El «¿pues y qué?» de Félix María Samaniego
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El «¿pues y qué?» de Félix María Samaniego
El «¿pues y qué?» de Félix María Samaniego
A un alcalde de corte a presentarse
fue una mujer, diciendo iba a quejarse
de que el débito santo la mermaba
su marido y jamás la contentaba.
El alcalde mandó que al otro día
ante su señoría
los dos se presentasen en la audiencia,
donde recibirían su sentencia;
y, después de cenar, de sobremesa
refirió a la alcaldesa
la queja que, pendiente
ante su tribunal, al día siguiente
debía sentenciarse,
con que pensaba lindamente holgarse.
La alcaldesa también quejosa estaba
del alcalde en el punto de que hablaba,
pues, aunque ella solía acariciarle
siempre que la golilla le ponía,
no lograba ablandarle
y aun golilla en la cama mantenía.
Por lo mismo, curiosa determina
escuchar de esta queja la sentencia,
y al otro día se escondió en la audiencia,
muy temprano, detrás de una cortina.
Entró el alcalde; luego, el matrimonio;
y para dar de todo testimonio,
después, el escribano
con semblante infernal y pluma en mano.
Cuando la acusación oyó el marido,
de cólera encendido,
se volvió a su mujer y de esta suerte
la dice sofocado: -Es cosa fuerte
que pongas mi potencia en opiniones,
sabiendo bien que en todas ocasiones,
apenas en la cama estás metida,
cuando enristro y te pego mi embestida.
A lo que ella responde desdeñosa:
-¿Pues y qué?
Y él siguió: -Pues a otra cosa:
¿ negarás que también cuando amanece,
hora en que todo humano miembro crece,
contra tus partes gravemente juego
y el perejil con profusión te riego?
-¿Pues y qué?
Y el marido proseguía,
viendo que a su mujer no convencía:
-¿Y acaso negarás que por las siestas,
a pesar del calor, te hago mil fiestas
y que el ataque entonces, aunque largo,
no abandono jamás si no descargo?
A que la mujer dice, haciendo un gesto:
-¿ Pues y qué?
Pero apenas dijo esto,
cuando de pronto se mostró en la sala
la alcaldesa exclamando: -¡Enhoramala
váyase la insolente de la audiencia
antes que se me apure la paciencia
y mande que la azoten como a Cristo!
¿Hay mayor desvergüenza? ¿Quién ha visto
con tal superchería
mujer de poluciones más avara?
Yo soy una alcaldesa y cada día
con sólo un ¿pues y qué? me contentara.
A un alcalde de corte a presentarse
fue una mujer, diciendo iba a quejarse
de que el débito santo la mermaba
su marido y jamás la contentaba.
El alcalde mandó que al otro día
ante su señoría
los dos se presentasen en la audiencia,
donde recibirían su sentencia;
y, después de cenar, de sobremesa
refirió a la alcaldesa
la queja que, pendiente
ante su tribunal, al día siguiente
debía sentenciarse,
con que pensaba lindamente holgarse.
La alcaldesa también quejosa estaba
del alcalde en el punto de que hablaba,
pues, aunque ella solía acariciarle
siempre que la golilla le ponía,
no lograba ablandarle
y aun golilla en la cama mantenía.
Por lo mismo, curiosa determina
escuchar de esta queja la sentencia,
y al otro día se escondió en la audiencia,
muy temprano, detrás de una cortina.
Entró el alcalde; luego, el matrimonio;
y para dar de todo testimonio,
después, el escribano
con semblante infernal y pluma en mano.
Cuando la acusación oyó el marido,
de cólera encendido,
se volvió a su mujer y de esta suerte
la dice sofocado: -Es cosa fuerte
que pongas mi potencia en opiniones,
sabiendo bien que en todas ocasiones,
apenas en la cama estás metida,
cuando enristro y te pego mi embestida.
A lo que ella responde desdeñosa:
-¿Pues y qué?
Y él siguió: -Pues a otra cosa:
¿ negarás que también cuando amanece,
hora en que todo humano miembro crece,
contra tus partes gravemente juego
y el perejil con profusión te riego?
-¿Pues y qué?
Y el marido proseguía,
viendo que a su mujer no convencía:
-¿Y acaso negarás que por las siestas,
a pesar del calor, te hago mil fiestas
y que el ataque entonces, aunque largo,
no abandono jamás si no descargo?
A que la mujer dice, haciendo un gesto:
-¿ Pues y qué?
Pero apenas dijo esto,
cuando de pronto se mostró en la sala
la alcaldesa exclamando: -¡Enhoramala
váyase la insolente de la audiencia
antes que se me apure la paciencia
y mande que la azoten como a Cristo!
¿Hay mayor desvergüenza? ¿Quién ha visto
con tal superchería
mujer de poluciones más avara?
Yo soy una alcaldesa y cada día
con sólo un ¿pues y qué? me contentara.
Karla Benitez- Moderadora
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