21 de abril de 1889 -Carta de Vincent Van Gogh
2 participantes
21 de abril de 1889 -Carta de Vincent Van Gogh
21 de abril de 1889.
Para fin de mes desearía ir otra vez al hospicio de Saint-Rémy o a otra institución de este género, de la cual el Sr. Salles me habló. Excúsame de entrar en detalles, para hablar exclusivamente del pro y el contra de una mudanza de ese tipo. Hablar de eso me va a traer dolores de cabeza. Creo que bastará que te diga que me siento decididamente incapaz de recomenzar, de reinstalar un nuevo taller y de quedarme solo aquí, en Arlés o en otra parte; sigue siendo igual por ahora; he tratado de habituarme a la idea de recomenzar; sin embargo, por el momento no es posible. Tendría miedo de perder la facultad de trabajar, que retorna ahora, forzándome, y cargando, además, con todas las otras responsabilidades encima, de tener un taller.
Y temporalmente deseo quedar internado; tanto para mi propia tranquilidad, como para la de los demás.
Lo que me consuela un poco es que comienzo a considerar la locura como una enfermedad como cualquiera otra y acepto la cosa como tal; mientras que, en las crisis mismas, me parecía que lo que imaginaba era la realidad. En fin, justamente no quiero pensar ni hablar de ello. Permíteme evitar las explicaciones; pero a ti. a los Sres. Salles y Rey les pido que para fin de mes o para los comienzos del mes de mayo me admitan allá como pensionista internado.
Recomenzar esta vida de pintor como hasta ahora, aislado luego en el taller y sin más recurso para distraerse que ir a un café o a un restaurante, con toda la crítica de los vecinos, etc... yo no puedo; ir a vivir con otra persona, aunque fuera otro artista -difícil, muy difícil - es tomar sobre sí una responsabilidad demasiado grande. No me atrevo ni siquiera a pensarlo.
En fin, comencemos por 3 meses; después veremos; la pensión debe ser alrededor de 80 francos y me dedicaré un poco al dibujo y a la pintura, sin poner tanto ardor como el año pasado. No te apenes por todo esto. Ocurre que estos días, desocupar la casa, transportar todos mis muebles, embalar las telas que te enviaré, era todo muy triste; pero me parecía más triste todavía después de tanta fraternidad, todo esto me lo habías dado tú y durante tantos años eras tú solo el único que me sostenía, y al final tener que repetirte toda esta triste historia; pero me es muy difícil expresar lo que sentía entonces. La bondad que has tenido conmigo no se ha perdido, pues si la tuviste, queda; así que, aun cuando los resultados materiales fueran nulos, aún con más razón te queda; pero no puedo decirlo como lo sentía.
Ahora, ya comprenderás que si mi locura ha venido por culpa del alcohol, habrá sido muy poco a poco y también se irá muy poco a poco, en caso de que se vaya, por supuesto. O si vino por fumar, pues lo mismo. Eso es lo único que deseo -la curación - sin la asombrosa superstición de ciertas personas respecto del alcohol, de manera que ellas mismas se privan de beber y fumar. Empiezan por recomendarnos que no mintamos ni robemos, etc.. ni cometamos crímenes grandes o pequeños, y qué complicado sería si fuera absolutamente indispensable no poseer nada más que virtudes en una sociedad en la cual estamos indudablemente muy enraizados, sea buena o mala.
Te aseguro que en estos extraños días, en que tantas cosas me parecen grotescas porque mi cerebro está agitado, no logro detestar al tío Panglos.
Pero me harás el favor de tratar la cuestión sin rodeos con el señor Salles y el señor Rey. Me parece que con una pensión de unos setenta y cinco francos por mes debe haber forma de internarme, y tener todo lo necesario. Después me gustaría mucho, si fuera posible, poder salir durante el día para ir a dibujar o pintar afuera. En vista de que aquí salgo todos los días y creo que esto puede continuar. Pagando más, te advierto que seré menos feliz. La compañía de otros enfermos, creo que lo entiendes, no me es desagradable del todo; por el contrario, me distrae. La alimentación común me viene muy bien sobre todo si me dieran un poco más de vino allá, como aquí, de lo que acostumbran: medio litro en lugar de un cuarto, por ejemplo. Pero una habitación individual, falta saber cómo serán los reglamentos de una institución como ésta: Piensa que Rey anda sobrecargado de trabajo; sobrecargado; si él te escribe o el señor Salles, vale más hacer directamente lo que ellos digan. En fin, es preciso decidirse, querido Théo; las enfermedades de nuestro tiempo -no son en suma más que un acto de justicia, si hemos vivido años de salud relativamente buena, tarde o temprano nos ha de tocar nuestra parte. En cuanto a mí, comprenderás que no habría escogido precisamente la locura si hubiera podido elegir, pero cuando a uno le cae una carga semejante, ya no pesca nada más. Al menos, quizás me quede también el consuelo de continuar trabajando un poco en la pintura. ¿Cómo harás para no hablarle a tu mujer, ni bien ni mal, de París y de ciertas cosas? ¿Te sientes de antemano completamente capaz de guardar la justa medida siempre, desde cualquier punto de vista? Un firme apretón de manos; no sé si te escribiré muy, muy seguido, porque todos mis días no son bastante lúcidos como para escribirte con un poco de lógica. Todas tus bondades para conmigo las he encontrado hoy más grandes que nunca; no lo puedo decir como lo siento, pero te aseguro que esa bondad ha sido de buena ley y si no ves los resultados, mi querido hermano, no te apenes por esto; te quedará la bondad.
