Ensayo II. En torno al casticismo de Miguel de Unamuno
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Ensayo II. En torno al casticismo de Miguel de Unamuno
Ensayo II
Para llegar, lo mismo un pueblo que un hombre, a conocerse, tiene que estudiar de un modo o de otro su historia.
El conocimiento desinteresado de su historia da a un pueblo valor, conocimiento de sí mismo, para despojarse de los detritus de desasimilación que embarazan su vida.
De raza española fisiológica nadie habla en serio, y, sin embargo, hay casta española, más o menos en formación, y latina y germánica, porque hay castas y casticismos espirituales por encima de todas las braquicefalias y dolicocefalias habidas y por haber.
Lo mismo que tantos pueblos han proyectado en sus orígenes, en la edad de oro, su ideal social, Rousseau proyectó en los orígenes del género humano el término ideal de la sociedad de los hombres, el contrato social.
Se podrá decir que hay verdadera patria española cuando sea libertad en nosotros la necesidad de ser españoles, cuando todos lo seamos por querer serlo, queriéndolo porque lo seamos. Querer ser algo no es resignarse a serlo tan sólo.
De antiguo los hombres rindieron adoración al verbo, viendo en el lenguaje la más divina maravilla.
La labor de españolización de España no está concluida, ni mucho menos, ni concluirá, creemos, si no se acaba con casticismos engañosos, en la lengua y en el pensamiento que en ella se manifiesta, en la cultura misma.
La labor de españolización de España no está concluida, ni mucho menos, ni concluirá, creemos, si no se acaba con casticismos engañosos, en la lengua y en el pensamiento que en ella se manifiesta, en la cultura misma.
Conviene mostrar que el regionalismo y el cosmopolitismo son dos aspectos de una misma idea, y los sostenes del verdadero patriotismo, que todo cuerpo se sostiene del juego de la presión externa con la tensión interna.
Castilla, en su exclusivismo, era menos exclusiva que los pueblos que, encerrados en sí, se dedicaban a su fomento interior; fue uno de los pueblos más universales, el que se echó a salvar almas por esos mundos de Dios, y a saquear América para los flamencos.
«Que era común proverbio llamar el flamenco al español mi indio. Y decían la verdad, porque los indios no daban tanto oro a los españoles, como los españoles a los flamencos.» -Fr. Prudencio de Sandoval, en el libro v de la Vida y hechos del Emperador Carlos I.
Castilla, sea como fuere, se puso a la cabeza de la monarquía española, y dio tono y espíritu a toda ella; lo castellano es, en fin de cuenta, lo castizo.
El caso fué que Castilla paralizó los centros reguladores de los demás pueblos españoles, inhibióles la conciencia histórica en gran parte, les echó en ella su idea, la idea del unitarismo conquistador.
Es cierto que los abuelos de los tercios de Flandes pelearon porque su rey no se saliera de España; pero ¿se encuentra en historiadores castizos españoles con que celebren nuestras derrotas, como los ingleses las de sus reyes en el continente? Véanse las reflexiones que sugiere a Juan Ricardo Green (A short history ofthe english people) la derrota del rey Juan, el angevino, en Bouvines en 1214, derrota en que perdió sus posesiones francesas, y a que debe Inglaterra la Carta Magna, y cuanto dice del fin de la guerra de los Cien Años. Aquí, en cambio, todavía se llora por algunos la pérdida de aquellos dominios en que no se ponía el sol.
Después de la vigorosa acción vino el vigor del pensamiento, el rebotar los actos del exterior al espíritu que los había engendrado; el reflejo en el alma castellana de su propia obra, su edad de oro literaria. En aquella literatura se va a buscar el modelo de casticismo, es la literatura castellana eminentemente castiza, a la vez que es nuestra literatura clásica.
La vieja idea castellana castiza encarnó en una literatura y en otras obras no literarias, porque las de Iñigo de Loyola y Domingo de Guzmán, ¿no son acaso hijas del espíritu castellano casado con el catolicismo y universalizadas merced a éste?
Lo que hace la continuidad de un pueblo no es tanto la tradición histórica de una literatura cuanto la tradición intra-histórica de una lengua; aun rota aquélla, vuelve a renacer merced a ésta.
