Hamlet de William Shakespeare
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Re: Hamlet de William Shakespeare
Hamlet - Primer Acto
de William Shakespeare
PERSONAJES
CLAUDIO, Rey de Dinamarca.
GERTRUDIS, Reina de Dinamarca.
HAMLET, Príncipe de Dinamarca.
FORTIMBRÁS, Príncipe de Noruega.
LA SOMBRA DEL REY HAMLET.
POLONIO, Sumiller de Corps.
OFELIA, hija de Polonio.
LAERTES, hijo.
HORACIO, amigo de Hamlet.
VOLTIMAN, cortesano.
CORNELIO, cortesano.
RICARDO, cortesano.
GUILLERMO, cortesano.
ENRIQUE, cortesano.
MARCELO, soldado.
BERNARDO, soldado.
FRANCISCO, soldado.
REYNALDO, criado de Polonio.
DOS EMBAJADORES de Inglaterra.
UN CURA.
UN CABALLERO.
UN CAPITÁN.
UN GUARDIA.
UN CRIADO.
DOS MARINEROS.
DOS SEPULTUREROS.
CUATRO CÓMICOS.
Acompañamiento de Grandes, Caballeros, Damas, Soldados, Curas, Cómicos, Criados, etc.
La escena se representa en el Palacio y Ciudad de Elsingor, en sus cercanías y en las fronteras de Dinamarca.
de William Shakespeare
PERSONAJES
CLAUDIO, Rey de Dinamarca.
GERTRUDIS, Reina de Dinamarca.
HAMLET, Príncipe de Dinamarca.
FORTIMBRÁS, Príncipe de Noruega.
LA SOMBRA DEL REY HAMLET.
POLONIO, Sumiller de Corps.
OFELIA, hija de Polonio.
LAERTES, hijo.
HORACIO, amigo de Hamlet.
VOLTIMAN, cortesano.
CORNELIO, cortesano.
RICARDO, cortesano.
GUILLERMO, cortesano.
ENRIQUE, cortesano.
MARCELO, soldado.
BERNARDO, soldado.
FRANCISCO, soldado.
REYNALDO, criado de Polonio.
DOS EMBAJADORES de Inglaterra.
UN CURA.
UN CABALLERO.
UN CAPITÁN.
UN GUARDIA.
UN CRIADO.
DOS MARINEROS.
DOS SEPULTUREROS.
CUATRO CÓMICOS.
Acompañamiento de Grandes, Caballeros, Damas, Soldados, Curas, Cómicos, Criados, etc.
La escena se representa en el Palacio y Ciudad de Elsingor, en sus cercanías y en las fronteras de Dinamarca.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Acto I
Escena I
Explanada delante del Palacio Real de Elsingor. Noche oscura. FRANCISCO, BERNARDO
Bernardo
¿Quién está ahí?
Francisco
No, respóndame él a mí. Deténgase y diga quién es.
Bernardo
¡Viva el Rey!
Francisco
¿Es Bernardo?
Bernardo
El mismo.
Francisco
Tú eres el más puntual en venir a la hora.
Bernardo
Las doce han dado ya; bien puedes ir a recogerte
Francisco
Te doy mil gracias por la mudanza. Hace un frío que penetra y yo estoy delicado del pecho.
Bernardo
¿Has hecho tu guardia tranquilamente?
Francisco
Ni un ratón se ha movido.
Bernardo
Muy bien. Buenas noches. Si encuentras a Horacio y Marcelo, mis compañeros de guardia, diles que vengan presto.
Francisco
Me parece que los oigo. Alto ahí. ¡Eh! ¿Quién va?
Escena I
Explanada delante del Palacio Real de Elsingor. Noche oscura. FRANCISCO, BERNARDO
Bernardo
¿Quién está ahí?
Francisco
No, respóndame él a mí. Deténgase y diga quién es.
Bernardo
¡Viva el Rey!
Francisco
¿Es Bernardo?
Bernardo
El mismo.
Francisco
Tú eres el más puntual en venir a la hora.
Bernardo
Las doce han dado ya; bien puedes ir a recogerte
Francisco
Te doy mil gracias por la mudanza. Hace un frío que penetra y yo estoy delicado del pecho.
Bernardo
¿Has hecho tu guardia tranquilamente?
Francisco
Ni un ratón se ha movido.
Bernardo
Muy bien. Buenas noches. Si encuentras a Horacio y Marcelo, mis compañeros de guardia, diles que vengan presto.
Francisco
Me parece que los oigo. Alto ahí. ¡Eh! ¿Quién va?
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena II
HORACIO, MARCELO y dichos.
Horacio
Amigos de este país.
Marcelo
Y fieles vasallos del Rey de Dinamarca.
Francisco
Buenas noches.
Marcelo
¡Oh! ¡Honrado soldado! Pásalo bien. ¿Quién te relevó de la centinela?
Francisco
Bernardo, que queda en mi lugar. Buenas noches.
Marcelo
¡Hola! ¡Bernardo!
Bernardo
¿Quién está ahí? ¿Es Horacio?
Horacio
Un pedazo de él.
Bernardo
Bienvenido, Horacio; Marcelo, bienvenido.
Marcelo
¿Y qué? ¿Se ha vuelto a aparecer aquella cosa esta noche?
Bernardo
Yo nada he visto
Marcelo
Horacio dice que es aprehensión nuestra, y nada quiere creer de cuanto le he dicho acerca de ese espantoso fantasma que hemos visto ya en dos ocasiones. Por eso le he rogado que se venga a la guardia con nosotros, para que si esta noche vuelve el aparecido, pueda dar crédito a nuestros ojos, y le hable si quiere.
Horacio
¡Qué! No, no vendrá.
Bernardo
Sentémonos un rato, y deja que asaltemos de nuevo tus oídos con el suceso que tanto repugnan oír y que en dos noches seguidas hemos ya presenciado nosotros.
Horacio
Muy bien, sentémonos y oigamos lo que Bernardo nos cuente.
Bernardo
La noche pasada, cuando esa misma estrella que está al occidente del polo había hecho ya su carrera, para iluminar aquel espacio del cielo donde ahora resplandece, Marcelo y yo, a tiempo que el reloj daba la una...
Marcelo
Chit. Calla, mírale por donde viene otra vez.
Bernardo
Con la misma figura que tenía el difunto Rey.
Marcelo
Horacio, tú que eres hombre de estudios, háblale.
Bernardo
¿No se parece todo al Rey? Mírale, Horacio.
Horacio
Muy parecido es... Su vista me conturba con miedo y asombro.
Bernardo
Querrá que le hablen.
Marcelo
Háblale, Horacio.
Horacio
¿Quién eres tú, que así usurpas este tiempo a la noche, y esa presencia noble y guerrera que tuvo un día la majestad del Soberano Danés, que yace en el sepulcro? Habla, por el Cielo te lo pido.
Marcelo
Parece que está irritado.
Bernardo
¿Ves? Se va, como despreciándonos.
Horacio
Detente, habla. Yo te lo mando. Habla.
Marcelo
Ya se fue. No quiere respondernos.
Bernardo
¿Qué tal, Horacio? Tú tiemblas y has perdido el color. ¿No es esto algo más que aprensión? ¿Qué te parece?
Horacio
Por Dios que nunca lo hubiera creído, sin la sensible y cierta demostración de mis propios ojos.
Marcelo
¿No es enteramente parecido al Rey?
Horacio
Como tú a ti mismo. Y tal era el arnés de que iba ceñido cuando peleó con el ambicioso Rey de Noruega, y así le vi arrugar ceñudo la frente cuando en una altercación colérica hizo caer al de Polonia sobre el hielo, de un solo golpe... ¡Extraña aparición es ésta!
Marcelo
Pues de esa manera, y a esta misma hora de la noche, se ha paseado dos veces con ademán guerrero delante de nuestra guardia.
Horacio
Yo no comprendo el fin particular con que esto sucede; pero en mi ruda manera de pensar, pronostica alguna extraordinaria mudanza a nuestra nación.
Marcelo
Ahora bien, sentémonos y decidme, cualquiera de vosotros que lo sepa; ¿por qué fatigan todas las noches a los vasallos con estas guardias tan penosas y vigilantes? ¿Para qué es esta fundición de cañones de bronce y este acopio extranjero de máquinas de guerra? ¿A qué fin esa multitud de carpinteros de marina, precisados a un afán molesto, que no distingue el domingo de lo restante de la semana? ¿Qué causas puede haber para que sudando el trabajador apresurado junte las noches a los días? ¿Quién de vosotros podrá decírmelo?
Horacio
Yo te lo diré, o a lo menos, los rumores que sobre esto corren. Nuestro último Rey (cuya imagen acaba de aparecérsenos) fue provocado a combate, como ya sabéis, por Fortimbrás de Noruega estimulado éste de la más orgullosa emulación. En aquel desafío, nuestro valeroso Hamlet (que tal renombre alcanzó en la parte del mundo que nos es conocida) mató a Fortimbrás, el cual por un contrato sellado y ratificado según el fuero de las armas, cedía al vencedor (dado caso que muriese en la pelea) todos aquellos países que estaban bajo su dominio. Nuestro Rey se obligó también a cederle una porción equivalente, que hubiera pasado a manos de Fortimbrás, como herencia suya, si hubiese vencido; así como, en virtud de aquel convenio y de los artículos estipulados, recayó todo en Hamlet. Ahora el joven Fortimbrás, de un carácter fogoso, falto de experiencia y lleno de presunción, ha ido recogiendo de aquí y de allí por las fronteras de Noruega, una turba de gente resuelta y perdida, a quien la necesidad de comer determina a intentar empresas que piden valor; y según claramente vemos, su fin no es otro que el de recobrar con violencia y a fuerza de armas los mencionados países que perdió su padre. Este es, en mi dictamen, el motivo principal de nuestras prevenciones, el de esta guardia que hacemos, y la verdadera causa de la agitación y movimiento en que toda la nación está.
Bernardo
Si no es esa, yo no alcanzo cuál puede ser..., y en parte lo confirma la visión espantosa que se ha presentado armada en nuestro puesto, con la figura misma del Rey, que fue y es todavía el autor de estas guerras.
Horacio
Es por cierto una mota que turba los ojos del entendimiento. En la época más gloriosa y feliz de Roma, poco antes que el poderoso César cayese quedaron vacíos los sepulcros y los amortajados cadáveres vagaron por las calles de la ciudad, gimiendo en voz confusa; las estrellas resplandecieron con encendidas colas, cayó lluvia de sangre, se ocultó el sol entre celajes funestos y el húmedo planeta, cuya influencia gobierna el imperio de Neptuno, padeció eclipse como si el fin del mundo hubiese llegado. Hemos visto ya iguales anuncios de sucesos terribles, precursores que avisan los futuros destinos, el cielo y la tierra juntos los han manifestado a nuestro país y a nuestra gente... Pero. Silencio... ¿Veis?..., allí... Otra vez vuelve... Aunque el terror me hiela, yo le quiero salir al encuentro. Detente, fantasma. Si puedes articular sonidos, si tienes voz háblame. Si allá donde estás puedes recibir algún beneficio para tu descanso y mi perdón, háblame. Si sabes los hados que amenazan a tu país, los cuales felizmente previstos puedan evitarse, ¡ay!, habla... O si acaso, durante tu vida, acumulaste en las entrañas de la tierra mal habidos tesoros, por lo que se dice que vosotros, infelices espíritus, después de la muerte vagáis inquietos; decláralo... Detente y habla... Marcelo, detenle.
Marcelo
¿Le daré con mi lanza?
Horacio
Sí, hiérele, si no quiere detenerse.
Bernardo
Aquí está.
Horacio
Aquí.
Marcelo
Se ha ido. Nosotros le ofendemos, siendo él un Soberano, en hacer demostraciones de violencia. Bien que, según parece, es invulnerable como el aire, y nuestros esfuerzos vanos y cosa de burla.
Bernardo
Él iba ya a hablar cuando el gallo cantó.
Horacio
Es verdad, y al punto se estremeció como el delincuente apremiado con terrible precepto. Yo he oído decir que el gallo, trompeta de la mañana, hace despertar al Dios del día con la alta y aguda voz de su garganta sonora, y que a este anuncio, todo extraño espíritu errante por la tierra o el mar, el fuego o el aire, huye a su centro; y la fantasma que hemos visto acaba de confirmar la certeza de esta opinión.
Marcelo
En efecto, desapareció al cantar el gallo. Algunos dicen que cuando se acerca el tiempo en que se celebra el nacimiento de nuestro Redentor, este pájaro matutino canta toda la noche y que entonces ningún espíritu se atreve a salir de su morada, las noches son saludables, ningún planeta influye siniestramente, ningún maleficio produce efecto, ni las hechiceras tienen poder para sus encantos. ¡Tan sagrados son y tan felices aquellos días!
Horacio
Yo también lo tengo entendido así y en parte lo creo. Pero ved como ya la mañana, cubierta con la rosada túnica, viene pisando el rocío de aquel alto monte oriental. Demos fin a la guardia, y soy de opinión que digamos al joven Hamlet lo que hemos visto esta noche, porque yo os prometo que este espíritu hablará con él, aunque ha sido para nosotros mudo. ¿No os parece que dé esta noticia, indispensable en nuestro celo y tan propia de nuestra obligación?
Marcelo
Sí, sí, hagámoslo. Yo sé en donde le hallaremos esta mañana, con más seguridad.
HORACIO, MARCELO y dichos.
Horacio
Amigos de este país.
Marcelo
Y fieles vasallos del Rey de Dinamarca.
Francisco
Buenas noches.
Marcelo
¡Oh! ¡Honrado soldado! Pásalo bien. ¿Quién te relevó de la centinela?
Francisco
Bernardo, que queda en mi lugar. Buenas noches.
Marcelo
¡Hola! ¡Bernardo!
Bernardo
¿Quién está ahí? ¿Es Horacio?
Horacio
Un pedazo de él.
Bernardo
Bienvenido, Horacio; Marcelo, bienvenido.
Marcelo
¿Y qué? ¿Se ha vuelto a aparecer aquella cosa esta noche?
Bernardo
Yo nada he visto
Marcelo
Horacio dice que es aprehensión nuestra, y nada quiere creer de cuanto le he dicho acerca de ese espantoso fantasma que hemos visto ya en dos ocasiones. Por eso le he rogado que se venga a la guardia con nosotros, para que si esta noche vuelve el aparecido, pueda dar crédito a nuestros ojos, y le hable si quiere.
Horacio
¡Qué! No, no vendrá.
Bernardo
Sentémonos un rato, y deja que asaltemos de nuevo tus oídos con el suceso que tanto repugnan oír y que en dos noches seguidas hemos ya presenciado nosotros.
Horacio
Muy bien, sentémonos y oigamos lo que Bernardo nos cuente.
Bernardo
La noche pasada, cuando esa misma estrella que está al occidente del polo había hecho ya su carrera, para iluminar aquel espacio del cielo donde ahora resplandece, Marcelo y yo, a tiempo que el reloj daba la una...
Marcelo
Chit. Calla, mírale por donde viene otra vez.
Bernardo
Con la misma figura que tenía el difunto Rey.
Marcelo
Horacio, tú que eres hombre de estudios, háblale.
Bernardo
¿No se parece todo al Rey? Mírale, Horacio.
Horacio
Muy parecido es... Su vista me conturba con miedo y asombro.
Bernardo
Querrá que le hablen.
Marcelo
Háblale, Horacio.
Horacio
¿Quién eres tú, que así usurpas este tiempo a la noche, y esa presencia noble y guerrera que tuvo un día la majestad del Soberano Danés, que yace en el sepulcro? Habla, por el Cielo te lo pido.
Marcelo
Parece que está irritado.
Bernardo
¿Ves? Se va, como despreciándonos.
Horacio
Detente, habla. Yo te lo mando. Habla.
Marcelo
Ya se fue. No quiere respondernos.
Bernardo
¿Qué tal, Horacio? Tú tiemblas y has perdido el color. ¿No es esto algo más que aprensión? ¿Qué te parece?
Horacio
Por Dios que nunca lo hubiera creído, sin la sensible y cierta demostración de mis propios ojos.
Marcelo
¿No es enteramente parecido al Rey?
Horacio
Como tú a ti mismo. Y tal era el arnés de que iba ceñido cuando peleó con el ambicioso Rey de Noruega, y así le vi arrugar ceñudo la frente cuando en una altercación colérica hizo caer al de Polonia sobre el hielo, de un solo golpe... ¡Extraña aparición es ésta!
Marcelo
Pues de esa manera, y a esta misma hora de la noche, se ha paseado dos veces con ademán guerrero delante de nuestra guardia.
Horacio
Yo no comprendo el fin particular con que esto sucede; pero en mi ruda manera de pensar, pronostica alguna extraordinaria mudanza a nuestra nación.
Marcelo
Ahora bien, sentémonos y decidme, cualquiera de vosotros que lo sepa; ¿por qué fatigan todas las noches a los vasallos con estas guardias tan penosas y vigilantes? ¿Para qué es esta fundición de cañones de bronce y este acopio extranjero de máquinas de guerra? ¿A qué fin esa multitud de carpinteros de marina, precisados a un afán molesto, que no distingue el domingo de lo restante de la semana? ¿Qué causas puede haber para que sudando el trabajador apresurado junte las noches a los días? ¿Quién de vosotros podrá decírmelo?
Horacio
Yo te lo diré, o a lo menos, los rumores que sobre esto corren. Nuestro último Rey (cuya imagen acaba de aparecérsenos) fue provocado a combate, como ya sabéis, por Fortimbrás de Noruega estimulado éste de la más orgullosa emulación. En aquel desafío, nuestro valeroso Hamlet (que tal renombre alcanzó en la parte del mundo que nos es conocida) mató a Fortimbrás, el cual por un contrato sellado y ratificado según el fuero de las armas, cedía al vencedor (dado caso que muriese en la pelea) todos aquellos países que estaban bajo su dominio. Nuestro Rey se obligó también a cederle una porción equivalente, que hubiera pasado a manos de Fortimbrás, como herencia suya, si hubiese vencido; así como, en virtud de aquel convenio y de los artículos estipulados, recayó todo en Hamlet. Ahora el joven Fortimbrás, de un carácter fogoso, falto de experiencia y lleno de presunción, ha ido recogiendo de aquí y de allí por las fronteras de Noruega, una turba de gente resuelta y perdida, a quien la necesidad de comer determina a intentar empresas que piden valor; y según claramente vemos, su fin no es otro que el de recobrar con violencia y a fuerza de armas los mencionados países que perdió su padre. Este es, en mi dictamen, el motivo principal de nuestras prevenciones, el de esta guardia que hacemos, y la verdadera causa de la agitación y movimiento en que toda la nación está.
Bernardo
Si no es esa, yo no alcanzo cuál puede ser..., y en parte lo confirma la visión espantosa que se ha presentado armada en nuestro puesto, con la figura misma del Rey, que fue y es todavía el autor de estas guerras.
Horacio
Es por cierto una mota que turba los ojos del entendimiento. En la época más gloriosa y feliz de Roma, poco antes que el poderoso César cayese quedaron vacíos los sepulcros y los amortajados cadáveres vagaron por las calles de la ciudad, gimiendo en voz confusa; las estrellas resplandecieron con encendidas colas, cayó lluvia de sangre, se ocultó el sol entre celajes funestos y el húmedo planeta, cuya influencia gobierna el imperio de Neptuno, padeció eclipse como si el fin del mundo hubiese llegado. Hemos visto ya iguales anuncios de sucesos terribles, precursores que avisan los futuros destinos, el cielo y la tierra juntos los han manifestado a nuestro país y a nuestra gente... Pero. Silencio... ¿Veis?..., allí... Otra vez vuelve... Aunque el terror me hiela, yo le quiero salir al encuentro. Detente, fantasma. Si puedes articular sonidos, si tienes voz háblame. Si allá donde estás puedes recibir algún beneficio para tu descanso y mi perdón, háblame. Si sabes los hados que amenazan a tu país, los cuales felizmente previstos puedan evitarse, ¡ay!, habla... O si acaso, durante tu vida, acumulaste en las entrañas de la tierra mal habidos tesoros, por lo que se dice que vosotros, infelices espíritus, después de la muerte vagáis inquietos; decláralo... Detente y habla... Marcelo, detenle.
Marcelo
¿Le daré con mi lanza?
Horacio
Sí, hiérele, si no quiere detenerse.
Bernardo
Aquí está.
Horacio
Aquí.
Marcelo
Se ha ido. Nosotros le ofendemos, siendo él un Soberano, en hacer demostraciones de violencia. Bien que, según parece, es invulnerable como el aire, y nuestros esfuerzos vanos y cosa de burla.
Bernardo
Él iba ya a hablar cuando el gallo cantó.
Horacio
Es verdad, y al punto se estremeció como el delincuente apremiado con terrible precepto. Yo he oído decir que el gallo, trompeta de la mañana, hace despertar al Dios del día con la alta y aguda voz de su garganta sonora, y que a este anuncio, todo extraño espíritu errante por la tierra o el mar, el fuego o el aire, huye a su centro; y la fantasma que hemos visto acaba de confirmar la certeza de esta opinión.
Marcelo
En efecto, desapareció al cantar el gallo. Algunos dicen que cuando se acerca el tiempo en que se celebra el nacimiento de nuestro Redentor, este pájaro matutino canta toda la noche y que entonces ningún espíritu se atreve a salir de su morada, las noches son saludables, ningún planeta influye siniestramente, ningún maleficio produce efecto, ni las hechiceras tienen poder para sus encantos. ¡Tan sagrados son y tan felices aquellos días!
Horacio
Yo también lo tengo entendido así y en parte lo creo. Pero ved como ya la mañana, cubierta con la rosada túnica, viene pisando el rocío de aquel alto monte oriental. Demos fin a la guardia, y soy de opinión que digamos al joven Hamlet lo que hemos visto esta noche, porque yo os prometo que este espíritu hablará con él, aunque ha sido para nosotros mudo. ¿No os parece que dé esta noticia, indispensable en nuestro celo y tan propia de nuestra obligación?
Marcelo
Sí, sí, hagámoslo. Yo sé en donde le hallaremos esta mañana, con más seguridad.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena III
CLAUDIO, GERTRUDIS, HAMLET, POLONIO, LAERTES, VOLTIMAN, CORNELIO, Caballeros, Damas y acompañamiento.
Salón de Palacio.
Claudio
Aunque la muerte de mi querido hermano Hamlet está todavía tan reciente en nuestra memoria, que obliga a mantener en tristeza los corazones y a que en todo el Reino sólo se observe la imagen del dolor; con todo eso, tanto ha combatido en mí la razón a la naturaleza, que he conservado un prudente sentimiento de su pérdida, junto con la memoria de lo que a nosotros nos debemos. A este fin he recibido por esposa, a la que un tiempo fue mi hermana y hoy reina conmigo, compañera en el trono de esta belicosa nación; si bien estas alegrías son imperfectas, pues en ellas se han unido a la felicidad las lágrimas, las fiestas a pompa fúnebre, los cánticos de muerte a los epitalamios de Himeneo, pesados en igual balanza el placer y la aflicción. Ni hemos dejado de seguir los dictámenes de vuestra prudencia, que en esta ocasión ha procedido con absoluta libertad de lo cual os quedo muy agradecido. Ahora falta deciros, que el joven Fortimbrás, estimándome en poco, o presumiendo que la reciente muerte de mi querido hermano habrá producido en el Reino trastorno y desunión; fiado en esta soñada superioridad, no ha cesado de importunarme con mensajes, pidiéndome le restituya aquellas tierras que perdió su padre y adquirió mi valeroso hermano, con todas las formalidades de la ley. Basta ya lo que de él he dicho. Por lo que a mí toca y en cuanto al objeto que hoy nos reúne; veisle aquí. Escribo al Rey de Noruega, tío del joven Fortimbrás, que doliente y postrado en el lecho apenas tiene noticia de los proyectos de su sobrino, a fin de que le impida llevarlos adelante, pues tengo ya exactos informes de la gente que levanta contra mí, su calidad, su número y fuerzas. Prudente Cornelio, y tú Voltiman, vosotros saludareis en mi nombre al anciano Rey; aunque no os doy facultad personal para celebrar con él tratado alguno, que exceda los límites expresados en estos artículos. Id con Dios, y espero que manifestaréis en vuestra diligencia el celo de servirme.
