Romance de Melisenda insomne
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Romance de Melisenda insomne
Romance de Melisenda insomne
de Anónimo
Todas las gentes dormían en las que Dios tiene parte,
mas no duerme Melisenda la hija del emperante;
que amores del conde Ayruelo no la dejan reposar.
Salto diera de la cama como la parió su madre,
vistiérase una alcandora no hallando su brial;
vase para los palacios donde sus damas están;
dando palmadas en ellas las empezó de llamar:
–Si dormís, las mis doncellas, si dormides, recordad;
las que sabedes de amores consejo me queráis dar;
las que de amor non sabedes tengádesme poridad:
amores del conde Ayruelo no me dejan reposar.–
Allí hablara una vieja, vieja es de antigua edad:
–Agora es tiempo, señora, de los placeres tomar,
que si esperáis a vejez no vos querrá un rapaz.–
Desque esto oyó Melisenda no quiso más esperar
y vase a buscar al conde a los palacios do está.
Topara con Hernandillo un alguacil de su padre.
–¿Que es aquesto, Melisenda? ¿Esto qué podía estar?
¡0 vos tenéis mal de amores, o os queréis loca tornar!–
–Que no tengo mal de amores, ni tengo por quien penar;
mas cuando fue pequeña tuve una enfermedad.
Prometí tener novenas allá en San Juan de Letrán;
las dueñas iban de día, doncellas agora van.–
Desque esto oyera Hernando puso fin a su hablar;
la infanta mal enojada queriendo d` él se vengar:
–Prestásesme–, dijo a Hernando, –prestásesme tu puñal,
que miedo me tengo, miedo de los perros de la calle.–
Tomó el puñal por la punta, los cabos le fue a dar;
diérale tal puñalada que en el suelo muerto cae.
Y vase para el palacio a do el conde Ayruelo está;
las puertas halló cerradas, no sabe por do entrar;
con arte de encantamento las abrió de par en par.
Al estruendo el conde Ayruelo empezara de llamar:
–Socorred, mis caballeros, socorred sin más tardar;
creo son mis enemigos, que me vienen a matar.–
La Melisenda discreta le empezara de hablar:
–No te congojes, señor, no quieras pavor tomar,
que yo soy una morica venida de allende el mar.–
Desque esto oyera el conde luego conocido la ha;
fuése el conde para ella, las manos le fue a tomar,
y a la sombra de un laurel de Venus es su jugar.
de Anónimo
Todas las gentes dormían en las que Dios tiene parte,
mas no duerme Melisenda la hija del emperante;
que amores del conde Ayruelo no la dejan reposar.
Salto diera de la cama como la parió su madre,
vistiérase una alcandora no hallando su brial;
vase para los palacios donde sus damas están;
dando palmadas en ellas las empezó de llamar:
–Si dormís, las mis doncellas, si dormides, recordad;
las que sabedes de amores consejo me queráis dar;
las que de amor non sabedes tengádesme poridad:
amores del conde Ayruelo no me dejan reposar.–
Allí hablara una vieja, vieja es de antigua edad:
–Agora es tiempo, señora, de los placeres tomar,
que si esperáis a vejez no vos querrá un rapaz.–
Desque esto oyó Melisenda no quiso más esperar
y vase a buscar al conde a los palacios do está.
Topara con Hernandillo un alguacil de su padre.
–¿Que es aquesto, Melisenda? ¿Esto qué podía estar?
¡0 vos tenéis mal de amores, o os queréis loca tornar!–
–Que no tengo mal de amores, ni tengo por quien penar;
mas cuando fue pequeña tuve una enfermedad.
Prometí tener novenas allá en San Juan de Letrán;
las dueñas iban de día, doncellas agora van.–
Desque esto oyera Hernando puso fin a su hablar;
la infanta mal enojada queriendo d` él se vengar:
–Prestásesme–, dijo a Hernando, –prestásesme tu puñal,
que miedo me tengo, miedo de los perros de la calle.–
Tomó el puñal por la punta, los cabos le fue a dar;
diérale tal puñalada que en el suelo muerto cae.
Y vase para el palacio a do el conde Ayruelo está;
las puertas halló cerradas, no sabe por do entrar;
con arte de encantamento las abrió de par en par.
Al estruendo el conde Ayruelo empezara de llamar:
–Socorred, mis caballeros, socorred sin más tardar;
creo son mis enemigos, que me vienen a matar.–
La Melisenda discreta le empezara de hablar:
–No te congojes, señor, no quieras pavor tomar,
que yo soy una morica venida de allende el mar.–
Desque esto oyera el conde luego conocido la ha;
fuése el conde para ella, las manos le fue a tomar,
y a la sombra de un laurel de Venus es su jugar.
Marcela Noemí Silva- Admin
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