Carta de la esposa al esposo
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Carta de la esposa al esposo
Carta de la esposa al esposo
Hoy te tengo otro regalo
mi amor, un nuevo presente,
pero sé que será el último
al abrirlo podré verte,
con él se consuman todos
los que antes te entregue.
Quizás no le das valor
mas, mira es el qué más tiene,
y lo curioso del caso
es que fue tuyo de siempre,
claro, qué… -ilusa y bien tonta-
en lo que a mí me concierne,
de otra forma te fue dado
pero a ti… no te conviene.
Aún recuerdo el primero
antes que acuestas mis sienes,
se tornaran blanquecinas
y las cubrieran la nieve,
fue aquella tierna mirada
la vieja estación de trenes,
que al principio fue furtiva
hasta tornarse en candente.
Después te regalé aquél ¡Si!
en la iglesia de los Reyes,
¡Cómo testigo, fue Dios
entre toda aquella gente!
pero en la noche de bodas
ya Dios no estaba presente;
cuando mi virtud te dí
y tomaste brutalmente,
ni en tú primera caricia
-que aún me sangra en la mente-
Te regalé cada día
y cada día más fuerte,
devolvías mi regalo
con tú valor de aguardiente
que los bares te prestaron.
Tantos fueron, fueron tantos
que por mucho que recuerde
no caben en mi memoria
que hasta ese punto te teme.
¡Oh, qué intrépido el amor
qué te hace tan imprudente!
Por amar…¡Por tanto amarte!
¡Maldita y perra mi suerte!
Pues si, cariñito mío
déjame que te recuerde…
Por tanto -y más- que te dí,
tú a mi…¡Me distes la muerte!
Julio A. Expósito
Hoy te tengo otro regalo
mi amor, un nuevo presente,
pero sé que será el último
al abrirlo podré verte,
con él se consuman todos
los que antes te entregue.
Quizás no le das valor
mas, mira es el qué más tiene,
y lo curioso del caso
es que fue tuyo de siempre,
claro, qué… -ilusa y bien tonta-
en lo que a mí me concierne,
de otra forma te fue dado
pero a ti… no te conviene.
Aún recuerdo el primero
antes que acuestas mis sienes,
se tornaran blanquecinas
y las cubrieran la nieve,
fue aquella tierna mirada
la vieja estación de trenes,
que al principio fue furtiva
hasta tornarse en candente.
Después te regalé aquél ¡Si!
en la iglesia de los Reyes,
¡Cómo testigo, fue Dios
entre toda aquella gente!
pero en la noche de bodas
ya Dios no estaba presente;
cuando mi virtud te dí
y tomaste brutalmente,
ni en tú primera caricia
-que aún me sangra en la mente-
Te regalé cada día
y cada día más fuerte,
devolvías mi regalo
con tú valor de aguardiente
que los bares te prestaron.
Tantos fueron, fueron tantos
que por mucho que recuerde
no caben en mi memoria
que hasta ese punto te teme.
¡Oh, qué intrépido el amor
qué te hace tan imprudente!
Por amar…¡Por tanto amarte!
¡Maldita y perra mi suerte!
Pues si, cariñito mío
déjame que te recuerde…
Por tanto -y más- que te dí,
tú a mi…¡Me distes la muerte!
Julio A. Expósito
Armando Lopez- Moderador General
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