Solamente, vuelca este afecto sobre tu mujer tanto como te sea posible. Y si nos entendemos un poco menos verás que si ella es tal como creo, te consolará. Eso es lo que espero. Rey es un hombre muy dispuesto, terriblemente trabajador, siempre atareado. ¡qué gente, los médicos de hoy!... Si ves a Gauguin o si le escribes, dile muchas cosas de mi parte. Me alegraría mucho tener algunas noticias de lo que dices de mi madre y de mi hermana; y si se encuentran bien, diles que tomen mi historia -¡a fe mía!... como algo por lo que no deben afligirse desmedidamente, porque soy relativamente desgraciado, pero quizás me queden todavía, a pesar de esto, algunos años casi normales en perspectiva. Es una enfermedad como cualquier otra y actualmente casi todos los que conocemos como nuestros amigos, tienen algo. Así pues, ¿vale la pena hablar? Lamento causar molestias al señor Salles, a Rey, y sobre todo a ti pero ¿qué quieres?, la cabeza no tiene aplomo suficiente para recomenzar como antes -entonces se trataba de no provocar más escenas en público y naturalmente, un poco calmado ahora, siento de pronto que estaba en un estado malsano, moral y físicamente. Y la gente se portó bien conmigo; los que me vienen a la memoria y los otros; en fin, he causado inquietud y si hubiera vivido en una situación normal todo esto no hubiera tenido lugar. Adiós; escribe cuando puedas.
Todo tuyo.
Vincent.
Para fin de mes desearía ir otra vez al hospicio de Saint-Rémy o a otra institución de este género, de la cual el Sr. Salles me habló. Excúsame de entrar en detalles, para hablar exclusivamente del pro y el contra de una mudanza de ese tipo. Hablar de eso me va a traer dolores de cabeza. Creo que bastará que te diga que me siento decididamente incapaz de recomenzar, de reinstalar un nuevo taller y de quedarme solo aquí, en Arlés o en otra parte; sigue siendo igual por ahora; he tratado de habituarme a la idea de recomenzar; sin embargo, por el momento no es posible. Tendría miedo de perder la facultad de trabajar, que retorna ahora, forzándome, y cargando, además, con todas las otras responsabilidades encima, de tener un taller.
Y temporalmente deseo quedar internado; tanto para mi propia tranquilidad, como para la de los demás.
Lo que me consuela un poco es que comienzo a considerar la locura como una enfermedad como cualquiera otra y acepto la cosa como tal; mientras que, en las crisis mismas, me parecía que lo que imaginaba era la realidad. En fin, justamente no quiero pensar ni hablar de ello. Permíteme evitar las explicaciones; pero a ti. a los Sres. Salles y Rey les pido que para fin de mes o para los comienzos del mes de mayo me admitan allá como pensionista internado.
Recomenzar esta vida de pintor como hasta ahora, aislado luego en el taller y sin más recurso para distraerse que ir a un café o a un restaurante, con toda la crítica de los vecinos, etc... yo no puedo; ir a vivir con otra persona, aunque fuera otro artista -difícil, muy difícil - es tomar sobre sí una responsabilidad demasiado grande. No me atrevo ni siquiera a pensarlo.
