El león de Nemea y Hércules Parte II
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El león de Nemea y Hércules Parte II
El león de Nemea y Hércules Parte II
Llevando el cuerpo de la fiera en los hombros, Heracles volvió a Cleonas, adonde llegó al cabo de treinta días, y encontró a Molorco a punto de ofrecerle un sacrificio de héroe; en su lugar, ofrecieron juntos un sacrificio a Zeus Salvador. Una vez hecho eso, Heracles se cortó una nueva clava y, después de introducir varias modificaciones en los Juegos Nemeos que hasta entonces se celebraban en honor de Ofeltes, y de dedicarlos en cambio a Zeus, llevó el cuerpo del león a Micenas. Euristeo, pasmado y aterrado le prohibió volver a entrar en la ciudad; en el futuro debía exhibir los frutos de sus trabajos fuera de las puertas.
Durante un tiempo Heracles se quedó perplejo, sin saber cómo desollar al león, hasta que por inspiración divina se le ocurrió emplear las propias garras del animal, afiladas como navajas, y no tardó en poder llevar la piel invulnerable como armadura y la cabeza como yelmo. Entre tanto, Euristeo ordenó a sus herreros que le forjaran una urna de bronce, que ocultó bajo la tierra. En adelante, cada vez que le anunciaban la llegada de Heracles se refugiaba en esa urna y enviaba sus órdenes por medio de un heraldo, un hijo de Pélope llamado Copreo a quien había purificado de un asesinato.
Los honores que recibió Heracles de la ciudad de Nemea en agradecimiento por su hazaña los cedió posteriormente a sus fieles aliados de Cleonas, que lucharon a su lado en la guerra de Elea, donde murieron trescientos sesenta. En cuanto a Molorco, fundó la ciudad vecina de Molorquia, y plantó el Bosque Ñemeo, donde se realizan los Juegos Nemeosi. Heracles no fue el único hombre que estranguló a un león en aquella época. Realizó la misma hazaña su amigo Filio como la primera de las tres tareas amorosas que le impuso Cicno, un hijo de Apolo e Hiria.
Filio también tuvo que apresar vivas a varias aves monstruosas devoradoras de hombres, parecidas a los buitres, y después de luchar a brazo partido con un toro feroz, llevarlo al altar de Zeus. Una vez realizados los tres trabajos. Cicno exigió además un buey que Filio había ganado como premio en ciertos juegos fúnebres. Heracles aconsejó a Filio que se negase a hacer eso y le instó a que llegase a un acuerdo con Cicno, quien, desesperado, se arrojó a un lago, que desde entonces se llamó el lago cicneano. Su madre Hiria se mató del mismo modo y ambos fueron transformados en cisnes.
El combate ritual del rey sagrado con fieras forma una parte corriente del ritual de la coronación en Grecia, Asia Menor, Babilonia y Siria, en el que cada animal representaba una estación del año. Su número variaba según el calendario. En un año de tres estaciones consistían, como la Quimera, en el león, la cabra y la serpiente, y de aquí la afirmación de que el león de Citerón era hijo de la Quimera y de Ortro, o sea Sirio; o de toro, león y serpiente, que eran los cambios estacionales de Dioniso, según las Bacantes de Eurípides; o el león, el caballo y el perro, como las cabezas de Hécate.
Pero en un año de cuatro estaciones habrán sido el toro, el carnero, el león y la serpiente, como las cabezas de Panes descritas en el Fragmento Órfico 63; o el toro, el león, el águila y el serafín, como en la visión de Ezequiel (Ezequiel i); o, más sencillamente, el toro, el león, el escorpión y la hidra, los cuatro signos del Zodíaco, que caían en los equinoccios y solsticios.
Fragmento del libro “Los mitos griegos II” por Robert Graves
Llevando el cuerpo de la fiera en los hombros, Heracles volvió a Cleonas, adonde llegó al cabo de treinta días, y encontró a Molorco a punto de ofrecerle un sacrificio de héroe; en su lugar, ofrecieron juntos un sacrificio a Zeus Salvador. Una vez hecho eso, Heracles se cortó una nueva clava y, después de introducir varias modificaciones en los Juegos Nemeos que hasta entonces se celebraban en honor de Ofeltes, y de dedicarlos en cambio a Zeus, llevó el cuerpo del león a Micenas. Euristeo, pasmado y aterrado le prohibió volver a entrar en la ciudad; en el futuro debía exhibir los frutos de sus trabajos fuera de las puertas.
Durante un tiempo Heracles se quedó perplejo, sin saber cómo desollar al león, hasta que por inspiración divina se le ocurrió emplear las propias garras del animal, afiladas como navajas, y no tardó en poder llevar la piel invulnerable como armadura y la cabeza como yelmo. Entre tanto, Euristeo ordenó a sus herreros que le forjaran una urna de bronce, que ocultó bajo la tierra. En adelante, cada vez que le anunciaban la llegada de Heracles se refugiaba en esa urna y enviaba sus órdenes por medio de un heraldo, un hijo de Pélope llamado Copreo a quien había purificado de un asesinato.
Los honores que recibió Heracles de la ciudad de Nemea en agradecimiento por su hazaña los cedió posteriormente a sus fieles aliados de Cleonas, que lucharon a su lado en la guerra de Elea, donde murieron trescientos sesenta. En cuanto a Molorco, fundó la ciudad vecina de Molorquia, y plantó el Bosque Ñemeo, donde se realizan los Juegos Nemeosi. Heracles no fue el único hombre que estranguló a un león en aquella época. Realizó la misma hazaña su amigo Filio como la primera de las tres tareas amorosas que le impuso Cicno, un hijo de Apolo e Hiria.
Filio también tuvo que apresar vivas a varias aves monstruosas devoradoras de hombres, parecidas a los buitres, y después de luchar a brazo partido con un toro feroz, llevarlo al altar de Zeus. Una vez realizados los tres trabajos. Cicno exigió además un buey que Filio había ganado como premio en ciertos juegos fúnebres. Heracles aconsejó a Filio que se negase a hacer eso y le instó a que llegase a un acuerdo con Cicno, quien, desesperado, se arrojó a un lago, que desde entonces se llamó el lago cicneano. Su madre Hiria se mató del mismo modo y ambos fueron transformados en cisnes.
El combate ritual del rey sagrado con fieras forma una parte corriente del ritual de la coronación en Grecia, Asia Menor, Babilonia y Siria, en el que cada animal representaba una estación del año. Su número variaba según el calendario. En un año de tres estaciones consistían, como la Quimera, en el león, la cabra y la serpiente, y de aquí la afirmación de que el león de Citerón era hijo de la Quimera y de Ortro, o sea Sirio; o de toro, león y serpiente, que eran los cambios estacionales de Dioniso, según las Bacantes de Eurípides; o el león, el caballo y el perro, como las cabezas de Hécate.
Pero en un año de cuatro estaciones habrán sido el toro, el carnero, el león y la serpiente, como las cabezas de Panes descritas en el Fragmento Órfico 63; o el toro, el león, el águila y el serafín, como en la visión de Ezequiel (Ezequiel i); o, más sencillamente, el toro, el león, el escorpión y la hidra, los cuatro signos del Zodíaco, que caían en los equinoccios y solsticios.
Fragmento del libro “Los mitos griegos II” por Robert Graves
Luxor- Poeta especial
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