EL BARCO HUNDIDO
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EL BARCO HUNDIDO
EL BARCO HUNDIDO
Era una tarde de cielo plomizo.
fría y ventosa.
El aire marino traía en su aroma
sabores de melancólicos
episodios que deseaban llegar a la orilla
para salir definitivamente de las sombras del océano.
Recuerdo que tomamos un camino costero
que nos llevaba desde Necochea hacia el norte.
A pesar del día gris y el tiempo tempestuoso,
dentro del auto disfrutábamos de ese paseo
un poco nostálgico por el clima que nos rodeaba.
El camino no era del todo parejo
y sorteamos muchas curvas hacia uno y otro lado
para finalmente llegar a un poblado de casitas sencillas,
y fue allí, o tal vez muy cerca, que divisamos
a metros de la playa
el esqueleto de un barco hundido
levemente inclinado hacia el lado de la costa
y totalmente corroído por el salitre marino
como por los fuertes golpes del oleaje.
Bajamos del coche y en un pequeño médano
nos pusimos a contemplar el cuadro
que nos pintaba esa situación especial.
Recogimos de la arena algunas conchas de caracoles
y ramitas quemadas por el yodo y la sal,
resecas por el sol...ausente en ese instante.
Nos miramos de manera cómplice
sabiendo que estábamos disfrutando ese momento
que era tan solo para nosotros dos.
El viejo barco encallado daba un aspecto misterioso
y melancólico al escenario de la historia
que habíamos creado para nuestros recuerdos.
Nos dimos un beso que ayudo a atemperar
el frío que sentíamos por el viento que soplaba del mar,
y finalmente reiniciamos el regreso a la ciudad
gozosos de estar unidos y felices.
El atardecer moría lentamente
y por el espejo retrovisor del auto
pude ver entre la bruma que cubría el aire
aquel viejo navío clavado en la arena
y dos figuras - las nuestras - que flotaban en el
lugar...en que un día especial de nuestras vidas
dejamos marcada para siempre la crónica de aquel amor.
Autor: Jorge Horacio Richino
Era una tarde de cielo plomizo.
fría y ventosa.
El aire marino traía en su aroma
sabores de melancólicos
episodios que deseaban llegar a la orilla
para salir definitivamente de las sombras del océano.
Recuerdo que tomamos un camino costero
que nos llevaba desde Necochea hacia el norte.
A pesar del día gris y el tiempo tempestuoso,
dentro del auto disfrutábamos de ese paseo
un poco nostálgico por el clima que nos rodeaba.
El camino no era del todo parejo
y sorteamos muchas curvas hacia uno y otro lado
para finalmente llegar a un poblado de casitas sencillas,
y fue allí, o tal vez muy cerca, que divisamos
a metros de la playa
el esqueleto de un barco hundido
levemente inclinado hacia el lado de la costa
y totalmente corroído por el salitre marino
como por los fuertes golpes del oleaje.
Bajamos del coche y en un pequeño médano
nos pusimos a contemplar el cuadro
que nos pintaba esa situación especial.
Recogimos de la arena algunas conchas de caracoles
y ramitas quemadas por el yodo y la sal,
resecas por el sol...ausente en ese instante.
Nos miramos de manera cómplice
sabiendo que estábamos disfrutando ese momento
que era tan solo para nosotros dos.
El viejo barco encallado daba un aspecto misterioso
y melancólico al escenario de la historia
que habíamos creado para nuestros recuerdos.
Nos dimos un beso que ayudo a atemperar
el frío que sentíamos por el viento que soplaba del mar,
y finalmente reiniciamos el regreso a la ciudad
gozosos de estar unidos y felices.
El atardecer moría lentamente
y por el espejo retrovisor del auto
pude ver entre la bruma que cubría el aire
aquel viejo navío clavado en la arena
y dos figuras - las nuestras - que flotaban en el
lugar...en que un día especial de nuestras vidas
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Autor: Jorge Horacio Richino
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Armando Lopez- Moderador General
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