Voltiman
En esta y cualquiera otra comisión os daremos pruebas de nuestro respeto.
Claudio
No lo dudaré. El Cielo os guarde.
CLAUDIO, GERTRUDIS, HAMLET, POLONIO, LAERTES, VOLTIMAN, CORNELIO, Caballeros, Damas y acompañamiento.
Salón de Palacio.
Claudio
Aunque la muerte de mi querido hermano Hamlet está todavía tan reciente en nuestra memoria, que obliga a mantener en tristeza los corazones y a que en todo el Reino sólo se observe la imagen del dolor; con todo eso, tanto ha combatido en mí la razón a la naturaleza, que he conservado un prudente sentimiento de su pérdida, junto con la memoria de lo que a nosotros nos debemos. A este fin he recibido por esposa, a la que un tiempo fue mi hermana y hoy reina conmigo, compañera en el trono de esta belicosa nación; si bien estas alegrías son imperfectas, pues en ellas se han unido a la felicidad las lágrimas, las fiestas a pompa fúnebre, los cánticos de muerte a los epitalamios de Himeneo, pesados en igual balanza el placer y la aflicción. Ni hemos dejado de seguir los dictámenes de vuestra prudencia, que en esta ocasión ha procedido con absoluta libertad de lo cual os quedo muy agradecido. Ahora falta deciros, que el joven Fortimbrás, estimándome en poco, o presumiendo que la reciente muerte de mi querido hermano habrá producido en el Reino trastorno y desunión; fiado en esta soñada superioridad, no ha cesado de importunarme con mensajes, pidiéndome le restituya aquellas tierras que perdió su padre y adquirió mi valeroso hermano, con todas las formalidades de la ley. Basta ya lo que de él he dicho. Por lo que a mí toca y en cuanto al objeto que hoy nos reúne; veisle aquí. Escribo al Rey de Noruega, tío del joven Fortimbrás, que doliente y postrado en el lecho apenas tiene noticia de los proyectos de su sobrino, a fin de que le impida llevarlos adelante, pues tengo ya exactos informes de la gente que levanta contra mí, su calidad, su número y fuerzas. Prudente Cornelio, y tú Voltiman, vosotros saludareis en mi nombre al anciano Rey; aunque no os doy facultad personal para celebrar con él tratado alguno, que exceda los límites expresados en estos artículos. Id con Dios, y espero que manifestaréis en vuestra diligencia el celo de servirme.
Voltiman
En esta y cualquiera otra comisión os daremos pruebas de nuestro respeto.
Claudio
No lo dudaré. El Cielo os guarde.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena IV
CLAUDIO, GERTRUDIS, HAMLET, POLONIO, LAERTES, Damas, Caballeros y acompañamiento.
Claudio
Y tú, Laertes, ¿qué solicitas? Me has hablado de una pretensión, ¿no me dirás cuál sea? En cualquiera cosa justa que pidas al Rey de Dinamarca, no será vano el ruego. ¿Ni qué podrás pedirme que no sea más ofrecimiento mío, que demanda tuya? No es más adicto a la cabeza el corazón ni más pronta la mano en servir a la boca, que lo es el trono de Dinamarca para con tu padre. En fin, ¿qué pretendes?
Laertes
Respetable Soberano, solicito la gracia de vuestro permiso para volver a Francia. De allí he venido voluntariamente a Dinamarca a manifestaros mi leal afecto, con motivo de vuestra coronación; pero ya cumplida esta deuda, fuerza es confesaros que mis ideas y mi inclinación me llaman de nuevo a aquel país, y espero de vuestra mucha bondad esta licencia.
Claudio
¿Has obtenido ya la de tu padre? ¿Qué dices Polonio?
Polonio
A fuerza de importunaciones ha logrado arrancar mi tardío consentimiento. Al verle tan inclinado, firmé últimamente la licencia de que se vaya, aunque a pesar mío; y os ruego, señor, que se la concedáis.
Claudio
Elige el tiempo que te parezca más oportuno para salir, y haz cuanto gustes y sea más conducente a tu felicidad. Y tú, Hamlet, ¡mi deudo, mi hijo!
Hamlet
Algo más que deudo, y menos que amigo.
Claudio
¿Qué sombras de tristeza te cubren siempre?
Hamlet
Al contrario, señor, estoy demasiado a la luz.
Gertrudis
Mi buen Hamlet, no así tu semblante manifieste aflicción; véase en él que eres amigo de Dinamarca; ni siempre con abatidos párpados busques entre el polvo a tu generoso padre. Tú lo sabes, común es a todos, el que vive debe morir, pasando de la naturaleza a la eternidad.
Hamlet
Sí señora, a todos es común.
Gertrudis
Pues si lo es, ¿por qué aparentas tan particular sentimiento?
Hamlet
¿Aparentar? No señora, yo no sé aparentar. Ni el color negro de este manto, ni el traje acostumbrado en solemnes lutos, ni los interrumpidos sollozos, ni en los ojos un abundante río, ni la dolorida expresión del semblante, junto con las fórmulas, los ademanes, las exterioridades de sentimiento; bastarán por sí solos, mi querida madre, a manifestar el verdadero afecto que me ocupa el ánimo. Estos signos aparentan, es verdad; pero son acciones que un hombre puede fingir... Aquí, aquí dentro tengo lo que es más que apariencia, lo restante no es otra cosa que atavíos y adornos del dolor.
Claudio
Bueno y laudable es que tu corazón pague a un padre esa lúgubre deuda, Hamlet; pero, no debes ignorarlo, tu padre perdió un padre también y aquel perdió el suyo. El que sobrevive, limita la filial obligación de su obsequiosa tristeza a un cierto término; pero continuar en interminable desconsuelo, es una conducta de obstinación impía. Ni es natural en el hombre tan permanente afecto; que anuncia una voluntad rebelde a los decretos de la Providencia, un corazón débil, un alma indócil, un talento limitado y falto de luces. ¿Será bien que el corazón padezca, queriendo neciamente resistir a lo que es y debe ser inevitable, a lo que es tan común como cualquiera de las cosas que más a menudo hieren nuestros sentidos? Este es un delito contra el Cielo, contra la muerte, contra la naturaleza misma; es hacer una injuria absurda a la razón, que nos da en la muerte de nuestros padres la más frecuente de sus lecciones, y que nos está diciendo, desde el primero de los hombres hasta el último que hoy expira: Mortales, ved aquí vuestra irrevocable suerte. Modera, pues, yo te lo ruego, esa inútil tristeza, considera que tienes un padre en mi puesto, que debe ser notorio al mundo que tú eres la persona más inmediata a mi trono y que te amo con el afecto más puro que puede tener a su hijo un padre. Tu resolución de volver a los estudios de Witemberga es la más opuesta a nuestro deseo, y antes bien te pedimos que desistas de ella; permaneciendo aquí, estimado y querido a vista nuestra, como el primero de mis Cortesanos, mi pariente y mi hijo.
Gertrudis
Yo te ruego Hamlet, que no vayas a Witemberga; quédate con nosotros. No sean vanas las súplicas de tu madre.
Hamlet
Obedeceros en todo será siempre mi primer conato.
Claudio
Por esa afectuosa y plausible respuesta quiero que seas otro yo en el imperio danés. Venid, señora. La sincera y fiel condescendencia de Hamlet ha llenado de alegría mi corazón. En aplauso de este acontecimiento, no celebrará hoy Dinamarca festivos brindis sin que lo anuncie a las nubes el cañón robusto, y el cielo retumbe muchas veces a las aclamaciones del Rey repitiendo el trueno de la tierra. Venid.
CLAUDIO, GERTRUDIS, HAMLET, POLONIO, LAERTES, Damas, Caballeros y acompañamiento.
Claudio
Y tú, Laertes, ¿qué solicitas? Me has hablado de una pretensión, ¿no me dirás cuál sea? En cualquiera cosa justa que pidas al Rey de Dinamarca, no será vano el ruego. ¿Ni qué podrás pedirme que no sea más ofrecimiento mío, que demanda tuya? No es más adicto a la cabeza el corazón ni más pronta la mano en servir a la boca, que lo es el trono de Dinamarca para con tu padre. En fin, ¿qué pretendes?
Laertes
Respetable Soberano, solicito la gracia de vuestro permiso para volver a Francia. De allí he venido voluntariamente a Dinamarca a manifestaros mi leal afecto, con motivo de vuestra coronación; pero ya cumplida esta deuda, fuerza es confesaros que mis ideas y mi inclinación me llaman de nuevo a aquel país, y espero de vuestra mucha bondad esta licencia.
Claudio
¿Has obtenido ya la de tu padre? ¿Qué dices Polonio?
Polonio
A fuerza de importunaciones ha logrado arrancar mi tardío consentimiento. Al verle tan inclinado, firmé últimamente la licencia de que se vaya, aunque a pesar mío; y os ruego, señor, que se la concedáis.
Claudio
Elige el tiempo que te parezca más oportuno para salir, y haz cuanto gustes y sea más conducente a tu felicidad. Y tú, Hamlet, ¡mi deudo, mi hijo!
Hamlet
Algo más que deudo, y menos que amigo.
Claudio
¿Qué sombras de tristeza te cubren siempre?
Hamlet
Al contrario, señor, estoy demasiado a la luz.
Gertrudis
Mi buen Hamlet, no así tu semblante manifieste aflicción; véase en él que eres amigo de Dinamarca; ni siempre con abatidos párpados busques entre el polvo a tu generoso padre. Tú lo sabes, común es a todos, el que vive debe morir, pasando de la naturaleza a la eternidad.
Hamlet
Sí señora, a todos es común.
Gertrudis
Pues si lo es, ¿por qué aparentas tan particular sentimiento?
Hamlet
¿Aparentar? No señora, yo no sé aparentar. Ni el color negro de este manto, ni el traje acostumbrado en solemnes lutos, ni los interrumpidos sollozos, ni en los ojos un abundante río, ni la dolorida expresión del semblante, junto con las fórmulas, los ademanes, las exterioridades de sentimiento; bastarán por sí solos, mi querida madre, a manifestar el verdadero afecto que me ocupa el ánimo. Estos signos aparentan, es verdad; pero son acciones que un hombre puede fingir... Aquí, aquí dentro tengo lo que es más que apariencia, lo restante no es otra cosa que atavíos y adornos del dolor.
Claudio
Bueno y laudable es que tu corazón pague a un padre esa lúgubre deuda, Hamlet; pero, no debes ignorarlo, tu padre perdió un padre también y aquel perdió el suyo. El que sobrevive, limita la filial obligación de su obsequiosa tristeza a un cierto término; pero continuar en interminable desconsuelo, es una conducta de obstinación impía. Ni es natural en el hombre tan permanente afecto; que anuncia una voluntad rebelde a los decretos de la Providencia, un corazón débil, un alma indócil, un talento limitado y falto de luces. ¿Será bien que el corazón padezca, queriendo neciamente resistir a lo que es y debe ser inevitable, a lo que es tan común como cualquiera de las cosas que más a menudo hieren nuestros sentidos? Este es un delito contra el Cielo, contra la muerte, contra la naturaleza misma; es hacer una injuria absurda a la razón, que nos da en la muerte de nuestros padres la más frecuente de sus lecciones, y que nos está diciendo, desde el primero de los hombres hasta el último que hoy expira: Mortales, ved aquí vuestra irrevocable suerte. Modera, pues, yo te lo ruego, esa inútil tristeza, considera que tienes un padre en mi puesto, que debe ser notorio al mundo que tú eres la persona más inmediata a mi trono y que te amo con el afecto más puro que puede tener a su hijo un padre. Tu resolución de volver a los estudios de Witemberga es la más opuesta a nuestro deseo, y antes bien te pedimos que desistas de ella; permaneciendo aquí, estimado y querido a vista nuestra, como el primero de mis Cortesanos, mi pariente y mi hijo.
Gertrudis
Yo te ruego Hamlet, que no vayas a Witemberga; quédate con nosotros. No sean vanas las súplicas de tu madre.
Hamlet
Obedeceros en todo será siempre mi primer conato.
Claudio
Por esa afectuosa y plausible respuesta quiero que seas otro yo en el imperio danés. Venid, señora. La sincera y fiel condescendencia de Hamlet ha llenado de alegría mi corazón. En aplauso de este acontecimiento, no celebrará hoy Dinamarca festivos brindis sin que lo anuncie a las nubes el cañón robusto, y el cielo retumbe muchas veces a las aclamaciones del Rey repitiendo el trueno de la tierra. Venid.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena V
HAMLET solo
Hamlet
¡Oh! ¡Si está demasiado sólida masa de carne pudiera ablandarse y liquidarse, disuelta en lluvia de lágrimas! ¡O el Todopoderoso no asestara el cañón contra el homicida de sí mismo! ¡Oh! ¡Dios! ¡Oh! ¡Dios mío! ¡Cuán fatigado ya de todo, juzgo molestos, insípidos y vanos los placeres del mundo! Nada, nada quiero de él, es un campo inculto y rudo, que sólo abunda en frutos groseros y amargos. ¡Que esto haya llegado a suceder a los dos meses que él ha muerto! No, ni tanto, aún no ha dos meses. Aquel excelente Rey, que fue comparado con este, como con un Sátiro, Hiperión; tan amante de mi madre, que ni a los aires celestes permitía llegar atrevidos a su rostro. ¡Oh! ¡Cielo y tierra! ¿Para qué conservo la memoria? Ella, que se le mostraba tan amorosa como si en la posesión hubieran crecido sus deseos. Y no obstante, en un mes... ¡Ah! no quisiera pensar en esto. ¡Fragilidad! ¡Tú tienes nombre de mujer! En el corto espacio de un mes y aún antes de romper los zapatos con que, semejante a Niobe, bañada en lágrimas, acompañó el cuerpo de mi triste padre... Sí, ella, ella misma. ¡Cielos! Una fiera, incapaz de razón y discurso, hubiera mostrado aflicción más durable. Se ha casado, en fin, con mi tío, hermano de mi padre; pero no más parecido a él que yo lo soy a Hércules. En un mes... enrojecidos aún los ojos con el pérfido llanto, se casó. ¡Ah! ¡Delincuente precipitación! ¡Ir a ocupar con tal diligencia un lecho incestuoso! Ni esto es bueno, ni puede producir bien. Pero, hazte pedazos corazón mío, que mi lengua debe reprimirse.
HAMLET solo
Hamlet
¡Oh! ¡Si está demasiado sólida masa de carne pudiera ablandarse y liquidarse, disuelta en lluvia de lágrimas! ¡O el Todopoderoso no asestara el cañón contra el homicida de sí mismo! ¡Oh! ¡Dios! ¡Oh! ¡Dios mío! ¡Cuán fatigado ya de todo, juzgo molestos, insípidos y vanos los placeres del mundo! Nada, nada quiero de él, es un campo inculto y rudo, que sólo abunda en frutos groseros y amargos. ¡Que esto haya llegado a suceder a los dos meses que él ha muerto! No, ni tanto, aún no ha dos meses. Aquel excelente Rey, que fue comparado con este, como con un Sátiro, Hiperión; tan amante de mi madre, que ni a los aires celestes permitía llegar atrevidos a su rostro. ¡Oh! ¡Cielo y tierra! ¿Para qué conservo la memoria? Ella, que se le mostraba tan amorosa como si en la posesión hubieran crecido sus deseos. Y no obstante, en un mes... ¡Ah! no quisiera pensar en esto. ¡Fragilidad! ¡Tú tienes nombre de mujer! En el corto espacio de un mes y aún antes de romper los zapatos con que, semejante a Niobe, bañada en lágrimas, acompañó el cuerpo de mi triste padre... Sí, ella, ella misma. ¡Cielos! Una fiera, incapaz de razón y discurso, hubiera mostrado aflicción más durable. Se ha casado, en fin, con mi tío, hermano de mi padre; pero no más parecido a él que yo lo soy a Hércules. En un mes... enrojecidos aún los ojos con el pérfido llanto, se casó. ¡Ah! ¡Delincuente precipitación! ¡Ir a ocupar con tal diligencia un lecho incestuoso! Ni esto es bueno, ni puede producir bien. Pero, hazte pedazos corazón mío, que mi lengua debe reprimirse.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena VI
HAMLET, HORACIO, BERNARDO y MARCELO
Horacio
Buenos días, señor.
Hamlet
Me alegro de verte bueno... ¿Es Horacio? O me he olvidado de mí propio.
Horacio
El mismo soy, y siempre vuestro humilde criado.
Hamlet
Mi buen amigo, yo quiero trocar contigo ese título que te das. ¿A qué has venido de Witemberga? ¡Ah! ¡Marcelo!
Marcelo
Señor.
Hamlet
Mucho me alegro de verte con salud también. Pero, la verdad, ¿a qué has venido de Witemberga?
Horacio
Señor..., deseos de holgarme.
Hamlet
No quisiera oír de boca de tu enemigo otro tanto, ni podrás forzar mis oídos a que admitan una disculpa que te ofende. Yo sé que no eres desaplicado. Pero, dime, ¿qué asuntos tienes en Elsingor? Aquí te enseñaremos a ser gran bebedor antes que te vuelvas.
Horacio
He venido a ver los funerales de vuestro padre.
Hamlet
No se burle de mí, por Dios, señor condiscípulo. Yo creo que habrás venido a las bodas de mi madre.
Horacio
Es verdad, como se han celebrado inmediatamente.
Hamlet
Economía, Horacio, economía. Aún no se habían enfriado los manjares cocidos para el convite del duelo, cuando se sirvieron en las mesas de la boda... ¡Oh! yo quisiera haberme hallado en el cielo con mi mayor enemigo, antes que haber visto aquel día. ¡Mi padre!... Me parece que veo a mi padre.
Horacio
¿En dónde, señor?
Hamlet
Con los ojos del alma, Horacio.
Horacio
Alguna vez le vi. Era un buen Rey.
Hamlet
Era un hombre tan cabal en todo que no espero hallar otro semejante.
Horacio
Señor, yo creo que le vi anoche.
Hamlet
¿Le viste? ¿A quién?
Horacio
Al Rey vuestro padre.
Hamlet
¿Al Rey mi padre?
Horacio
Prestadme oído atento, suspendiendo un rato vuestra admiración, mientras os refiero este caso maravilloso apoyado con el testimonio de estos caballeros.
Hamlet
Sí, por Dios, dímelo.
Horacio
Estos dos señores, Marcelo y Bernardo, le habían visto dos veces hallándose de guardia, como a la mitad de la profunda noche. Una figura, semejante a vuestro padre, armada según él solía de pies a cabeza, se les puso delante, caminando grave, tardo y majestuoso por donde ellos estaban. Tres veces pasó de esta manera ante sus ojos, que oprimía el pavor, acercándose hasta donde ellos podían alcanzar con sus lanzas; pero débiles y casi helados con el miedo, permanecieron mudos sin osar hablarle. Diéronme parte de este secreto horrible; voyme a la guardia con ellos la tercera noche, y allí encontré ser cierto cuanto me habían dicho, así en la hora, como en la forma y circunstancias de aquella aparición. La Sombra volvió en efecto. Yo conocí a vuestro padre, y es tan parecido a él, como lo son entre sí estas dos manos mías.
Hamlet
¿Y en dónde fue eso?
Marcelo
En la muralla de palacio, donde estábamos de centinela.
Hamlet
¿Y no le hablasteis?
Horacio
Sí señor, yo le hablé; pero no me dio respuesta alguna. No obstante, una vez me parece que alzó la cabeza haciendo con ella un movimiento, como si fuese a hablarme; pero al mismo tiempo se oyó la aguda voz del gallo matutino y al sonido huyó con presta fuga, desapareciendo de nuestra vista.
Hamlet
¡Es cosa bien admirable!
Horacio
Y tan cierta como mi propia existencia. Nosotros hemos creído que era obligación nuestra avisaros de ello, mi venerado Príncipe.
Hamlet
Sí, amigos, sí... pero esto me llena de turbación. ¿Estáis de centinela esta noche?
Todos
Sí, señor.
Hamlet
¿Decís que iba armado?
Todos
Sí, señor, armado.
Hamlet
¿De la frente al pie?
Todos
Sí, señor, de pies a cabeza.
Hamlet
Luego no le visteis el rostro.
Horacio
Le vimos, porque traía la visera alzada.
Hamlet
¿Y qué? ¿Parecía que estaba irritado?
Horacio
Más anunciaba su semblante el dolor que la ira.
Hamlet
¿Pálido o encendido?
Horacio
No, muy pálido.
Hamlet
¿Y fijaba la vista en vosotros?
Horacio
Constantemente.
Hamlet
Yo hubiera querido hallarme allí.
Horacio
Mucho pavor os hubiera causado.
Hamlet
Sí, es verdad, sí... ¿Y permaneció mucho tiempo?
Horacio
El que puede emplearse en contar desde uno hasta ciento, con moderada diligencia.
Marcelo
Más, más estuvo.
Horacio
Cuando yo le vi, no.
Hamlet
La barba blanca, ¿eh?
Horacio
Sí, señor, como yo se la había visto cuando vivía; de un color ceniciento.
Hamlet
Quiero ir esta noche con vosotros al puesto, por si acaso vuelve.
Horacio
¡Oh! Sí volverá, yo os lo aseguro.
Hamlet
Si él se me presenta en la figura de mi noble padre yo le hablaré aunque el infierno mismo abriendo sus entrañas me impusiera silencio. Yo os pido a todos que así como hasta ahora habéis callado a los demás, lo que visteis, de hoy en adelante lo ocultéis con el mayor sigilo; y sea cual fuere el suceso de esta noche, fiadlo al pensamiento, pero no a la lengua; y yo sabré remunerar vuestro celo. Dios os guarde, amigos. Entre once y doce iré a buscaros a la muralla.
Todos
Nuestra obligación es serviros.
Hamlet
Sí, conservadme vuestro amor y estad seguros del mío. Adiós. El espíritu de mi padre... Con armas... No es esto bueno. Recelo alguna maldad. ¡Oh! ¡Si la noche hubiese ya llegado! Esperémosla tranquilamente, alma mía. Las malas acciones, aunque toda la tierra las oculte, se descubren al fin a la vista humana.
HAMLET, HORACIO, BERNARDO y MARCELO
Horacio
Buenos días, señor.
Hamlet
Me alegro de verte bueno... ¿Es Horacio? O me he olvidado de mí propio.
Horacio
El mismo soy, y siempre vuestro humilde criado.
Hamlet
Mi buen amigo, yo quiero trocar contigo ese título que te das. ¿A qué has venido de Witemberga? ¡Ah! ¡Marcelo!
Marcelo
Señor.
Hamlet
Mucho me alegro de verte con salud también. Pero, la verdad, ¿a qué has venido de Witemberga?
Horacio
Señor..., deseos de holgarme.
Hamlet
No quisiera oír de boca de tu enemigo otro tanto, ni podrás forzar mis oídos a que admitan una disculpa que te ofende. Yo sé que no eres desaplicado. Pero, dime, ¿qué asuntos tienes en Elsingor? Aquí te enseñaremos a ser gran bebedor antes que te vuelvas.
Horacio
He venido a ver los funerales de vuestro padre.
Hamlet
No se burle de mí, por Dios, señor condiscípulo. Yo creo que habrás venido a las bodas de mi madre.
Horacio
Es verdad, como se han celebrado inmediatamente.
Hamlet
Economía, Horacio, economía. Aún no se habían enfriado los manjares cocidos para el convite del duelo, cuando se sirvieron en las mesas de la boda... ¡Oh! yo quisiera haberme hallado en el cielo con mi mayor enemigo, antes que haber visto aquel día. ¡Mi padre!... Me parece que veo a mi padre.
Horacio
¿En dónde, señor?
Hamlet
Con los ojos del alma, Horacio.
Horacio
Alguna vez le vi. Era un buen Rey.
Hamlet
Era un hombre tan cabal en todo que no espero hallar otro semejante.
Horacio
Señor, yo creo que le vi anoche.
Hamlet
¿Le viste? ¿A quién?
Horacio
Al Rey vuestro padre.
Hamlet
¿Al Rey mi padre?
Horacio
Prestadme oído atento, suspendiendo un rato vuestra admiración, mientras os refiero este caso maravilloso apoyado con el testimonio de estos caballeros.
