtud, por la cual muevo
mis pasos por tan salvaje senda,
danos uno de los tuyos por compañero

que nos indique un lugar de paso
y que a éste en las ancas lleve,
que no es espíritu que por el aire vuele.

Quirón se volvió a la derecha tetilla
y dijo a Neso: Ve y así los guía
y hazlos transar si se os opone otra tropa.

Nos movimos con la escolta adicta
por el largo de la bermeja orilla,
donde chillaban los que allí hervían.

Vi gente sumergida hasta las cejas;
y el gran Centauro dijo: Estos son tiranos
que de la sangre vivieron y del poseer robado.

Aquí se lloran los despiadados daños;
ved allí a Alejandro y al Dionisio fiero
que vivir hizo a Sicilia dolorosos años.

Y aquella frente de pelo tan negro
es Azzolino; y aquel otro que es rubio
es Obezzo de Este, que de verdad

fue muerto por su hijastro allá en el mundo.
Entonces me volví al Poeta el cual me dijo:
que éste te valga ahora primero y yo segundo.

Un poco más allá el Centauro se detuvo
cerca de una gente que hasta la garganta
salir de aquel hervidero se veían.

Nos mostró una sombra apartada y sola
diciendo: Hirió este en el regazo de Dios
al corazón que en el Támesis aún se honra.

Después vi gente que fuera del río
sacaban la cabeza y aun todo el pecho:
y de estos reconocí a muchos.

Y así poco a poco se hacía menos profunda
aquella sangre que ya sólo los pies cocía;
y allí fue de aquel foso nuestro paso.

Así como de esta parte tú contemplas
que el caldo hirviente va disminuyendo,
dijo el Centauro, quiero que sepas

que en esta otra orilla más y más hunde
su fondo hasta que al final llega a aquel punto
donde concierne que la tiranía gima.

La divina justicia allí castiga
al que de la tierra fue flagelo, Atila,
y a Pirro y Sexto; y eternamente exprime

lágrimas por el hervor derramadas,
a Renato de Corneto y a Renato Pazzo,
que en los caminos hicieron tanta guerra.

Entonces se volvió y repasó el vado.

Dante Alighieri


Marcela Noemí Silva
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Mensaje por sabra Jue Abr 20, 2023 5:57 pm

LA DIVINA COMEDIA: EL INFIERNO: CANTO XII Compar10

Un gran e importante escrito, gracias por este aporte.
Mi cariño.

sabra

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"El amor es la razón del corazón"
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