Al Conde de Vista-Florida-Oda I.
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Al Conde de Vista-Florida-Oda I.
Al Conde de Vista-Florida
de Mariano Melgar
Oda I.
Ilustre Americano,
honor eterno del peruano suelo;
al fin ya quiso el cielo
que en jefe tan humano
halle la patria todo su consuelo.
La mejor monarquía
sus grandes infortunios lamentaba;
el remedio anhelaba,
mas no le conseguía,
por más que entre sus hijos le buscaba.
En ambos continentes
sufre la dura mano de la suerte;
en ambos ve la muerte
que derrama en torrentes
ilustre sangre del hispano fuerte.
La América afligida
ve sus hijos uno a otros devorarse;
uno al otro culparse
sobre la paz perdida
cuando de ambos Fernando oye aclamarse.
La Península triste
presa de la traición y tiranía,
ya ser más no confía;
parece no subsiste
más que para llorar su suerte impía.
En tantas turbaciones
el indiano requiere y el ibero
quien a su dolor fiero
y extremas aflicciones
pueda ser el remedio postrimero.
En ti se han refugiado
¡oh gloria del Perú! En tu amable seno,
de luz y bondad lleno,
está depositado
el bien del suelo atrio y del ajeno.
Sí: nosotros veremos
acercarse Minerva al trono augusto;
hablará el hombre justo;
el mal que padecemos
tornarás en placer y eterno gusto.
No habrá vasallo honrado
que no sienta el influjo poderoso
del numen bondadoso;
se alentará el estado,
y resucitará nuestro reposo.
Todos en mil amores
arderán por su padre justo y tierno;
y haréis que del gobierno
sientan los sucesores
el bien, y vuestro nombre será eterno.
Saldrán por todo el mundo
luces brillantes desde el trono ibero;
clamará el orbe entero:
"¡Oh, sabio sin segundo!
¡Oh, cuánto vale un sabio Consejero!"
La América, entre tanto,
la América cobrando su derecho,
a tu sensible pecho,
con perdurable canto
te llamará su gloria y su provecho.
¡Oh!, llegue, llegue el día
en que, puesto a la faz de nuestra gente,
seas perenne fuente
de amor y de alegría
y nos felicitemos mutuamente.
Tú, Neptuno, al momento
que el hijo de Mercurio y de Astrea
en tu imperio se vea,
di al voraz elemento
lo que nuestra nación tanto desea.
Nereidas y tritones
rodeen el depósito sagrado
de tu héroe tan amado,
y el piloto halle siempre las regiones
del aire vario prontas a su agrado.
Así llegue temprano
el instante de todo nuestro anhelo;
y véase que al fin ya quiso el cielo
que en jefe tan humano
halle la patria todo su consuelo.
de Mariano Melgar
Oda I.
Ilustre Americano,
honor eterno del peruano suelo;
al fin ya quiso el cielo
que en jefe tan humano
halle la patria todo su consuelo.
La mejor monarquía
sus grandes infortunios lamentaba;
el remedio anhelaba,
mas no le conseguía,
por más que entre sus hijos le buscaba.
En ambos continentes
sufre la dura mano de la suerte;
en ambos ve la muerte
que derrama en torrentes
ilustre sangre del hispano fuerte.
La América afligida
ve sus hijos uno a otros devorarse;
uno al otro culparse
sobre la paz perdida
cuando de ambos Fernando oye aclamarse.
La Península triste
presa de la traición y tiranía,
ya ser más no confía;
parece no subsiste
más que para llorar su suerte impía.
En tantas turbaciones
el indiano requiere y el ibero
quien a su dolor fiero
y extremas aflicciones
pueda ser el remedio postrimero.
En ti se han refugiado
¡oh gloria del Perú! En tu amable seno,
de luz y bondad lleno,
está depositado
el bien del suelo atrio y del ajeno.
Sí: nosotros veremos
acercarse Minerva al trono augusto;
hablará el hombre justo;
el mal que padecemos
tornarás en placer y eterno gusto.
No habrá vasallo honrado
que no sienta el influjo poderoso
del numen bondadoso;
se alentará el estado,
y resucitará nuestro reposo.
Todos en mil amores
arderán por su padre justo y tierno;
y haréis que del gobierno
sientan los sucesores
el bien, y vuestro nombre será eterno.
Saldrán por todo el mundo
luces brillantes desde el trono ibero;
clamará el orbe entero:
"¡Oh, sabio sin segundo!
¡Oh, cuánto vale un sabio Consejero!"
La América, entre tanto,
la América cobrando su derecho,
a tu sensible pecho,
con perdurable canto
te llamará su gloria y su provecho.
¡Oh!, llegue, llegue el día
en que, puesto a la faz de nuestra gente,
seas perenne fuente
de amor y de alegría
y nos felicitemos mutuamente.
Tú, Neptuno, al momento
que el hijo de Mercurio y de Astrea
en tu imperio se vea,
di al voraz elemento
lo que nuestra nación tanto desea.
Nereidas y tritones
rodeen el depósito sagrado
de tu héroe tan amado,
y el piloto halle siempre las regiones
del aire vario prontas a su agrado.
Así llegue temprano
el instante de todo nuestro anhelo;
y véase que al fin ya quiso el cielo
que en jefe tan humano
halle la patria todo su consuelo.
Armando Lopez- Moderador General
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