Hamlet
Sí, por Dios, dímelo.
Horacio
Estos dos señores, Marcelo y Bernardo, le habían visto dos veces hallándose de guardia, como a la mitad de la profunda noche. Una figura, semejante a vuestro padre, armada según él solía de pies a cabeza, se les puso delante, caminando grave, tardo y majestuoso por donde ellos estaban. Tres veces pasó de esta manera ante sus ojos, que oprimía el pavor, acercándose hasta donde ellos podían alcanzar con sus lanzas; pero débiles y casi helados con el miedo, permanecieron mudos sin osar hablarle. Diéronme parte de este secreto horrible; voyme a la guardia con ellos la tercera noche, y allí encontré ser cierto cuanto me habían dicho, así en la hora, como en la forma y circunstancias de aquella aparición. La Sombra volvió en efecto. Yo conocí a vuestro padre, y es tan parecido a él, como lo son entre sí estas dos manos mías.
Hamlet
¿Y en dónde fue eso?
Marcelo
En la muralla de palacio, donde estábamos de centinela.
Hamlet
¿Y no le hablasteis?
Horacio
Sí señor, yo le hablé; pero no me dio respuesta alguna. No obstante, una vez me parece que alzó la cabeza haciendo con ella un movimiento, como si fuese a hablarme; pero al mismo tiempo se oyó la aguda voz del gallo matutino y al sonido huyó con presta fuga, desapareciendo de nuestra vista.
Hamlet
¡Es cosa bien admirable!
Horacio
Y tan cierta como mi propia existencia. Nosotros hemos creído que era obligación nuestra avisaros de ello, mi venerado Príncipe.
Hamlet
Sí, amigos, sí... pero esto me llena de turbación. ¿Estáis de centinela esta noche?
Todos
Sí, señor.
Hamlet
¿Decís que iba armado?
Todos
Sí, señor, armado.
Hamlet
¿De la frente al pie?
Todos
Sí, señor, de pies a cabeza.
Hamlet
Luego no le visteis el rostro.
Horacio
Le vimos, porque traía la visera alzada.
Hamlet
¿Y qué? ¿Parecía que estaba irritado?
Horacio
Más anunciaba su semblante el dolor que la ira.
Hamlet
¿Pálido o encendido?
Horacio
No, muy pálido.
Hamlet
¿Y fijaba la vista en vosotros?
Horacio
Constantemente.
Hamlet
Yo hubiera querido hallarme allí.
Horacio
Mucho pavor os hubiera causado.
Hamlet
Sí, es verdad, sí... ¿Y permaneció mucho tiempo?
Horacio
El que puede emplearse en contar desde uno hasta ciento, con moderada diligencia.
Marcelo
Más, más estuvo.
Horacio
Cuando yo le vi, no.
Hamlet
La barba blanca, ¿eh?
Horacio
Sí, señor, como yo se la había visto cuando vivía; de un color ceniciento.
Hamlet
Quiero ir esta noche con vosotros al puesto, por si acaso vuelve.
Horacio
¡Oh! Sí volverá, yo os lo aseguro.
Hamlet
Si él se me presenta en la figura de mi noble padre yo le hablaré aunque el infierno mismo abriendo sus entrañas me impusiera silencio. Yo os pido a todos que así como hasta ahora habéis callado a los demás, lo que visteis, de hoy en adelante lo ocultéis con el mayor sigilo; y sea cual fuere el suceso de esta noche, fiadlo al pensamiento, pero no a la lengua; y yo sabré remunerar vuestro celo. Dios os guarde, amigos. Entre once y doce iré a buscaros a la muralla.
Todos
Nuestra obligación es serviros.
Hamlet
Sí, conservadme vuestro amor y estad seguros del mío. Adiós. El espíritu de mi padre... Con armas... No es esto bueno. Recelo alguna maldad. ¡Oh! ¡Si la noche hubiese ya llegado! Esperémosla tranquilamente, alma mía. Las malas acciones, aunque toda la tierra las oculte, se descubren al fin a la vista humana.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena VII
LAERTES, OFELIA
Sala de la casa de Polonio.
Laertes
Ya tengo todo mi equipaje a bordo. Adiós hermana, y cuando los vientos sean favorables y seguro el paso del mar, no te descuides en darme nuevas de ti.
Ofelia
¿Puedes dudarlo?
Laertes
Por lo que hace al frívolo obsequio de Hamlet, debes considerarle como una mera cortesanía, un hervor de la sangre, una violeta que en la primavera juvenil de la naturaleza se adelanta a vivir y no permanece hermosa, no durable: perfume de un momento y nada más.
Ofelia
Nada más.
Laertes
Pienso que no, porque no sólo en nuestra juventud se aumentan las fuerzas y tamaño del cuerpo, sino que las facultades interiores del talento y del alma crecen también con el templo en que ella reside. Puede ser que él te ame ahora con sinceridad, sin que manche borrón alguno la pureza de su intención; pero debes temer, al considerar su grandeza, que no tiene voluntad propia y que vive sujeto a obrar según a su nacimiento corresponde. Él no puede como una persona vulgar, elegir por sí mismo; puesto que de su elección depende la salud y prosperidad de todo un Reino y ve aquí por qué esta elección debe arreglarse a la condescendencia unánime de aquel cuerpo de quien es cabeza. Así, pues, cuando él diga que te ama, será prudencia en ti no darle crédito; reflexionando que en el alto lugar que ocupa nada puede cumplir de lo que promete, sino aquello que obtenga el consentimiento de la parte más principal de Dinamarca. Considera cuál pérdida padecería tu honor, si con demasiada credulidad dieras oídos a su voz lisonjera, perdiendo la libertad del corazón o facilitando a sus instancias impetuosas el tesoro de tu honestidad. Teme, Ofelia, teme querida hermana, no sigas inconsiderada tu inclinación; huye del peligro colocándote fuera del tiro de los amorosos deseos. La doncella más honesta, es libre en exceso, si descubre su belleza al rayo de la luna. La virtud misma no puede librarse de los golpes de la calumnia. Muchas veces el insecto roe las flores hijas del verano, aun antes que su botón se rompa, y al tiempo que la aurora matutina de la juventud esparce su blando rocío, los vientos mortíferos son más frecuentes. Conviene, pues, no omitir precaución alguna, pues la mayor seguridad estriba en el temor prudente. La juventud, aun cuando nadie la combate, halla en sí misma su propio enemigo.
Ofelia
Yo conservaré para defensa de mi corazón tus saludables máximas. Pero, mi buen hermano, mira no hagas tú lo que algunos rígidos Pastores hacen mostrando áspero y espinoso el camino del Cielo, mientras como impíos y abandonados disolutos pisan ellos la senda florida de los placeres; sin cuidarse de practicar su propia doctrina.
Laertes
¡Oh! No lo receles. Yo me detengo demasiado; pero allí viene mi padre, pues la ocasión es favorable me despediré de él otra vez. Su bendición repetida será un nuevo consuelo para mí.
LAERTES, OFELIA
Sala de la casa de Polonio.
Laertes
Ya tengo todo mi equipaje a bordo. Adiós hermana, y cuando los vientos sean favorables y seguro el paso del mar, no te descuides en darme nuevas de ti.
Ofelia
¿Puedes dudarlo?
Laertes
Por lo que hace al frívolo obsequio de Hamlet, debes considerarle como una mera cortesanía, un hervor de la sangre, una violeta que en la primavera juvenil de la naturaleza se adelanta a vivir y no permanece hermosa, no durable: perfume de un momento y nada más.
Ofelia
Nada más.
Laertes
Pienso que no, porque no sólo en nuestra juventud se aumentan las fuerzas y tamaño del cuerpo, sino que las facultades interiores del talento y del alma crecen también con el templo en que ella reside. Puede ser que él te ame ahora con sinceridad, sin que manche borrón alguno la pureza de su intención; pero debes temer, al considerar su grandeza, que no tiene voluntad propia y que vive sujeto a obrar según a su nacimiento corresponde. Él no puede como una persona vulgar, elegir por sí mismo; puesto que de su elección depende la salud y prosperidad de todo un Reino y ve aquí por qué esta elección debe arreglarse a la condescendencia unánime de aquel cuerpo de quien es cabeza. Así, pues, cuando él diga que te ama, será prudencia en ti no darle crédito; reflexionando que en el alto lugar que ocupa nada puede cumplir de lo que promete, sino aquello que obtenga el consentimiento de la parte más principal de Dinamarca. Considera cuál pérdida padecería tu honor, si con demasiada credulidad dieras oídos a su voz lisonjera, perdiendo la libertad del corazón o facilitando a sus instancias impetuosas el tesoro de tu honestidad. Teme, Ofelia, teme querida hermana, no sigas inconsiderada tu inclinación; huye del peligro colocándote fuera del tiro de los amorosos deseos. La doncella más honesta, es libre en exceso, si descubre su belleza al rayo de la luna. La virtud misma no puede librarse de los golpes de la calumnia. Muchas veces el insecto roe las flores hijas del verano, aun antes que su botón se rompa, y al tiempo que la aurora matutina de la juventud esparce su blando rocío, los vientos mortíferos son más frecuentes. Conviene, pues, no omitir precaución alguna, pues la mayor seguridad estriba en el temor prudente. La juventud, aun cuando nadie la combate, halla en sí misma su propio enemigo.
Ofelia
Yo conservaré para defensa de mi corazón tus saludables máximas. Pero, mi buen hermano, mira no hagas tú lo que algunos rígidos Pastores hacen mostrando áspero y espinoso el camino del Cielo, mientras como impíos y abandonados disolutos pisan ellos la senda florida de los placeres; sin cuidarse de practicar su propia doctrina.
Laertes
¡Oh! No lo receles. Yo me detengo demasiado; pero allí viene mi padre, pues la ocasión es favorable me despediré de él otra vez. Su bendición repetida será un nuevo consuelo para mí.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena VIII
POLONIO, LAERTES, OFELIA
Polonio
¿Aún estás aquí? ¡Qué mala vergüenza! A bordo, a bordo, el viento impele ya por la popa tus velas, y a ti sólo aguardan. Recibe mi bendición y procura imprimir en la memoria estos pocos preceptos. No publiques con facilidad lo que pienses, ni ejecutes cosa no bien premeditada primero. Debes ser afable, pero no vulgar en el trato. Une a tu alma con vínculos de acero aquellos amigos que adoptaste después de examinada su conducta; pero no acaricies con mano pródiga a los que acaban de salir del cascarón y aún están sin plumas. Huye siempre de mezclarte en disputas; pero una vez metido en ellas, obra de manera que tu contrario huya de ti. Presta el oído a todos y a pocos la voz. Oye las censuras de los demás; pero reserva tu propia opinión. Sea tu vestido tan costoso cuanto tus facultades lo permitan; pero no afectado en su hechura, rico, no extravagante, porque el traje dice por lo común quién es el sujeto, y los caballeros y principales señores franceses tienen el gusto muy delicado en esta materia. Procura no dar ni pedir prestado a nadie, porque el que presta suele perder a un tiempo el dinero y el amigo, y el que se acostumbra a pedir prestado falta al espíritu de economía y buen orden, que nos es tan útil. Pero, sobre todo, usa de ingenuidad contigo mismo, y no podrás ser falso con los demás, consecuencia tan necesaria como que la noche suceda al día. Adiós y Él permita que mi bendición haga fructificar en ti estos consejos.
Laertes
Humildemente os pido vuestra licencia.
Polonio
Sí, el tiempo te está convidando y tus criados esperan; vete.
Laertes
Adiós, Ofelia, y acuérdate bien de lo que te he dicho.
Ofelia
En mi memoria queda guardado y tú mismo tendrás la llave.
Laertes
Adiós.
POLONIO, LAERTES, OFELIA
Polonio
¿Aún estás aquí? ¡Qué mala vergüenza! A bordo, a bordo, el viento impele ya por la popa tus velas, y a ti sólo aguardan. Recibe mi bendición y procura imprimir en la memoria estos pocos preceptos. No publiques con facilidad lo que pienses, ni ejecutes cosa no bien premeditada primero. Debes ser afable, pero no vulgar en el trato. Une a tu alma con vínculos de acero aquellos amigos que adoptaste después de examinada su conducta; pero no acaricies con mano pródiga a los que acaban de salir del cascarón y aún están sin plumas. Huye siempre de mezclarte en disputas; pero una vez metido en ellas, obra de manera que tu contrario huya de ti. Presta el oído a todos y a pocos la voz. Oye las censuras de los demás; pero reserva tu propia opinión. Sea tu vestido tan costoso cuanto tus facultades lo permitan; pero no afectado en su hechura, rico, no extravagante, porque el traje dice por lo común quién es el sujeto, y los caballeros y principales señores franceses tienen el gusto muy delicado en esta materia. Procura no dar ni pedir prestado a nadie, porque el que presta suele perder a un tiempo el dinero y el amigo, y el que se acostumbra a pedir prestado falta al espíritu de economía y buen orden, que nos es tan útil. Pero, sobre todo, usa de ingenuidad contigo mismo, y no podrás ser falso con los demás, consecuencia tan necesaria como que la noche suceda al día. Adiós y Él permita que mi bendición haga fructificar en ti estos consejos.
Laertes
Humildemente os pido vuestra licencia.
Polonio
Sí, el tiempo te está convidando y tus criados esperan; vete.
Laertes
Adiós, Ofelia, y acuérdate bien de lo que te he dicho.
Ofelia
En mi memoria queda guardado y tú mismo tendrás la llave.
Laertes
Adiós.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena IX
POLONIO, OFELIA
Polonio
¿Y qué es lo que te ha dicho, Ofelia?
Ofelia
Si gustáis de saberlo, cosas eran relativas al Príncipe Hamlet.
Polonio
Bien pensado, en verdad. Me han dicho que de poco tiempo a esta parte te ha visitado varias veces privadamente, y que tú le has admitido con mucha complacencia y libertad. Si esto es así (como me lo han asegurado, a fin de que prevenga el riesgo) debo advertirte que no te has portado con aquella delicadeza que corresponde a una hija mía y a tu propio honor. ¿Qué es lo que ha pasado entre los dos? Dime la verdad.
Ofelia
Últimamente me ha declarado con mucha ternura su amor.
Polonio
¡Amor! ¡Ah! Tú hablas como una muchacha loquilla y sin experiencia, en circunstancias tan peligrosas. ¡Ternura la llamas! ¿Y tú das crédito a esa ternura?
Ofelia
Yo, señor, ignoro lo que debo creer.
Polonio
En efecto es así, y yo quiero enseñártelo. Piensa bien que eres una niña, que has recibido por verdadera paga esas ternuras que no son moneda corriente. Estímate en más a ti propia; pues si te aprecias en menos de lo que vales (por seguir la comenzada alusión) harás que pierda el entendimiento.
Ofelia
Él me ha requerido de amores, es verdad; pero siempre con una apariencia honesta, que...
Polonio
Sí, por cierto, apariencia puedes llamarla. ¿Y bien? Prosigue.
Ofelia
Y autorizó cuanto me decía con los más sagrados juramentos.
Polonio
Sí, esas son redes para coger codornices. Yo sé muy bien, cuando la sangre hierve, con cuanta prodigalidad presta el alma juramentos a la lengua; pero son relámpagos, hija mía, que dan más luz que calor; estos y aquellos se apagan pronto y no debes tomarlos por fuego verdadero, ni aun en el instante mismo en que parece que sus promesas van a efectuarse. De hoy en adelante cuida de ser más avara de tu presencia virginal; pon tu conversación a precio más alto, y no a la primera insinuación admitas coloquios. Por lo que toca al Príncipe, debes creer de él solamente que es un joven, y que si una vez afloja las riendas pasará más allá de lo que tú le puedes permitir. En suma, Ofelia, no creas sus palabras que son fementidas, ni es verdadero el color que aparentan; son intercesoras de profanos deseos, y si parecen sagrados y piadosos votos, es sólo para engañar mejor. Por último, te digo claramente, que desde hoy no quiero que pierdas los momentos ociosos en hablar, ni mantener conversación con el Príncipe. Cuidado con hacerlo así: yo te lo mando. Vete a tu aposento.
Ofelia
Así lo haré, señor.
POLONIO, OFELIA
Polonio
¿Y qué es lo que te ha dicho, Ofelia?
Ofelia
Si gustáis de saberlo, cosas eran relativas al Príncipe Hamlet.
Polonio
Bien pensado, en verdad. Me han dicho que de poco tiempo a esta parte te ha visitado varias veces privadamente, y que tú le has admitido con mucha complacencia y libertad. Si esto es así (como me lo han asegurado, a fin de que prevenga el riesgo) debo advertirte que no te has portado con aquella delicadeza que corresponde a una hija mía y a tu propio honor. ¿Qué es lo que ha pasado entre los dos? Dime la verdad.
Ofelia
Últimamente me ha declarado con mucha ternura su amor.
Polonio
¡Amor! ¡Ah! Tú hablas como una muchacha loquilla y sin experiencia, en circunstancias tan peligrosas. ¡Ternura la llamas! ¿Y tú das crédito a esa ternura?
Ofelia
Yo, señor, ignoro lo que debo creer.
Polonio
En efecto es así, y yo quiero enseñártelo. Piensa bien que eres una niña, que has recibido por verdadera paga esas ternuras que no son moneda corriente. Estímate en más a ti propia; pues si te aprecias en menos de lo que vales (por seguir la comenzada alusión) harás que pierda el entendimiento.
Ofelia
Él me ha requerido de amores, es verdad; pero siempre con una apariencia honesta, que...
Polonio
Sí, por cierto, apariencia puedes llamarla. ¿Y bien? Prosigue.
Ofelia
Y autorizó cuanto me decía con los más sagrados juramentos.
Polonio
Sí, esas son redes para coger codornices. Yo sé muy bien, cuando la sangre hierve, con cuanta prodigalidad presta el alma juramentos a la lengua; pero son relámpagos, hija mía, que dan más luz que calor; estos y aquellos se apagan pronto y no debes tomarlos por fuego verdadero, ni aun en el instante mismo en que parece que sus promesas van a efectuarse. De hoy en adelante cuida de ser más avara de tu presencia virginal; pon tu conversación a precio más alto, y no a la primera insinuación admitas coloquios. Por lo que toca al Príncipe, debes creer de él solamente que es un joven, y que si una vez afloja las riendas pasará más allá de lo que tú le puedes permitir. En suma, Ofelia, no creas sus palabras que son fementidas, ni es verdadero el color que aparentan; son intercesoras de profanos deseos, y si parecen sagrados y piadosos votos, es sólo para engañar mejor. Por último, te digo claramente, que desde hoy no quiero que pierdas los momentos ociosos en hablar, ni mantener conversación con el Príncipe. Cuidado con hacerlo así: yo te lo mando. Vete a tu aposento.
Ofelia
Así lo haré, señor.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena X
HAMLET, HORACIO, MARCELO
Explanada delante del Palacio. Noche oscura.
Hamlet
El aire es frío y sutil en demasía.
Horacio
En efecto, es agudo y penetrante.
Hamlet
¿Qué hora es ya?
Horacio
Me parece que aún no son las doce.
Marcelo
No, ya han dado.
Horacio
No las he oído. Pues en tal caso ya está cerca el tiempo en que el muerto suele pasearse. Pero, ¿qué significa este ruido, señor?
Hamlet
Esta noche se huelga el Rey, pasándola desvelado en un banquete, con gran vocería y traspieses de embriaguez y a cada copa del Rhin que bebe, los timbales y trompetas anuncian con estrépito sus victoriosos brindis.
Horacio
¿Se acostumbra eso aquí?
Hamlet
Sí, se acostumbra; pero aunque he nacido en este país y estoy hecho a sus estilos, me parece que sería más decoroso quebrantar esta costumbre que seguirla. Un exceso tal que embrutece el entendimiento nos infama a los ojos de las otras naciones, desde oriente a occidente. Nos llaman ebrios; manchan nuestro nombre con este dictado afrentoso y en verdad que él solo, por más que poseamos en alto grado otras buenas cualidades, basta a empañar el lustre de nuestra reputación. Así acontece frecuentemente a los hombres. Cualquier defecto natural en ellos, sea el de su nacimiento, del cual no son culpables (puesto que nadie puede escoger su origen), sea cualquier desorden ocurrido en su temperamento, que muchas veces rompe los límites y reparos de la razón, o sea cualquier hábito que se aparte demasiado de las costumbres recibidas llevando estos hombres consigo el signo de un solo defecto que imprimió en ellos la naturaleza o el acaso, aunque sus virtudes fuesen tantas cuantas es concedido a un mortal, y tan puras como la bondad celeste; serán no obstante amancilladas en el concepto público, por aquel único vicio que las acompaña. Un solo adarme de mezcla quita el valor al más precioso metal y le envilece.
Horacio
¿Veis? Señor, ya viene.
Hamlet
¡Ángeles y ministros de piedad, defendednos! Ya seas alma dichosa o condenada visión, traigas contigo aura celestial o ardores del infierno, sea malvada o benéfica intención la tuya en tal forma te me presentas, que es necesario que yo te hable. Sí, te he de hablar... Hamlet, mi Rey, mi Padre, Soberano de Dinamarca... ¡Oh, respóndeme, no me atormentes con la duda! Dime, ¿por qué tus venerables huesos, ya sepultados, han roto su vestidura fúnebre? ¿Por qué el sepulcro donde te dimos urna pacífica te ha echado de sí, abriendo sus senos que cerraban pesados mármoles? ¿Cuál puede ser la causa de que tu difunto cuerpo, del todo armado, vuelva otra vez a ver los rayos pálidos de la luna, añadiendo a la noche horror? ¿Y que nosotros, ignorantes y débiles por naturaleza, padezcamos agitación espantosa con ideas que exceden a los alcances de nuestra razón? Di, ¿por qué es esto? ¿Por qué?, o ¿qué debemos hacer nosotros?
Horacio
Os hace señas de que le sigáis, como si deseara comunicaros algo a solas.
Marcelo
Ved con qué expresivo ademán os indica que le acompañéis a lugar más remoto; pero no hay que ir con él.
Horacio
No, por ningún motivo.
Hamlet
Si no quiere hablar, habré de seguirle.
Horacio
No hagáis tal, señor.
Hamlet
¿Y por qué no? ¿Qué temores debo tener? Yo no estimo nada la vida, en nada, y a mi alma, ¿qué puede él hacerle, siendo como él mismo cosa inmortal?... Otra vez me llama... Voyle a seguir.
Horacio
Pero, señor, si os arrebata al mar o a la espantosa cima de ese monte, levantado sobre los que baten las ondas, y allí tomase alguna otra forma horrible, capaz de impediros el uso de la razón, y enajenarla con frenesí... ¡Ay! ved lo que hacéis. El lugar sólo inspira ideas melancólicas a cualquiera que mire la enorme distancia desde aquella cumbre al mar, y sienta en la profundidad su bramido ronco.
Hamlet
Todavía me llama... Camina. Ya te sigo.
Marcelo
No señor, no iréis.
Hamlet
Dejadme.
Horacio
Creedme, no le sigáis.
Hamlet
Mis hados me conducen y prestan a la menor fibra de mi cuerpo la nerviosa robustez del león de Nemea. Aún me llama... Señores, apartad esas manos... Por Dios..., o quedará muerto a las mías el que me detenga. Otra vez te digo que andes, que voy a seguirte.
HAMLET, HORACIO, MARCELO
Explanada delante del Palacio. Noche oscura.
Hamlet
El aire es frío y sutil en demasía.
Horacio
En efecto, es agudo y penetrante.
Hamlet
¿Qué hora es ya?
Horacio
Me parece que aún no son las doce.
Marcelo
No, ya han dado.
Horacio
No las he oído. Pues en tal caso ya está cerca el tiempo en que el muerto suele pasearse. Pero, ¿qué significa este ruido, señor?
Hamlet
Esta noche se huelga el Rey, pasándola desvelado en un banquete, con gran vocería y traspieses de embriaguez y a cada copa del Rhin que bebe, los timbales y trompetas anuncian con estrépito sus victoriosos brindis.
Horacio
¿Se acostumbra eso aquí?
