La poca religión de Félix María Samaniego
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La poca religión de Félix María Samaniego
La poca religión de Félix María Samaniego
En la Puerta del Sol, según costumbre,
haciendo el corro andaba
por la noche una moza
que, aunque ya poca lumbre
este oficio la daba,
siempre la que lo ejerce en él se goza.
Al dar una virada,
se halló de cierto quidam abordada,
que, pidiendo matute,
acompañarla quiso complaciente;
y ella, sin que en la paga le dispute,
a su casa condujo al pretendiente.
Los muebles que tenía por adorno
eran un lecho grande y elevado,
sillas en su contorno
y una mesa, la cual el convidado,
porque cenar quería,
hizo cubrir de bodrios de hostería.
Los dos solos cenaron,
y a pasar se dispuso
toda la noche allí, según el uso,
el pagano; mas luego que llegaron
al momento festivo de acostarse,
vieron un hombre por la alcoba entrarse,
que, sacando un colchón del alto lecho,
lo echó al suelo y tendióse satisfecho.
Al verle el convidado,
a la moza le dijo, algo aturdido:
-¿ Quién es este señor recién venido?
Y ella le respondió: -Deja el cuidado,
porque ése es mi marido
que viene a recogerse
y en nuestra diversión no ha de meterse.
-Con todo, yo me voy, él la replica,
que no quiero que turbe mi descanso.
-No hagas tal, que es muy manso,
ella le dice, y esto no le pica;
que ya en él es costumbre
vivir de su profunda mansedumbre.
Apaga la luz pronto,
y acostémonos ya; no seas tonto.
El hombre obedeció, y entró en la cama;
pero, apenas la luz hubo apagado,
cuando el marido exclama:
-¡ Hay tal bellaquería!
¡ Echarse de esta suerte, sin decoro!
¡ Vaya, que semejante picardía
no pienso que se hiciese ni en el Moro!
-¿Lo ves?, dijo a la moza el convidado.
¡ Si esto era demasiado
para que lo sufriera!
-¡Toma! Pues... si lo sufre de cualquiera...
yo no sé, repetía la señora,
por qué el bellaco se alborota ahora.
Mas el pagano resolvió, no obstante,
marcharse, y al paciente
le demandó perdón humildemente;
a lo cual respondióle el buen marido:
-Hombre, no se levante,
que a mí no me ha ofendido
porque con mi mujer dormir pretende:
sólo la poca religión me ofende
con que, habiendo apagado
la luz, en un momento
no diga: Sea bendito y alabado
el santo Sacramento.
En la Puerta del Sol, según costumbre,
haciendo el corro andaba
por la noche una moza
que, aunque ya poca lumbre
este oficio la daba,
siempre la que lo ejerce en él se goza.
Al dar una virada,
se halló de cierto quidam abordada,
que, pidiendo matute,
acompañarla quiso complaciente;
y ella, sin que en la paga le dispute,
a su casa condujo al pretendiente.
Los muebles que tenía por adorno
eran un lecho grande y elevado,
sillas en su contorno
y una mesa, la cual el convidado,
porque cenar quería,
hizo cubrir de bodrios de hostería.
Los dos solos cenaron,
y a pasar se dispuso
toda la noche allí, según el uso,
el pagano; mas luego que llegaron
al momento festivo de acostarse,
vieron un hombre por la alcoba entrarse,
que, sacando un colchón del alto lecho,
lo echó al suelo y tendióse satisfecho.
Al verle el convidado,
a la moza le dijo, algo aturdido:
-¿ Quién es este señor recién venido?
Y ella le respondió: -Deja el cuidado,
porque ése es mi marido
que viene a recogerse
y en nuestra diversión no ha de meterse.
-Con todo, yo me voy, él la replica,
que no quiero que turbe mi descanso.
-No hagas tal, que es muy manso,
ella le dice, y esto no le pica;
que ya en él es costumbre
vivir de su profunda mansedumbre.
Apaga la luz pronto,
y acostémonos ya; no seas tonto.
El hombre obedeció, y entró en la cama;
pero, apenas la luz hubo apagado,
cuando el marido exclama:
-¡ Hay tal bellaquería!
¡ Echarse de esta suerte, sin decoro!
¡ Vaya, que semejante picardía
no pienso que se hiciese ni en el Moro!
-¿Lo ves?, dijo a la moza el convidado.
¡ Si esto era demasiado
para que lo sufriera!
-¡Toma! Pues... si lo sufre de cualquiera...
yo no sé, repetía la señora,
por qué el bellaco se alborota ahora.
Mas el pagano resolvió, no obstante,
marcharse, y al paciente
le demandó perdón humildemente;
a lo cual respondióle el buen marido:
-Hombre, no se levante,
que a mí no me ha ofendido
porque con mi mujer dormir pretende:
sólo la poca religión me ofende
con que, habiendo apagado
la luz, en un momento
no diga: Sea bendito y alabado
el santo Sacramento.
Karla Benitez- Moderadora
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