HERACLES Y DEYANIRA
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HERACLES Y DEYANIRA
Dispuesto a cumplir con la promesa que le había hecho a Meleagro en el Hades, Heracles fue a pedir a su padre la mano de Deyanira. La princesa había sido prometida al dios río Aqueloo, pero no estaba en absoluto de acuerdo con la elección de su padre. Aqueloo tenía la capacidad de transformarse a voluntad en cualquier animal y Deyanira le tenía miedo: no le gustaba la idea de estar casada simultáneamente con un toro, un dragón, una paloma o un jabalí.
Cuando conoció a Heracles, no tuvo dudas; ese era un hombre al que podía amar. Pero Aqueloo no aceptó tranquilamente que le robaran a su novia. Y Heracles se vio obligado a trabarse en lucha contra el dios río, que cambiaba de forma bajo sus manos, como lo había hecho Nereo en la aventura del Jardín de las Hespérides. Aqueloo lo atacó transformado en toro, pero la fuerza de Heracles era enorme. Luchando con sus manos desnudas, arrojó al toro al suelo y le arrancó uno de sus cuernos. El dios río se dio por vencido. Y Heracles se casó con Deyanira. Poco después de su boda, en un viaje, Heracles y Deyanira tuvieron que cruzar un río.
El centauro Neso se ofreció a cruzarlos en su lomo. Cruzó a Heracles sin problemas y lo dejó en la orilla. Pero en lugar de llevar a Deyanira donde estaba su marido, la llevó a otra parte de la orilla, donde intentó violarla. Deyanira gritó desesperada. Heracles disparó sus flechas contra Neso y corrió a rescatarla. Antes de morir, Neso le hizo a Deyanira un extraño regalo. —Mi sangre tiene un extraño poder —le dijo, con su último aliento—. Si alguna vez Heracles se enamora de otra, te servirá para recuperar su amor. Sin que Hércules se diera cuenta, Deyanira recogió en un frasquito un poco de la sangre de Neso. Heracles y Deyanira tuvieron dos hijos y vivieron felices durante varios años. Hasta que Heracles se enamoró de otra mujer. Enloquecida de celos, Deyanira comprendió que había llegado el momento de utilizar el remedio secreto: la sangre del centauro Neso.
Mezclándola con agua, empapó una túnica en la poción mágica. Cuando estuvo seca, se la envió a Heracles, que estaba de viaje, como si fuera un regalo. Sin sospechar nada, Heracles se puso la túnica. Pero la sangre de Neso era un terrible veneno. Cuando se calentó en contacto con la piel del héroe, comenzó a quemarle todo el cuerpo, como si fuera un ácido.
Heracles, desesperado, trató de librarse de la túnica, pero se le había pegado al cuerpo de tal manera que solo podía quitársela arrancando trozos de su carne. Lo que no había conseguido el odio de dioses, hombres y monstruos, lo estaba logrando el amor de Deyanira. Heracles comprendió que había llegado su fin sobre la Tierra. Enloquecido de dolor, levantó con ramas secas una pira funeraria, se acostó sobre ella y le rogó a su mejor amigo que le prendiera fuego.
Pronto se elevaron las llamas, consumiendo el cuerpo de Heracles. Y sin embargo... Y sin embargo lo que las llamas quemaron fue solo la parte mortal de Heracles, la que había heredado de su madre Alcmena. Y sobrevivió la parte divina, que había heredado de su padre Zeus. Transformado por el poder purificador del fuego, Heracles fue recibido por los dioses del Olimpo. Por su valor, por su fuerza, por sus muchos sufrimientos, se le otorgó la inmortalidad. Desde entonces, Heracles vive para siempre en el Olimpo. Hasta se ha reconciliado con Hera, su eterna enemiga, que como prenda de paz le otorgó la mano de su hija, la bella Hebe, diosa de la juventud.
Ana María Shua.
Libro Dioses y Héroes de la Mitología Griega.
Cuando conoció a Heracles, no tuvo dudas; ese era un hombre al que podía amar. Pero Aqueloo no aceptó tranquilamente que le robaran a su novia. Y Heracles se vio obligado a trabarse en lucha contra el dios río, que cambiaba de forma bajo sus manos, como lo había hecho Nereo en la aventura del Jardín de las Hespérides. Aqueloo lo atacó transformado en toro, pero la fuerza de Heracles era enorme. Luchando con sus manos desnudas, arrojó al toro al suelo y le arrancó uno de sus cuernos. El dios río se dio por vencido. Y Heracles se casó con Deyanira. Poco después de su boda, en un viaje, Heracles y Deyanira tuvieron que cruzar un río.
El centauro Neso se ofreció a cruzarlos en su lomo. Cruzó a Heracles sin problemas y lo dejó en la orilla. Pero en lugar de llevar a Deyanira donde estaba su marido, la llevó a otra parte de la orilla, donde intentó violarla. Deyanira gritó desesperada. Heracles disparó sus flechas contra Neso y corrió a rescatarla. Antes de morir, Neso le hizo a Deyanira un extraño regalo. —Mi sangre tiene un extraño poder —le dijo, con su último aliento—. Si alguna vez Heracles se enamora de otra, te servirá para recuperar su amor. Sin que Hércules se diera cuenta, Deyanira recogió en un frasquito un poco de la sangre de Neso. Heracles y Deyanira tuvieron dos hijos y vivieron felices durante varios años. Hasta que Heracles se enamoró de otra mujer. Enloquecida de celos, Deyanira comprendió que había llegado el momento de utilizar el remedio secreto: la sangre del centauro Neso.
Mezclándola con agua, empapó una túnica en la poción mágica. Cuando estuvo seca, se la envió a Heracles, que estaba de viaje, como si fuera un regalo. Sin sospechar nada, Heracles se puso la túnica. Pero la sangre de Neso era un terrible veneno. Cuando se calentó en contacto con la piel del héroe, comenzó a quemarle todo el cuerpo, como si fuera un ácido.
Heracles, desesperado, trató de librarse de la túnica, pero se le había pegado al cuerpo de tal manera que solo podía quitársela arrancando trozos de su carne. Lo que no había conseguido el odio de dioses, hombres y monstruos, lo estaba logrando el amor de Deyanira. Heracles comprendió que había llegado su fin sobre la Tierra. Enloquecido de dolor, levantó con ramas secas una pira funeraria, se acostó sobre ella y le rogó a su mejor amigo que le prendiera fuego.
Pronto se elevaron las llamas, consumiendo el cuerpo de Heracles. Y sin embargo... Y sin embargo lo que las llamas quemaron fue solo la parte mortal de Heracles, la que había heredado de su madre Alcmena. Y sobrevivió la parte divina, que había heredado de su padre Zeus. Transformado por el poder purificador del fuego, Heracles fue recibido por los dioses del Olimpo. Por su valor, por su fuerza, por sus muchos sufrimientos, se le otorgó la inmortalidad. Desde entonces, Heracles vive para siempre en el Olimpo. Hasta se ha reconciliado con Hera, su eterna enemiga, que como prenda de paz le otorgó la mano de su hija, la bella Hebe, diosa de la juventud.
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Roque- Poeta especial
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