ODAS DE HORACIO- LIBRO IV- XII A VIRGILIO
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ODAS DE HORACIO- LIBRO IV- XII A VIRGILIO
XII A VIRGILIO
Ya los vientos primaverales que soplan de la Tracia hinchan las turgentes velas y aplacan el mar; ya los prados no blanquean con la escarcha, ni los ríos estruendosos se precipitan cargados de nieve.
Gimiendo tristemente por la muerte de Itis, dispone su nido la infeliz Progne, eterno oprobio de la casa de Cecrops, por haber vengado de modo tan atroz las torpes liviandades del rey.
Los guardianes de las blancas ovejas, tendidos sobre el verde musgo, acompañan con la flauta sus canciones pastoriles, y regocijan al dios [Pan], protector de los rebaños y los sombríos collados de Arcadia.
El calor nos aviva la sed; mas si deseas probar el vino que se coge en las laderas de Cales, ¡oh Virgilio!, cliente de jóvenes ilustres, en pago de mi néctar tráeme tus esencias de nardo.
Por un lindo frasco de nardo haré vaciar el ánfora, encerrada en los graneros de Sulpicio, donde se guarda un vino que despierta risueñas esperanzas y disipa eficazmente las penas más amargas.
Si no rehúsas acudir a la fiesta, ven pronto con tus perfumes; que no he de regalarte sin recompensa con mis vinos, como el dueño de una mansión opulenta.
No retrases, pues, tu venida; deja los afanes interesados, y acuérdate de las llamas que han de quemarnos en la pira; y ya que nos es lícito, mezclemos a los graves consejos alguna que otra locura, es muy dulce a ratos dar al olvido la razón.
Ya los vientos primaverales que soplan de la Tracia hinchan las turgentes velas y aplacan el mar; ya los prados no blanquean con la escarcha, ni los ríos estruendosos se precipitan cargados de nieve.
Gimiendo tristemente por la muerte de Itis, dispone su nido la infeliz Progne, eterno oprobio de la casa de Cecrops, por haber vengado de modo tan atroz las torpes liviandades
Los guardianes de las blancas ovejas, tendidos sobre el verde musgo, acompañan con la flauta sus canciones pastoriles, y regocijan al dios [Pan], protector de los rebaños y los sombríos collados de Arcadia.
El calor nos aviva la sed; mas si deseas probar el vino que se coge en las laderas de Cales, ¡oh Virgilio!, cliente de jóvenes ilustres, en pago de mi néctar tráeme tus esencias de nardo.
Por un lindo frasco de nardo haré vaciar el ánfora, encerrada en los graneros de Sulpicio, donde se guarda un vino que despierta risueñas esperanzas y disipa eficazmente las penas más amargas.
Si no rehúsas acudir a la fiesta, ven pronto con tus perfumes; que no he de regalarte sin recompensa con mis vinos, como el dueño de una mansión opulenta.
No retrases, pues, tu venida; deja los afanes interesados, y acuérdate de las llamas que han de quemarnos en la pira; y ya que nos es lícito, mezclemos a los graves consejos alguna que otra locura, es muy dulce a ratos dar al olvido la razón.
Roana Varela- Moderadora
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