Artemis (Diana)
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Artemis (Diana)
Artemis (Diana)
Recibe también el nombre de Cintia, por su lugar de nacimiento, el monte Cintio, en Delos. Es hermana gemela de Apolo, hija de Zeus y Leto, y una de las tres diosas vírgenes del Olimpo:
La rubia Afrodita que enardece de amor a toda la creación
no doblega ni atrapa a tres corazones: el de Hestia la pudorosa joven,
Atenea de ojos de lechuza que le complacen las guerras,
Artemis a la que complacen los arcos y en los montes perseguir fieras.
Era la señora de las cosas salvajes, y cazadora jefe de los dioses, papel insólito para una mujer. Como buena cazadora, se cuidaba de poner a salvo a las crías; era «la protectora de la juventud cubierta de rocío» en todas partes. Sin embargo, en una de esas inopinadas contradicciones que tanto se dan en la mitología, impidió que la flota griega pusiera rumbo a Troya hasta que sacrificaran a una doncella en su honor. También en muchos otros relatos es fiera y vengativa.
Por otro lado, cuando las mujeres morían de forma rápida y sin dolor, se decía que las habían matado sus flechas de plata. Así como Febo era el sol, ella era la luna, y se la llamaba Febe o Selene (que significa luna en latín), pero ninguno de estos nombres era el suyo originalmente. Febe era una titánide, miembro de los dioses antiguos, como también Selene, que era una diosa lunar, de hecho, pero sin relación con Apolo. Selene era la hermana de Helios, el dios sol con el que confundían a Apolo.
Entre los poetas posteriores, a Artemis se la identifica con Hécate. Es «la diosa con tres formas»: Selene en el cielo, Artemis en la tierra, Hécate en el mundo de abajo, y en el de arriba cuando lo envuelven las tinieblas. Hécate era la diosa de la luna nueva, de esas noches negras en las que la luna se oculta.
Se la relacionaba con los actos de la oscuridad, y era también la diosa de las encrucijadas, los cruces de caminos que se consideraban lugares fantasmales de magia maléfica. Una terrible divinidad,
Hécate del infierno,
capaz de despedazar aquello que se le oponga.
¡Escucha! ¡Escucha! Su jauría aullando por la ciudad.
Donde se encuentran tres caminos, allí está ella.
Es una transformación extraña: de cazadora adorable que surca los bosques, de luna que embellece todo con su luz, de la pura diosa virgen para quien
Aquel que es totalmente casto en espíritu
puede recolectar las hojas, los frutos y las flores.
Los impuros, nunca.
En ella se muestra de la forma más nítida la incertidumbre entre lo bueno y lo malo que aparentemente se halla en cada una de las divinidades. El ciprés era sagrado para ella y también todos los animales salvajes, pero especialmente el ciervo.
Edith Hamilton
Recibe también el nombre de Cintia, por su lugar de nacimiento, el monte Cintio, en Delos. Es hermana gemela de Apolo, hija de Zeus y Leto, y una de las tres diosas vírgenes del Olimpo:
La rubia Afrodita que enardece de amor a toda la creación
no doblega ni atrapa a tres corazones: el de Hestia la pudorosa joven,
Atenea de ojos de lechuza que le complacen las guerras,
Artemis a la que complacen los arcos y en los montes perseguir fieras.
Era la señora de las cosas salvajes, y cazadora jefe de los dioses, papel insólito para una mujer. Como buena cazadora, se cuidaba de poner a salvo a las crías; era «la protectora de la juventud cubierta de rocío» en todas partes. Sin embargo, en una de esas inopinadas contradicciones que tanto se dan en la mitología, impidió que la flota griega pusiera rumbo a Troya hasta que sacrificaran a una doncella en su honor. También en muchos otros relatos es fiera y vengativa.
Por otro lado, cuando las mujeres morían de forma rápida y sin dolor, se decía que las habían matado sus flechas de plata. Así como Febo era el sol, ella era la luna, y se la llamaba Febe o Selene (que significa luna en latín), pero ninguno de estos nombres era el suyo originalmente. Febe era una titánide, miembro de los dioses antiguos, como también Selene, que era una diosa lunar, de hecho, pero sin relación con Apolo. Selene era la hermana de Helios, el dios sol con el que confundían a Apolo.
Entre los poetas posteriores, a Artemis se la identifica con Hécate. Es «la diosa con tres formas»: Selene en el cielo, Artemis en la tierra, Hécate en el mundo de abajo, y en el de arriba cuando lo envuelven las tinieblas. Hécate era la diosa de la luna nueva, de esas noches negras en las que la luna se oculta.
Se la relacionaba con los actos de la oscuridad, y era también la diosa de las encrucijadas, los cruces de caminos que se consideraban lugares fantasmales de magia maléfica. Una terrible divinidad,
Hécate del infierno,
capaz de despedazar aquello que se le oponga.
¡Escucha! ¡Escucha! Su jauría aullando por la ciudad.
Donde se encuentran tres caminos, allí está ella.
Es una transformación extraña: de cazadora adorable que surca los bosques, de luna que embellece todo con su luz, de la pura diosa virgen para quien
Aquel que es totalmente casto en espíritu
puede recolectar las hojas, los frutos y las flores.
Los impuros, nunca.
En ella se muestra de la forma más nítida la incertidumbre entre lo bueno y lo malo que aparentemente se halla en cada una de las divinidades. El ciprés era sagrado para ella y también todos los animales salvajes, pero especialmente el ciervo.
Edith Hamilton
Roque- Poeta especial
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