Mi barco, mi mar
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Mi barco, mi mar
Mi barco, mi mar
Por mhenry5
Otra vez, quién lo iba a pensar, me subí a un barco gigante, brillante, lleno de luces y colores, principalmente el verde, que es de la esperanza. Me subí contento, optimista como siempre, a un viaje que ni pensaba hacer, que salió de no sé dónde, de la vida. Me mostraron los boletos y subí, lo pensé, pero valía la pena hacer ese viaje.
Juraría que estaba seguro que iba a ser una larga travesía, con amaneceres hermosos, con atardeceres inolvidables, que vería cambiar las estaciones del clima sentado en la cubierta, feliz, compartiendo mis cosas, curando mis heridas, transmitiendo mi alegría de vivir, cuidando, queriendo, amando, acariciando, susurrando al oído. Tdodo eso a cambio de muy poco, pero demasiado quizás, porque no todos sentimos lo mismo, con la misma intensidad, con la misma pasión.
Puede ser que no haya entrado a éste barco a los gritos, haciéndome notar como harían otros, abordé en silencio, y cuando ya había subido, recién me anuncié. Y para su sorpresa, para sorpresa del mar, de mi mar, ya estaba navegando. Pero parece que faltaban los bombos y platillos para ser importante.
Ya era el comandante, y había que tomar el timón y darle un destino, siempre con la frente bien alta, tranquilo, porque no era un sueño, estaba navegando. Tracé mil rutas, compartí otras tantas canciones, las cuáles canté algunas en voz baja, otras a los gritos. Pero parece que faltaban los bombos y platillos para ser importante.
Esperaba un mar bravío, lleno de olas gigantes, sobre las cuáles iba a ser el mejor marino jamás conocido, y sería feliz, por haber conquistado el mar y haber dominado el barco. En cambio, me encontré con un mar calmo, en silencio, y dicen que el que calla otorga, de pronto, creí que mis canciones habían sido escuchadas y comenzaba una corriente marina pequeña, empezaba y me aferré fuerte al timón para recibir aunque sea, la suavidad de una ola, pero no pasó.
El mar seguía en silencio, o me tuvo miedo, o no se dio cuenta que había un barco, a pesar de las luces, o pensó, ese barco es muy chiquito y frágil y no me animo a hacerle sentir mis olas, o es que me olvidé los bombos y platillos para ser importante.
Y al poco tiempo, comenzó el invierno, me empezó a invadir el frío contagioso del agua de mar, y ya el viaje no era tan placentero, dicen que el que calla otorga o no tiene nada que sentir, nada que decir, ninguna ola que crear, ningún marino que vencer ni acariciar, o se lo guarda para sí mismo, no lo entiendo, entonces me pregunté, para qué sirve éste viaje.
Se me acaban las ganas de aventuras, de mirar el horizonte, el amanecer, el atardecer me da lo mismo, no siento su mano, nunca sentí ni los brazos del mar, sólo el silencio, y me volví a preguntar, para qué sirve éste viaje.
Y si el mar no se levanta hacia mí, tratando de derribarme, para que el viaje sea toda una aventura, y que sea una aventura siempre, que saque de mí todo lo mejor que puedo dar, que me envuelva con aguas cálidas y me lleve a soñar con otros rumbos, nuevos paisajes, nuevos mundos. Que sus olas sean tan fuertes que me hagan sentir que subí al barco con los bombos y platillos y sentirme importante sólo para mi mar.
Si el mar no se levanta hacía mí, ¿para qué sirve éste viaje?
Falta poco para llegar al puerto, no tengo ganas de bajarme, amo mi mar y mi viaje con mi barco, pero si el mar sigue en silencio, me tengo que bajar, con un dolor inmenso, para otra vez, esperar a subir a un barco, a otro barco, con otro mar, ilusionarme con otro viaje con la esperanza de llegar a ese puerto que me va a hacer feliz, pero no para bajarme y quedarme, sólo para disfrutarlo y seguir mi destino, en mi propio barco, con mi amado mar, pero no ya en silencio.
No dejes que me baje, yo soy tu barco y vos sos mi mar.
Por mhenry5
Otra vez, quién lo iba a pensar, me subí a un barco gigante, brillante, lleno de luces y colores, principalmente el verde, que es de la esperanza. Me subí contento, optimista como siempre, a un viaje que ni pensaba hacer, que salió de no sé dónde, de la vida. Me mostraron los boletos y subí, lo pensé, pero valía la pena hacer ese viaje.
Juraría que estaba seguro que iba a ser una larga travesía, con amaneceres hermosos, con atardeceres inolvidables, que vería cambiar las estaciones del clima sentado en la cubierta, feliz, compartiendo mis cosas, curando mis heridas, transmitiendo mi alegría de vivir, cuidando, queriendo, amando, acariciando, susurrando al oído. Tdodo eso a cambio de muy poco, pero demasiado quizás, porque no todos sentimos lo mismo, con la misma intensidad, con la misma pasión.
Puede ser que no haya entrado a éste barco a los gritos, haciéndome notar como harían otros, abordé en silencio, y cuando ya había subido, recién me anuncié. Y para su sorpresa, para sorpresa del mar, de mi mar, ya estaba navegando. Pero parece que faltaban los bombos y platillos para ser importante.
Ya era el comandante, y había que tomar el timón y darle un destino, siempre con la frente bien alta, tranquilo, porque no era un sueño, estaba navegando. Tracé mil rutas, compartí otras tantas canciones, las cuáles canté algunas en voz baja, otras a los gritos. Pero parece que faltaban los bombos y platillos para ser importante.
Esperaba un mar bravío, lleno de olas gigantes, sobre las cuáles iba a ser el mejor marino jamás conocido, y sería feliz, por haber conquistado el mar y haber dominado el barco. En cambio, me encontré con un mar calmo, en silencio, y dicen que el que calla otorga, de pronto, creí que mis canciones habían sido escuchadas y comenzaba una corriente marina pequeña, empezaba y me aferré fuerte al timón para recibir aunque sea, la suavidad de una ola, pero no pasó.
El mar seguía en silencio, o me tuvo miedo, o no se dio cuenta que había un barco, a pesar de las luces, o pensó, ese barco es muy chiquito y frágil y no me animo a hacerle sentir mis olas, o es que me olvidé los bombos y platillos para ser importante.
Y al poco tiempo, comenzó el invierno, me empezó a invadir el frío contagioso del agua de mar, y ya el viaje no era tan placentero, dicen que el que calla otorga o no tiene nada que sentir, nada que decir, ninguna ola que crear, ningún marino que vencer ni acariciar, o se lo guarda para sí mismo, no lo entiendo, entonces me pregunté, para qué sirve éste viaje.
Se me acaban las ganas de aventuras, de mirar el horizonte, el amanecer, el atardecer me da lo mismo, no siento su mano, nunca sentí ni los brazos del mar, sólo el silencio, y me volví a preguntar, para qué sirve éste viaje.
Y si el mar no se levanta hacia mí, tratando de derribarme, para que el viaje sea toda una aventura, y que sea una aventura siempre, que saque de mí todo lo mejor que puedo dar, que me envuelva con aguas cálidas y me lleve a soñar con otros rumbos, nuevos paisajes, nuevos mundos. Que sus olas sean tan fuertes que me hagan sentir que subí al barco con los bombos y platillos y sentirme importante sólo para mi mar.
Si el mar no se levanta hacía mí, ¿para qué sirve éste viaje?
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laila mabrik- Cantidad de envíos : 525
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sabra- Admin
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