BIOGRAFÍA DE JOHN FITZGERALD KENNEDY. I
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BIOGRAFÍA DE JOHN FITZGERALD KENNEDY. I
Kennedy, John Fitzgerald Político estadounidense (Brookline, 1917 –Dallas, 1963). En 1952 obtuvo el cargo de senador.
Candidato demócrata a la presidencia de la República frente al republicano Nixon en 1960, resultó elegido, convirtiéndose en el primer presidente católico de su país. Desarrolló una política exterior dirigida a contrarrestar el comunismo.
Respaldó la invasión de Cuba por un grupo de exiliados en EE. UU. (Bahía de Cochinos, 1961) que fracasó. Poco después (1962) se enfrentó a la URSS cuando este país instaló misiles nucleares en Cuba. Creó la Alianza para el Progreso (1961) para potenciar las relaciones con los países americanos e inició la intervención armada en Vietnam.
Elevó al Congreso la la ley de derechos civiles a favor de los negros, aunque no fue aprobada hasta 1964. Murió asesinado en la ciudad de Dallas, en circunstancia aún no aclaradas.
John Fitzgerald Kennedy era el segundo hijo de una números y rica familia de origen irlandés. La pasión de la política animaba a los Kennedy desde los tiempos de su abuelo, que era quien había amasado la fortuna de la familia. John estuvo en los mejores colegios, en los que mostró ser un estudiante simpático, deportista y algo mediocre en los resultados, aunque se licenció brillantemente en Harvard. Después de la guerra, en 1945, decidió repentinamente dedicarse a la política. La familia apoyó su decisión y cósico su campaña electoral. Fue nombrado diputado del partido demócrata con veintiocho anos y (ras varias reelecciones, se convirtió en senador en 1953 y en 1960 se presentó como candidato a la presidencia de los listados Unidos, con un programa muy preciso, muchas ayudas financieras y una personalidad carismática.
Hacia la Casa Blanca
Cuando, en 1945, John Fitzgerald Kennedy fue licenciado por la Armada, era un joven de 27 años con muchísimas prendas y manifiestas dotes para las lides políticas. Su salud no era de las mejores. Muy deportista como estudiante, había sufrido cierto quebranto en su columna vertebral como consecuencia de una caída en un campo de juego. También padecía cierta insuficiencia de las glándulas suprarrenales —mal de Addison—, origen de muchas molestias. Todo se le agravó con lo ocurrido frente a las islas Salomón y el paludismo que contrajo durante la guerra.
Durante su relativamente corta vida, tuvo que someterse a varias intervenciones quirúrgicas y usar aparatos ortopédicos. Pero nada de esto afectó de modo aparente a su prestancia personal, a su espigada figura de más de 1,80 metros de estatura. Había sido testigo y beneficiario de la rápida ascensión económica de su familia. Siempre en mejores casas. Numeroso servicio doméstico, algo que en Estados Unidos significa muchísima holgura. Buenos colegios.
Luego, Harvard, con mucho hincapié en historia y política y animados debates en las clases. Frecuentes viajes. Se graduó en Harvard con una tesis que llamó la atención. Se titulaba Why Enghnd Slept —”Por qué Inglaterra se durmió”— y atribuía el difícil predicamento en que se vio Gran Bretaña ante Hitler al egoísmo de patronos y obreros, la influencia del pacifismo y la excesiva economía presupuestaria. Luego, estudió algo de economía y negocios en la universidad californiana de Stanford e hizo más viajes. Orientado por su padre, estaba adquiriendo una sólida preparación para ser “hombre público”. Era el segundón, pero la desaparición del primogénito lo convirtió en el abanderado de la familia.
No tenía nada de rebelde. Aceptaba todos los valores del American loay of life, esos valores que habían hecho de los Kennedy en muy pocas generaciones una potencia. No dudaba de que el sistema norteamericano era el mejor del mundo y de que Estados Unidos estaba llamado por su propia grandeza a una misión rectora y dominante, mal que pesara al perturbador comunismo.
