Febrero de 1889..Carta de Vincent Van Gogh
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Febrero de 1889..Carta de Vincent Van Gogh
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Mi querido Théo:
Mientras que mi espíritu estaba completamente falto de calma, habría sido en vano que hubiera intentado escribirte respondiendo a tu buena carta. Hoy acabo de regresar provisionalmente a mi casa; espero que será de veras. Hay tantos momentos en los que me siento completamente normal, y precisamente me parecería que si lo que tengo no es más que una enfermedad particular de la región, conviene esperar tranquilamente aquí hasta que esto termine; aunque vuelva a repetirse (lo que no será el caso, supongamos).
Pero pon atención a lo que digo de una vez por todas, a ti y al Sr. Rey. Si tarde o temprano fuera deseable que me trasladara a Aix, como ya se ha planteado, consiento de antemano y me someteré. Pero en mi calidad de pintor y de obrero, no le es lícito a nadie, ni siquiera a ti o al médico, hacer tal diligencia sin prevenirme y consultarme a mí, allá dentro; además, porque como hasta ahora siempre mantuve mi presencia de espíritu, relativa a mi trabajo, tengo derecho a decir (o al menos a opinar sobre ello) qué sería lo mejor, si mantener mi taller aquí o mudarme enseguida a Aix. Esto, a fin de evitar los gastos y las pérdidas de una mudanza y de no hacerla sino en caso de absoluta necesidad. Parece que por aquí corre una leyenda que hace que la gente tema a la pintura y que en la ciudad se ha hablado de esto.
Bueno; sé que en Arabia sucede igual y, sin embargo, hay montones de pintores en África, ¿no es así? Lo que prueba que con un poco de firmeza se pueden modificar esos prejuicios; o al menos seguir pintando igual.
Lo malo es que yo también me siento proclive a dejarme impresionar y a sentir yo mismo las creencias de otro y a no indagar siempre el fondo de verdad que pueda haber en el absurdo. Gauguin, por otra parte, también está así; como habrás podido observar desde que había venido andaba igualmente fatigado por yo no sé qué enfermedad.
Yo, después de permanecer aquí ya más de un año, después de haber oído que decían casi todo el mal posible de mí, de Gauguin, de la pintura en general, ¿como no he de tomar las cosas tal como son, aguardando a salir de aquí? ¿O hay acaso un lugar peor que el manicomio donde he estado en dos oportunidades?.
Las ventajas que tengo aquí son, como diría Rivet, ante todo, que «aquí están todos enfermos» y entonces por lo menos no me siento solo. Ya que como bien sabes me gusta tanto Arlés, aunque Gauguin tenga algo de razón al llamarla la ciudad más sucia del Mediodía. Y ya he encontrado tanta amistad en los vecinos, en el Sr. Rey y en todos los del hospicio, que realmente preferiría estar siempre enfermo aquí que olvidar la bondad que hay en la misma gente que tiene los prejuicios más increíbles respecto a los pintores y a la pintura o que en todo caso no tiene ninguna idea clara y sana como nosotros. Además, en el hospicio ahora me conocen y si esto se repitiera ocurriría en silencio y en el hospicio sabrían qué hacer. No deseo de ningún modo ni tengo necesidad de que me atiendan otros médicos.
Mi querido Théo:
Mientras que mi espíritu estaba completamente falto de calma, habría sido en vano que hubiera intentado escribirte respondiendo a tu buena carta. Hoy acabo de regresar provisionalmente a mi casa; espero que será de veras. Hay tantos momentos en los que me siento completamente normal, y precisamente me parecería que si lo que tengo no es más que una enfermedad particular de la región, conviene esperar tranquilamente aquí hasta que esto termine; aunque vuelva a repetirse (lo que no será el caso, supongamos).
Pero pon atención a lo que digo de una vez por todas, a ti y al Sr. Rey. Si tarde o temprano fuera deseable que me trasladara a Aix, como ya se ha planteado, consiento de antemano y me someteré. Pero en mi calidad de pintor y de obrero, no le es lícito a nadie, ni siquiera a ti o al médico, hacer tal diligencia sin prevenirme y consultarme a mí, allá dentro; además, porque como hasta ahora siempre mantuve mi presencia de espíritu, relativa a mi trabajo, tengo derecho a decir (o al menos a opinar sobre ello) qué sería lo mejor, si mantener mi taller aquí o mudarme enseguida a Aix. Esto, a fin de evitar los gastos y las pérdidas de una mudanza y de no hacerla sino en caso de absoluta necesidad. Parece que por aquí corre una leyenda que hace que la gente tema a la pintura y que en la ciudad se ha hablado de esto.
Bueno; sé que en Arabia sucede igual y, sin embargo, hay montones de pintores en África, ¿no es así? Lo que prueba que con un poco de firmeza se pueden modificar esos prejuicios; o al menos seguir pintando igual.
Lo malo es que yo también me siento proclive a dejarme impresionar y a sentir yo mismo las creencias de otro y a no indagar siempre el fondo de verdad que pueda haber en el absurdo. Gauguin, por otra parte, también está así; como habrás podido observar desde que había venido andaba igualmente fatigado por yo no sé qué enfermedad.
Yo, después de permanecer aquí ya más de un año, después de haber oído que decían casi todo el mal posible de mí, de Gauguin, de la pintura en general, ¿como no he de tomar las cosas tal como son, aguardando a salir de aquí? ¿O hay acaso un lugar peor que el manicomio donde he estado en dos oportunidades?.
Las ventajas que tengo aquí son, como diría Rivet, ante todo, que «aquí están todos enfermos» y entonces por lo menos no me siento solo. Ya que como bien sabes me gusta tanto Arlés, aunque Gauguin tenga algo de razón al llamarla la ciudad más sucia del Mediodía. Y ya he encontrado tanta amistad en los vecinos, en el Sr. Rey y en todos los del hospicio, que realmente preferiría estar siempre enfermo aquí que olvidar la bondad que hay en la misma gente que tiene los prejuicios más increíbles respecto a los pintores y a la pintura o que en todo caso no tiene ninguna idea clara y sana como nosotros. Además, en el hospicio ahora me conocen y si esto se repitiera ocurriría en silencio y en el hospicio sabrían qué hacer. No deseo de ningún modo ni tengo necesidad de que me atiendan otros médicos.
Rosko- Moderador Musical
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