Hamlet
Sí, se acostumbra; pero aunque he nacido en este país y estoy hecho a sus estilos, me parece que sería más decoroso quebrantar esta costumbre que seguirla. Un exceso tal que embrutece el entendimiento nos infama a los ojos de las otras naciones, desde oriente a occidente. Nos llaman ebrios; manchan nuestro nombre con este dictado afrentoso y en verdad que él solo, por más que poseamos en alto grado otras buenas cualidades, basta a empañar el lustre de nuestra reputación. Así acontece frecuentemente a los hombres. Cualquier defecto natural en ellos, sea el de su nacimiento, del cual no son culpables (puesto que nadie puede escoger su origen), sea cualquier desorden ocurrido en su temperamento, que muchas veces rompe los límites y reparos de la razón, o sea cualquier hábito que se aparte demasiado de las costumbres recibidas llevando estos hombres consigo el signo de un solo defecto que imprimió en ellos la naturaleza o el acaso, aunque sus virtudes fuesen tantas cuantas es concedido a un mortal, y tan puras como la bondad celeste; serán no obstante amancilladas en el concepto público, por aquel único vicio que las acompaña. Un solo adarme de mezcla quita el valor al más precioso metal y le envilece.
Horacio
¿Veis? Señor, ya viene.
Hamlet
¡Ángeles y ministros de piedad, defendednos! Ya seas alma dichosa o condenada visión, traigas contigo aura celestial o ardores del infierno, sea malvada o benéfica intención la tuya en tal forma te me presentas, que es necesario que yo te hable. Sí, te he de hablar... Hamlet, mi Rey, mi Padre, Soberano de Dinamarca... ¡Oh, respóndeme, no me atormentes con la duda! Dime, ¿por qué tus venerables huesos, ya sepultados, han roto su vestidura fúnebre? ¿Por qué el sepulcro donde te dimos urna pacífica te ha echado de sí, abriendo sus senos que cerraban pesados mármoles? ¿Cuál puede ser la causa de que tu difunto cuerpo, del todo armado, vuelva otra vez a ver los rayos pálidos de la luna, añadiendo a la noche horror? ¿Y que nosotros, ignorantes y débiles por naturaleza, padezcamos agitación espantosa con ideas que exceden a los alcances de nuestra razón? Di, ¿por qué es esto? ¿Por qué?, o ¿qué debemos hacer nosotros?
Horacio
Os hace señas de que le sigáis, como si deseara comunicaros algo a solas.
Marcelo
Ved con qué expresivo ademán os indica que le acompañéis a lugar más remoto; pero no hay que ir con él.
Horacio
No, por ningún motivo.
Hamlet
Si no quiere hablar, habré de seguirle.
Horacio
No hagáis tal, señor.
Hamlet
¿Y por qué no? ¿Qué temores debo tener? Yo no estimo nada la vida, en nada, y a mi alma, ¿qué puede él hacerle, siendo como él mismo cosa inmortal?... Otra vez me llama... Voyle a seguir.
Horacio
Pero, señor, si os arrebata al mar o a la espantosa cima de ese monte, levantado sobre los que baten las ondas, y allí tomase alguna otra forma horrible, capaz de impediros el uso de la razón, y enajenarla con frenesí... ¡Ay! ved lo que hacéis. El lugar sólo inspira ideas melancólicas a cualquiera que mire la enorme distancia desde aquella cumbre al mar, y sienta en la profundidad su bramido ronco.
Hamlet
Todavía me llama... Camina. Ya te sigo.
Marcelo
No señor, no iréis.
Hamlet
Dejadme.
Horacio
Creedme, no le sigáis.
Hamlet
Mis hados me conducen y prestan a la menor fibra de mi cuerpo la nerviosa robustez del león de Nemea. Aún me llama... Señores, apartad esas manos... Por Dios..., o quedará muerto a las mías el que me detenga. Otra vez te digo que andes, que voy a seguirte.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena XI
HORACIO, MARCELO
Horacio
Su exaltada imaginación le arrebata.
Marcelo
Sigámosle, que en esto no debemos obedecerle.
Horacio
Sí, vamos detrás de él... ¿Cuál será el fin de este suceso?
Marcelo
Algún grave mal se oculta en Dinamarca.
Horacio
Los Cielos dirigirán el éxito.
Marcelo
Vamos, sigámosle.
HORACIO, MARCELO
Horacio
Su exaltada imaginación le arrebata.
Marcelo
Sigámosle, que en esto no debemos obedecerle.
Horacio
Sí, vamos detrás de él... ¿Cuál será el fin de este suceso?
Marcelo
Algún grave mal se oculta en Dinamarca.
Horacio
Los Cielos dirigirán el éxito.
Marcelo
Vamos, sigámosle.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena XII
HAMLET, LA SOMBRA DEL REY HAMLET
Parte remota cercana al mar. Vista a lo lejos del Palacio de Elsingor.
Hamlet
¿Adónde me quieres llevar? Habla, yo no paso de aquí.
La sombra
Mírame.
Hamlet
Ya te miro.
La sombra
Casi es ya llegada la hora en que debo restituirme a las sulfúreas y atormentadoras llamas.
Hamlet
¡Oh! ¡Alma infeliz!
La sombra
No me compadezcas: presta sólo atentos oídos a lo que voy a revelarte.
Hamlet
Habla, yo te prometo atención.
La sombra
Luego que me oigas, prometerás venganza.
Hamlet
¿Por qué?
La sombra
Yo soy el alma de tu padre: destinada por cierto tiempo a vagar de noche y aprisionada en fuego durante el día; hasta que sus llamas purifiquen las culpas que cometí en el mundo. ¡Oh! Si no me fuera vedado manifestar los secretos de la prisión que habito, pudiera decirte cosas que la menor de ellas bastaría a despedazar tu corazón, helar tu sangre juvenil, tus ojos, inflamados como estrellas, saltar de sus órbitas; tus anudados cabellos, separarse, erizándose como las púas del colérico espín. Pero estos eternos misterios no son para los oídos humanos. Atiende, atiende, ¡ay! Atiende. Si tuviste amor a tu tierno padre...
Hamlet
¡Oh, Dios!
La sombra
Venga su muerte: venga un homicidio cruel y atroz.
Hamlet
¿Homicidio?
La sombra
Sí, homicidio cruel, como todos lo son; pero el más cruel y el más injusto y el más aleve.
Hamlet
Refiéremelo presto, para que con alas veloces, como la fantasía, o con la prontitud de los pensamientos amorosos, me precipite a la venganza.
La sombra
Ya veo cuán dispuesto te hallas, y aunque tan insensible fueras como las malezas que se pudren incultas en las orillas del Letheo, no dejaría de conmoverte lo que voy a decir. Escúchame ahora, Hamlet. Esparciose la voz de que estando en mi jardín dormido me mordió una serpiente. Todos los oídos de Dinamarca fueron groseramente engañados con esta fabulosa invención; pero tú debes saber, mancebo generoso, que la serpiente que mordió a tu padre, hoy ciñe su corona.
Hamlet
¡Oh! Presago me lo decía el corazón, ¿mi tío?
La sombra
Sí, aquel incestuoso, aquel monstruo adúltero, valiéndose de su talento diabólico, valiéndose de traidoras dádivas... ¡Oh! ¡Talento y dádivas malditas que tal poder tenéis para seducir!... Supo inclinar a su deshonesto apetito la voluntad de la Reina mi esposa, que yo creía tan llena de virtud. ¡Oh! ¡Hamlet! ¡Cuán grande fue su caída! Yo, cuyo amor para con ella fue tan puro... Yo, siempre tan fiel a los solemnes juramentos que en nuestro desposorio la hice, yo fui aborrecido y se rindió a aquel miserable, cuyas prendas eran en verdad harto inferiores a las mías. Pero, así como la virtud será incorruptible aunque la disolución procure excitarla bajo divina forma, así la incontinencia aunque viviese unida a un Ángel radiante, profanará con oprobio su tálamo celeste... Pero ya me parece que percibo el ambiente de la mañana. Debo ser breve. Dormía yo una tarde en mi jardín según lo acostumbraba siempre. Tu tío me sorprende en aquella hora de quietud, y trayendo consigo una ampolla de licor venenoso, derrama en mi oído su ponzoñosa destilación, la cual, de tal manera es contraria a la sangre del hombre, que semejante en la sutileza al mercurio, se dilata por todas las entradas y conductos del cuerpo, y con súbita fuerza le ocupa, cuajando la más pura y robusta sangre, como la leche con las gotas ácidas. Este efecto produjo inmediatamente en mí, y el cutis hinchado comenzó a despegarse a trechos con una especie de lepra en áspera y asquerosas costras. Así fue que estando durmiendo, perdí a manos de mi hermano mismo, mi corona, mi esposa y mi vida a un tiempo. Perdí la vida, cuando mi pecado estaba en todo su vigor, sin hallarme dispuesto para aquel trance, sin haber recibido el pan eucarístico, sin haber sonado el clamor de agonía, sin lugar al reconocimiento de tanta culpa: presentado al tribunal eterno con todas mis imperfecciones sobre mi cabeza. ¡Oh! ¡Maldad horrible, horrible!... Si oyes la voz de la naturaleza, no sufras, no, que el tálamo real de Dinamarca sea el lecho de la lujuria y abominable incesto. Pero, de cualquier modo que dirijas la acción, no manches con delito el alma, previniendo ofensas a tu madre. Abandona este cuidado al Cielo: deja que aquellas agudas puntas que tiene fijas en su pecho, la hieran y atormenten. Adiós. Ya la luciérnaga amortiguando su aparente fuego nos anuncia la proximidad del día. Adiós. Adiós. Acuérdate de mí.
HAMLET, LA SOMBRA DEL REY HAMLET
Parte remota cercana al mar. Vista a lo lejos del Palacio de Elsingor.
Hamlet
¿Adónde me quieres llevar? Habla, yo no paso de aquí.
La sombra
Mírame.
Hamlet
Ya te miro.
La sombra
Casi es ya llegada la hora en que debo restituirme a las sulfúreas y atormentadoras llamas.
Hamlet
¡Oh! ¡Alma infeliz!
La sombra
No me compadezcas: presta sólo atentos oídos a lo que voy a revelarte.
Hamlet
Habla, yo te prometo atención.
La sombra
Luego que me oigas, prometerás venganza.
Hamlet
¿Por qué?
La sombra
Yo soy el alma de tu padre: destinada por cierto tiempo a vagar de noche y aprisionada en fuego durante el día; hasta que sus llamas purifiquen las culpas que cometí en el mundo. ¡Oh! Si no me fuera vedado manifestar los secretos de la prisión que habito, pudiera decirte cosas que la menor de ellas bastaría a despedazar tu corazón, helar tu sangre juvenil, tus ojos, inflamados como estrellas, saltar de sus órbitas; tus anudados cabellos, separarse, erizándose como las púas del colérico espín. Pero estos eternos misterios no son para los oídos humanos. Atiende, atiende, ¡ay! Atiende. Si tuviste amor a tu tierno padre...
Hamlet
¡Oh, Dios!
La sombra
Venga su muerte: venga un homicidio cruel y atroz.
Hamlet
¿Homicidio?
La sombra
Sí, homicidio cruel, como todos lo son; pero el más cruel y el más injusto y el más aleve.
Hamlet
Refiéremelo presto, para que con alas veloces, como la fantasía, o con la prontitud de los pensamientos amorosos, me precipite a la venganza.
La sombra
Ya veo cuán dispuesto te hallas, y aunque tan insensible fueras como las malezas que se pudren incultas en las orillas del Letheo, no dejaría de conmoverte lo que voy a decir. Escúchame ahora, Hamlet. Esparciose la voz de que estando en mi jardín dormido me mordió una serpiente. Todos los oídos de Dinamarca fueron groseramente engañados con esta fabulosa invención; pero tú debes saber, mancebo generoso, que la serpiente que mordió a tu padre, hoy ciñe su corona.
Hamlet
¡Oh! Presago me lo decía el corazón, ¿mi tío?
La sombra
Sí, aquel incestuoso, aquel monstruo adúltero, valiéndose de su talento diabólico, valiéndose de traidoras dádivas... ¡Oh! ¡Talento y dádivas malditas que tal poder tenéis para seducir!... Supo inclinar a su deshonesto apetito la voluntad de la Reina mi esposa, que yo creía tan llena de virtud. ¡Oh! ¡Hamlet! ¡Cuán grande fue su caída! Yo, cuyo amor para con ella fue tan puro... Yo, siempre tan fiel a los solemnes juramentos que en nuestro desposorio la hice, yo fui aborrecido y se rindió a aquel miserable, cuyas prendas eran en verdad harto inferiores a las mías. Pero, así como la virtud será incorruptible aunque la disolución procure excitarla bajo divina forma, así la incontinencia aunque viviese unida a un Ángel radiante, profanará con oprobio su tálamo celeste... Pero ya me parece que percibo el ambiente de la mañana. Debo ser breve. Dormía yo una tarde en mi jardín según lo acostumbraba siempre. Tu tío me sorprende en aquella hora de quietud, y trayendo consigo una ampolla de licor venenoso, derrama en mi oído su ponzoñosa destilación, la cual, de tal manera es contraria a la sangre del hombre, que semejante en la sutileza al mercurio, se dilata por todas las entradas y conductos del cuerpo, y con súbita fuerza le ocupa, cuajando la más pura y robusta sangre, como la leche con las gotas ácidas. Este efecto produjo inmediatamente en mí, y el cutis hinchado comenzó a despegarse a trechos con una especie de lepra en áspera y asquerosas costras. Así fue que estando durmiendo, perdí a manos de mi hermano mismo, mi corona, mi esposa y mi vida a un tiempo. Perdí la vida, cuando mi pecado estaba en todo su vigor, sin hallarme dispuesto para aquel trance, sin haber recibido el pan eucarístico, sin haber sonado el clamor de agonía, sin lugar al reconocimiento de tanta culpa: presentado al tribunal eterno con todas mis imperfecciones sobre mi cabeza. ¡Oh! ¡Maldad horrible, horrible!... Si oyes la voz de la naturaleza, no sufras, no, que el tálamo real de Dinamarca sea el lecho de la lujuria y abominable incesto. Pero, de cualquier modo que dirijas la acción, no manches con delito el alma, previniendo ofensas a tu madre. Abandona este cuidado al Cielo: deja que aquellas agudas puntas que tiene fijas en su pecho, la hieran y atormenten. Adiós. Ya la luciérnaga amortiguando su aparente fuego nos anuncia la proximidad del día. Adiós. Adiós. Acuérdate de mí.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena XIII
HAMLET, y después HORACIO y MARCELO
Hamlet
¡Oh! ¡Vosotros ejércitos celestiales! ¡Oh! ¡Tierra!... ¿Y quién más? ¿Invocaré al infierno también? ¡Eh! No... Detente corazón mío, detente, y vos mis nervios no así os debilitéis en un momento: sostenedme robustos... ¡Acordarme de ti! Sí, alma infeliz, mientras haya memoria en este agitado mundo. ¡Acordarme de ti! Sí, yo me acordaré, y yo borraré de mi fantasía todos los recuerdos frívolos, las sentencias de los libros, las ideas e impresiones de lo pasado que la juventud y la observación estamparon en ella. Tu precepto solo, sin mezcla de otra cosa menos digna, vivirá escrito en el volumen de mi entendimiento. Sí, por los cielos te lo juro... ¡Oh, mujer, la más delincuente! ¡Oh! ¡Malvado! ¡Halagüeño y execrable malvado! Conviene que yo apunte en este libro... Sí... Que un hombre puede halagar y sonreírse y ser un malvado; a lo menos, estoy seguro de que en Dinamarca hay un hombre así, y éste es mi tío... Sí, tú eres... ¡Ah! Pero la expresión que debo conservar, es esta. Adiós, adiós, acuérdate de mí. Yo he jurado acordarme.
Horacio
Señor, señor.
Marcelo
Hamlet.
Horacio
Los Cielos le asistan.
Hamlet
¡Oh! Háganlo así.
Marcelo
¡Hola! ¡Eh, señor!
Hamlet
¿Hola? amigos, ¡eh! Venid, venid acá.
Marcelo
¿Qué ha sucedido?
Horacio
¿Qué noticias nos dais?
Hamlet
¡Oh! Maravillosas.
Horacio
Mi amado señor, decidlas.
Hamlet
No, que lo revelaréis.
Horacio
No, yo os prometo que no haré tal.
Marcelo
Ni yo tampoco.
Hamlet
Creéis vosotros que pudiese haber cabido en el corazón humano... Pero ¿guardaréis secreto?
Los dos
Sí señor, yo os lo juro.
Hamlet
No existe en toda Dinamarca un infame..., que no sea un gran malvado.
Horacio
Pero, no era necesario, señor, que un muerto saliera del sepulcro a persuadirnos esa verdad.
Hamlet
Sí, cierto, tenéis razón, y por eso mismo, sin tratar más del asunto, será bien despedirnos y separarnos; vosotros a donde vuestros negocios o vuestra inclinación os lleven..., que todos tienen su inclinaciones, y negocios, sean los que sean; y yo, ya lo sabéis, a mi triste ejercicio. A rezar.
Horacio
Todas esas palabras, señor, carecen de sentido y orden.
Hamlet
Mucho me pesa de haberos ofendido con ellas, sí por cierto, me pesa en el alma.
Horacio
¡Oh! Señor, no hay ofensa ninguna.
Hamlet
Sí, por San Patricio, que sí la hay y muy grande, Horacio... En cuanto a la aparición... Es un difunto venerable... Sí, yo os lo aseguro... Pero, reprimid cuanto os fuese posible el deseo de saber lo que ha pasado entre él y yo. ¡Ah! ¡Mis buenos amigos! Yo os pido, pues sois mis amigos y mis compañeros en el estudio y en las armas, que me concedáis una corta merced.
Horacio
Con mucho gusto, señor, decid cual sea.
Hamlet
Que nunca revelaréis a nadie lo que habéis visto esta noche.
Los dos
A nadie lo diremos.
Hamlet
Pero es menester que lo juréis.
Horacio
Os doy mi palabra de no decirlo.
Marcelo
Yo os prometo lo mismo.
Hamlet
Sobre mi espada.
Marcelo
Ved que ya lo hemos prometido.
Hamlet
Sí, sí, sobre mi espada.
La sombra
Juradlo.
Hamlet
¡Ah! ¿Eso dices?.. ¿Estás ahí hombre de bien?.. Vamos: ya le oís hablar en lo profundo ¿Queréis jurar?
Horacio
Proponed la fórmula.
Hamlet
Que nunca diréis lo que habéis visto. Juradlo por mi espada.
La sombra
Juradlo.
Hamlet
¿Hic et ubique? Mudaremos de lugar. Señores, acercaos aquí: poned otra vez las manos en mi espada, y jurad por ella, que nunca diréis nada de esto que habéis oído y visto.
La sombra
Juradlo por su espada.
Hamlet
Bien has dicho, topo viejo, bien has dicho... Pero ¿cómo puedes taladrar con tal prontitud los senos de la tierra, diestro minador? Mudemos otra vez de puesto, amigos.
Horacio
¡Oh! Dios de la luz y de las tinieblas, ¡qué extraño prodigio es éste!
Hamlet
Por eso como a un extraño debéis hospedarle y tenerle oculto. Ello es, Horacio, que en el cielo y en la tierra hay más de lo que puede soñar tu filosofía. Pero venid acá y, como antes dije, prometedme (así el Cielo os haga felices) que por más singular y extraordinaria que sea de hoy más mi conducta (puesto que acaso juzgaré a propósito afectar un proceder del todo extravagante) nunca vosotros al verme así daréis nada a entender, cruzando los brazos de esta manera, o haciendo con la cabeza este movimiento, o con frases equívocas como: sí, sí, nosotros sabemos; nosotros pudiéramos, si quisiéramos... si gustáramos de hablar, hay tanto que decir en eso; pudiera ser que... o en fin, cualquiera otra expresión ambigua, semejante a éstas, por donde se infiera que vosotros sabéis algo de mí. Juradlo; así en vuestras necesidades os asista el favor de Dios. Juradlo.
La sombra
Jurad.
Hamlet
Descansa, descansa agitado espíritu. Señores, yo me recomiendo a vosotros con la mayor instancia, y creed que por más infeliz que Hamlet se halle, Dios querrá que no le falten medios para manifestaros la estimación y amistad que os profesa. Vámonos. Poned el dedo en la boca, yo os lo ruego... La naturaleza está en desorden... ¡Iniquidad execrable! ¡Oh! ¡Nunca yo hubiera nacido para castigarla! Venid, vámonos juntos.
HAMLET, y después HORACIO y MARCELO
Hamlet
¡Oh! ¡Vosotros ejércitos celestiales! ¡Oh! ¡Tierra!... ¿Y quién más? ¿Invocaré al infierno también? ¡Eh! No... Detente corazón mío, detente, y vos mis nervios no así os debilitéis en un momento: sostenedme robustos... ¡Acordarme de ti! Sí, alma infeliz, mientras haya memoria en este agitado mundo. ¡Acordarme de ti! Sí, yo me acordaré, y yo borraré de mi fantasía todos los recuerdos frívolos, las sentencias de los libros, las ideas e impresiones de lo pasado que la juventud y la observación estamparon en ella. Tu precepto solo, sin mezcla de otra cosa menos digna, vivirá escrito en el volumen de mi entendimiento. Sí, por los cielos te lo juro... ¡Oh, mujer, la más delincuente! ¡Oh! ¡Malvado! ¡Halagüeño y execrable malvado! Conviene que yo apunte en este libro... Sí... Que un hombre puede halagar y sonreírse y ser un malvado; a lo menos, estoy seguro de que en Dinamarca hay un hombre así, y éste es mi tío... Sí, tú eres... ¡Ah! Pero la expresión que debo conservar, es esta. Adiós, adiós, acuérdate de mí. Yo he jurado acordarme.
Horacio
Señor, señor.
Marcelo
Hamlet.
Horacio
Los Cielos le asistan.
Hamlet
¡Oh! Háganlo así.
Marcelo
¡Hola! ¡Eh, señor!
Hamlet
¿Hola? amigos, ¡eh! Venid, venid acá.
Marcelo
¿Qué ha sucedido?
Horacio
¿Qué noticias nos dais?
Hamlet
¡Oh! Maravillosas.
Horacio
Mi amado señor, decidlas.
Hamlet
No, que lo revelaréis.
Horacio
No, yo os prometo que no haré tal.
Marcelo
Ni yo tampoco.
Hamlet
Creéis vosotros que pudiese haber cabido en el corazón humano... Pero ¿guardaréis secreto?
Los dos
Sí señor, yo os lo juro.
Hamlet
No existe en toda Dinamarca un infame..., que no sea un gran malvado.
Horacio
Pero, no era necesario, señor, que un muerto saliera del sepulcro a persuadirnos esa verdad.
Hamlet
Sí, cierto, tenéis razón, y por eso mismo, sin tratar más del asunto, será bien despedirnos y separarnos; vosotros a donde vuestros negocios o vuestra inclinación os lleven..., que todos tienen su inclinaciones, y negocios, sean los que sean; y yo, ya lo sabéis, a mi triste ejercicio. A rezar.
Horacio
Todas esas palabras, señor, carecen de sentido y orden.
Hamlet
Mucho me pesa de haberos ofendido con ellas, sí por cierto, me pesa en el alma.
Horacio
¡Oh! Señor, no hay ofensa ninguna.
Hamlet
Sí, por San Patricio, que sí la hay y muy grande, Horacio... En cuanto a la aparición... Es un difunto venerable... Sí, yo os lo aseguro... Pero, reprimid cuanto os fuese posible el deseo de saber lo que ha pasado entre él y yo. ¡Ah! ¡Mis buenos amigos! Yo os pido, pues sois mis amigos y mis compañeros en el estudio y en las armas, que me concedáis una corta merced.
Horacio
Con mucho gusto, señor, decid cual sea.
Hamlet
Que nunca revelaréis a nadie lo que habéis visto esta noche.
Los dos
A nadie lo diremos.
Hamlet
Pero es menester que lo juréis.
Horacio
Os doy mi palabra de no decirlo.
Marcelo
Yo os prometo lo mismo.
Hamlet
Sobre mi espada.
Marcelo
Ved que ya lo hemos prometido.
Hamlet
Sí, sí, sobre mi espada.
La sombra
Juradlo.
