El chancho gordo
2 participantes
Página 1 de 1.
El chancho gordo
El chancho gordo
de Godofredo Daireaux
Un cerdo a medio cebar no tenía más que gruñir un rato, al despertarse, para que al momento viniera un peón con dos baldes llenos de suero, una ración de afrecho y otra de maíz, sin contar algunos zapallos y restos de cocina. Con la panza siempre llena y nada que hacer sino dormir, el excelente animal se consideraba feliz y siquiera tenía el tino de no pedir más.
Era en invierno, con tiempo de sequía, grandes heladas, y los campos estaban en muy mal estado: a tal punto que los caballos, lo mismo que las vacas y las ovejas, estaban sumamente flacos y con miras de volverse osamentas.
Se quejaban, pues, de su mala suerte y no teniendo que comer, se lo pasaban maldiciendo del hombre, su amo, que no se acordaba de ellos y los dejaba abandonados, sin hacer nada en su favor; y no dejaban de mirar con envidia al cerdo a quien no se mezquinaba la comida, dándole de todo a él, como si fuera más que ellos.
El cerdo los oía y sin dejar de moler maíz y de chupar con avidez la leche espesada con afrecho, murmuraba con profundo desprecio... y algo de inquietud:
-¡Gente envidiosa, que nunca está contenta! ¡Socialistas!
de Godofredo Daireaux
Un cerdo a medio cebar no tenía más que gruñir un rato, al despertarse, para que al momento viniera un peón con dos baldes llenos de suero, una ración de afrecho y otra de maíz, sin contar algunos zapallos y restos de cocina. Con la panza siempre llena y nada que hacer sino dormir, el excelente animal se consideraba feliz y siquiera tenía el tino de no pedir más.
Era en invierno, con tiempo de sequía, grandes heladas, y los campos estaban en muy mal estado: a tal punto que los caballos, lo mismo que las vacas y las ovejas, estaban sumamente flacos y con miras de volverse osamentas.
Se quejaban, pues, de su mala suerte y no teniendo que comer, se lo pasaban maldiciendo del hombre, su amo, que no se acordaba de ellos y los dejaba abandonados, sin hacer nada en su favor; y no dejaban de mirar con envidia al cerdo a quien no se mezquinaba la comida, dándole de todo a él, como si fuera más que ellos.
El cerdo los oía y sin dejar de moler maíz y de chupar con avidez la leche espesada con afrecho, murmuraba con profundo desprecio... y algo de inquietud:
-¡Gente envidiosa, que nunca está contenta! ¡Socialistas!
Roana Varela- Moderadora
- Cantidad de envíos : 4487
Puntos : 55478
Fecha de inscripción : 25/10/2012
sabra- Admin
- Cantidad de envíos : 16988
Puntos : 97333
Fecha de inscripción : 30/05/2009
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.