Una Mirada Tierna
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Una Mirada Tierna
Una Mirada Tierna
En el amor no son necesarias las palabras,
sino las miradas.”
Solo entre la espesura de la noche se podía encontrar la calma, acunado por aquella luz de la luna y la melodía silenciosa de la soledad. Pero eso era lo que anhelaba? No puedo tapar el sol con un dedo, así que decidí arrancarme el corazón y extraviarlo entre los muchos caminos recorridos a tu lado. Mi corazón entre mis manos latía fuertemente y aun sentía su calor, aunque en el podía ver aun la herida que lo desangraba desde que te fuiste de mi lado. Su sangre, mi sangre, brotaba con cada latido, caía y a su vez la debilidad me invadía. Cada vez era difícil avanzar y la noche era mas negra mientras mi respiración se incrementaba. Pensaba que al fin y al cabo aquella opresión desaparecía, que era mejor sentir mi vida desvanecer así, que sentir el vacio de mi alma por tu ausencia. Pesaban mis piernas y mi corazón cada vez me resultaba más difícil sostenerlo, hasta que tropecé. Caí sobre algo blando y húmedo, no se que paso con mi corazón, solo escuchaba cadencialmente sus latidos, sentía como si fuera picado por espinas de rosas y difícilmente sentía ese olor muy cerca de mi. El frio me dominaba, no ubicaba mis miembros y antes que mi vista se desvaneciera por completo, vi venir una figura humana hacia mi, era una mujer y en ese momento, me deje vencer…
Empecé a escuchar una melodía de una voz dulce, me era familiar. Sentía un olor dulce y fresco que me despertaba el cuerpo. Sentía unas manos suaves y tiernas mimar mi cara, cuando esa voz en un momento exclamo: ¡despierta, mi amor¡ empecé a abrir poco a poco mis ojos, como ellos me lo permitían, mientras mi vista se aclaraba, logre identificar la figura de una mujer. Toque mi pecho y sentí mi corazón latir en el fondo de mi cuerpo, no sentía cicatriz alguna en mi piel. Mi vista se aclaro y pude verte allí conmigo, tus manos tenían sutiles rasguños de espinas, estaba acostado sobre un pedestal y a su alrededor pétalos de rosa que con su olor me levantaban el alma. La mire fijamente a los ojos, y allí, ella siempre con esa mirada tierna de princesa enamorada, mientras exclamaba: ¡descansa, yo estoy aquí¡ y así, pude descansar.
Simplemente
Pedro
En el amor no son necesarias las palabras,
sino las miradas.”
Solo entre la espesura de la noche se podía encontrar la calma, acunado por aquella luz de la luna y la melodía silenciosa de la soledad. Pero eso era lo que anhelaba? No puedo tapar el sol con un dedo, así que decidí arrancarme el corazón y extraviarlo entre los muchos caminos recorridos a tu lado. Mi corazón entre mis manos latía fuertemente y aun sentía su calor, aunque en el podía ver aun la herida que lo desangraba desde que te fuiste de mi lado. Su sangre, mi sangre, brotaba con cada latido, caía y a su vez la debilidad me invadía. Cada vez era difícil avanzar y la noche era mas negra mientras mi respiración se incrementaba. Pensaba que al fin y al cabo aquella opresión desaparecía, que era mejor sentir mi vida desvanecer así, que sentir el vacio de mi alma por tu ausencia. Pesaban mis piernas y mi corazón cada vez me resultaba más difícil sostenerlo, hasta que tropecé. Caí sobre algo blando y húmedo, no se que paso con mi corazón, solo escuchaba cadencialmente sus latidos, sentía como si fuera picado por espinas de rosas y difícilmente sentía ese olor muy cerca de mi. El frio me dominaba, no ubicaba mis miembros y antes que mi vista se desvaneciera por completo, vi venir una figura humana hacia mi, era una mujer y en ese momento, me deje vencer…
Empecé a escuchar una melodía de una voz dulce, me era familiar. Sentía un olor dulce y fresco que me despertaba el cuerpo. Sentía unas manos suaves y tiernas mimar mi cara, cuando esa voz en un momento exclamo: ¡despierta, mi amor¡ empecé a abrir poco a poco mis ojos, como ellos me lo permitían, mientras mi vista se aclaraba, logre identificar la figura de una mujer. Toque mi pecho y sentí mi corazón latir en el fondo de mi cuerpo, no sentía cicatriz alguna en mi piel. Mi vista se aclaro y pude verte allí conmigo, tus manos tenían sutiles rasguños de espinas, estaba acostado sobre un pedestal y a su alrededor pétalos de rosa que con su olor me levantaban el alma. La mire fijamente a los ojos, y allí, ella siempre con esa mirada tierna de princesa enamorada, mientras exclamaba: ¡descansa, yo estoy aquí¡ y así, pude descansar.
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Pedro
Rosko- Moderador Musical
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Fecha de inscripción : 06/04/2012
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