El bosque se perdió entre las llamas del fuego
3 participantes
Página 1 de 1.
El bosque se perdió entre las llamas del fuego
El bosque se perdió entre las llamas del fuego
Rebeca y Ramón eran dos hermanos que vivieron una aventura terrorífica que nunca olvidaran.
Sucedió un lunes a las cinco de la tarde, ellos dos habían ido a dar un paseo en coche, cuando de pronto éste se quedó sin gasolina y mientras ellos dos estaban discutiendo sobre lo que debían hacer para solucionar el problema, una mujer apareció al lado del coche:
-Yo puedo ayudaros-dijo ésta.
-¿Cómo?-preguntó Ramón, adelantándose a su hermana.
-Seguidme.
La mujer empezó a caminar, los dos hermanos salieron del bosque, aquella extraña mujer les condujo hasta un bosque, y de repente, ella desapareció, dejándolos a ellos dos solos.
-¿Has visto lo mismo que yo Rebeca?
- Sí, esa mujer ha desaparecido en el aire.
-Es que esa mujer era un fantasma.
-Los fantasmas no existen.
-¿Entonces cómo explicas lo que acaba de pasar?
-No lo sé, simplemente no tiene explicación.
-No, no la tiene, intentemos salir de este bosque.
- De acuerdo.
Pero por más que caminaban no conseguían llegar al lugar donde habían dejado el coche, llegaron hasta una casa, y al verla pensaron en entrar para llamar por teléfono.
Les abrió la puerta, una anciana con una larga cabellera blanca:
-¿Qué queréis, jovencitos?
-Nos hemos perdido ¿Podemos usar el teléfono?
-Lo siento, pero no poseo línea telefónica.
-¿Ah no?
-No, pero pasar, tengo algo para ti.
-¿Para mí?
-Sí, entra Rebeca.
-Cómo sabe mi nombre?
-Cómo sabe su nombre?-preguntó su hermano Ramón.
-Yo sé muchas cosas, entrar.
Los dos hermanos entraron a la casa. Allí vieron una mesa redonda con cuatro sillas alrededor, en cada una de ellas, estaban sentados cuatro fantasmas, sus pies sobrevolaban del suelo.
Uno de los fantasmas saludó a Ramón:
-Hola Ramón.
Él le cedió su silla.
-¿Quieres sentarte?
Ramón no se lo pensó dos veces, cogió la mano de su hermana y arrancó a correr abandonando esa casa para siempre jamás. Tras un largo rato corriendo, los dos hermanos se sentaron bajo la copa de un gran árbol, a recuperar el aliento.
Cuando oyeron una voz muy profunda, diciéndoles:
-¿Qué hacéis aquí?-les preguntó el árbol a Rebeca y Ramón.
-¿Quién está hablando?-preguntó Ramón.
-Soy yo-dijo el árbol.
-¡Este árbol puede hablar!-exclamó Rebeca asustada.
-Y también puedo andar-dijo el árbol mientras sacaba sus raíces del césped.
Los dos hermanos sin salir de su asombro, comenzaron de nuevo a correr, y mientras corrían oían como el árbol decía tras ellos:
-¡Eh! ¡Esperad, no corráis, no puedo seguiros!
Pero los dos hermanos siguieron corriendo sin detenerse, hasta que vieron una cabaña, y decidieron entrar dentro, pero en su interior había una telaraña gigante y una araña gigantesca que descendía con su hilo y se acercaba a ellos.
-¿Qué hacemos ahora?-preguntó Rebeca.
- Salir de aquí.
-Estoy de acuerdo contigo.
Los dos hermanos escaparon de la cabaña antes de que la araña les pudiera trocar un solo centímetro de su piel, tras caminar por el bosque cansados y exhaustos, se pararon junto a una seta, donde vieron a un gnomo sentado sobre ella.
-¡Hola chicos!-les saludó el gnomo.
-¿Eres un gnomo?-le preguntó Rebeca.
-Sí, un gnomo a quién le gusta cortar cabezas-dijo él mostrándoles una enorme y afilada hacha.
-A nosotros no nos gusta que nos corten la cabeza-dijo Ramón empezando a correr.
Su hermana Rebeca le siguió.
Mientras corrían oían a sus espaldas las risas del gnomo, que les perseguía a muy poca distancia.
Por fin consiguieron salir del bosque, y llegar hasta donde habían dejado el coche.
Se apoyaron en él para descansar, y entonces, vieron arder el bosque, inexplicablemente había aparecido fuego en él, inexplicablemente el fuego se apagó, y el bosque se perdió entre las llamas de fuego.
-El bosque ya no está-dijo Rebeca.
-En el lugar donde estaba el bosque, ahora hay una carretera ¿Sabes a donde conduce?-dijo Ramón.
-No, ni quiero averiguarlo-dijo Rebeca entrando al coche.
-Yo tampoco-dijo Ramón entrando al coche.
Él arrancó el coche, y cuando llevaban ya un largo camino recorrido, Rebeca le preguntó a su hermano, que estaba conduciendo:
-Ramón, nosotros hemos bajado del coche porque se había acabado la gasolina ¿No es cierto?
-Sí, tienes razón.
-¿Entonces cómo hemos llegado hasta a aquí?
-No lo sé.
-Yo lo único que sé, es que el bosque se perdió entre las llamas del fuego.
-Yo también, eso es lo único que sé.
carolina
Rebeca y Ramón eran dos hermanos que vivieron una aventura terrorífica que nunca olvidaran.
Sucedió un lunes a las cinco de la tarde, ellos dos habían ido a dar un paseo en coche, cuando de pronto éste se quedó sin gasolina y mientras ellos dos estaban discutiendo sobre lo que debían hacer para solucionar el problema, una mujer apareció al lado del coche:
-Yo puedo ayudaros-dijo ésta.