Hamlet
¡Ah! ¿Eso dices?.. ¿Estás ahí hombre de bien?.. Vamos: ya le oís hablar en lo profundo ¿Queréis jurar?
Horacio
Proponed la fórmula.
Hamlet
Que nunca diréis lo que habéis visto. Juradlo por mi espada.
La sombra
Juradlo.
Hamlet
¿Hic et ubique? Mudaremos de lugar. Señores, acercaos aquí: poned otra vez las manos en mi espada, y jurad por ella, que nunca diréis nada de esto que habéis oído y visto.
La sombra
Juradlo por su espada.
Hamlet
Bien has dicho, topo viejo, bien has dicho... Pero ¿cómo puedes taladrar con tal prontitud los senos de la tierra, diestro minador? Mudemos otra vez de puesto, amigos.
Horacio
¡Oh! Dios de la luz y de las tinieblas, ¡qué extraño prodigio es éste!
Hamlet
Por eso como a un extraño debéis hospedarle y tenerle oculto. Ello es, Horacio, que en el cielo y en la tierra hay más de lo que puede soñar tu filosofía. Pero venid acá y, como antes dije, prometedme (así el Cielo os haga felices) que por más singular y extraordinaria que sea de hoy más mi conducta (puesto que acaso juzgaré a propósito afectar un proceder del todo extravagante) nunca vosotros al verme así daréis nada a entender, cruzando los brazos de esta manera, o haciendo con la cabeza este movimiento, o con frases equívocas como: sí, sí, nosotros sabemos; nosotros pudiéramos, si quisiéramos... si gustáramos de hablar, hay tanto que decir en eso; pudiera ser que... o en fin, cualquiera otra expresión ambigua, semejante a éstas, por donde se infiera que vosotros sabéis algo de mí. Juradlo; así en vuestras necesidades os asista el favor de Dios. Juradlo.
La sombra
Jurad.
Hamlet
Descansa, descansa agitado espíritu. Señores, yo me recomiendo a vosotros con la mayor instancia, y creed que por más infeliz que Hamlet se halle, Dios querrá que no le falten medios para manifestaros la estimación y amistad que os profesa. Vámonos. Poned el dedo en la boca, yo os lo ruego... La naturaleza está en desorden... ¡Iniquidad execrable! ¡Oh! ¡Nunca yo hubiera nacido para castigarla! Venid, vámonos juntos.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Hamlet - Segundo Acto
de William Shakespeare
Escena I
POLONIO, REYNALDO
Sala en casa de Polonio.
Polonio
Reynaldo, entrégale este dinero y estas cartas.
Reynaldo
Así lo haré, señor.
Polonio
Será un admirable golpe de prudencia, que antes de verle te informaras de su conducta.
Reynaldo
En eso mismo estaba yo.
Polonio
Sí, es muy buena idea, muy buena. Mira, lo primero has de averiguar qué dinamarqueses hay en París, y cómo, en qué términos, con quién, y en dónde están, a quién tratan, qué gastos tienen; y sabiendo por estos rodeos y preguntas indirectas, que conocen a mi hijo, entonces ve en derechura a tu objeto, encaminando a él en particular tus indagaciones. Haz como si le conocieras de lejos, diciendo: sí, conozco a su padre, y a algunos amigos suyos, y aun a él un poco... ¿Lo has entendido?
Reynaldo
Sí, señor, muy bien.
Polonio
Sí, le conozco un poco; pero... (has de añadir entonces), pero no le he tratado. Si es el que yo creo a fe que es bien calavera; inclinado a tal o tal vicio... y luego dirás de él cuanto quieras fingir; digo, pero que no sean cosas tan fuertes que puedan deshonrarle. Cuidado con eso. Habla sólo de aquellas travesuras, aquellas locuras y extravíos comunes a todos, que ya se reconocen por compañeros inseparables de la juventud y la libertad.
Reynaldo
Como el jugar, ¿eh?
Polonio
Sí, el jugar, beber, esgrimir, jurar, disputar, putear... Hasta esto bien puedes alargarte.
Reynaldo
Y aun con eso hay harto para quitarle el honor.
Polonio
No por cierto, además que todo depende del modo con que le acuses. No debes achacarle delitos escandalosos, ni pintarle como un joven abandonado enteramente a la disolución; no, no es esa mi idea. Has de insinuar sus defectos con tal arte que parezcan nulidades producidas de falta de sujeción y no otra cosa: extravíos de una imaginación ardiente, ímpetus nacidos de la efervescencia general de la sangre.
Reynaldo
Pero, señor...
Polonio
¡Ah! Tú querrás saber con qué fin debes hacer esto, ¿eh?
Reynaldo
Gustaría de saberlo.
Polonio
Pues, señor, mi fin es éste; y creo que es proceder con mucha cordura. Cargando esas pequeñas faltas sobre mi hijo (como ligeras manchas de una obra preciosa) ganarás por medio de la conversación la confianza de aquel a quien pretendas examinar. Si él está persuadido de que el muchacho tiene los mencionados vicios que tú le imputas, no dudes que él convenga con tu opinión, diciendo: señor mío, o amigo, o caballero... En fin, según el título o dictado de la persona o del país.
Reynaldo
Sí, ya estoy.
Polonio
Pues entonces él dice... Dice... ¿Qué iba yo a decir ahora?... Algo iba yo a decir. ¿En qué estábamos?
Reynaldo
En que él concluirá diciendo al amigo o al caballero.
Polonio
Sí, concluirá diciendo. Es verdad... (así te dirá precisamente) algo iba yo a decir. Es verdad, yo conozco a ese mozo; ayer le vi o cualquier otro día, o en tal y tal ocasión, con este o con aquel sujeto, y allí como habéis dicho, le vi que jugaba, allá le encontré en una comilona, acullá en una quimera sobre el juego de pelota y..., (puede ser que añada) le he visto entrar en una casa pública, videlicet en un burdel, o cosa tal. ¿Lo entiendes ahora? Con el anzuelo de la mentira pescarás la verdad; que así es como nosotros los que tenemos talento y prudencia, solemos conseguir por indirectas el fin directo, usando de artificios y disimulación. Así lo harás con mi hijo, según la instrucción y advertencia que acabo de darte. ¿Me has entendido?
Reynaldo
Sí, señor, quedo enterado.
Polonio
Pues, adiós; buen viaje.
Reynaldo
Señor...
Polonio
Examina por ti mismo sus inclinaciones.
Reynaldo
Así lo haré.
Polonio
Dejándole que obre libremente.
Reynaldo
Está bien, señor.
Polonio
Adiós.
de William Shakespeare
Escena I
POLONIO, REYNALDO
Sala en casa de Polonio.
Polonio
Reynaldo, entrégale este dinero y estas cartas.
Reynaldo
Así lo haré, señor.
Polonio
Será un admirable golpe de prudencia, que antes de verle te informaras de su conducta.
Reynaldo
En eso mismo estaba yo.
Polonio
Sí, es muy buena idea, muy buena. Mira, lo primero has de averiguar qué dinamarqueses hay en París, y cómo, en qué términos, con quién, y en dónde están, a quién tratan, qué gastos tienen; y sabiendo por estos rodeos y preguntas indirectas, que conocen a mi hijo, entonces ve en derechura a tu objeto, encaminando a él en particular tus indagaciones. Haz como si le conocieras de lejos, diciendo: sí, conozco a su padre, y a algunos amigos suyos, y aun a él un poco... ¿Lo has entendido?
Reynaldo
Sí, señor, muy bien.
Polonio
Sí, le conozco un poco; pero... (has de añadir entonces), pero no le he tratado. Si es el que yo creo a fe que es bien calavera; inclinado a tal o tal vicio... y luego dirás de él cuanto quieras fingir; digo, pero que no sean cosas tan fuertes que puedan deshonrarle. Cuidado con eso. Habla sólo de aquellas travesuras, aquellas locuras y extravíos comunes a todos, que ya se reconocen por compañeros inseparables de la juventud y la libertad.
Reynaldo
Como el jugar, ¿eh?
Polonio
Sí, el jugar, beber, esgrimir, jurar, disputar, putear... Hasta esto bien puedes alargarte.
Reynaldo
Y aun con eso hay harto para quitarle el honor.
Polonio
No por cierto, además que todo depende del modo con que le acuses. No debes achacarle delitos escandalosos, ni pintarle como un joven abandonado enteramente a la disolución; no, no es esa mi idea. Has de insinuar sus defectos con tal arte que parezcan nulidades producidas de falta de sujeción y no otra cosa: extravíos de una imaginación ardiente, ímpetus nacidos de la efervescencia general de la sangre.
Reynaldo
Pero, señor...
Polonio
¡Ah! Tú querrás saber con qué fin debes hacer esto, ¿eh?
Reynaldo
Gustaría de saberlo.
Polonio
Pues, señor, mi fin es éste; y creo que es proceder con mucha cordura. Cargando esas pequeñas faltas sobre mi hijo (como ligeras manchas de una obra preciosa) ganarás por medio de la conversación la confianza de aquel a quien pretendas examinar. Si él está persuadido de que el muchacho tiene los mencionados vicios que tú le imputas, no dudes que él convenga con tu opinión, diciendo: señor mío, o amigo, o caballero... En fin, según el título o dictado de la persona o del país.
Reynaldo
Sí, ya estoy.
Polonio
Pues entonces él dice... Dice... ¿Qué iba yo a decir ahora?... Algo iba yo a decir. ¿En qué estábamos?
Reynaldo
En que él concluirá diciendo al amigo o al caballero.
Polonio
Sí, concluirá diciendo. Es verdad... (así te dirá precisamente) algo iba yo a decir. Es verdad, yo conozco a ese mozo; ayer le vi o cualquier otro día, o en tal y tal ocasión, con este o con aquel sujeto, y allí como habéis dicho, le vi que jugaba, allá le encontré en una comilona, acullá en una quimera sobre el juego de pelota y..., (puede ser que añada) le he visto entrar en una casa pública, videlicet en un burdel, o cosa tal. ¿Lo entiendes ahora? Con el anzuelo de la mentira pescarás la verdad; que así es como nosotros los que tenemos talento y prudencia, solemos conseguir por indirectas el fin directo, usando de artificios y disimulación. Así lo harás con mi hijo, según la instrucción y advertencia que acabo de darte. ¿Me has entendido?
Reynaldo
Sí, señor, quedo enterado.
Polonio
Pues, adiós; buen viaje.
Reynaldo
Señor...
Polonio
Examina por ti mismo sus inclinaciones.
Reynaldo
Así lo haré.
Polonio
Dejándole que obre libremente.
Reynaldo
Está bien, señor.
Polonio
Adiós.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena II
POLONIO, OFELIA
Polonio
Y bien, Ofelia, ¿qué hay de nuevo?
Ofelia
¡Ay! ¡Señor, que he tenido un susto muy grande!
Polonio
¿Con qué motivo? Por Dios que me lo digas.
Ofelia
Yo estaba haciendo labor en mi cuarto, cuando el Príncipe Hamlet, la ropa desceñida, sin sombrero en la cabeza, sucias las medias, sin atar, caídas hasta los pies, pálido como su camisa, las piernas trémulas, el semblante triste como si hubiera salido del infierno para anunciar horror... Se presenta delante de mí.
Polonio
Loco, sin duda, por tus amores, ¿eh?
Ofelia
Yo, señor, no lo sé; pero en verdad lo temo.
Polonio
¿Y qué te dijo?
Ofelia
Me asió una mano, y me la apretó fuertemente. Apartose después a la distancia de su brazo, y poniendo, así, la otra mano sobre su frente, fijó la vista en mi rostro recorriéndolo con atención como si hubiese de retratarle. De este modo permaneció largo rato; hasta que por último, sacudiéndome ligeramente el brazo, y moviendo tres veces la cabeza abajo y arriba, exhaló un suspiro tan profundo y triste, que pareció deshacérsele en pedazos el cuerpo, y dar fin a su vida. Hecho esto, me dejó, y levantada la cabeza comenzó a andar, sin valerse de los ojos para hallar el camino; salió de la puerta sin verla, y al pasar por ella, fijó la vista en mí.
Polonio
Ven conmigo, quiero ver al Rey. Ese es un verdadero éxtasis de amor que siempre fatal a sí mismo, en su exceso violento, inclina la voluntad a empresas temerarias, más que ninguna otra pasión de cuantas debajo del cielo combaten nuestra naturaleza. Mucho siento este accidente. Pero, dime, ¿le has tratado con dureza en estos últimos días?
Ofelia
No señor; sólo en cumplimiento de lo que mandasteis, le he devuelto sus cartas y me he negado a sus visitas.
Polonio
Y eso basta para haberle trastornado así. Me pesa no haber juzgado con más acierto su pasión. Yo temí que era sólo un artificio suyo para perderte... ¡Sospecha indigna! ¡Eh! Tan propio parece de la edad anciana pasar más allá de lo justo en sus conjeturas, como lo es de la juventud la falta de previsión. Vamos, vamos a ver al Rey. Conviene que lo sepa. Si le callo este amor, sería más grande el sentimiento que pudiera causarle teniéndole oculto, que el disgusto que recibirá al saberlo. Vamos.
POLONIO, OFELIA
Polonio
Y bien, Ofelia, ¿qué hay de nuevo?
Ofelia
¡Ay! ¡Señor, que he tenido un susto muy grande!
Polonio
¿Con qué motivo? Por Dios que me lo digas.
Ofelia
Yo estaba haciendo labor en mi cuarto, cuando el Príncipe Hamlet, la ropa desceñida, sin sombrero en la cabeza, sucias las medias, sin atar, caídas hasta los pies, pálido como su camisa, las piernas trémulas, el semblante triste como si hubiera salido del infierno para anunciar horror... Se presenta delante de mí.
Polonio
Loco, sin duda, por tus amores, ¿eh?
Ofelia
Yo, señor, no lo sé; pero en verdad lo temo.
Polonio
¿Y qué te dijo?
Ofelia
Me asió una mano, y me la apretó fuertemente. Apartose después a la distancia de su brazo, y poniendo, así, la otra mano sobre su frente, fijó la vista en mi rostro recorriéndolo con atención como si hubiese de retratarle. De este modo permaneció largo rato; hasta que por último, sacudiéndome ligeramente el brazo, y moviendo tres veces la cabeza abajo y arriba, exhaló un suspiro tan profundo y triste, que pareció deshacérsele en pedazos el cuerpo, y dar fin a su vida. Hecho esto, me dejó, y levantada la cabeza comenzó a andar, sin valerse de los ojos para hallar el camino; salió de la puerta sin verla, y al pasar por ella, fijó la vista en mí.
Polonio
Ven conmigo, quiero ver al Rey. Ese es un verdadero éxtasis de amor que siempre fatal a sí mismo, en su exceso violento, inclina la voluntad a empresas temerarias, más que ninguna otra pasión de cuantas debajo del cielo combaten nuestra naturaleza. Mucho siento este accidente. Pero, dime, ¿le has tratado con dureza en estos últimos días?
Ofelia
No señor; sólo en cumplimiento de lo que mandasteis, le he devuelto sus cartas y me he negado a sus visitas.
Polonio
Y eso basta para haberle trastornado así. Me pesa no haber juzgado con más acierto su pasión. Yo temí que era sólo un artificio suyo para perderte... ¡Sospecha indigna! ¡Eh! Tan propio parece de la edad anciana pasar más allá de lo justo en sus conjeturas, como lo es de la juventud la falta de previsión. Vamos, vamos a ver al Rey. Conviene que lo sepa. Si le callo este amor, sería más grande el sentimiento que pudiera causarle teniéndole oculto, que el disgusto que recibirá al saberlo. Vamos.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena III
CLAUDIO, GERTRUDIS, RICARDO, GUILLERMO, acompañamiento.
Salón de palacio.
Claudio
Bienvenido, Guillermo, y tú también querido Ricardo. Además de lo mucho que se me dilataba el veros, la necesidad que tengo de vosotros me ha determinado a solicitar vuestra venida. Algo habéis oído ya de la transformación de Hamlet. Así puedo llamarla, puesto que ni en lo interior, ni en lo exterior se parece nada al que antes era; ni llego a imaginar que otra causa haya podido privarle así de la razón, si ya no es la muerte de su padre. Yo os ruego a entrambos, pues desde la primera infancia os habéis criado con él, y existe entre vosotros aquella intimidad nacida de la igualdad en los años y en el genio, que tengáis a bien deteneros en mi corte algunos días. Acaso el trato vuestro restablecerá su alegría, y aprovechando las ocasiones que se presenten, ved cuál sea la ignorada aflicción que así le consume para que descubriéndola, procuremos su alivio.
Gertrudis
Él ha hablado mucho de vosotros, mis buenos señores, y estoy segura de que no se hallaran otros dos sujetos a quienes él profese mayor cariño. Si tanta fuese vuestra bondad que gustéis de pasar con nosotros algún tiempo, para contribuir al logro de mi esperanza; vuestra asistencia será remunerada, como corresponde al agradecimiento de un Rey.
Ricardo
Vuestras Majestades tienen soberana autoridad en nosotros, y en vez de rogar deben mandarnos.
Guillermo
Uno y otro obedeceremos, y postramos a vuestros pies con el más puro afecto el celo de serviros que nos anima.
Claudio
Muchas gracias, cortés Guillermo. Gracias, Ricardo.
Gertrudis
Os quedo muy agradecida, señores, y os pido que veáis cuanto antes a mi doliente hijo. Conduzca alguno de vosotros a estos caballeros, a donde Hamlet se halle.
Guillermo
Haga el Cielo que nuestra compañía y nuestros conatos puedan serle agradables y útiles.
Gertrudis
Sí, amén.
CLAUDIO, GERTRUDIS, RICARDO, GUILLERMO, acompañamiento.
Salón de palacio.
Claudio
Bienvenido, Guillermo, y tú también querido Ricardo. Además de lo mucho que se me dilataba el veros, la necesidad que tengo de vosotros me ha determinado a solicitar vuestra venida. Algo habéis oído ya de la transformación de Hamlet. Así puedo llamarla, puesto que ni en lo interior, ni en lo exterior se parece nada al que antes era; ni llego a imaginar que otra causa haya podido privarle así de la razón, si ya no es la muerte de su padre. Yo os ruego a entrambos, pues desde la primera infancia os habéis criado con él, y existe entre vosotros aquella intimidad nacida de la igualdad en los años y en el genio, que tengáis a bien deteneros en mi corte algunos días. Acaso el trato vuestro restablecerá su alegría, y aprovechando las ocasiones que se presenten, ved cuál sea la ignorada aflicción que así le consume para que descubriéndola, procuremos su alivio.
Gertrudis
Él ha hablado mucho de vosotros, mis buenos señores, y estoy segura de que no se hallaran otros dos sujetos a quienes él profese mayor cariño. Si tanta fuese vuestra bondad que gustéis de pasar con nosotros algún tiempo, para contribuir al logro de mi esperanza; vuestra asistencia será remunerada, como corresponde al agradecimiento de un Rey.
Ricardo
Vuestras Majestades tienen soberana autoridad en nosotros, y en vez de rogar deben mandarnos.
Guillermo
Uno y otro obedeceremos, y postramos a vuestros pies con el más puro afecto el celo de serviros que nos anima.
Claudio
Muchas gracias, cortés Guillermo. Gracias, Ricardo.
Gertrudis
Os quedo muy agradecida, señores, y os pido que veáis cuanto antes a mi doliente hijo. Conduzca alguno de vosotros a estos caballeros, a donde Hamlet se halle.
Guillermo
Haga el Cielo que nuestra compañía y nuestros conatos puedan serle agradables y útiles.
Gertrudis
Sí, amén.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena IV
CLAUDIO, GERTRUDIS, POLONIO, acompañamiento.
Polonio
Señor, los Embajadores enviados a Noruega han vuelto ya en extremo contentos.
Claudio
Siempre has sido tú padre de buenas nuevas.
Polonio
¡Oh! Sí ¿No es verdad? Y os puedo asegurar, venerado señor, que mis acciones y mi corazón no tienen otro objeto que el servicio de Dios, y el de mi Rey; y si este talento mío no ha perdido enteramente aquel seguro olfato con que supo siempre rastrear asuntos políticos, pienso haber descubierto ya la verdadera causa de la locura del Príncipe.
Claudio
Pues dínosla, que estoy impaciente de saberla.
Polonio
Será bien que deis primero audiencia a los Embajadores; mi informe servirá de postres a este gran festín.
Claudio
Tú mismo puedes ir a cumplimentarlos e introducirlos. Dice que ha descubierto, amada Gertrudis, la causa verdadera de la indisposición de tu hijo.
Gertrudis
¡Ah! Yo dudo que él tenga otra mayor que la muerte de su padre y nuestro acelerado casamiento.
Claudio
Yo sabré examinarle.
CLAUDIO, GERTRUDIS, POLONIO, acompañamiento.
Polonio
Señor, los Embajadores enviados a Noruega han vuelto ya en extremo contentos.
Claudio
Siempre has sido tú padre de buenas nuevas.
Polonio
¡Oh! Sí ¿No es verdad? Y os puedo asegurar, venerado señor, que mis acciones y mi corazón no tienen otro objeto que el servicio de Dios, y el de mi Rey; y si este talento mío no ha perdido enteramente aquel seguro olfato con que supo siempre rastrear asuntos políticos, pienso haber descubierto ya la verdadera causa de la locura del Príncipe.
Claudio
Pues dínosla, que estoy impaciente de saberla.
Polonio
Será bien que deis primero audiencia a los Embajadores; mi informe servirá de postres a este gran festín.
Claudio
Tú mismo puedes ir a cumplimentarlos e introducirlos. Dice que ha descubierto, amada Gertrudis, la causa verdadera de la indisposición de tu hijo.
Gertrudis
¡Ah! Yo dudo que él tenga otra mayor que la muerte de su padre y nuestro acelerado casamiento.
Claudio
Yo sabré examinarle.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena V
CLAUDIO, GERTRUDIS, POLONIO, VOLTIMAN, CORNELIO, acompañamiento.
Claudio
Bienvenidos, amigos. Dí, Voltiman, ¿qué respondió nuestro hermano, el Rey de Noruega?
Voltiman
Corresponde con la más sincera amistad a vuestras atenciones y a vuestro ruego. Así que llegamos, mandó suspender los armamentos que hacía su sobrino, fingiendo ser preparativos contra el polaco; pero mejor informado después, halló ser cierto que se dirigían en ofensa vuestra. Indignado de que abusaran así de la impotencia a que le han reducido su edad y sus males, envió estrechas órdenes a Fortimbrás, que sometiéndose prontamente a las reprehensiones del tío, le ha jurado por último que nunca más tomará las armas contra Vuestra Majestad. Satisfecho de este procedimiento el anciano Rey, le señala sesenta mil escudos anuales, y le permite emplear contra Polonia las tropas que había levantado. A este fin os ruega concedáis paso libre por vuestros estados al ejército prevenido para tal empresa, bajo las condiciones de recíproca seguridad expresadas aquí.
Claudio
Está bien, leeré en tiempo más oportuno sus proposiciones y reflexionaré lo que debo en este caso responderle. Entretanto os doy gracias por el feliz desempeño de vuestro encargo. Descansad. A la noche seréis conmigo en el festín. Tendré gusto de veros.
CLAUDIO, GERTRUDIS, POLONIO, VOLTIMAN, CORNELIO, acompañamiento.
Claudio
Bienvenidos, amigos. Dí, Voltiman, ¿qué respondió nuestro hermano, el Rey de Noruega?
Voltiman
Corresponde con la más sincera amistad a vuestras atenciones y a vuestro ruego. Así que llegamos, mandó suspender los armamentos que hacía su sobrino, fingiendo ser preparativos contra el polaco; pero mejor informado después, halló ser cierto que se dirigían en ofensa vuestra. Indignado de que abusaran así de la impotencia a que le han reducido su edad y sus males, envió estrechas órdenes a Fortimbrás, que sometiéndose prontamente a las reprehensiones del tío, le ha jurado por último que nunca más tomará las armas contra Vuestra Majestad. Satisfecho de este procedimiento el anciano Rey, le señala sesenta mil escudos anuales, y le permite emplear contra Polonia las tropas que había levantado. A este fin os ruega concedáis paso libre por vuestros estados al ejército prevenido para tal empresa, bajo las condiciones de recíproca seguridad expresadas aquí.
