DON ANTONIO DE ULLOA
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EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA :: Biografías de Escritores :: Biografías De Personajes Célebres
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DON ANTONIO DE ULLOA
DON ANTONIO DE ULLOA
Si el honor que se hace en este catálogo al mérito de los varones ilustres no tuviera, entre otros, el objeto de transmitir á la posteridad su memoria, la que aun se conserva, y mantendrá por mucho tiempo, no solo en España, sino en toda Europa del que contraxo durante su larga vida D. Antonio de Ulloa, haría inútil en el día el recuerdo de su historia y de sus importantes servicios. Nació en Sevilla el año de 1718, y recibió de sus padres una crianza correspondiente á la nobleza de su cuna. Los fundamentos de la religión, la gramática y retórica, y algunas nociones de la historia y de la geografía ocuparon principalmente sus primeros años. Pasados estos, y quando ya en Ulloa comenzaba á descubrirse el talento, y con él una extraordinaria inclinación al estudio, para no malograr sus padres estos felices anuncios de su alma, y conciliar con el amor á las letras el que también manifestaba á la milicia, le proporcionaron esta carrera en el cuerpo facultativo de la Real Armada, á la que dió principio el año de 1733 por la clase distinguida de Guardia Marina.
Ni la poca edad que entonces tenia Ulloa, ni lo expuesta que suele ser para un jóven la independencia que por lo común goza fuera del dominio paterno, influyéron en su conducta, ni fuéron bastante á disipar su corazón, ni á distraerle del estudio, que desde luego abrazó como la mas seria ocupación de su vida. Todo lo miraba con fastidio quando le apartaba de sus tareas, y era muy freqüente en él abandonar las diversiones mas halagüeñas por volver al trabajo que involuntariamente habia interrumpido.
Qualquiera que sepa las calidades que constituyen á un buen Marino, y la reunión de conocimientos que necesita para serlo, inferirá fácilmente quantos habría adquirido Ulloa en sus estudios, quando concluidos, apénas, se le tenia por uno de los mas sobresalientes en su clase, y quando en este concepto se le eligió, junto con D. Jorge Juan, para que acompañara en su viage á la América meridional á los Comisarios que la Academia de Ciencias de Paris enviaba á medir el grado terrestre, y deducir de su extensión la verdadera figura del globo. En este viage, y en el científico que por entonces hizo con el mismo D. Jorge Juan de aquella parte del nuevo mundo, y en otro que emprendió después por Europa de órden de la Corte, aumentó tanto sus conocimientos, y los ilustró de tal manera, que solo se puede comprehender leyendo sus Observaciones astrónomos y físicas, sus Informes al Ministerio sobre la naturaleza y propiedades de la platina, cuyo descubrimiento se le debe, su grande obra sobre la Marina y fuerzas navales de Europa, y otras varias producciones de su delicada ingenio.
Algunos eruditos Franceses que escribieron en los últimos años de su antiguo gobierno, y que no se dexáron preocupar, como otros, de las falsas opiniones que por el mismo tiempo se habian esparcido en descrédito de la literatura española, queriendo elogiar dignamente el mérito de sus sabios Chabert, Fleurieu y Verdun en las observaciones de sus viages, le comparáron con el que Ulloa y D. Jorge Juan habian contraído en las del sujo científico, que se publicaron en 1747. A este testimonio imparcial, si necesitara de apoyo el mérito de Ulloa, se pudieran agregar otros muchos de la misma especie, entre los que serian de la mayor autoridad las demostraciones de aprecio con que fué incorporado en la Sociedad Real de Lóndres, y en las Academias de Ciencias de Paris y de Berlin.
