CARTA A LA VIDA...
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CARTA A LA VIDA...
CARTA A LA VIDA
Vida: me has regalado mis veranos, mis inviernos,
mis otoños y mi eterna primavera.
En mis veranos he explotado en mis pasiones,
exprimiendo sin cordura, tu fuego clamoroso.
En mis inviernos, me he arropado de los fríos,
los que penetran en el alma y la congelan.
En mis otoños he convivido con los llantos,
las nostalgias, la cercanía del invierno que nos lleva.
En primavera las burbujas del inicio,
han despertado aventuras despeinadas.
Has permitido que mi emblema de existencia,
tenga este sello florecido de alegría.
Tú me acercaste a lo profundo del averno,
me calcinaste en la hoguera del infierno,
hasta que un día, tan piadosa como eres,
me remitiste hasta la cumbre del comienzo.
Me has ilustrado que el camino está cubierto,
de infinitud de obstáculos despiertos;
que hay siempre un tiempo para andar sin argumento,
sólo existir entre las nubes de los sueños.
Me has descubierto los inviernos necesarios,
para hibernar en mi cuerpo y en mi alma.
He meditado en soledad en este trance;
con pies ligeros me he escapado de la parca
y cada vez que me la encuentro entre las sábanas,
yo la despisto con las ganas de quedarme.
Le lanzo un beso engarzado de certeza
y la devuelvo a su casa solitaria.
¡Cuántos otoños revelados en mi mente!
Cuánta paciencia he practicado entre sus hojas,
vuelo de pájaros cobrizos que denotan,
que todo empieza y termina en cada meta.
He transitado por las veredas del silencio,
entre las penas peregrinas que se anidan,
en cada rama, que desnuda se descubre,
con la presencia de la ausencia y la tristeza.
Otoño vivo desvestido de esperanzas,
te duele el viento que te roba tus hazañas.
Una por una va quitando tus ofrendas
y te despoja de vistosas experiencias.
Yo te bendigo por cuidarme Vida Mía.
Por deletrearme en mis momentos de apatía,
una canción de primavera perdurada,
que me convierte en aroma de lavanda
y me convida a sonreír en cada instancia.
Yo sé que tú, eres mi amante permanente,
que estarás viva entre mis sombras,
entre mis mieles, entre mis goces,
hasta ese día que no puedas evitarlo
y veas la LUZ que se acerque a reclutarme.
¡Vida Maestra! ¡Vida piadosa!
Tienes la magia de ofrecerme en cada hora,
una enseñanza que me vuelve un Ave Fénix,
en los momentos que la angustia se reporta.
Tú me has llevado por el camino de la impronta,
me has dado audacia para subir a la montaña,
me has construido una estrella que me ingresa,
en ese mundo donde habita la alborada.
BEATRIZ OJEDA
Vida: me has regalado mis veranos, mis inviernos,
mis otoños y mi eterna primavera.
En mis veranos he explotado en mis pasiones,
exprimiendo sin cordura, tu fuego clamoroso.
En mis inviernos, me he arropado de los fríos,
los que penetran en el alma y la congelan.
En mis otoños he convivido con los llantos,
las nostalgias, la cercanía del invierno que nos lleva.
En primavera las burbujas del inicio,
han despertado aventuras despeinadas.
Has permitido que mi emblema de existencia,
tenga este sello florecido de alegría.
Tú me acercaste a lo profundo del averno,
me calcinaste en la hoguera del infierno,
hasta que un día, tan piadosa como eres,
me remitiste hasta la cumbre del comienzo.
Me has ilustrado que el camino está cubierto,
de infinitud de obstáculos despiertos;
que hay siempre un tiempo para andar sin argumento,
sólo existir entre las nubes de los sueños.
Me has descubierto los inviernos necesarios,
para hibernar en mi cuerpo y en mi alma.
He meditado en soledad en este trance;
con pies ligeros me he escapado de la parca
y cada vez que me la encuentro entre las sábanas,
yo la despisto con las ganas de quedarme.
Le lanzo un beso engarzado de certeza
y la devuelvo a su casa solitaria.
¡Cuántos otoños revelados en mi mente!
Cuánta paciencia he practicado entre sus hojas,
vuelo de pájaros cobrizos que denotan,
que todo empieza y termina en cada meta.
He transitado por las veredas del silencio,
entre las penas peregrinas que se anidan,
en cada rama, que desnuda se descubre,
con la presencia de la ausencia y la tristeza.
Otoño vivo desvestido de esperanzas,
te duele el viento que te roba tus hazañas.
Una por una va quitando tus ofrendas
y te despoja de vistosas experiencias.
Yo te bendigo por cuidarme Vida Mía.
Por deletrearme en mis momentos de apatía,
una canción de primavera perdurada,
que me convierte en aroma de lavanda
y me convida a sonreír en cada instancia.
Yo sé que tú, eres mi amante permanente,
que estarás viva entre mis sombras,
entre mis mieles, entre mis goces,
hasta ese día que no puedas evitarlo
y veas la LUZ que se acerque a reclutarme.
¡Vida Maestra! ¡Vida piadosa!
Tienes la magia de ofrecerme en cada hora,
una enseñanza que me vuelve un Ave Fénix,
en los momentos que la angustia se reporta.
Tú me has llevado por el camino de la impronta,
me has dado audacia para subir a la montaña,
me has construido una estrella que me ingresa,
en ese mundo donde habita la alborada.
BEATRIZ OJEDA
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