Carta de Louis Jouvet a César Vallejo
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Carta de Louis Jouvet a César Vallejo
París, 2 de setiembre de 1930
Yo no muy a menudo tengo la ocasión de leer una bella pieza. Así que estoy muy feliz de conocer "Mampar" que, a pesar de su longitud, sus consideraciones a veces oscuras, y su construcción un poco complicada, me parece a mí como tal. Me siento más cómodo aún para hablar con usted, sinceramente, ya que tal cual está ahora no me parece destinada para la escena en la "Comédie des Champs-Elysées", teniendo además en cuenta que el programa de mi próxima temporada se encuentra fijado desde hace tiempo.
La crítica principal que yo haría a Mampar es la siguiente: se trata de una pieza doble. En principio es el drama de la franqueza en el primer acto, Mampar, el joven que tiene necesidad de decir siempre lo que piensa y lo que sabe, sufre con sinceridad entre las manos de una amante intrigante, insulta a un mendigo por sinceridad y termina por matar a su madre, siempre por sinceridad.
Pero el segundo acto, ya no se trata de ninguna manera de la misma pieza. Un drama filosófico sustituye el drama moral. La busquedad de la verdad, de la verdad objetiva, ha reemplazado a la busqueda de la sinceridad. Tal es en el fondo el sentido de las dos escenas, tal vez un poco extensas, entre Roncalo y el juez primero y luego entre el juez y el criminalista. El héroe del primer acto es es Mampar, el héroe del segundo acto es el juez con la conciencia atormentada. Son tal vez dos piezas que se completan perfectamente. Mas no son menos dos piezas y no una sola.
El tercer acto, que pone al fin a los dos personajes en presencia uno del otro Mampar y el juez, el primero con su necesidad de ser sincero, el segundo con su necesidad de verdad, es evidentemente una tentativa para anudar las dos piezas, concentrando en una sola preocupación la inquietud de los dos hombres: ¿Es o no es responsable Mampar de la muerte de su madre?
Pero a mi parecer es muy tarde, y el tercer acto no llega a soldar los dos problemas adecuadamente como para que se termine la lectura de esta pieza con una impresión de unidad.
Podría hacerle a Mampar otras observaciones más, pero de importancia mucho menor que esa. En todo caso, insisto sobre esta crítica ya que la pieza me parece plenamente interesante.
Queda, mi querido amigo, el muy cordial afecto de
Louis Jouvet
Yo no muy a menudo tengo la ocasión de leer una bella pieza. Así que estoy muy feliz de conocer "Mampar" que, a pesar de su longitud, sus consideraciones a veces oscuras, y su construcción un poco complicada, me parece a mí como tal. Me siento más cómodo aún para hablar con usted, sinceramente, ya que tal cual está ahora no me parece destinada para la escena en la "Comédie des Champs-Elysées", teniendo además en cuenta que el programa de mi próxima temporada se encuentra fijado desde hace tiempo.
La crítica principal que yo haría a Mampar es la siguiente: se trata de una pieza doble. En principio es el drama de la franqueza en el primer acto, Mampar, el joven que tiene necesidad de decir siempre lo que piensa y lo que sabe, sufre con sinceridad entre las manos de una amante intrigante, insulta a un mendigo por sinceridad y termina por matar a su madre, siempre por sinceridad.
Pero el segundo acto, ya no se trata de ninguna manera de la misma pieza. Un drama filosófico sustituye el drama moral. La busquedad de la verdad, de la verdad objetiva, ha reemplazado a la busqueda de la sinceridad. Tal es en el fondo el sentido de las dos escenas, tal vez un poco extensas, entre Roncalo y el juez primero y luego entre el juez y el criminalista. El héroe del primer acto es es Mampar, el héroe del segundo acto es el juez con la conciencia atormentada. Son tal vez dos piezas que se completan perfectamente. Mas no son menos dos piezas y no una sola.
El tercer acto, que pone al fin a los dos personajes en presencia uno del otro Mampar y el juez, el primero con su necesidad de ser sincero, el segundo con su necesidad de verdad, es evidentemente una tentativa para anudar las dos piezas, concentrando en una sola preocupación la inquietud de los dos hombres: ¿Es o no es responsable Mampar de la muerte de su madre?
Pero a mi parecer es muy tarde, y el tercer acto no llega a soldar los dos problemas adecuadamente como para que se termine la lectura de esta pieza con una impresión de unidad.
Podría hacerle a Mampar otras observaciones más, pero de importancia mucho menor que esa. En todo caso, insisto sobre esta crítica ya que la pieza me parece plenamente interesante.
Queda, mi querido amigo, el muy cordial afecto de
Louis Jouvet
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