Sin embargo, si los conocimientos de este sabio hubieran sido meramente especulativos, por mas que fuesen celebrados con justicia, su historia seria menos amena, y no tan recomendable: la aplicación de sus ideas al desempeño de los difíciles cargos militares que tuvo desde sus primeros grados hasta el de Teniente General de la Real Armada, y su conducta como Gobernador de las Provincias de Guancavelica y la Nueva Luisiana, como Ministro de la suprema Junta de Comercio y Moneda, y como encargado de varias comisiones políticas de la mayor importancia, son las qualidades mas apreciables de su mérito, y las que mas le califican. Su ilustración, su probidad y la dulzura de su carácter nunca se conocieron mejor que en el exercicio de sus destinos; hasta sus infortunios, en este caso, acreditan la solidez de sus máximas, y la rectitud de sus principios, así científicos, como morales. Un accidente de aquellos que trastornan las ideas mejor concertadas, y que no puede precaver el entendimiento humano, pone en juicio las operaciones de Ulloa en el mando de una esquadra: sufre el sonroxo de comparecer en un Consejo de Guerra á ser residenciado; pero hace una tan vigorosa defensa de su honor, y un convencimiento tan claro de su buena dirección, que no solo consigue libertarse de todo cargo, sino que se le declare por un General benemérito, y acreedor á que el Rey le continúe sus confianzas, y le remunere aquel mismo servicio que había podido amancillar su estimación.
No fué esta una declaración vaga y sin resultas; justo Cárlos III, en cuyo reynado habia padecido Ulloa este contratiempo, le dió nuevos testimonios de lo satisfecho que se hallaba de su fidelidad y de su mérito, y le ocupó en comisiones no menos delicadas que las que le había confiado hasta entonces; imitóle S. M. reynante, y no contento con premiarle en su persona, colocándole á la frente de la Real Armada, y confiriéndole la Encomienda de Valdecarávanos, en la Orden de Calatrava, sobre la que ya tenia de Ocaña, en la de Santiago, tomó baxo su soberana protección á su familia, y destinó á su inmediato servicio y al de su augusta Esposa á su muger y dos hijos. Colmado de tan distinguidos honores Ulloa, y continuando en sus fatigas por el bien del Estado hasta el último término de su vida, murió en la Isla de León el 5 de Julio de 1795, encargado de la dirección de la Real Armada.
Si el honor que se hace en este catálogo al mérito de los varones ilustres no tuviera, entre otros, el objeto de transmitir á la posteridad su memoria, la que aun se conserva, y mantendrá por mucho tiempo, no solo en España, sino en toda Europa del que contraxo durante su larga vida D. Antonio de Ulloa, haría inútil en el día el recuerdo de su historia y de sus importantes servicios. Nació en Sevilla el año de 1718, y recibió de sus padres una crianza correspondiente á la nobleza de su cuna. Los fundamentos de la religión, la gramática y retórica, y algunas nociones de la historia y de la geografía ocuparon principalmente sus primeros años. Pasados estos, y quando ya en Ulloa comenzaba á descubrirse el talento, y con él una extraordinaria inclinación al estudio, para no malograr sus padres estos felices anuncios de su alma, y conciliar con el amor á las letras el que también manifestaba á la milicia, le proporcionaron esta carrera en el cuerpo facultativo de la Real Armada, á la que dió principio el año de 1733 por la clase distinguida de Guardia Marina.
Ni la poca edad que entonces tenia Ulloa, ni lo expuesta que suele ser para un jóven la independencia que por lo común goza fuera del dominio paterno, influyéron en su conducta, ni fuéron bastante á disipar su corazón, ni á distraerle del estudio, que desde luego abrazó como la mas seria ocupación de su vida. Todo lo miraba con fastidio quando le apartaba de sus tareas, y era muy freqüente en él abandonar las diversiones mas halagüeñas por volver al trabajo que involuntariamente habia interrumpido.
