LA DIVINA COMEDIA: EL INFIERNO: CANTO XXVIII
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LA DIVINA COMEDIA: EL INFIERNO: CANTO XXVIII
LA DIVINA COMEDIA: EL INFIERNO: CANTO XXVIII
¿Quién podrá nunca aún sin rima
narrar plenamente la sangre y las plagas,
aún si prolijo, que entonces vi?
Toda lengua por cierto desfallecería,
pues es poco lo que nuestra voz
y nuestra mente puede alcanzar.
Si aun se allegara toda la gente
que entonces, en la afortunada tierra
de Pulla, derramó su sangre doliente
por los Troyanos y por la larga guerra
que de anillos creó tan gran trofeo,
como escribe Livio, que no yerra,
con la que sufrió tan rudos golpes
por resistir a Roberto Guiscardo;
y con la otra cuyos huesos aun se recogen,
en Ceperano, allí donde fueron falsarios
todos los pullenses, y allá en Tagiacozzo
donde sin armas venció el viejo Alardo,
y que unos sus miembros rotos y otros atravesados
mostraran, igualmente nunca podrían
igualar la inmunda condición de la novena fosa.
Una tonel, cuya duela del fondo o medianera
perdiera, no se vería hendido, como yo vi a uno,
abierto desde el mentón hasta donde se ventea.
Entre las piernas pendíanle las tripas,
se veían las entrañas y el triste saco
que hace mierda de lo que se embucha.
Mientras por entero a mirarlo me convoco
miróme y con las manos se abrió el pecho,
diciendo: ¡Mira cómo me desgarro!
¡mira cuán estropeado está Mahoma!
Delante mío va llorando Alí,
partido el rostro del mentón hasta el copete.
Y todos los otros que tú ves aquí,
sembradores de escándalo y de cisma,
vivieron, pero ahora están hendidos así.
Un diablo está detrás y nos parte
así cruelmente, con el filo de la espada,
reintegrando a cada uno en la fila,
una vez que circularon la doliente vía;
pero la heridas se han cerrado,
antes que otro por delante las reabra.
Pero tú, ¿quién eres, que te asomas por el borde,
tal vez por demorar venir a la pena
que te fue juzgada arriba por tus culpas?
Ni muerte lo alcanzó aún, ni culpa lo lleva,
respondió mi Maestro, al tormento;
sino por darle experiencia plena,
y yo, que muerto estoy, debo llevarlo
por el infierno abajo de giro en giro;
y esto es tan verdad como que te hablo.
Mas de cien fueron los que al oírlo,
se detuvieron en el foso a mirarme
maravillados, olvidando el martirio.
Pues bien dile a fray Dolcín que se provea,
tú que tal vez verás el Sol en breve,
si no quiere pronto estar aquí conmigo,
que tenga viandas, que apretado por la nieve
no lo derrote el novarés,
pues de otro modo vencerlo no sería leve.
Después que un pie para irse levantara
me dijo Mahoma estas palabras;
de allí al irse en el suelo lo apoyó.
Otro que perforada tenía la gola
y rota la nariz hasta las cejas,
y no tenía más que una oreja sola,
deteniéndose a mirar maravillado
con los otros, antes que otros abrió la cala,
que por fuera en todo era bermeja,
y dijo: ¡Oh tú! a quien la culpa no condena
y a quien yo vi arriba en tierra latina,
si tanta semejanza no me engaña,
acuérdate de Pedro de Medicina,
si alguna vez vuelves a ver el dulce llano
que de Vercelli a Marcabó declina.
Y haz saber a los dos mejores de Fano,
a maese Guido y asimismo a Angiolello,
que, si la previsión de aquí no es vana,
arrojados serán fuera de su barca
y ultimados cerca de la Católica
por traición de un tirano falso.
Entre la isla de Chipre y de Mallorca
no vio nunca tan gran falsía Neptuno,
ni de piratas, ni de gente argólica.
Ese traidor que sólo ve con uno,
y posee la tierra que un tal aquí conmigo
querría de verla estar ayuno,
los hará venir a conversar consigo;
luego hará de forma, que al viento de Focara
no les será necesario dar voto ni culto.
Y yo a él: Demuéstrame y declara,
si quieres que de ti lleve noticias arriba,
quién es el de la figura amarga.
Puso entonces la mano en la quijada
de su compañero y le abrió la boca,
gritando: Éste es ése, y no habla.
Éste, desterrado, el dudar indujo
en César, afirmando que quien está pronto
siempre se daña si el aplazar tolera.
¡Oh cuán conturbado lo veía,
con la lengua cortada en el gaznate
Curión, que tan audaz parlando fuera!
Y uno que tenía una y la otra mano mochas,
alzando sus muñones en el aire turbio,
de modo que la sangre le asqueaba la cara,
gritó: Recuérdate también de Mosca,
que dijo, ¡desgraciado!, “Lo hecho, hecho está”,
que fue mala semilla para los toscanos.
Y yo agregué: Y la muerte de tu casta;
por lo que, sumando duelo a duelo,
se fue como persona triste y trastornada.
Quédeme entonces a observar la tropa,
y cosas vi que me darían miedo,
sin más prueba, de contarlas sólo;
mas la conciencia me asegura,
es buena escolta que hace al hombre franco
bajo el amparo de saberse pura.
Vi ciertamente, y aún paréceme que lo viera,
un busto sin cabeza andar así como
andaban los otros de la triste hilera;
y a la cabeza el tronco sostenía por el pelo,
pendiente en mano a guisa de linterna,
y la cabeza nos miraba y decía: ¡Ay de mi!
La cabeza servía al cuerpo de lucerna,
y eran dos en uno y uno en dos;
cómo ser pueda, lo sabe el que nos gobierna.
Cuando junto al pié del puente hubo llegado,
levantó el brazo en alto con la entera testa
para arrimarme sus palabras
que fueron: Mira ahora la molesta pena,
tú que, respirando, vas viendo a los muertos:
mira si alguna es tan grande como ésta.
Y para que tú de mi noticias lleves,
sabe que soy Bertrán de Born, aquel
que dio al joven rey malos consejos.
Yo hice al padre y al hijo entre sí rebeldes;
no hizo más Aquitofel a Absalón
y a David con sus perversas sugerencias.
Porque separé a tan unidas personas,
separado llevo mi cerebro, ¡desgraciado!,
de su principio que está en este tronco.
Así se cumple en mí la represalia.
Dante Alighieri
Marcela Noemí Silva- Admin
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sabra- Admin
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Re: LA DIVINA COMEDIA: EL INFIERNO: CANTO XXVIII
Gracias por tan interesante aporte en este espacio. Gracias por compartirlo.
Saludos
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Gracias por Visitarnos
Re: LA DIVINA COMEDIA: EL INFIERNO: CANTO XXVIII
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"El amor es la razón del corazón"
sabra- Admin
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