Zeus ( Júpiter)
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Zeus ( Júpiter)
Zeus ( Júpiter) Zeus y sus hermanos se echaron a suertes el reparto del universo. El mar le correspondió a Poseidón y el inframundo a Hades. Zeus se convirtió en el supremo soberano. Era señor del cielo, dios de la lluvia y recolector de nubes, el que manejaba el terrible rayo. Su poder era mayor que el del resto de las divinidades juntas. En la Ilíada le cuenta a su familia: «Yo soy el más poderoso de todos los dioses. Haced la prueba y veréis: colgad del cielo una áurea soga y agarraos a ella todos los dioses y todas las diosas.
Ni así lograríais sacar del cielo y arrastrar hasta el suelo a Zeus, el supremo maestro, por mucho que os fatigarais. Pero, en cuanto yo me decidiera a tirar con resolución, os arrastraría a vosotros junto con la tierra y el mar. Entonces, podría atar alrededor de un pináculo del Olimpo la soga, y todo quedaría suspendido por los aires». Sin embargo, no era omnipotente ni tampoco omnisciente. Podían oponerse a él y engañarle; de hecho, en la Ilíada Poseidón le engaña y Hera también. Se dice en ocasiones que el misterioso poder, Destino, es más fuerte que él.
Homero hace que Hera le pregunte con desprecio si se propone librar de la muerte a un hombre a quien Destino ha condenado. Se le representa como enamorado de una mujer tras otra, rebajándose a todo tipo de manejos para esconder su infidelidad ante su esposa. La explicación por la que tales acciones se le atribuyen al más majestuoso de los dioses es, dicen los estudiosos, que el Zeus de los cantos y las historias surge de la combinación de varios dioses. Cuando su culto se extendía hasta una ciudad donde había ya un gobernante divino, los dos se fundían poco a poco en uno solo: la esposa del primer dios se transfería entonces a Zeus.
No obstante, el resultado era lamentable y a los últimos griegos no les gustaban demasiado estos asuntos amorosos. Aun así, en sus primeras apariciones Zeus tiene grandeza. En la Ilíada, Agamenón reza: «Zeus, el más glorioso, el más grande, Dios de las nubes de tormenta, tú que moras en los cielos». Exige de los hombres no solo sacrificios, sino acciones rectas.
Al ejército griego en Troya se le dice: «El padre Zeus nunca ayuda a embusteros ni a aquellos que rompen sus juramentos». Las dos ideas de él, la baja y la elevada, persistieron simultáneamente durante mucho tiempo. Su peto era la égida, cuya contemplación era espantosa; su pájaro era el águila y su árbol el roble. Su oráculo era Dodona, en la tierra de los robles: allí se revelaba la voluntad del dios a través del susurro de las hojas de roble, que los sacerdotes interpretaban.
Edith Hamilton
Ni así lograríais sacar del cielo y arrastrar hasta el suelo a Zeus, el supremo maestro, por mucho que os fatigarais. Pero, en cuanto yo me decidiera a tirar con resolución, os arrastraría a vosotros junto con la tierra y el mar. Entonces, podría atar alrededor de un pináculo del Olimpo la soga, y todo quedaría suspendido por los aires». Sin embargo, no era omnipotente ni tampoco omnisciente. Podían oponerse a él y engañarle; de hecho, en la Ilíada Poseidón le engaña y Hera también. Se dice en ocasiones que el misterioso poder, Destino, es más fuerte que él.
Homero hace que Hera le pregunte con desprecio si se propone librar de la muerte a un hombre a quien Destino ha condenado. Se le representa como enamorado de una mujer tras otra, rebajándose a todo tipo de manejos para esconder su infidelidad ante su esposa. La explicación por la que tales acciones se le atribuyen al más majestuoso de los dioses es, dicen los estudiosos, que el Zeus de los cantos y las historias surge de la combinación de varios dioses. Cuando su culto se extendía hasta una ciudad donde había ya un gobernante divino, los dos se fundían poco a poco en uno solo: la esposa del primer dios se transfería entonces a Zeus.
No obstante, el resultado era lamentable y a los últimos griegos no les gustaban demasiado estos asuntos amorosos. Aun así, en sus primeras apariciones Zeus tiene grandeza. En la Ilíada, Agamenón reza: «Zeus, el más glorioso, el más grande, Dios de las nubes de tormenta, tú que moras en los cielos». Exige de los hombres no solo sacrificios, sino acciones rectas.
Al ejército griego en Troya se le dice: «El padre Zeus nunca ayuda a embusteros ni a aquellos que rompen sus juramentos». Las dos ideas de él, la baja y la elevada, persistieron simultáneamente durante mucho tiempo. Su peto era la égida, cuya contemplación era espantosa; su pájaro era el águila y su árbol el roble. Su oráculo era Dodona, en la tierra de los robles: allí se revelaba la voluntad del dios a través del susurro de las hojas de roble, que los sacerdotes interpretaban.
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