-¿Cómo?-preguntó Ramón, adelantándose a su hermana.
-Seguidme.
La mujer empezó a caminar, los dos hermanos salieron del bosque, aquella extraña mujer les condujo hasta un bosque, y de repente, ella desapareció, dejándolos a ellos dos solos.
-¿Has visto lo mismo que yo Rebeca?
- Sí, esa mujer ha desaparecido en el aire.
-Es que esa mujer era un fantasma.
-Los fantasmas no existen.
-¿Entonces cómo explicas lo que acaba de pasar?
-No lo sé, simplemente no tiene explicación.
-No, no la tiene, intentemos salir de este bosque.
- De acuerdo.
Pero por más que caminaban no conseguían llegar al lugar donde habían dejado el coche, llegaron hasta una casa, y al verla pensaron en entrar para llamar por teléfono.
Les abrió la puerta, una anciana con una larga cabellera blanca:
-¿Qué queréis, jovencitos?
-Nos hemos perdido ¿Podemos usar el teléfono?
-Lo siento, pero no poseo línea telefónica.
-¿Ah no?
-No, pero pasar, tengo algo para ti.
-¿Para mí?
-Sí, entra Rebeca.
-Cómo sabe mi nombre?
-Cómo sabe su nombre?-preguntó su hermano Ramón.
-Yo sé muchas cosas, entrar.
Los dos hermanos entraron a la casa. Allí vieron una mesa redonda con cuatro sillas alrededor, en cada una de ellas, estaban sentados cuatro fantasmas, sus pies sobrevolaban del suelo.
Uno de los fantasmas saludó a Ramón:
-Hola Ramón.
Él le cedió su silla.
-¿Quieres sentarte?
Ramón no se lo pensó dos veces, cogió la mano de su hermana y arrancó a correr abandonando esa casa para siempre jamás. Tras un largo rato corriendo, los dos hermanos se sentaron bajo la copa de un gran árbol, a recuperar el aliento.
Cuando oyeron una voz muy profunda, diciéndoles:
-¿Qué hacéis aquí?-les preguntó el árbol a Rebeca y Ramón.
-¿Quién está hablando?-preguntó Ramón.
-Soy yo-dijo el árbol.
-¡Este árbol puede hablar!-exclamó Rebeca asustada.
-Y también puedo andar-dijo el árbol mientras sacaba sus raíces del césped.
Los dos hermanos sin salir de su asombro, comenzaron de nuevo a correr, y mientras corrían oían como el árbol decía tras ellos:
-¡Eh! ¡Esperad, no corráis, no puedo seguiros!
Pero los dos hermanos siguieron corriendo sin detenerse, hasta que vieron una cabaña, y decidieron entrar dentro, pero en su interior había una telaraña gigante y una araña gigantesca que descendía con su hilo y se acercaba a ellos.
-¿Qué hacemos ahora?-preguntó Rebeca.
- Salir de aquí.
-Estoy de acuerdo contigo.
Los dos hermanos escaparon de la cabaña antes de que la araña les pudiera trocar un solo centímetro de su piel, tras caminar por el bosque cansados y exhaustos, se pararon junto a una seta, donde vieron a un gnomo sentado sobre ella.
-¡Hola chicos!-les saludó el gnomo.
-¿Eres un gnomo?-le preguntó Rebeca.
-Sí, un gnomo a quién le gusta cortar cabezas-dijo él mostrándoles una enorme y afilada hacha.
-A nosotros no nos gusta que nos corten la cabeza-dijo Ramón empezando a correr.
Su hermana Rebeca le siguió.
Mientras corrían oían a sus espaldas las risas del gnomo, que les perseguía a muy poca distancia.
Por fin consiguieron salir del bosque, y llegar hasta donde habían dejado el coche.
Se apoyaron en él para descansar, y entonces, vieron arder el bosque, inexplicablemente había aparecido fuego en él, inexplicablemente el fuego se apagó, y el bosque se perdió entre las llamas de fuego.
-El bosque ya no está-dijo Rebeca.
-En el lugar donde estaba el bosque, ahora hay una carretera ¿Sabes a donde conduce?-dijo Ramón.
-No, ni quiero averiguarlo-dijo Rebeca entrando al coche.
-Yo tampoco-dijo Ramón entrando al coche.
Él arrancó el coche, y cuando llevaban ya un largo camino recorrido, Rebeca le preguntó a su hermano, que estaba conduciendo:
-Ramón, nosotros hemos bajado del coche porque se había acabado la gasolina ¿No es cierto?
-Sí, tienes razón.
-¿Entonces cómo hemos llegado hasta a aquí?
-No lo sé.
-Yo lo único que sé, es que el bosque se perdió entre las llamas del fuego.
-Yo también, eso es lo único que sé.
carolina
Ruben- Poeta especial
- Cantidad de envíos : 661
Puntos : 44842
Fecha de inscripción : 02/03/2013
Armando Lopez- Moderador General
- Cantidad de envíos : 5727
Puntos : 60662
Fecha de inscripción : 07/01/2012
Temas similares
» Entre las dulces llamas de tus cálidos deseos
» ENTRE CRISTALES DE FUEGO
» El príncipe que perdió la risa
» Romance del rey moro que perdió Valencia
» FUEGO CONTRA FUEGO-POLICIAL INTRIGA
» ENTRE CRISTALES DE FUEGO
» El príncipe que perdió la risa
» Romance del rey moro que perdió Valencia
» FUEGO CONTRA FUEGO-POLICIAL INTRIGA
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.