Nuestra literatura clásica castiza brotó cuando se había iniciado la decadencia de la casa de Austria, al recogerse la idea castellana, fatigada de luchar y derrotada en parte, al recogerse en sí y conocerse, como nos conocemos todos, por lo que había hecho, en el espejo de sus obras; al volver a sí del choque con la realidad externa que la había rechazado después de recibir señal y efecto de ella.
¡Hermosa palabra ésta de re-crear! El vocablo recreo, re-creación, aplicado al juego, lleva ya en sus entrañas la doctrina toda de Schiiller sobre el Arte, re-creación de la creación. ¡Cuánta filosofía inconsciente en los redaños del lenguaje! Todavía habrá que remozar la meta-física en la meta-lingüística, que es una verdadera meta-lógica.
A uno que duerme en el silencio le despierta un ruido, y al que se duerme con éste, le despierta su cesación. El hombre de lo que se da cuenta es del contraste, de una ruptura de la continuidad en espacio o tiempo.
Fondo intra-conciente: Le llamo así y no inconciente o sub-conciente, por parecerme estos términos inexactos. Lo que se suele llamar inconciente es de ordinario el contenido de lo conciente, sus entrañas, está más bien dentro que debajo de él.
Cada impresión, cada idea, lleva su nimbo, su atmósfera etérea; la impresión, de todo lo que le rodeaba; la idea, de las representaciones concretas de que brotó. Aquellas figurillas de triángulos, etéreas y ondulantes, que flotan en nuestra mente al pensar en el triángulo (figurillas de que hablaba Balmes), no son sino parte del nimbo, de la atmósfera de la idea, parte del mar de lo intra-conciente, raíces del concepto.
En este universo hay diferentes sistemas planetarios, y cada planeta, cada idea, es un mundo a su vez, con su organismo.
¡Cosa honda y difícil conocer el hecho! Conocer el hecho, distinguirlo de otros y distinguirlo con vida, rehaciéndolo en nuestra mente.
Cada hecho es tal cual es y no otro como resultado de un proceso, de un hacerse, de una diferenciación; así es que conocerlo con conocimiento vivo es rehacerlo en nuestra mente reproduciendo su proceso. La representación viva es un hecho rehecho.
Para llegar, lo mismo un pueblo que un hombre, a conocerse, tiene que estudiar de un modo o de otro su historia.
El conocimiento desinteresado de su historia da a un pueblo valor, conocimiento de sí mismo, para despojarse de los detritus de desasimilación que embarazan su vida.
De raza española fisiológica nadie habla en serio, y, sin embargo, hay casta española, más o menos en formación, y latina y germánica, porque hay castas y casticismos espirituales por encima de todas las braquicefalias y dolicocefalias habidas y por haber.
Lo mismo que tantos pueblos han proyectado en sus orígenes, en la edad de oro, su ideal social, Rousseau proyectó en los orígenes del género humano el término ideal de la sociedad de los hombres, el contrato social.
Se podrá decir que hay verdadera patria española cuando sea libertad en nosotros la necesidad de ser españoles, cuando todos lo seamos por querer serlo, queriéndolo porque lo seamos. Querer ser algo no es resignarse a serlo tan sólo.
De antiguo los hombres rindieron adoración al verbo, viendo en el lenguaje la más divina maravilla.
La labor de españolización de España no está concluida, ni mucho menos, ni concluirá, creemos, si no se acaba con casticismos engañosos, en la lengua y en el pensamiento que en ella se manifiesta, en la cultura misma.
La labor de españolización de España no está concluida, ni mucho menos, ni concluirá, creemos, si no se acaba con casticismos engañosos, en la lengua y en el pensamiento que en ella se manifiesta, en la cultura misma.
Conviene mostrar que el regionalismo y el cosmopolitismo son dos aspectos de una misma idea, y los sostenes del verdadero patriotismo, que todo cuerpo se sostiene del juego de la presión externa con la tensión interna.
Castilla, en su exclusivismo, era menos exclusiva que los pueblos que, encerrados en sí, se dedicaban a su fomento interior; fue uno de los pueblos más universales, el que se echó a salvar almas por esos mundos de Dios, y a saquear América para los flamencos.
«Que era común proverbio llamar el flamenco al español mi indio. Y decían la verdad, porque los indios no daban tanto oro a los españoles, como los españoles a los flamencos.» -Fr. Prudencio de Sandoval, en el libro v de la Vida y hechos del Emperador Carlos I.