Claudio
Está bien, leeré en tiempo más oportuno sus proposiciones y reflexionaré lo que debo en este caso responderle. Entretanto os doy gracias por el feliz desempeño de vuestro encargo. Descansad. A la noche seréis conmigo en el festín. Tendré gusto de veros.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena VI
CLAUDIO, GERTRUDIS y POLONIO
Polonio
Este asunto se ha concluido muy bien. Mi Soberano y vos, señora, explicar lo que es la dignidad de un Monarca, las obligaciones del vasallo y porque el día es día, noche la noche, y tiempo el tiempo; sería gastar inútilmente el día, la noche y el tiempo. Así, pues, como quiera que la brevedad es el alma del talento, y que nada hay más enfadoso que los rodeos y perífrasis... Seré muy breve. Vuestro noble hijo está loco; y le llamo loco, porque (si en rigor se examina) ¿qué otra cosa es la locura, sino estar uno enteramente loco? Pero, dejando esto aparte...
Gertrudis
Al caso, Polonio, al caso y menos artificios.
Polonio
Yo os prometo, señora, que no me valgo de artificio alguno. Es cierto que él está loco. Es cierto que es lástima y es lástima que sea cierto; pero dejemos a un lado esta pueril antítesis, que no quiero usar de artificios. Convengamos, pues, en que está loco, y ahora falta descubrir la causa de este efecto, o por mejor decir, la causa de este defecto, porque este efecto defectuoso, nace de una causa, y así resta considerar lo restante. Yo tengo una hija... La tengo mientras es mía, que en prueba de su respeto y sumisión... Notad lo que os digo... Me ha entregado esta carta. Ahora, resumid los hechos y sacaréis la consecuencia. Al ídolo celestial de mi alma: a la sin par Ofelia... Esta es una alta frase... ¡Una falta de frase, sin par! Es una falta de frase, pero, oíd lo demás. Estas letras, destinadas a que su blanco y hermoso pecho las guarde: éstas...
Gertrudis
¿Y esa carta se la ha enviado Hamlet?
Polonio
Bueno, ¡por cierto! Esperad un poco, seré muy fiel.
Duda que son de fuego las estrellas, duda si al sol hoy movimiento falta, duda lo cierto, admite lo dudoso; pero no dudes de mi amor las ansias.
Estos versos aumentan mi dolor, querida Ofelia; ni sé tampoco expresar mis penas con arte; pero cree que te amo en extremo posible. Adiós. Tuyo siempre, mi adorada niña, mientras esta máquina exista. Hamlet. Mi hija, en fuerza de su obediencia, me ha hecho ver esta carta, y además me ha contado las solicitudes del Príncipe; según han ocurrido, con todas las circunstancias del tiempo, el lugar y el modo.
Claudio
¿Y ella cómo ha recibido su amor?
Polonio
¿En qué opinión me tenéis?
Claudio
En la de un hombre honrado y veraz.
Polonio
Y me complazco en probaros que lo soy. Pero, ¿qué hubierais pensado de mí, si cuando he visto que tomaba vuelo este ardiente amor...? Porque os puedo asegurar que aun antes que mi hija me hablase, ya lo había yo advertido... ¿Qué hubiera pensado de mí vuestra Majestad y la Reina que está presente, si hubiera tolerado este galanteo? ¿Si, haciéndome violencia a mí propio, hubiera permanecido silencioso y mudo, mirándolo con indiferencia? ¿Qué hubierais pensado de mí? No, señor; yo he ido en derechura al asunto, y le dije a la niña ni más ni menos. Hija, el señor Hamlet es un Príncipe muy superior a tu esfera... Esto no debe pasar adelante. Y después, le mandé que se encerrase en su estancia sin admitir recados, ni recibir presentes. Ella ha sabido aprovecharse de mis preceptos, y el Príncipe... (para abreviar la historia) al verse desdeñado, comenzó a padecer melancolías, después inapetencia, después vigilias, después debilidad, después aturdimiento y después (por una graduación natural) la locura que le saca fuera de sí, y que todos nosotros lloramos.
Claudio
¿Creéis, señora, que esto haya pasado así?
Gertrudis
Me parece bastante probable.
Polonio
¿Ha sucedido alguna vez..., tendría gusto de saberlo...? ¿Que yo haya dicho positivamente: esto hay, y que haya resultado lo contrario?
Claudio
No se me acuerda.
Polonio
Pues, separadme ésta de éste, si otra cosa hubiere en el asunto... ¡Ah! Por poco que las circunstancias me ayuden, yo descubriré la verdad donde quiera que se oculte; aunque el centro de la tierra la sepultara.
Claudio
¿Y cómo te parece que pudiéramos hacer nuevas indagaciones?
Polonio
Bien sabéis que el Príncipe suele pasearse algunas veces por esa galería cuatro horas enteras.
Gertrudis
Es verdad, así suele hacerlo.
Polonio
Pues, cuando él venga, yo haré que mi hija le salga al paso. Vos y yo nos ocultaremos detrás de los tapices, para observar lo que hace al verla. Si él no la ama y no es esta la causa de haber perdido el juicio, despedidme de vuestro lado y de vuestra corte y enviadme a una alquería a guiar un arado.
Claudio
Sí, yo lo quiero averiguar.
Gertrudis
Pero, ¿veis? ¡Qué lástima! Leyendo viene el infeliz.
Polonio
Retiraos, yo os lo suplico, retiraos entrambos, que le quiero hablar, si me dais licencia.
CLAUDIO, GERTRUDIS y POLONIO
Polonio
Este asunto se ha concluido muy bien. Mi Soberano y vos, señora, explicar lo que es la dignidad de un Monarca, las obligaciones del vasallo y porque el día es día, noche la noche, y tiempo el tiempo; sería gastar inútilmente el día, la noche y el tiempo. Así, pues, como quiera que la brevedad es el alma del talento, y que nada hay más enfadoso que los rodeos y perífrasis... Seré muy breve. Vuestro noble hijo está loco; y le llamo loco, porque (si en rigor se examina) ¿qué otra cosa es la locura, sino estar uno enteramente loco? Pero, dejando esto aparte...
Gertrudis
Al caso, Polonio, al caso y menos artificios.
Polonio
Yo os prometo, señora, que no me valgo de artificio alguno. Es cierto que él está loco. Es cierto que es lástima y es lástima que sea cierto; pero dejemos a un lado esta pueril antítesis, que no quiero usar de artificios. Convengamos, pues, en que está loco, y ahora falta descubrir la causa de este efecto, o por mejor decir, la causa de este defecto, porque este efecto defectuoso, nace de una causa, y así resta considerar lo restante. Yo tengo una hija... La tengo mientras es mía, que en prueba de su respeto y sumisión... Notad lo que os digo... Me ha entregado esta carta. Ahora, resumid los hechos y sacaréis la consecuencia. Al ídolo celestial de mi alma: a la sin par Ofelia... Esta es una alta frase... ¡Una falta de frase, sin par! Es una falta de frase, pero, oíd lo demás. Estas letras, destinadas a que su blanco y hermoso pecho las guarde: éstas...
Gertrudis
¿Y esa carta se la ha enviado Hamlet?
Polonio
Bueno, ¡por cierto! Esperad un poco, seré muy fiel.
Duda que son de fuego las estrellas, duda si al sol hoy movimiento falta, duda lo cierto, admite lo dudoso; pero no dudes de mi amor las ansias.
Estos versos aumentan mi dolor, querida Ofelia; ni sé tampoco expresar mis penas con arte; pero cree que te amo en extremo posible. Adiós. Tuyo siempre, mi adorada niña, mientras esta máquina exista. Hamlet. Mi hija, en fuerza de su obediencia, me ha hecho ver esta carta, y además me ha contado las solicitudes del Príncipe; según han ocurrido, con todas las circunstancias del tiempo, el lugar y el modo.
Claudio
¿Y ella cómo ha recibido su amor?
Polonio
¿En qué opinión me tenéis?
Claudio
En la de un hombre honrado y veraz.
Polonio
Y me complazco en probaros que lo soy. Pero, ¿qué hubierais pensado de mí, si cuando he visto que tomaba vuelo este ardiente amor...? Porque os puedo asegurar que aun antes que mi hija me hablase, ya lo había yo advertido... ¿Qué hubiera pensado de mí vuestra Majestad y la Reina que está presente, si hubiera tolerado este galanteo? ¿Si, haciéndome violencia a mí propio, hubiera permanecido silencioso y mudo, mirándolo con indiferencia? ¿Qué hubierais pensado de mí? No, señor; yo he ido en derechura al asunto, y le dije a la niña ni más ni menos. Hija, el señor Hamlet es un Príncipe muy superior a tu esfera... Esto no debe pasar adelante. Y después, le mandé que se encerrase en su estancia sin admitir recados, ni recibir presentes. Ella ha sabido aprovecharse de mis preceptos, y el Príncipe... (para abreviar la historia) al verse desdeñado, comenzó a padecer melancolías, después inapetencia, después vigilias, después debilidad, después aturdimiento y después (por una graduación natural) la locura que le saca fuera de sí, y que todos nosotros lloramos.
Claudio
¿Creéis, señora, que esto haya pasado así?
Gertrudis
Me parece bastante probable.
Polonio
¿Ha sucedido alguna vez..., tendría gusto de saberlo...? ¿Que yo haya dicho positivamente: esto hay, y que haya resultado lo contrario?
Claudio
No se me acuerda.
Polonio
Pues, separadme ésta de éste, si otra cosa hubiere en el asunto... ¡Ah! Por poco que las circunstancias me ayuden, yo descubriré la verdad donde quiera que se oculte; aunque el centro de la tierra la sepultara.
Claudio
¿Y cómo te parece que pudiéramos hacer nuevas indagaciones?
Polonio
Bien sabéis que el Príncipe suele pasearse algunas veces por esa galería cuatro horas enteras.
Gertrudis
Es verdad, así suele hacerlo.
Polonio
Pues, cuando él venga, yo haré que mi hija le salga al paso. Vos y yo nos ocultaremos detrás de los tapices, para observar lo que hace al verla. Si él no la ama y no es esta la causa de haber perdido el juicio, despedidme de vuestro lado y de vuestra corte y enviadme a una alquería a guiar un arado.
Claudio
Sí, yo lo quiero averiguar.
Gertrudis
Pero, ¿veis? ¡Qué lástima! Leyendo viene el infeliz.
Polonio
Retiraos, yo os lo suplico, retiraos entrambos, que le quiero hablar, si me dais licencia.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena VII
POLONIO, HAMLET
Polonio
¡Cómo os va, mi buen señor!
Hamlet
Bien, a Dios gracias.
Polonio
¿Me conocéis?
Hamlet
Perfectamente. Tú vendes peces.
Polonio
¿Yo? No señor.
Hamlet
Así fueras honrado.
Polonio
¿Honrado decís?
Hamlet
Sí, señor, que lo digo. El ser honrado según va el mundo, es lo mismo que ser escogido uno entre diez mil.
Polonio
Todo eso es verdad.
Hamlet
Si el sol engendra gusanos en un perro muerto y aunque es un Dios, alumbra benigno con sus rayos a un cadáver corrupto... ¿No tienes una hija?
Polonio
Sí, señor, una tengo.
Hamlet
Pues no la dejes pasear al sol. La concepción es una bendición del cielo; pero no del modo en que tu hija podrá concebir. Cuida mucho de esto, amigo.
Polonio
¿Pero qué queréis decir con eso? Siempre está pensando en mi hija. No obstante, al principio no me conoció... Dice que vendo peces... ¡Está rematado, rematado!... Y en verdad que yo también, siendo mozo, me vi muy trastornado por el amor... Casi tanto como él. Quiero hablarle otra vez. ¿Qué estáis leyendo?
Hamlet
Palabras, palabras, todo palabras.
Polonio
¿Y de qué se trata?
Hamlet
¿Entre quién?
Polonio
Digo, que ¿de qué trata el libro que leéis?
Hamlet
De calumnias. Aquí dice el malvado satírico, que los viejos tienen la barba blanca, las caras con arrugas, que vierten de sus ojos ámbar abundante y goma de ciruela; que padecen gran debilidad de piernas, y mucha falta de entendimiento. Todo lo cual, señor mío, aunque yo plena y eficazmente lo creo; con todo eso, no me parece bien hallarlo afirmado en tales términos, porque al fin, vos seríais sin duda tan joven como yo, si os fuera posible andar hacia atrás como el cangrejo.
Polonio
Aunque todo es locura, no deja de observar método en lo que dice. ¿Queréis venir, señor, adonde no os dé el aire?
Hamlet
¿Adónde? ¿A la sepultura?
Polonio
Cierto, que allí no da el aire. ¡Con qué agudeza responde siempre! Estos golpes felices son frecuentes en la locura, cuando en el estado de razón y salud tal vez no se logran. Voyle a dejar y disponer al instante el careo entre él y mi hija. Señor, si me dais licencia de que me vaya...
Hamlet
No me puedes pedir cosa que con más gusto te conceda; exceptuando la vida, eso sí, exceptuando la vida.
Polonio
Adiós, señor.
Hamlet
¡Fastidiosos y extravagantes viejos!
Polonio
Si buscáis al príncipe, vedle ahí.
POLONIO, HAMLET
Polonio
¡Cómo os va, mi buen señor!
Hamlet
Bien, a Dios gracias.
Polonio
¿Me conocéis?
Hamlet
Perfectamente. Tú vendes peces.
Polonio
¿Yo? No señor.
Hamlet
Así fueras honrado.
Polonio
¿Honrado decís?
Hamlet
Sí, señor, que lo digo. El ser honrado según va el mundo, es lo mismo que ser escogido uno entre diez mil.
Polonio
Todo eso es verdad.
Hamlet
Si el sol engendra gusanos en un perro muerto y aunque es un Dios, alumbra benigno con sus rayos a un cadáver corrupto... ¿No tienes una hija?
Polonio
Sí, señor, una tengo.
Hamlet
Pues no la dejes pasear al sol. La concepción es una bendición del cielo; pero no del modo en que tu hija podrá concebir. Cuida mucho de esto, amigo.
Polonio
¿Pero qué queréis decir con eso? Siempre está pensando en mi hija. No obstante, al principio no me conoció... Dice que vendo peces... ¡Está rematado, rematado!... Y en verdad que yo también, siendo mozo, me vi muy trastornado por el amor... Casi tanto como él. Quiero hablarle otra vez. ¿Qué estáis leyendo?
Hamlet
Palabras, palabras, todo palabras.
Polonio
¿Y de qué se trata?
Hamlet
¿Entre quién?
Polonio
Digo, que ¿de qué trata el libro que leéis?
Hamlet
De calumnias. Aquí dice el malvado satírico, que los viejos tienen la barba blanca, las caras con arrugas, que vierten de sus ojos ámbar abundante y goma de ciruela; que padecen gran debilidad de piernas, y mucha falta de entendimiento. Todo lo cual, señor mío, aunque yo plena y eficazmente lo creo; con todo eso, no me parece bien hallarlo afirmado en tales términos, porque al fin, vos seríais sin duda tan joven como yo, si os fuera posible andar hacia atrás como el cangrejo.
Polonio
Aunque todo es locura, no deja de observar método en lo que dice. ¿Queréis venir, señor, adonde no os dé el aire?
Hamlet
¿Adónde? ¿A la sepultura?
Polonio
Cierto, que allí no da el aire. ¡Con qué agudeza responde siempre! Estos golpes felices son frecuentes en la locura, cuando en el estado de razón y salud tal vez no se logran. Voyle a dejar y disponer al instante el careo entre él y mi hija. Señor, si me dais licencia de que me vaya...
Hamlet
No me puedes pedir cosa que con más gusto te conceda; exceptuando la vida, eso sí, exceptuando la vida.
Polonio
Adiós, señor.
Hamlet
¡Fastidiosos y extravagantes viejos!
Polonio
Si buscáis al príncipe, vedle ahí.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena VIII
HAMLET, RICARDO, GUILLERMO
Ricardo
Buenos días, señor.
Guillermo
Dios guarde a vuestra Alteza.
Ricardo
Mi venerado Príncipe.
Hamlet
¡Oh! Buenos amigos. ¿Cómo va? ¡Guillermo, Ricardo, guapos mozos! ¿Cómo va? ¿Qué se hace de bueno?
Ricardo
Nada, señor; pasamos una vida muy indiferente.
Guillermo
Nos creemos felices en no ser demasiado felices. No, no servimos de airón al tocado de la fortuna.
Hamlet
¿Ni de suelas a su calzado?
Ricardo
Ni uno ni otro.
Hamlet
En tal caso estaréis colocados hacia su cintura: allí es el centro de los favores.
Guillermo
Cierto, como privados suyos.
Hamlet
Pues allí en lo más oculto... ¡Ah! Decís bien, ella es una prostituta... ¿Qué hay de nuevo?
Ricardo
Nada, sino que ya los hombres van siendo buenos.
Hamlet
Señal que el día del juicio va a venir pronto. Pero vuestras noticias no son ciertas... Permitid que os pregunte más particularmente. ¿Por qué delitos os ha traído aquí vuestra mala suerte, a vivir en prisión?
Guillermo
¿En prisión decís?
Hamlet
Sí, Dinamarca es una cárcel.
Ricardo
También el mundo lo será.
Hamlet
Y muy grande: con muchas guardas, encierros y calabozos, y Dinamarca es uno de los peores.
Ricardo
Nosotros no éramos de esa opinión.
Hamlet
Para vosotros podrá no serlo, porque nada hay bueno ni malo, sino en fuerza de nuestra fantasía. Para mí es una verdadera cárcel.
Ricardo
Será vuestra ambición la que os le figura tal, la grandeza de vuestro ánimo le hallará estrecho.
Hamlet
¡Oh! ¡Dios mío! Yo pudiera estar encerrado en la cáscara de una nuez y creerme soberano de un estado inmenso... Pero, estos sueños terribles me hacen infeliz.
Ricardo
Todos esos sueños son ambición, y todo cuanto al ambicioso le agita no es más que la sombra de un sueño.
Hamlet
El sueño, en sí, no es más que una sombra.
Ricardo
Ciertamente, y yo considero la ambición por tan ligera y vana, que me parece la sombra de una sombra.
Hamlet
De donde resulta, que los mendigos son cuerpos y los monarcas y héroes agigantados, sombras de los mendigos... Iremos un rato a la corte, señores; porque, a la verdad, no tengo la cabeza para discurrir.
Los dos
Os iremos sirviendo.
Hamlet
¡Oh! No se trata de eso. No os quiero confundir con mis criados que, a fe de hombre de bien, me sirven indignamente. Pero, decidme por nuestra amistad antigua, ¿qué hacéis en Elsingor?
Ricardo
Señor, hemos venido únicamente a veros.
Hamlet
Tan pobre soy, que aun de gracias estoy escaso, no obstante, agradezco vuestra fineza... Bien que os puedo asegurar que mis gracias, aunque se paguen a ochavo, se pagan mucho. Y ¿quién os ha hecho venir? ¿Es libre esta visita? ¿Me la hacéis por vuestro gusto propio? Vaya, habladme con franqueza, vaya, decídmelo.
Guillermo
¿Y qué os hemos de decir, señor?
Hamlet
Todo lo que haya acerca de esto. A vosotros os envían, sin duda, y en vuestros ojos hallo una especie de confesión, que toda vuestra reserva no puede desmentir. Yo sé que el bueno del Rey, y también la Reina os han mandado que vengáis.
Ricardo
Pero, ¿a qué fin?
Hamlet
Eso es lo que debéis decirme. Pero os pido por los derechos de nuestra amistad, por la conformidad de nuestros años juveniles, por las obligaciones de nuestro no interrumpido afecto; por todo aquello, en fin, que sea para vosotros más grato y respetable, que me digáis con sencillez la verdad. ¿Os han mandado venir, o no?
Ricardo
¿Qué dices tú?
Hamlet
Ya os he dicho que lo estoy viendo en vuestros ojos, si me estimáis de veras, no hay que desmentirlos.
Guillermo
Pues, señor, es cierto, nos han hecho venir.
Hamlet
Y yo os voy a decir el motivo: así me anticiparé a vuestra propia confesión; sin que la fidelidad que debéis al Rey y a la Reina quede por vosotros ofendida. Yo he perdido de poco tiempo a esta parte, sin saber la causa, toda mi alegría, olvidando mis ordinarias ocupaciones. Y este accidente ha sido tan funesto a mi salud, que la tierra, esa divina máquina, me parece un promontorio estéril; ese dosel magnifico de los cielos, ese hermoso firmamento que veis sobre nosotros, esa techumbre majestuosa sembrada de doradas luces, no otra cosa me parece que una desagradable y pestífera multitud de vapores. ¡Que admirable fábrica es la del hombre! ¡Qué noble su razón! ¡Qué infinitas sus facultades! ¡Qué expresivo y maravilloso en su forma y sus movimientos! ¡Qué semejante a un ángel en sus acciones! Y en su espíritu, ¡qué semejante a Dios! Él es sin duda lo más hermoso de la tierra, el más perfecto de todos los animales. Pues, no obstante, ¿qué juzgáis que es en mi estimación ese purificado polvo? El hombre no me deleita... ni menos la mujer... bien que ya veo en vuestra sonrisa que aprobáis mi opinión.
Ricardo
En verdad, señor, que no habéis acertado mis ideas.
Hamlet
Pues ¿por qué te reías cuando dije que no me deleita el hombre?
Ricardo
Me reí al considerar, puesto que los hombres no os deleitan, qué comidas de Cuaresma daréis a los cómicos que hemos hallado en el camino, y están ahí deseando emplearse en servicio vuestro.
Hamlet
El que hace de Rey sea muy bien venido, Su Majestad recibirá mis obsequios como es de razón, el arrojado caballero sacará a lucir su espada y su broquel, el enamorado no suspirará de balde, el que hace de loco acabará su papel en paz, el patán dará aquellas risotadas con que sacude los pulmones áridos, y la dama expresará libremente su pasión o las interrupciones del verso hablarán por ella. Y ¿qué cómicos son?
Ricardo
Los que más os agradan regularmente. La compañía trágica de nuestra ciudad.
Hamlet
¿Y por qué andan vagando así? ¿No les sería mejor para su reputación y sus intereses establecerse en alguna parte?
Ricardo
Creo que los últimos reglamentos se lo prohíben.
Hamlet
¿Son hoy tan bien recibidos como cuando yo estuve en la ciudad? ¿Acude siempre el mismo concurso?
Ricardo
No, señor, no por cierto.
Hamlet
¿Y en qué consiste? ¿Se han echado a perder?
Ricardo
No, señor. Ellos han procurado seguir siempre su acostumbrado método; pero hay aquí una cría de chiquillos, vencejos chillones, que gritando en la declamación fuera de propósito, son por esto mismo palmoteados hasta el exceso. Esta es la diversión del día, y tanto han denigrado los espectáculos ordinarios (como ellos los llaman) que muchos caballeros de espada en cinta, atemorizados de las plumas de ganso de este teatro, rara vez se atreven a poner el pie en los otros.
Hamlet
¡Oiga! ¿Conque sin muchachos? ¿Y quién los sostiene? ¿Qué sueldo les dan? ¿Abandonarán el ejercicio cuando pierdan la voz para cantar? Y cuando tengan que hacerse cómicos ordinarios, como parece verosímil por su edad si carecen de otros medios, ¿no dirán entonces que sus compositores los han perjudicado, haciéndoles declamar contra la profesión misma que han tenido que abrazar después?
Ricardo
Lo cierto es que han ocurrido ya muchos disgustos por ambas partes, y la nación ve sin escrúpulo continuarse la discordia entre ellos. Ha habido tiempo en que el dinero de las piezas no se cobraba, hasta que el poeta y el cómico reñían y se hartaban de bofetones.
Hamlet
¿Es posible?
Guillermo
¡Oh! Sí lo es, como que ha habido ya muchas cabezas rotas.
Hamlet
Y qué, ¿los chicos han vencido en esas peleas?
Ricardo
Cierto que sí, y se hubieran burlado del mismo Hércules, con maza y todo.
Hamlet
No es extraño. Ya veis mi tío, Rey de Dinamarca. Los que se mofaban de él mientras vivió mi padre, ahora dan veinte, cuarenta, cincuenta y aun cien ducados por su retrato de miniatura. En esto hay algo que es más que natural, si la filosofía pudiera descubrirlo.
