El León de Nemea y Hércules Parte I
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El León de Nemea y Hércules Parte I
El León de Nemea y Hércules Parte I
El primer trabajo que impuso Euristeo a Heracles cuando fue a residir en Tirinto fue el de matar y desollar al león de Nemea o de Cleonas, una fiera enorme con una piel a prueba del hierro, el bronce y la piedra.
Aunque algunos dicen que este león descendía de Tifón, o de la Quimera y el perro Ortro, otros dicen que Selene lo parió con un estremecimiento espantoso y lo dejó caer en la tierra sobre el monte Treto, cerca de Nemea, junto a una cueva de dos bocas; y que, como castigo por un sacrificio no realizado, hizo que devorara a su propia gente, y los que más sufrieron fueron los bambineanos.
Otros dicen que, por deseo de Hera, Selene creó al león con espuma de mar encerrada en un gran cofre, y que Iris lo ató con su ceñidor y lo llevó a las montañas nemeas. Éstas se llamaban así por el nombre de una hija de Asopo, o de Zeus y Selene; y todavía se muestra la cueva del león a unos tres kilómetros de la ciudad de Nemea.
Al llegar a Cleonas, entre Corinto y Argos, Heracles se alojó en la casa de un peón o pastor llamado Molorco, a cuyo hijo había matado el león. Cuando Molorco se disponía a ofrecer un carnero para propiciar a Hera, Heracles se lo impidió. «Espera treinta días —le dijo—. Si vuelvo a salvo, sacrifícalo a Zeus Salvador; si no vuelvo, ¡sacrifícamelo a mí como héroe!»
Heracles llegó a Nemea al mediodía, pero como el león había despoblado a la vecindad, no encontró a nadie que lo orientase, ni se veían rastros de la fiera. Primeramente registró el monte Apesas, llamado así por Apesanto, un pastor al que había matado el león; aunque algunos dicen que Apesanto era un hijo de Acrisio, quien murió por haberle mordido una serpiente en el talón. Luego Heracles fue al monte Treto y al poco tiempo divisó al león que volvía a su guarida, salpicado con la sangre de la matanza del día. Le lanzó una andanada de flechas, pero rebotaron en la espesa piel sin hacerle daño y el león se lamió las quijadas y bostezó. Luego Heracles utilizó la espada, que se dobló como si hubiera sido de plomo; finalmente levantó la clava y descargó con ella tal golpe contra el león en el hocico que el animal se introdujo en su cueva de doble boca sacudiendo la cabeza, no a causa del dolor, sin embargo, sino porque le zumbaban los oídos. Heracles, lanzando una triste mirada a su clava rota, cubrió con una red una de las entradas de la cueva y se introdujo en ella por la otra. Habiéndose dado cuenta de que el monstruo era inmune a todas las armas, se puso a luchar con él a brazo partido. El león le arrancó un dedo de un mordisco, pero, tomando su cabeza debajo del brazo, Heracles lo apretó hasta estrangularlo.
Fragmento del libro “Los mitos griegos II” por Robert Graves
Luxor- Poeta especial
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