En fin, comencemos por 3 meses; después veremos; la pensión debe ser alrededor de 80 francos y me dedicaré un poco al dibujo y a la pintura, sin poner tanto ardor como el año pasado. No te apenes por todo esto. Ocurre que estos días, desocupar la casa, transportar todos mis muebles, embalar las telas que te enviaré, era todo muy triste; pero me parecía más triste todavía después de tanta fraternidad, todo esto me lo habías dado tú y durante tantos años eras tú solo el único que me sostenía, y al final tener que repetirte toda esta triste historia; pero me es muy difícil expresar lo que sentía entonces. La bondad que has tenido conmigo no se ha perdido, pues si la tuviste, queda; así que, aun cuando los resultados materiales fueran nulos, aún con más razón te queda; pero no puedo decirlo como lo sentía.
Ahora, ya comprenderás que si mi locura ha venido por culpa del alcohol, habrá sido muy poco a poco y también se irá muy poco a poco, en caso de que se vaya, por supuesto. O si vino por fumar, pues lo mismo. Eso es lo único que deseo -la curación - sin la asombrosa superstición de ciertas personas respecto del alcohol, de manera que ellas mismas se privan de beber y fumar. Empiezan por recomendarnos que no mintamos ni robemos, etc.. ni cometamos crímenes grandes o pequeños, y qué complicado sería si fuera absolutamente indispensable no poseer nada más que virtudes en una sociedad en la cual estamos indudablemente muy enraizados, sea buena o mala.
Te aseguro que en estos extraños días, en que tantas cosas me parecen grotescas porque mi cerebro está agitado, no logro detestar al tío Panglos.
Pero me harás el favor de tratar la cuestión sin rodeos con el señor Salles y el señor Rey. Me parece que con una pensión de unos setenta y cinco francos por mes debe haber forma de internarme, y tener todo lo necesario. Después me gustaría mucho, si fuera posible, poder salir durante el día para ir a dibujar o pintar afuera. En vista de que aquí salgo todos los días y creo que esto puede continuar. Pagando más, te advierto que seré menos feliz. La compañía de otros enfermos, creo que lo entiendes, no me es desagradable del todo; por el contrario, me distrae. La alimentación común me viene muy bien sobre todo si me dieran un poco más de vino allá, como aquí, de lo que acostumbran: medio litro en lugar de un cuarto, por ejemplo. Pero una habitación individual, falta saber cómo serán los reglamentos de una institución como ésta: Piensa que Rey anda sobrecargado de trabajo; sobrecargado; si él te escribe o el señor Salles, vale más hacer directamente lo que ellos digan. En fin, es preciso decidirse, querido Théo; las enfermedades de nuestro tiempo -no son en suma más que un acto de justicia, si hemos vivido años de salud relativamente buena, tarde o temprano nos ha de tocar nuestra parte. En cuanto a mí, comprenderás que no habría escogido precisamente la locura si hubiera podido elegir, pero cuando a uno le cae una carga semejante, ya no pesca nada más. Al menos, quizás me quede también el consuelo de continuar trabajando un poco en la pintura. ¿Cómo harás para no hablarle a tu mujer, ni bien ni mal, de París y de ciertas cosas? ¿Te sientes de antemano completamente capaz de guardar la justa medida siempre, desde cualquier punto de vista? Un firme apretón de manos; no sé si te escribiré muy, muy seguido, porque todos mis días no son bastante lúcidos como para escribirte con un poco de lógica. Todas tus bondades para conmigo las he encontrado hoy más grandes que nunca; no lo puedo decir como lo siento, pero te aseguro que esa bondad ha sido de buena ley y si no ves los resultados, mi querido hermano, no te apenes por esto; te quedará la bondad.
Solamente, vuelca este afecto sobre tu mujer tanto como te sea posible. Y si nos entendemos un poco menos verás que si ella es tal como creo, te consolará. Eso es lo que espero. Rey es un hombre muy dispuesto, terriblemente trabajador, siempre atareado. ¡qué gente, los médicos de hoy!... Si ves a Gauguin o si le escribes, dile muchas cosas de mi parte. Me alegraría mucho tener algunas noticias de lo que dices de mi madre y de mi hermana; y si se encuentran bien, diles que tomen mi historia -¡a fe mía!... como algo por lo que no deben afligirse desmedidamente, porque soy relativamente desgraciado, pero quizás me queden todavía, a pesar de esto, algunos años casi normales en perspectiva. Es una enfermedad como cualquier otra y actualmente casi todos los que conocemos como nuestros amigos, tienen algo. Así pues, ¿vale la pena hablar? Lamento causar molestias al señor Salles, a Rey, y sobre todo a ti pero ¿qué quieres?, la cabeza no tiene aplomo suficiente para recomenzar como antes -entonces se trataba de no provocar más escenas en público y naturalmente, un poco calmado ahora, siento de pronto que estaba en un estado malsano, moral y físicamente. Y la gente se portó bien conmigo; los que me vienen a la memoria y los otros; en fin, he causado inquietud y si hubiera vivido en una situación normal todo esto no hubiera tenido lugar. Adiós; escribe cuando puedas.