Guillermo
Ya están ahí los cómicos.
Hamlet
Pues, caballeros, muy bien venidos a Elsingor; acercaos aquí, dadme las manos. Las señales de una buena acogida consisten por lo común en ceremonias y cumplimientos; pero, permitid que os trate así, porque os hago saber que yo debo recibir muy bien a los cómicos, en lo exterior, y no quisiera que las distinciones que a ellos les haga, pareciesen mayores que las que os hago a vosotros. Bienvenidos. Pero, mi tío padre, y mi madre tía, a fe que se equivocan mucho.
Guillermo
¿En qué, señor?
Hamlet
Yo no estoy loco, sino cuando sopla el nordeste; pero cuando corre el sur, distingo muy bien un huevo de una castaña.
HAMLET, RICARDO, GUILLERMO
Ricardo
Buenos días, señor.
Guillermo
Dios guarde a vuestra Alteza.
Ricardo
Mi venerado Príncipe.
Hamlet
¡Oh! Buenos amigos. ¿Cómo va? ¡Guillermo, Ricardo, guapos mozos! ¿Cómo va? ¿Qué se hace de bueno?
Ricardo
Nada, señor; pasamos una vida muy indiferente.
Guillermo
Nos creemos felices en no ser demasiado felices. No, no servimos de airón al tocado de la fortuna.
Hamlet
¿Ni de suelas a su calzado?
Ricardo
Ni uno ni otro.
Hamlet
En tal caso estaréis colocados hacia su cintura: allí es el centro de los favores.
Guillermo
Cierto, como privados suyos.
Hamlet
Pues allí en lo más oculto... ¡Ah! Decís bien, ella es una prostituta... ¿Qué hay de nuevo?
Ricardo
Nada, sino que ya los hombres van siendo buenos.
Hamlet
Señal que el día del juicio va a venir pronto. Pero vuestras noticias no son ciertas... Permitid que os pregunte más particularmente. ¿Por qué delitos os ha traído aquí vuestra mala suerte, a vivir en prisión?
Guillermo
¿En prisión decís?
Hamlet
Sí, Dinamarca es una cárcel.
Ricardo
También el mundo lo será.
Hamlet
Y muy grande: con muchas guardas, encierros y calabozos, y Dinamarca es uno de los peores.
Ricardo
Nosotros no éramos de esa opinión.
Hamlet
Para vosotros podrá no serlo, porque nada hay bueno ni malo, sino en fuerza de nuestra fantasía. Para mí es una verdadera cárcel.
Ricardo
Será vuestra ambición la que os le figura tal, la grandeza de vuestro ánimo le hallará estrecho.
Hamlet
¡Oh! ¡Dios mío! Yo pudiera estar encerrado en la cáscara de una nuez y creerme soberano de un estado inmenso... Pero, estos sueños terribles me hacen infeliz.
Ricardo
Todos esos sueños son ambición, y todo cuanto al ambicioso le agita no es más que la sombra de un sueño.
Hamlet
El sueño, en sí, no es más que una sombra.
Ricardo
Ciertamente, y yo considero la ambición por tan ligera y vana, que me parece la sombra de una sombra.
Hamlet
De donde resulta, que los mendigos son cuerpos y los monarcas y héroes agigantados, sombras de los mendigos... Iremos un rato a la corte, señores; porque, a la verdad, no tengo la cabeza para discurrir.
Los dos
Os iremos sirviendo.
Hamlet
¡Oh! No se trata de eso. No os quiero confundir con mis criados que, a fe de hombre de bien, me sirven indignamente. Pero, decidme por nuestra amistad antigua, ¿qué hacéis en Elsingor?
Ricardo
Señor, hemos venido únicamente a veros.
Hamlet
Tan pobre soy, que aun de gracias estoy escaso, no obstante, agradezco vuestra fineza... Bien que os puedo asegurar que mis gracias, aunque se paguen a ochavo, se pagan mucho. Y ¿quién os ha hecho venir? ¿Es libre esta visita? ¿Me la hacéis por vuestro gusto propio? Vaya, habladme con franqueza, vaya, decídmelo.
Guillermo
¿Y qué os hemos de decir, señor?
Hamlet
Todo lo que haya acerca de esto. A vosotros os envían, sin duda, y en vuestros ojos hallo una especie de confesión, que toda vuestra reserva no puede desmentir. Yo sé que el bueno del Rey, y también la Reina os han mandado que vengáis.
Ricardo
Pero, ¿a qué fin?
Hamlet
Eso es lo que debéis decirme. Pero os pido por los derechos de nuestra amistad, por la conformidad de nuestros años juveniles, por las obligaciones de nuestro no interrumpido afecto; por todo aquello, en fin, que sea para vosotros más grato y respetable, que me digáis con sencillez la verdad. ¿Os han mandado venir, o no?
Ricardo
¿Qué dices tú?
Hamlet
Ya os he dicho que lo estoy viendo en vuestros ojos, si me estimáis de veras, no hay que desmentirlos.
Guillermo
Pues, señor, es cierto, nos han hecho venir.
Hamlet
Y yo os voy a decir el motivo: así me anticiparé a vuestra propia confesión; sin que la fidelidad que debéis al Rey y a la Reina quede por vosotros ofendida. Yo he perdido de poco tiempo a esta parte, sin saber la causa, toda mi alegría, olvidando mis ordinarias ocupaciones. Y este accidente ha sido tan funesto a mi salud, que la tierra, esa divina máquina, me parece un promontorio estéril; ese dosel magnifico de los cielos, ese hermoso firmamento que veis sobre nosotros, esa techumbre majestuosa sembrada de doradas luces, no otra cosa me parece que una desagradable y pestífera multitud de vapores. ¡Que admirable fábrica es la del hombre! ¡Qué noble su razón! ¡Qué infinitas sus facultades! ¡Qué expresivo y maravilloso en su forma y sus movimientos! ¡Qué semejante a un ángel en sus acciones! Y en su espíritu, ¡qué semejante a Dios! Él es sin duda lo más hermoso de la tierra, el más perfecto de todos los animales. Pues, no obstante, ¿qué juzgáis que es en mi estimación ese purificado polvo? El hombre no me deleita... ni menos la mujer... bien que ya veo en vuestra sonrisa que aprobáis mi opinión.
Ricardo
En verdad, señor, que no habéis acertado mis ideas.
Hamlet
Pues ¿por qué te reías cuando dije que no me deleita el hombre?
Ricardo
Me reí al considerar, puesto que los hombres no os deleitan, qué comidas de Cuaresma daréis a los cómicos que hemos hallado en el camino, y están ahí deseando emplearse en servicio vuestro.
Hamlet
El que hace de Rey sea muy bien venido, Su Majestad recibirá mis obsequios como es de razón, el arrojado caballero sacará a lucir su espada y su broquel, el enamorado no suspirará de balde, el que hace de loco acabará su papel en paz, el patán dará aquellas risotadas con que sacude los pulmones áridos, y la dama expresará libremente su pasión o las interrupciones del verso hablarán por ella. Y ¿qué cómicos son?
Ricardo
Los que más os agradan regularmente. La compañía trágica de nuestra ciudad.
Hamlet
¿Y por qué andan vagando así? ¿No les sería mejor para su reputación y sus intereses establecerse en alguna parte?
Ricardo
Creo que los últimos reglamentos se lo prohíben.
Hamlet
¿Son hoy tan bien recibidos como cuando yo estuve en la ciudad? ¿Acude siempre el mismo concurso?
Ricardo
No, señor, no por cierto.
Hamlet
¿Y en qué consiste? ¿Se han echado a perder?
Ricardo
No, señor. Ellos han procurado seguir siempre su acostumbrado método; pero hay aquí una cría de chiquillos, vencejos chillones, que gritando en la declamación fuera de propósito, son por esto mismo palmoteados hasta el exceso. Esta es la diversión del día, y tanto han denigrado los espectáculos ordinarios (como ellos los llaman) que muchos caballeros de espada en cinta, atemorizados de las plumas de ganso de este teatro, rara vez se atreven a poner el pie en los otros.
Hamlet
¡Oiga! ¿Conque sin muchachos? ¿Y quién los sostiene? ¿Qué sueldo les dan? ¿Abandonarán el ejercicio cuando pierdan la voz para cantar? Y cuando tengan que hacerse cómicos ordinarios, como parece verosímil por su edad si carecen de otros medios, ¿no dirán entonces que sus compositores los han perjudicado, haciéndoles declamar contra la profesión misma que han tenido que abrazar después?
Ricardo
Lo cierto es que han ocurrido ya muchos disgustos por ambas partes, y la nación ve sin escrúpulo continuarse la discordia entre ellos. Ha habido tiempo en que el dinero de las piezas no se cobraba, hasta que el poeta y el cómico reñían y se hartaban de bofetones.
Hamlet
¿Es posible?
Guillermo
¡Oh! Sí lo es, como que ha habido ya muchas cabezas rotas.
Hamlet
Y qué, ¿los chicos han vencido en esas peleas?
Ricardo
Cierto que sí, y se hubieran burlado del mismo Hércules, con maza y todo.
Hamlet
No es extraño. Ya veis mi tío, Rey de Dinamarca. Los que se mofaban de él mientras vivió mi padre, ahora dan veinte, cuarenta, cincuenta y aun cien ducados por su retrato de miniatura. En esto hay algo que es más que natural, si la filosofía pudiera descubrirlo.
Guillermo
Ya están ahí los cómicos.
Hamlet
Pues, caballeros, muy bien venidos a Elsingor; acercaos aquí, dadme las manos. Las señales de una buena acogida consisten por lo común en ceremonias y cumplimientos; pero, permitid que os trate así, porque os hago saber que yo debo recibir muy bien a los cómicos, en lo exterior, y no quisiera que las distinciones que a ellos les haga, pareciesen mayores que las que os hago a vosotros. Bienvenidos. Pero, mi tío padre, y mi madre tía, a fe que se equivocan mucho.
Guillermo
¿En qué, señor?
Hamlet
Yo no estoy loco, sino cuando sopla el nordeste; pero cuando corre el sur, distingo muy bien un huevo de una castaña.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena IX
POLONIO y dichos.
Polonio
Dios os guarde, señores.
Hamlet
Oye aquí, Guillermo, y tú también... Un oyente a cada lado. ¿Veis aquel vejestorio que acaba de entrar? Pues aun no ha salido de mantillas.
Ricardo
O acaso habrá vuelto a ellas, porque, según se dice, la vejez es segunda infancia.
Hamlet
Apostaré que me viene a hablar de los cómicos, tened cuidado ... Pues, señor, tú tienes razón, eso fue el lunes por la mañana, no hay duda.
Polonio
Señor, tengo que daros una noticia.
Hamlet
Señor, tengo que daros una noticia. Cuando Roscio era actor en Roma...
Polonio
Señor, los cómicos han venido.
Hamlet
¡Tuh!, ¡tuh!, ¡tuh!
Polonio
Como soy hombre de bien que sí.
Hamlet
Cada actor viene caballero en burro.
Polonio
Estos son los más excelentes actores del mundo, así en la Tragedia como en la Comedia. Historia o Pastoral: en lo Cómico-Pastoral, Histórico-Pastoral, Trágico-Histórico, Tragi-Cómico Histórico-Pastoral, Escena indivisible, Poema ilimitado... ¡Qué! Para ellos ni Séneca es demasiado grave, ni Plauto demasiado ligero, y en cuanto a las reglas de composición y a la franqueza cómica, éstos son los únicos.
Hamlet
¡Oh! ¡Jephte, Juez de Israel!... ¡Qué tesoro poseíste!
Polonio
¿Y qué tesoro era el suyo, señor?
Hamlet
¿Qué tesoro? No más que una hermosa hija a quien amaba en extremo.
Polonio
Siempre pensando en mi hija.
Hamlet
¿No tengo razón, anciano Jephte?
Polonio
Señor, si me llamáis Jephte, cierto es que tengo una hija a quien amo en extremo.
Hamlet
¡Oh! no es eso lo que se sigue.
Polonio
¿Pues que sigue señor?
Hamlet
Esto.No hay más suerte que Dios ni más destino; y luego, ya sabes: que cuanto nos sucede Él lo previno. Lee la primera línea de aquella devota canción, y ella sola te manifestará lo demás. Pero, ¿veis? ahí vienen otros a hablar por mí.
POLONIO y dichos.
Polonio
Dios os guarde, señores.
Hamlet
Oye aquí, Guillermo, y tú también... Un oyente a cada lado. ¿Veis aquel vejestorio que acaba de entrar? Pues aun no ha salido de mantillas.
Ricardo
O acaso habrá vuelto a ellas, porque, según se dice, la vejez es segunda infancia.
Hamlet
Apostaré que me viene a hablar de los cómicos, tened cuidado ... Pues, señor, tú tienes razón, eso fue el lunes por la mañana, no hay duda.
Polonio
Señor, tengo que daros una noticia.
Hamlet
Señor, tengo que daros una noticia. Cuando Roscio era actor en Roma...
Polonio
Señor, los cómicos han venido.
Hamlet
¡Tuh!, ¡tuh!, ¡tuh!
Polonio
Como soy hombre de bien que sí.
Hamlet
Cada actor viene caballero en burro.
Polonio
Estos son los más excelentes actores del mundo, así en la Tragedia como en la Comedia. Historia o Pastoral: en lo Cómico-Pastoral, Histórico-Pastoral, Trágico-Histórico, Tragi-Cómico Histórico-Pastoral, Escena indivisible, Poema ilimitado... ¡Qué! Para ellos ni Séneca es demasiado grave, ni Plauto demasiado ligero, y en cuanto a las reglas de composición y a la franqueza cómica, éstos son los únicos.
Hamlet
¡Oh! ¡Jephte, Juez de Israel!... ¡Qué tesoro poseíste!
Polonio
¿Y qué tesoro era el suyo, señor?
Hamlet
¿Qué tesoro? No más que una hermosa hija a quien amaba en extremo.
Polonio
Siempre pensando en mi hija.
Hamlet
¿No tengo razón, anciano Jephte?
Polonio
Señor, si me llamáis Jephte, cierto es que tengo una hija a quien amo en extremo.
Hamlet
¡Oh! no es eso lo que se sigue.
Polonio
¿Pues que sigue señor?
Hamlet
Esto.No hay más suerte que Dios ni más destino; y luego, ya sabes: que cuanto nos sucede Él lo previno. Lee la primera línea de aquella devota canción, y ella sola te manifestará lo demás. Pero, ¿veis? ahí vienen otros a hablar por mí.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena X
HAMLET, RICARDO, GUILLERMO, POLONIO y cuatro cómicos
Hamlet
Bienvenidos, señores; me alegro de veros a todos tan buenos. Bienvenidos... ¡Oh! ¡Oh camarada antiguo! Mucho se te ha arrugado la cara desde la última vez que te vi. ¿Vienes a Dinamarca a hacerme parecer viejo a mí también? Y tú, mi niña, ¡oiga!, ya eres una señorita; por la Virgen, que ya está vuesarced una cuarta más cerca del cielo, desde que no la he visto. Dios quiera que tu voz, semejante a una pieza de oro falso, no se descubra al echarla en el crisol. Señores, muy bienvenidos todos. Pero, amigos, yo voy en derechura al caso, y corro detrás del primer objeto que se me presenta, como halconero francés. Yo quiero al instante una relación. Sí, veamos alguna prueba de vuestra habilidad. Vaya un pasaje afectuoso.
Cómico 1º
¿Y cuál queréis, señor?
Hamlet
Me acuerdo de haberte oído en otro tiempo una relación que nunca se ha representado al público, o una sola vez cuando más... Sí, y me acuerdo también que no agradaba a la multitud; no era ciertamente manjar para el vulgo. Pero a mí me pareció entonces, y aun a otros, cuyo dictamen vale más que el mío, una excelente pieza, bien dispuesta la fábula y escrita con elegancia y decoro. No faltó, sin embargo, quien dijo que no había en los versos toda la sal necesaria para sazonar el asunto, y que lo insignificante del estilo anunciaba poca sensibilidad en el autor; bien que no dejaban de tenerla por obra escrita con método, instructiva y elegante, y más brillante que delicada. Particularmente me gustó mucho en ella una relación que Eneas hace a Dido, y sobre todo cuando habla de la muerte de Príamo. Si la tienes en la memoria... Empieza por aquel verso... Deja, deja, veré si me acuerdo.
Pirro feroz como la Hyrcana tigre...
No es éste, pero empieza con Pirro... ¡ah!...
Pirro feroz, con pavonadas armas,negras como su intento, reclinado
dentro en los senos del caballo enorme,
a la lóbrega noche parecía.
Ya su terrible, ennegrecido aspecto
mayor espanto da. Todo le tiñe
de la cabeza al pie caliente sangre
de ancianos y matronas, de robustos
mancebos y de vírgenes, que abrasa
el fuego de los inflamados edificios
en confuso montón; a cuya horrenda
luz que despiden, el caudillo insano
muerte y estrago esparce. Ardiendo en ira,
cubierto de cuajada sangre, vuelve
los ojos, al carbunclo semejantes,
y busca, instado de infernal venganza,
al viejo abuelo Príamo...
Prosigue tú.
Polonio
¡Muy bien declamado, a fe mía! Con buen acento y bella expresión.
Cómico 1º
Al momento le ve lidiando, ¡resistencia breve!
contra los Griegos; su temida espada
rebelde al brazo ya, le pesa inútil.
Pirro, de furias lleno, le provoca
a liza desigual; herirle intenta,
y el aire solo del funesto acero
postra al débil anciano. Y cual si fuese
a tanto golpe el Ilión sensible,
al suelo desplomó sus techos altos,
ardiendo en llamas y al rumor suspenso.
Pirro... ¿Le veis? La espada que venía
a herir del Teucro la nevada frente
se detiene en los aires, y él inmoble,
absorto y mudo y sin acción su enojo,
la imagen de un tirano representa
que figuró el pincel. Mas como suele
tal vez el cielo en tempestad oscura
parar su movimiento, de los aires
el ímpetu cesar, y en silenciosa
quietud de muerte reposar el orbe;
basta que el trueno, con horror zumbando,
rompe la alta región, así un instante
suspensa fue la cólera de Pirro
y así, dispuesto a la venganza, el duro
combate renovó. No más tremendo
golpe en las armas de Mavorte eternas
dieron jamás los Cíclopes tostados,
que sobre el triste anciano la cuchilla
sangrienta dio del sucesor de Aquiles.
¡Oh! ¡Fortuna falaz!.. Vos, poderosos
Dioses, quitadla su dominio injusto;
romped los rayos de su rueda y calces,
y el eje circular desde el Olimpo
caiga en pedazos del Abismo al centro.
Polonio
Es demasiado largo.
Hamlet
Lo mismo dirá de tus barbas el barbero. Prosigue. Éste sólo gusta de ver hablar o de oír cuentos de alcahuetas, o si no se duerme. Prosigue con aquello de Hécuba.
Cómico 1º
Pero quien viese, ¡oh! ¡Vista dolorosa! la mal ceñida Reina...
Hamlet
¡La mal ceñida Reina!
Polonio
Eso es bueno, mal ceñida Reina, ¡bueno!
Cómico 1º
Pero quien viese, ¡oh vista dolorosa!
La mal ceñida Reina, el pie desnudo,
girar de un lado al otro, amenazando
extinguir con sus lágrimas el fuego...
En vez de vestidura rozagante
cubierto el seno, harto fecundo un día,
con las ropas del lecho arrebatadas
(ni a más la dio lugar el susto horrible)
rasgado un velo en su cabeza, donde
antes resplandeció corona augusta...
¡Ay! Quien la viese, a los supremos hados
con lengua venenosa execraría.
Los Dioses mismos, si a piedad les mueve
el linaje mortal, dolor sintieran
de verla, cuando al implacable Pirro
halló esparciendo en trozos con su espada,
del muerto esposo los helados miembros.
Lo ve, y exclama con gemido triste,
bastante a conturbar allá en su altura
las deidades de Olimpo, y los brillantes
ojos del cielo humedecer en lloro.
Polonio
Ved como muda de color y se le han saltado las lágrimas. No, no prosigáis.
Hamlet
Basta ya; presto me dirás lo que falta. Señor mío, es menester hacer que estos cómicos se establezcan, ¿lo entiendes? Y agasajarlos bien. Ellos son, sin duda, el epítome histórico de los siglos, y más te valdrá tener después de muerto un mal epitafio, que una mala reputación entre ellos mientras vivas.
Polonio
Yo, señor, los trataré conforme a sus méritos.
Hamlet
¡Qué cabeza ésta! No señor, mucho mejor. Si a los hombres se les hubiese de tratar según merecen, ¿quién escaparía de ser azotado? Trátalos como corresponde a tu nobleza, y a tu propio honor; cuanto menor sea su mérito, mayor será tu bondad. Acompáñalos.
Polonio
Venid, señores.
Hamlet
Amigos id con él. Mañana habrá comedia. Oye aquí tú, amigo; dime ¿no pudierais representar La muerte de Gonzago?
Cómico 1º
Sí señor.
Hamlet
Pues mañana a la noche quiero que se haga. Y ¿no podrías, si fuese menester, aprender de memoria unos doce o dieciséis versos que quiero escribir e insertar en la pieza? ¿Podrás?
Cómico 1º
Sí señor.
Hamlet
Muy bien; pues vete con aquel caballero, y cuenta no hagáis burla de él. Amigos, hasta la noche. Pasadlo bien.
Ricardo
Señor.
Hamlet
Id con Dios.
HAMLET, RICARDO, GUILLERMO, POLONIO y cuatro cómicos
Hamlet
Bienvenidos, señores; me alegro de veros a todos tan buenos. Bienvenidos... ¡Oh! ¡Oh camarada antiguo! Mucho se te ha arrugado la cara desde la última vez que te vi. ¿Vienes a Dinamarca a hacerme parecer viejo a mí también? Y tú, mi niña, ¡oiga!, ya eres una señorita; por la Virgen, que ya está vuesarced una cuarta más cerca del cielo, desde que no la he visto. Dios quiera que tu voz, semejante a una pieza de oro falso, no se descubra al echarla en el crisol. Señores, muy bienvenidos todos. Pero, amigos, yo voy en derechura al caso, y corro detrás del primer objeto que se me presenta, como halconero francés. Yo quiero al instante una relación. Sí, veamos alguna prueba de vuestra habilidad. Vaya un pasaje afectuoso.
Cómico 1º
¿Y cuál queréis, señor?
Hamlet
Me acuerdo de haberte oído en otro tiempo una relación que nunca se ha representado al público, o una sola vez cuando más... Sí, y me acuerdo también que no agradaba a la multitud; no era ciertamente manjar para el vulgo. Pero a mí me pareció entonces, y aun a otros, cuyo dictamen vale más que el mío, una excelente pieza, bien dispuesta la fábula y escrita con elegancia y decoro. No faltó, sin embargo, quien dijo que no había en los versos toda la sal necesaria para sazonar el asunto, y que lo insignificante del estilo anunciaba poca sensibilidad en el autor; bien que no dejaban de tenerla por obra escrita con método, instructiva y elegante, y más brillante que delicada. Particularmente me gustó mucho en ella una relación que Eneas hace a Dido, y sobre todo cuando habla de la muerte de Príamo. Si la tienes en la memoria... Empieza por aquel verso... Deja, deja, veré si me acuerdo.
Pirro feroz como la Hyrcana tigre...
No es éste, pero empieza con Pirro... ¡ah!...
Pirro feroz, con pavonadas armas,negras como su intento, reclinado
dentro en los senos del caballo enorme,
a la lóbrega noche parecía.
Ya su terrible, ennegrecido aspecto
mayor espanto da. Todo le tiñe
de la cabeza al pie caliente sangre
de ancianos y matronas, de robustos
mancebos y de vírgenes, que abrasa
el fuego de los inflamados edificios
en confuso montón; a cuya horrenda
luz que despiden, el caudillo insano
muerte y estrago esparce. Ardiendo en ira,
cubierto de cuajada sangre, vuelve
los ojos, al carbunclo semejantes,
y busca, instado de infernal venganza,
al viejo abuelo Príamo...
Prosigue tú.