Qualquiera que sepa las calidades que constituyen á un buen Marino, y la reunión de conocimientos que necesita para serlo, inferirá fácilmente quantos habría adquirido Ulloa en sus estudios, quando concluidos, apénas, se le tenia por uno de los mas sobresalientes en su clase, y quando en este concepto se le eligió, junto con D. Jorge Juan, para que acompañara en su viage á la América meridional á los Comisarios que la Academia de Ciencias de Paris enviaba á medir el grado terrestre, y deducir de su extensión la verdadera figura del globo. En este viage, y en el científico que por entonces hizo con el mismo D. Jorge Juan de aquella parte del nuevo mundo, y en otro que emprendió después por Europa de órden de la Corte, aumentó tanto sus conocimientos, y los ilustró de tal manera, que solo se puede comprehender leyendo sus Observaciones astrónomos y físicas, sus Informes al Ministerio sobre la naturaleza y propiedades de la platina, cuyo descubrimiento se le debe, su grande obra sobre la Marina y fuerzas navales de Europa, y otras varias producciones de su delicada ingenio.
Algunos eruditos Franceses que escribieron en los últimos años de su antiguo gobierno, y que no se dexáron preocupar, como otros, de las falsas opiniones que por el mismo tiempo se habian esparcido en descrédito de la literatura española, queriendo elogiar dignamente el mérito de sus sabios Chabert, Fleurieu y Verdun en las observaciones de sus viages, le comparáron con el que Ulloa y D. Jorge Juan habian contraído en las del sujo científico, que se publicaron en 1747. A este testimonio imparcial, si necesitara de apoyo el mérito de Ulloa, se pudieran agregar otros muchos de la misma especie, entre los que serian de la mayor autoridad las demostraciones de aprecio con que fué incorporado en la Sociedad Real de Lóndres, y en las Academias de Ciencias de Paris y de Berlin.
Sin embargo, si los conocimientos de este sabio hubieran sido meramente especulativos, por mas que fuesen celebrados con justicia, su historia seria menos amena, y no tan recomendable: la aplicación de sus ideas al desempeño de los difíciles cargos militares que tuvo desde sus primeros grados hasta el de Teniente General de la Real Armada, y su conducta como Gobernador de las Provincias de Guancavelica y la Nueva Luisiana, como Ministro de la suprema Junta de Comercio y Moneda, y como encargado de varias comisiones políticas de la mayor importancia, son las qualidades mas apreciables de su mérito, y las que mas le califican. Su ilustración, su probidad y la dulzura de su carácter nunca se conocieron mejor que en el exercicio de sus destinos; hasta sus infortunios, en este caso, acreditan la solidez de sus máximas, y la rectitud de sus principios, así científicos, como morales. Un accidente de aquellos que trastornan las ideas mejor concertadas, y que no puede precaver el entendimiento humano, pone en juicio las operaciones de Ulloa en el mando de una esquadra: sufre el sonroxo de comparecer en un Consejo de Guerra á ser residenciado; pero hace una tan vigorosa defensa de su honor, y un convencimiento tan claro de su buena dirección, que no solo consigue libertarse de todo cargo, sino que se le declare por un General benemérito, y acreedor á que el Rey le continúe sus confianzas, y le remunere aquel mismo servicio que había podido amancillar su estimación.
No fué esta una declaración vaga y sin resultas; justo Cárlos III, en cuyo reynado habia padecido Ulloa este contratiempo, le dió nuevos testimonios de lo satisfecho que se hallaba de su fidelidad y de su mérito, y le ocupó en comisiones no menos delicadas que las que le había confiado hasta entonces; imitóle S. M. reynante, y no contento con premiarle en su persona, colocándole á la frente de la Real Armada, y confiriéndole la Encomienda de Valdecarávanos, en la Orden de Calatrava, sobre la que ya tenia de Ocaña, en la de Santiago, tomó baxo su soberana protección á su familia, y destinó á su inmediato servicio y al de su augusta Esposa á su muger y dos hijos. Colmado de tan distinguidos honores Ulloa, y continuando en sus fatigas por el bien del Estado hasta el último término de su vida, murió en la Isla de León el 5 de Julio de 1795, encargado de la dirección de la Real Armada.
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