Castilla, sea como fuere, se puso a la cabeza de la monarquía española, y dio tono y espíritu a toda ella; lo castellano es, en fin de cuenta, lo castizo.
El caso fué que Castilla paralizó los centros reguladores de los demás pueblos españoles, inhibióles la conciencia histórica en gran parte, les echó en ella su idea, la idea del unitarismo conquistador.
Es cierto que los abuelos de los tercios de Flandes pelearon porque su rey no se saliera de España; pero ¿se encuentra en historiadores castizos españoles con que celebren nuestras derrotas, como los ingleses las de sus reyes en el continente? Véanse las reflexiones que sugiere a Juan Ricardo Green (A short history ofthe english people) la derrota del rey Juan, el angevino, en Bouvines en 1214, derrota en que perdió sus posesiones francesas, y a que debe Inglaterra la Carta Magna, y cuanto dice del fin de la guerra de los Cien Años. Aquí, en cambio, todavía se llora por algunos la pérdida de aquellos dominios en que no se ponía el sol.
Después de la vigorosa acción vino el vigor del pensamiento, el rebotar los actos del exterior al espíritu que los había engendrado; el reflejo en el alma castellana de su propia obra, su edad de oro literaria. En aquella literatura se va a buscar el modelo de casticismo, es la literatura castellana eminentemente castiza, a la vez que es nuestra literatura clásica.
La vieja idea castellana castiza encarnó en una literatura y en otras obras no literarias, porque las de Iñigo de Loyola y Domingo de Guzmán, ¿no son acaso hijas del espíritu castellano casado con el catolicismo y universalizadas merced a éste?
Lo que hace la continuidad de un pueblo no es tanto la tradición histórica de una literatura cuanto la tradición intra-histórica de una lengua; aun rota aquélla, vuelve a renacer merced a ésta.
Nuestra literatura clásica castiza brotó cuando se había iniciado la decadencia de la casa de Austria, al recogerse la idea castellana, fatigada de luchar y derrotada en parte, al recogerse en sí y conocerse, como nos conocemos todos, por lo que había hecho, en el espejo de sus obras; al volver a sí del choque con la realidad externa que la había rechazado después de recibir señal y efecto de ella.
¡Hermosa palabra ésta de re-crear! El vocablo recreo, re-creación, aplicado al juego, lleva ya en sus entrañas la doctrina toda de Schiiller sobre el Arte, re-creación de la creación. ¡Cuánta filosofía inconsciente en los redaños del lenguaje! Todavía habrá que remozar la meta-física en la meta-lingüística, que es una verdadera meta-lógica.
A uno que duerme en el silencio le despierta un ruido, y al que se duerme con éste, le despierta su cesación. El hombre de lo que se da cuenta es del contraste, de una ruptura de la continuidad en espacio o tiempo.
Fondo intra-conciente: Le llamo así y no inconciente o sub-conciente, por parecerme estos términos inexactos. Lo que se suele llamar inconciente es de ordinario el contenido de lo conciente, sus entrañas, está más bien dentro que debajo de él.
Cada impresión, cada idea, lleva su nimbo, su atmósfera etérea; la impresión, de todo lo que le rodeaba; la idea, de las representaciones concretas de que brotó. Aquellas figurillas de triángulos, etéreas y ondulantes, que flotan en nuestra mente al pensar en el triángulo (figurillas de que hablaba Balmes), no son sino parte del nimbo, de la atmósfera de la idea, parte del mar de lo intra-conciente, raíces del concepto.
En este universo hay diferentes sistemas planetarios, y cada planeta, cada idea, es un mundo a su vez, con su organismo.
¡Cosa honda y difícil conocer el hecho! Conocer el hecho, distinguirlo de otros y distinguirlo con vida, rehaciéndolo en nuestra mente.
Cada hecho es tal cual es y no otro como resultado de un proceso, de un hacerse, de una diferenciación; así es que conocerlo con conocimiento vivo es rehacerlo en nuestra mente reproduciendo su proceso. La representación viva es un hecho rehecho.
Brisa del Mar- Cantidad de envíos : 48
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Re: Ensayo II. En torno al casticismo de Miguel de Unamuno
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