Todo tuyo.
Vincent.
Rosko- Moderador Musical
- Cantidad de envíos : 4767
Puntos : 56827
Fecha de inscripción : 06/04/2012
Re: 21 de abril de 1889 -Carta de Vincent Van Gogh
He ido a ver al señor Salles con tu carta para el director del asilo de Saint-Rémy, y él va hoy mismo; así que espero que para fin de semana ya quede todo arreglado. No me sentiría infeliz ni descontento, si dentro de algún tiempo pudiera engancharme en la legión extranjera por 5 años (creo que admiten hasta los 40 años). Mi salud, desde el punto de vista físico, va mejor que antes y quizás me sentara bien, además de hacer un servicio. En fin, yo no digo que se deba o pueda hacer esto sin reflexionar ni consultar a un médico; pero en fin, es preciso tener en cuenta que cualquier cosa que hagamos saldrá siempre un poco menos bien que ésta. Desde luego todavía no; mientras vaya tirando, me quedará el pintar o dibujar, cosa que por cierto no rechazo del todo.
Para ir a París o para ir a Pont-Aven, no me siento capaz; además me paso la mayor parte del tiempo vacío de deseos o de pesares. Por momentos, así como contra los sordos acantilados se estrellan desesperadas las olas, siento una tormenta de deseo de abrazar, tal vez, una mujer de la clase puta barata; pero en fin, hay que tomar todo esto por lo que es, un efecto de sobreexcitación histérica más bien que visión de exacta realidad...
¡Ah! ... mi querido Théo, ¡si vieras los olivos en esta época! ... El follaje de plata vieja verdeando contra el azul. Y la tierra labrada, de un tono anaranjado. Es algo muy distinto de lo que se piensa en el Norte; ¡algo tan fino, tan distinguido! Es como los sauces de nuestras praderas holandesas o los macizos de encinas de nuestras dunas; es decir, que el murmullo de un vergel de olivos tiene algo de muy íntimo, de inmensamente viejo. Es demasiado bello para que yo me atreva a pintarlo, o pueda concebirlo. El laurel rosa -¡ah!- es algo que habla de amor y es hermoso como el Lesbos de Puvis de Chavannes, donde estaban las mujeres a la orilla del mar. Pero el olivo es otra cosa; es, si se lo quiere comparar con algo, un Delacroix.
Para ir a París o para ir a Pont-Aven, no me siento capaz; además me paso la mayor parte del tiempo vacío de deseos o de pesares. Por momentos, así como contra los sordos acantilados se estrellan desesperadas las olas, siento una tormenta de deseo de abrazar, tal vez, una mujer de la clase puta barata; pero en fin, hay que tomar todo esto por lo que es, un efecto de sobreexcitación histérica más bien que visión de exacta realidad...
¡Ah! ... mi querido Théo, ¡si vieras los olivos en esta época! ... El follaje de plata vieja verdeando contra el azul. Y la tierra labrada, de un tono anaranjado. Es algo muy distinto de lo que se piensa en el Norte; ¡algo tan fino, tan distinguido! Es como los sauces de nuestras praderas holandesas o los macizos de encinas de nuestras dunas; es decir, que el murmullo de un vergel de olivos tiene algo de muy íntimo, de inmensamente viejo. Es demasiado bello para que yo me atreva a pintarlo, o pueda concebirlo. El laurel rosa -¡ah!- es algo que habla de amor y es hermoso como el Lesbos de Puvis de Chavannes, donde estaban las mujeres a la orilla del mar. Pero el olivo es otra cosa; es, si se lo quiere comparar con algo, un Delacroix.
Rosko- Moderador Musical
- Cantidad de envíos : 4767
Puntos : 56827
Fecha de inscripción : 06/04/2012
Temas similares
» 30 de abril de 1889. -Carta de Vincent Van Gogh
» Principios de abril de 1889-Carta de Vincent Van Gogh
» Febrero de 1889..Carta de Vincent Van Gogh
» 22 de febrero de 1889.Carta de Vincent Van Gogh
» Septiembre de 1889. -Carta de Vincent Van Gogh
» Principios de abril de 1889-Carta de Vincent Van Gogh
» Febrero de 1889..Carta de Vincent Van Gogh
» 22 de febrero de 1889.Carta de Vincent Van Gogh
» Septiembre de 1889. -Carta de Vincent Van Gogh
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.