ODAS DE HORACIO- LIBRO II- VII A POMPEYO VARO
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ODAS DE HORACIO- LIBRO II- VII A POMPEYO VARO
VII A POMPEYO VARO
Pompeyo, el mejor de mis amigos, a cuyo lado tantas veces abrevié la lentitud del día con la copa en la mano, y ungidos mis cabellos relucientes con los perfumes de Siria, ¿quién te ha devuelto como ciudadano a los dioses patrios al cielo de Italia, después de militar en el ejército de Bruto y haber temido como yo en mil ocasiones que llegaba tu última hora?
Contigo padecí la derrota de Filipos, y en la fuga acelerada abandoné cobardemente el escudo, viendo que se estrellaba nuestro arrojo y que los más valientes mordían el polvo ensangrentado.
El ligero Mercurio me arrebató del pavoroso campo de batalla en espesa nube, mientras las olas en su hirviente remolino te arrastraban de nuevo a los combates.
Ea, pues, ofrece a Jove el festín que le debes, descansa bajo mis laureles el cuerpo fatigado por tantas guerras, y no economices el vino de los toneles que te brinda mi amistad.
Llena las copas del Másico, que sepulta en el olvido Ios pesares, y derrama los ungüentos de las grandes conchas. ¿Quién se presura a tejernos coronas de mirto y fresco apio?; ¿a quién elegirá Venus por rey del banquete? Hoy he de ser menos comedido que un bebedor tracio. Me siento feliz perdiendo la razón por el encuentro de tan fiel amigo.
Pompeyo, el mejor de mis amigos, a cuyo lado tantas veces abrevié la lentitud del día con la copa en la mano, y ungidos mis cabellos relucientes con los perfumes de Siria, ¿quién te ha devuelto como ciudadano a los dioses patrios al cielo de Italia, después de militar en el ejército de Bruto y haber temido como yo en mil ocasiones que llegaba tu última hora?
Contigo padecí la derrota de Filipos, y en la fuga acelerada abandoné cobardemente el escudo, viendo que se estrellaba nuestro arrojo y que los más valientes mordían el polvo ensangrentado.
El ligero Mercurio me arrebató del pavoroso campo de batalla
Ea, pues, ofrece a Jove el festín que le debes, descansa bajo mis laureles el cuerpo fatigado por tantas guerras, y no economices el vino de los toneles que te brinda mi amistad.
Llena las copas del Másico, que sepulta en el olvido Ios pesares, y derrama los ungüentos de las grandes conchas. ¿Quién se presura a tejernos coronas de mirto y fresco apio?; ¿a quién elegirá Venus por rey del banquete? Hoy he de ser menos comedido que un bebedor tracio
Roana Varela- Moderadora
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