Aceptaba el Establishment. Aceptaba las “reglas del juego” de la política norteamericana, aunque tuvieran tanto parecido con las del cachascán. Sabía de sobra que tenía que procurarse una piel de elefante y ser un maestro en el arte de la sonrisa, del apretón de manos, de la campechanía sin condescendencia aparente. Aunque, como es natural, era un demócrata, tuvo en un principio más de “conservador” que de “liberal”.
Se inició en la política, también de modo muy natural, en el undécimo distrito ele East Boston, donde eran muy numerosas las familias descendientes de inmigrantes, especialmente irlandeses. Quería ingresar en la Cámara de Representantes. Tenía el apoyo de mucho amigos de Harvard y de la Armada. Tenía también su aureola de héroe de la guerra. Y tenía igualmente cincuenta mil dólares de su padre para la campaña. Venció fácilmente en las “primarias”, esas elecciones internas que celebran los dos grandes partidos en algunos estados del país para la designación de candidatos. Venció luego al candidato republicano.
Kennedy se había convertido en una personalidad de primera línea y contaba con numerosos partidarios. En su programa electoral se afrontaban varios temas candentes: el desarme, la coexistencia pacífica con la URSS, el relanzamiento económico del país y la defensa de minorías como los negros. Invitaba al país a recoger el desafío del momento, como en tiempos de los pioneros: reencontrar el amor por la libertad y el sentido de la responsabilidad. Llamó a su programa «Nueva Frontera», parangonándolo con el objetivo de los pioneros fundadores de la nación. Kennedy fue elegido en 1961 el 35° presidente de los Estados Unidos, el primero de religión católica y el más joven de todos los inquilinos de la Casa Blanca. Todo el país estaba a la expectativa de que cumpliera su compromiso: la renovación del espíritu de la nación.
Y de este modo, con 29 años de edad, se vio convertido en legislador de su país. Washington lo llamaba. Ingresó en una cámara que, por primera vez en dieciséis años, tenía mayoría republicana. Corría el año 1947. Eran los tiempos de Truman, presidente sucesos de Roosevelt. Reelegido en 1948 y 1950, bien asentado políticamente, el joven representante no se distinguió por sus iniciativas.
Biografia de Jacqueline Lee Bouvier Mujer de John KennedyFue un legislador demócrata disciplinado, cauteloso y prudente, atento sobre todo a los intereses de su distrito, aunque durante su período de senador de John Fitzgerald Kennedy fue muy movido en otros aspectos. En 1953, el joven y apuesto político, codiciado por tantas, se casó con Jacqueline Bouvier, hija de un acaudalado agente de bolsa de Nueva York. Formaban una pareja de rara distinción.
La boda, fastuosa, se celebró en la iglesia de St. Mary de Newport, Rhode Island. Allí estuvo el siempre fiel cardenal Cushing para bendecir la unión, un auténtico “acontecimiento social”. Jacqueline, que tanto ha dado que hablar, supuso mucho en la vida de John F. Kennedy y los suyos. En cierto modo, todavía supone.
Para competir en las próximas elecciones frente al poderoso Nixon, se avanzó a paso de carga, en forma arrolladora. El joven senador se impuso en todas las “primarias”. Luego, en la convención nacional del partido, se impuso en la primera votación, dejando burlado al veterano Lyndon B. Johnson, el hábil político texano para el que el Senado no tenía secretos. Se mitigó el despecho del vencido ofreciéndole generosamente el segundo término del binomio, la candidatura a la vice-presidencia.
En enero de 1961, tras ocho años de gobierno de un general retirado aficionado al golf, John F. Kennedy, joven, atractivo y vehemente, asumió la presidencia en Washington. Era evidente que llegaba una nueva época. En su discurso, Kennedy planteó en modo elocuente una serie de objetivos a los ciudadanos y al mundo.
«La antorcha ha pasado a otra generación de estadounidenses, nacidos en este siglo, templados por la guerra, disciplinados por una paz dura y amarga», dijo Kennedy. Exhortó a sus compatriotas a «pagar cualquier precio, soportar cualquier carga, enfrentarse a cualquier apuro, apoyar a cualquier amigo y oponerse a cualquier enemigo para asegurar la supervivencia y el éxito de la libertad». Luego, los instó a «no preguntarse qué podía hacer su país por ellos sino qué podían hacer ellos por su país».
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