ODAS DE HORACIO- LIBRO III- VII A ASTERIE
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ODAS DE HORACIO- LIBRO III- VII A ASTERIE
VII A ASTERIE
Asterie, ¿por qué lloras la ausencia de Giges, que el templado Favonio de la primavera te ha de restituir, siempre constante en su fe
y rico con las ganancias de Bitinia? Empujado por el Noto al Epiro <Órico>, después que se ocultaron las infaustas Cabrillas, pasa las frías noches sin dormir, y derrama un río de lágrimas.
Un nuncio astuto de su solícita amiga Cloe le dice que suspira por él, que se abrasa por él en las mismas llamas que tú, y por todos los medios pone a prueba su constancia.
Le refiere cómo una pérfida mujer indujo al crédulo Preto, con sus falsas imputaciones, a quitar la vida a Belerofonte por demasiado casto.
Le cuenta que Peleo estuvo a pique de descender al Tártaro por esquivar los halagos de Hipólita de Magnesia, y le recuerda cien historias que convidan al placer.
Todo en vano; firme que firme, desatiende sus voces, más sordo que los escollos de Ícaro; pero guárdate que tu vecino Enipeo no te cautive más de lo conveniente, y eso que ninguno otro te iguala en la destreza con que monta a caballo sobre el césped del campo de Marte, ni atraviesa a nado con mayor rapidez la corriente del Tíber.
En las primeras horas de la noche cierra tu casa; no te asomes a la calle atraída por el son de la flauta quejumbrosa, y permanece insensible, aunque te llame mil veces dura y cruel.
Asterie, ¿por qué lloras la ausencia de Giges, que el templado Favonio de la primavera te ha de restituir, siempre constante en su fe
y rico con las ganancias de Bitinia? Empujado por el Noto al Epiro <Órico>, después que se ocultaron las infaustas Cabrillas, pasa las frías noches sin dormir, y derrama un río de lágrimas.
Un nuncio astuto de su solícita amiga Cloe le dice que suspira por él, que se abrasa por él en las mismas llamas que tú, y por todos los medios pone a prueba su constancia.
Le refiere cómo una pérfida mujer indujo al crédulo Preto, con sus falsas imputaciones, a quitar la vida a Belerofonte por demasiado casto.
Le cuenta que Peleo estuvo a pique de descender al Tártaro por esquivar los halagos de Hipólita de Magnesia, y le recuerda cien historias que convidan al placer.
Todo en vano; firme que firme, desatiende sus voces, más sordo que los escollos de Ícaro; pero guárdate que tu vecino Enipeo no te cautive más de lo conveniente, y eso que ninguno otro te iguala en la destreza con que monta a caballo sobre el césped del campo de Marte, ni atraviesa a nado con mayor rapidez la corriente del Tíber.
En las primeras horas de la noche cierra tu casa; no te asomes a la calle atraída por el son de la flauta quejumbrosa, y permanece insensible, aunque te llame mil veces dura y cruel.
Roana Varela- Moderadora
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