Marrakech
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Marrakech
RIAD MEHDI
Qué hacer después
del abandono,
sino robar hogueras,
buscar al poeta,
mendigar la humedad de otra orilla.
Y encontrar un amor de aire,
el miedo a no ser nada,
y, a veces, el silencio que se impone
y deja sin sentido los suspiros
embriagados por la última lluvia.
Entonces la luz se proyecta sin vida
y destruye la escena:
dos cuerpos en puro vaho,
Riad Mehdi, habitación 404.
Marrakech
Había allí un mirador,
–lo recuerdo–
por donde pasaba el mundo.
El murmullo de una ciudad
hermosa e ideal
que marchó y ya no vuelve.
Nunca sabremos por qué,
a nuestro pesar,
persiste la memoria.
Por qué la soledad
es una fiebre en nuestra piel
que nos envuelve
y nos deja el paladar
pegado a lo salobre.
Felipe Sérvulo
Qué hacer después
del abandono,
sino robar hogueras,
buscar al poeta,
mendigar la humedad de otra orilla.
Y encontrar un amor de aire,
el miedo a no ser nada,
y, a veces, el silencio que se impone
y deja sin sentido los suspiros
embriagados por la última lluvia.
Entonces la luz se proyecta sin vida
y destruye la escena:
dos cuerpos en puro vaho,
Riad Mehdi, habitación 404.
Marrakech
Había allí un mirador,
–lo recuerdo–
por donde pasaba el mundo.
El murmullo de una ciudad
hermosa e ideal
que marchó y ya no vuelve.
Nunca sabremos por qué,
a nuestro pesar,
persiste la memoria.
Por qué la soledad
es una fiebre en nuestra piel
que nos envuelve
y nos deja el paladar
pegado a lo salobre.
Felipe Sérvulo
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