Polonio
¡Muy bien declamado, a fe mía! Con buen acento y bella expresión.
Cómico 1º
Al momento le ve lidiando, ¡resistencia breve!
contra los Griegos; su temida espada
rebelde al brazo ya, le pesa inútil.
Pirro, de furias lleno, le provoca
a liza desigual; herirle intenta,
y el aire solo del funesto acero
postra al débil anciano. Y cual si fuese
a tanto golpe el Ilión sensible,
al suelo desplomó sus techos altos,
ardiendo en llamas y al rumor suspenso.
Pirro... ¿Le veis? La espada que venía
a herir del Teucro la nevada frente
se detiene en los aires, y él inmoble,
absorto y mudo y sin acción su enojo,
la imagen de un tirano representa
que figuró el pincel. Mas como suele
tal vez el cielo en tempestad oscura
parar su movimiento, de los aires
el ímpetu cesar, y en silenciosa
quietud de muerte reposar el orbe;
basta que el trueno, con horror zumbando,
rompe la alta región, así un instante
suspensa fue la cólera de Pirro
y así, dispuesto a la venganza, el duro
combate renovó. No más tremendo
golpe en las armas de Mavorte eternas
dieron jamás los Cíclopes tostados,
que sobre el triste anciano la cuchilla
sangrienta dio del sucesor de Aquiles.
¡Oh! ¡Fortuna falaz!.. Vos, poderosos
Dioses, quitadla su dominio injusto;
romped los rayos de su rueda y calces,
y el eje circular desde el Olimpo
caiga en pedazos del Abismo al centro.
Polonio
Es demasiado largo.
Hamlet
Lo mismo dirá de tus barbas el barbero. Prosigue. Éste sólo gusta de ver hablar o de oír cuentos de alcahuetas, o si no se duerme. Prosigue con aquello de Hécuba.
Cómico 1º
Pero quien viese, ¡oh! ¡Vista dolorosa! la mal ceñida Reina...
Hamlet
¡La mal ceñida Reina!
Polonio
Eso es bueno, mal ceñida Reina, ¡bueno!
Cómico 1º
Pero quien viese, ¡oh vista dolorosa!
La mal ceñida Reina, el pie desnudo,
girar de un lado al otro, amenazando
extinguir con sus lágrimas el fuego...
En vez de vestidura rozagante
cubierto el seno, harto fecundo un día,
con las ropas del lecho arrebatadas
(ni a más la dio lugar el susto horrible)
rasgado un velo en su cabeza, donde
antes resplandeció corona augusta...
¡Ay! Quien la viese, a los supremos hados
con lengua venenosa execraría.
Los Dioses mismos, si a piedad les mueve
el linaje mortal, dolor sintieran
de verla, cuando al implacable Pirro
halló esparciendo en trozos con su espada,
del muerto esposo los helados miembros.
Lo ve, y exclama con gemido triste,
bastante a conturbar allá en su altura
las deidades de Olimpo, y los brillantes
ojos del cielo humedecer en lloro.
Polonio
Ved como muda de color y se le han saltado las lágrimas. No, no prosigáis.
Hamlet
Basta ya; presto me dirás lo que falta. Señor mío, es menester hacer que estos cómicos se establezcan, ¿lo entiendes? Y agasajarlos bien. Ellos son, sin duda, el epítome histórico de los siglos, y más te valdrá tener después de muerto un mal epitafio, que una mala reputación entre ellos mientras vivas.
Polonio
Yo, señor, los trataré conforme a sus méritos.
Hamlet
¡Qué cabeza ésta! No señor, mucho mejor. Si a los hombres se les hubiese de tratar según merecen, ¿quién escaparía de ser azotado? Trátalos como corresponde a tu nobleza, y a tu propio honor; cuanto menor sea su mérito, mayor será tu bondad. Acompáñalos.
Polonio
Venid, señores.
Hamlet
Amigos id con él. Mañana habrá comedia. Oye aquí tú, amigo; dime ¿no pudierais representar La muerte de Gonzago?
Cómico 1º
Sí señor.
Hamlet
Pues mañana a la noche quiero que se haga. Y ¿no podrías, si fuese menester, aprender de memoria unos doce o dieciséis versos que quiero escribir e insertar en la pieza? ¿Podrás?
Cómico 1º
Sí señor.
Hamlet
Muy bien; pues vete con aquel caballero, y cuenta no hagáis burla de él. Amigos, hasta la noche. Pasadlo bien.
Ricardo
Señor.
Hamlet
Id con Dios.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena XI
HAMLET solo
Hamlet
Ya estoy solo. ¡Qué abatido! ¡Qué insensible soy! ¿No es admirable que este actor, en una fábula, en una ficción, pueda dirigir tan a su placer el ánimo que así agite y desfigure el rostro en la declamación, vertiendo de sus ojos lágrimas, débil la voz, y todas sus acciones tan acomodadas a lo que quiere expresar? Y esto por nadie: por Hécuba. Y ¿quién es Hécuba para él, o él para ella, que así llora sus infortunios? Pues ¿qué no haría si él tuviese los tristes motivos de dolor que yo tengo? Inundaría el teatro con llanto, su terrible acento conturbaría a cuantos le oyesen, llenaría de desesperación al culpado, de temor al inocente, al ignorante de confusión, y sorprendería con asombro la facultad de los ojos y los oídos. Pero yo, miserable, sin vigor y estúpido, sueño adormecido, permanezco mudo, ¡y miro con tal indiferencia mis agravios! ¿Qué? ¿Nada merece un Rey con quien se cometió el más atroz delito para despojarle del cetro y la vida? ¿Soy cobarde yo? ¿Quién se atreve a llamarme villano? ¿O a insultarme en mi presencia? ¿Arrancarme la barba, soplarmela al rostro, asirme de la nariz o hacerle tragar lejía que me llegue al pulmón? ¿Quién se atreve a tanto? ¿Sería yo capaz de sufrirlo? Sí, que no es posible sino que yo sea como la paloma que carece de hiel, incapaz de acciones crueles; a no ser esto, ya se hubieran cebado los milanos del aire en los despojos de aquel indigno. Deshonesto, homicida, pérfido seductor, feroz malvado, que vive sin remordimientos de su culpa. Pero, ¿por qué he de ser tan necio? ¿Será generoso proceder el mío, que yo, hijo de un querido padre (de cuya muerte alevosa el cielo y el infierno mismo me piden venganza) afeminado y débil desahogue con palabras el corazón, prorrumpa en execraciones vanas, como una prostituta vil, o un pillo de cocina? ¡Ah! No, ni aun sólo imaginarlo. ¡Eh!... Yo he oído, que tal vez asistiendo a una representación hombres muy culpados, han sido heridos en el alma con tal violencia por la ilusión del teatro, que a vista de todos han publicado sus delitos, que la culpa aunque sin lengua siempre se manifestará por medios maravillosos. Yo haré que estos actores representen delante de mi tío algún pasaje que tenga semejanza con la muerte de mi padre. Yo le heriré en lo más vivo del corazón; observaré sus miradas; si muda de color, si se estremece, ya sé lo que me toca hacer. La aparición que vi pudiera ser un espíritu del infierno. Al demonio no le es difícil presentarse bajo la más agradable forma; sí, y acaso como él es tan poderoso sobre una imaginación perturbada, valiéndose de mi propia debilidad y melancolía, me engaña para perderme. Yo voy a adquirir pruebas más sólidas, y esta representación ha de ser el lazo en que se enrede la conciencia del Rey.
HAMLET solo
Hamlet
Ya estoy solo. ¡Qué abatido! ¡Qué insensible soy! ¿No es admirable que este actor, en una fábula, en una ficción, pueda dirigir tan a su placer el ánimo que así agite y desfigure el rostro en la declamación, vertiendo de sus ojos lágrimas, débil la voz, y todas sus acciones tan acomodadas a lo que quiere expresar? Y esto por nadie: por Hécuba. Y ¿quién es Hécuba para él, o él para ella, que así llora sus infortunios? Pues ¿qué no haría si él tuviese los tristes motivos de dolor que yo tengo? Inundaría el teatro con llanto, su terrible acento conturbaría a cuantos le oyesen, llenaría de desesperación al culpado, de temor al inocente, al ignorante de confusión, y sorprendería con asombro la facultad de los ojos y los oídos. Pero yo, miserable, sin vigor y estúpido, sueño adormecido, permanezco mudo, ¡y miro con tal indiferencia mis agravios! ¿Qué? ¿Nada merece un Rey con quien se cometió el más atroz delito para despojarle del cetro y la vida? ¿Soy cobarde yo? ¿Quién se atreve a llamarme villano? ¿O a insultarme en mi presencia? ¿Arrancarme la barba, soplarmela al rostro, asirme de la nariz o hacerle tragar lejía que me llegue al pulmón? ¿Quién se atreve a tanto? ¿Sería yo capaz de sufrirlo? Sí, que no es posible sino que yo sea como la paloma que carece de hiel, incapaz de acciones crueles; a no ser esto, ya se hubieran cebado los milanos del aire en los despojos de aquel indigno. Deshonesto, homicida, pérfido seductor, feroz malvado, que vive sin remordimientos de su culpa. Pero, ¿por qué he de ser tan necio? ¿Será generoso proceder el mío, que yo, hijo de un querido padre (de cuya muerte alevosa el cielo y el infierno mismo me piden venganza) afeminado y débil desahogue con palabras el corazón, prorrumpa en execraciones vanas, como una prostituta vil, o un pillo de cocina? ¡Ah! No, ni aun sólo imaginarlo. ¡Eh!... Yo he oído, que tal vez asistiendo a una representación hombres muy culpados, han sido heridos en el alma con tal violencia por la ilusión del teatro, que a vista de todos han publicado sus delitos, que la culpa aunque sin lengua siempre se manifestará por medios maravillosos. Yo haré que estos actores representen delante de mi tío algún pasaje que tenga semejanza con la muerte de mi padre. Yo le heriré en lo más vivo del corazón; observaré sus miradas; si muda de color, si se estremece, ya sé lo que me toca hacer. La aparición que vi pudiera ser un espíritu del infierno. Al demonio no le es difícil presentarse bajo la más agradable forma; sí, y acaso como él es tan poderoso sobre una imaginación perturbada, valiéndose de mi propia debilidad y melancolía, me engaña para perderme. Yo voy a adquirir pruebas más sólidas, y esta representación ha de ser el lazo en que se enrede la conciencia del Rey.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Hamlet - Tercer Acto
de William Shakespeare
Escena I
CLAUDIO, GERTRUDIS, POLONIO, OFELIA, RICARDO, GUILLERMO
Galería de Palacio.
Claudio
¿Y no os fue posible indagar en la conversación que con él tuvisteis, de qué nace aquel desorden de espíritu que tan cruelmente altera su quietud, con turbulenta y peligrosa demencia?
Ricardo
Él mismo reconoce los extravíos de su razón; pero no ha querido manifestarnos el origen de ellos.
Guillermo
Ni le hallamos en disposición de ser examinado, porque siempre huye de la cuestión, con un rasgo de locura, cuando ve que le conducimos al punto de descubrir la verdad.
Gertrudis
¿Fuisteis bien recibidos de él?
Ricardo
Con mucha cortesía.
Guillermo
Pero se le conocía una cierta sujeción.
Ricardo
Preguntó poco; pero respondía a todo con prontitud.
Gertrudis
¿Le habéis convidado para alguna diversión?
Ricardo
Sí señora, porque casualmente habíamos encontrado una compañía de cómicos en el camino; se lo dijimos, y mostró complacencia al oírlo. Están ya en la corte, y creo que tienen orden de representarle esta noche una pieza.
Polonio
Así es la verdad, y me ha encargado de suplicar a Vuestras Majestades que asistan a verla y oírla.
Claudio
Con mucho gusto; me complace en extremo saber que tiene tal inclinación. Vosotros, señores, excitadle a ella, y aplaudid su propensión a este género de placeres.
Ricardo
Así lo haremos.
de William Shakespeare
Escena I
CLAUDIO, GERTRUDIS, POLONIO, OFELIA, RICARDO, GUILLERMO
Galería de Palacio.
Claudio
¿Y no os fue posible indagar en la conversación que con él tuvisteis, de qué nace aquel desorden de espíritu que tan cruelmente altera su quietud, con turbulenta y peligrosa demencia?
Ricardo
Él mismo reconoce los extravíos de su razón; pero no ha querido manifestarnos el origen de ellos.
Guillermo
Ni le hallamos en disposición de ser examinado, porque siempre huye de la cuestión, con un rasgo de locura, cuando ve que le conducimos al punto de descubrir la verdad.
Gertrudis
¿Fuisteis bien recibidos de él?
Ricardo
Con mucha cortesía.
Guillermo
Pero se le conocía una cierta sujeción.
Ricardo
Preguntó poco; pero respondía a todo con prontitud.
Gertrudis
¿Le habéis convidado para alguna diversión?
Ricardo
Sí señora, porque casualmente habíamos encontrado una compañía de cómicos en el camino; se lo dijimos, y mostró complacencia al oírlo. Están ya en la corte, y creo que tienen orden de representarle esta noche una pieza.
Polonio
Así es la verdad, y me ha encargado de suplicar a Vuestras Majestades que asistan a verla y oírla.
Claudio
Con mucho gusto; me complace en extremo saber que tiene tal inclinación. Vosotros, señores, excitadle a ella, y aplaudid su propensión a este género de placeres.
Ricardo
Así lo haremos.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena II
CLAUDIO, GERTRUDIS, POLONIO, OFELIA
Claudio
Tú, mi amada Gertrudis, deberás también retirarte, porque hemos dispuesto que Hamlet al venir aquí, como si fuera casualidad, encuentre a Ofelia. Su padre y yo, testigos los más aptos para el fin, nos colocaremos donde veamos sin ser vistos. Así podremos juzgar de lo que entre ambos pase, y en las acciones y palabras del Príncipe conoceremos si es pasión de amor el mal de que adolece.
Gertrudis
Voy a obedeceros, y por mi parte, Ofelia, ¡oh, cuánto desearía que tu rara hermosura fuese el dichoso origen de la demencia de Hamlet! Entonces yo debería esperar que tus prendas amables pudieran para vuestra mutua felicidad restituirle su salud perdida.
Ofelia
Yo, señora, también quisiera que fuese así.
CLAUDIO, GERTRUDIS, POLONIO, OFELIA
Claudio
Tú, mi amada Gertrudis, deberás también retirarte, porque hemos dispuesto que Hamlet al venir aquí, como si fuera casualidad, encuentre a Ofelia. Su padre y yo, testigos los más aptos para el fin, nos colocaremos donde veamos sin ser vistos. Así podremos juzgar de lo que entre ambos pase, y en las acciones y palabras del Príncipe conoceremos si es pasión de amor el mal de que adolece.
Gertrudis
Voy a obedeceros, y por mi parte, Ofelia, ¡oh, cuánto desearía que tu rara hermosura fuese el dichoso origen de la demencia de Hamlet! Entonces yo debería esperar que tus prendas amables pudieran para vuestra mutua felicidad restituirle su salud perdida.
Ofelia
Yo, señora, también quisiera que fuese así.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena III
CLAUDIO, POLONIO, OFELIA
Polonio
Paséate por aquí, Ofelia. Si Vuestra Majestad gusta, podemos ya ocultarnos. Haz que lees en este libro; esta ocupación disculpará la soledad del sitio... ¡Materia es, por cierto, en que tenemos mucho de que acusarnos! ¡Cuántas veces con el semblante de la devoción y la apariencia de acciones piadosas, engañamos al diablo mismo!
Claudio
Demasiado cierto es... ¡Qué cruelmente ha herido esa reflexión mi conciencia! El rostro de la meretriz, hermoseada con el arte, no es más feo despojado de los afeites, que lo es mi delito disimulado en palabras traidoras. ¡Oh! ¡Qué pesada carga me oprime!
Polonio
Ya le siento llegar; señor, conviene retirarnos.
CLAUDIO, POLONIO, OFELIA
Polonio
Paséate por aquí, Ofelia. Si Vuestra Majestad gusta, podemos ya ocultarnos. Haz que lees en este libro; esta ocupación disculpará la soledad del sitio... ¡Materia es, por cierto, en que tenemos mucho de que acusarnos! ¡Cuántas veces con el semblante de la devoción y la apariencia de acciones piadosas, engañamos al diablo mismo!
Claudio
Demasiado cierto es... ¡Qué cruelmente ha herido esa reflexión mi conciencia! El rostro de la meretriz, hermoseada con el arte, no es más feo despojado de los afeites, que lo es mi delito disimulado en palabras traidoras. ¡Oh! ¡Qué pesada carga me oprime!
Polonio
Ya le siento llegar; señor, conviene retirarnos.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena IV
HAMLET, OFELIA
Hamlet
Ser o no ser, ésa es la cuestión. ¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y darlas fin con atrevida resistencia? Morir es dormir. ¿No más? ¿Y por un sueño, diremos, las aflicciones se acabaron y los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza?... Este es un término que deberíamos solicitar con ansia. Morir es dormir... y tal vez soñar. Sí, y ved aquí el grande obstáculo, porque el considerar que sueños podrán ocurrir en el silencio del sepulcro, cuando hayamos abandonado este despojo mortal, es razón harto poderosa para detenernos. Esta es la consideración que hace nuestra infelicidad tan larga. ¿Quién, si esto no fuese, aguantaría la lentitud de los tribunales, la insolencia de los empleados, las tropelías que recibe pacífico el mérito de los hombres más indignos, las angustias de un mal pagado amor, las injurias y quebrantos de la edad, la violencia de los tiranos, el desprecio de los soberbios? Cuando el que esto sufre, pudiera procurar su quietud con sólo un puñal. ¿Quién podría tolerar tanta opresión, sudando, gimiendo bajo el peso de una vida molesta si no fuese que el temor de que existe alguna cosa más allá de la Muerte (aquel país desconocido de cuyos límites ningún caminante torna) nos embaraza en dudas y nos hace sufrir los males que nos cercan; antes que ir a buscar otros de que no tenemos seguro conocimiento? Esta previsión nos hace a todos cobardes, así la natural tintura del valor se debilita con los barnices pálidos de la prudencia, las empresas de mayor importancia por esta sola consideración mudan camino, no se ejecutan y se reducen a designios vanos. Pero... ¡la hermosa Ofelia! Graciosa niña, espero que mis defectos no serán olvidados en tus oraciones.
Ofelia
¿Cómo os habéis sentido, señor, en todos estos días?
Hamlet
Muchas gracias. Bien.
Ofelia
Conservo en mi poder algunas expresiones vuestras, que deseo restituiros mucho tiempo ha, y os pido que ahora las toméis.
Hamlet
No, yo nunca te di nada.
Ofelia
Bien sabéis, señor, que os digo verdad. Y con ellas me disteis palabras, de tan suave aliento compuestas que aumentaron con extremo su valor, pero ya disipado aquel perfume, recibidlas, que un alma generosa considera como viles los más opulentos dones, si llega a entibiarse el afecto de quien los dio. Vedlos aquí.
Hamlet
¡Oh! ¡Oh! ¿Eres honesta?
Ofelia
Señor...
Hamlet
¿Eres hermosa?
Ofelia
¿Qué pretendéis decir con eso?
Hamlet
Que si eres honesta y hermosa, no debes consentir que tu honestidad trate con tu belleza.
Ofelia
¿Puede, acaso, tener la hermosura mejor compañera que la honestidad?
Hamlet
Sin duda ninguna. El poder de la hermosura convertirá a la honestidad en una alcahueta, antes que la honestidad logre dar a la hermosura su semejanza. En otro tiempo se tenía esto por una paradoja; pero en la edad presente es cosa probada... Yo te quería antes, Ofelia.
Ofelia
Así me lo dabais a entender.
Hamlet
Y tú no debieras haberme creído, porque nunca puede la virtud ingerirse tan perfectamente en nuestro endurecido tronco, que nos quite aquel resquemor original... Yo no te he querido nunca.
Ofelia
Muy engañada estuve.
Hamlet
Mira, vete a un convento, ¿para qué te has de exponer a ser madre de hijos pecadores? Yo soy medianamente bueno; pero al considerar algunas cosas de que puedo acusarme, sería mejor que mi madre no me hubiese parido. Yo soy muy soberbio, vengativo, ambicioso; con más pecados sobre mi cabeza que pensamientos para explicarlos, fantasía para darles forma, ni tiempo para llevarlos a ejecución. ¿A qué fin los miserables como yo han de existir arrastrados entre el cielo y la tierra? Todos somos insignes malvados; no creas a ninguno de nosotros, vete, vete a un convento... ¿En dónde está tu padre?
Ofelia
En casa está, señor.
Hamlet
Sí, pues que cierren bien todas las puertas, para que si quiere hacer locuras, las haga dentro de su casa. Adiós.
Ofelia
¡Oh! ¡Mi buen Dios! Favorecedle.
Hamlet
Si te casas quiero darte esta maldición en dote. Aunque seas un hielo en la castidad, aunque seas tan pura como la nieve; no podrás librarte de la calumnia. Vete a un convento. Adiós. Pero... escucha: si tienes necesidad de casarte, cásate con un tonto, porque los hombres avisados saben muy bien que vosotras los convertís en fieras... Al convento y pronto. Adiós.
Ofelia
¡El Cielo, con su poder, le alivie!
Hamlet
He oído hablar mucho de vuestros afeites y embelecos. La naturaleza os dio una cara y vosotras os hacéis otra distinta. Con esos brinquillos, ese pasito corto, ese hablar aniñado, pasáis por inocentes y convertís en gracia vuestros defectos mismos. Pero, no hablemos más de esta materia, que me ha hecho perder la razón... Digo sólo que de hoy en adelante no habrá más casamientos; los que ya están casados (exceptuando uno) permanecerán así; los otros se quedarán solteros... Vete al convento, vete.
HAMLET, OFELIA
Hamlet
Ser o no ser, ésa es la cuestión. ¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y darlas fin con atrevida resistencia? Morir es dormir. ¿No más? ¿Y por un sueño, diremos, las aflicciones se acabaron y los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza?... Este es un término que deberíamos solicitar con ansia. Morir es dormir... y tal vez soñar. Sí, y ved aquí el grande obstáculo, porque el considerar que sueños podrán ocurrir en el silencio del sepulcro, cuando hayamos abandonado este despojo mortal, es razón harto poderosa para detenernos. Esta es la consideración que hace nuestra infelicidad tan larga. ¿Quién, si esto no fuese, aguantaría la lentitud de los tribunales, la insolencia de los empleados, las tropelías que recibe pacífico el mérito de los hombres más indignos, las angustias de un mal pagado amor, las injurias y quebrantos de la edad, la violencia de los tiranos, el desprecio de los soberbios? Cuando el que esto sufre, pudiera procurar su quietud con sólo un puñal. ¿Quién podría tolerar tanta opresión, sudando, gimiendo bajo el peso de una vida molesta si no fuese que el temor de que existe alguna cosa más allá de la Muerte (aquel país desconocido de cuyos límites ningún caminante torna) nos embaraza en dudas y nos hace sufrir los males que nos cercan; antes que ir a buscar otros de que no tenemos seguro conocimiento? Esta previsión nos hace a todos cobardes, así la natural tintura del valor se debilita con los barnices pálidos de la prudencia, las empresas de mayor importancia por esta sola consideración mudan camino, no se ejecutan y se reducen a designios vanos. Pero... ¡la hermosa Ofelia! Graciosa niña, espero que mis defectos no serán olvidados en tus oraciones.
Ofelia
¿Cómo os habéis sentido, señor, en todos estos días?
Hamlet
Muchas gracias. Bien.
Ofelia
Conservo en mi poder algunas expresiones vuestras, que deseo restituiros mucho tiempo ha, y os pido que ahora las toméis.
Hamlet
No, yo nunca te di nada.
Ofelia
Bien sabéis, señor, que os digo verdad. Y con ellas me disteis palabras, de tan suave aliento compuestas que aumentaron con extremo su valor, pero ya disipado aquel perfume, recibidlas, que un alma generosa considera como viles los más opulentos dones, si llega a entibiarse el afecto de quien los dio. Vedlos aquí.
Hamlet
¡Oh! ¡Oh! ¿Eres honesta?
Ofelia
Señor...
Hamlet
¿Eres hermosa?
Ofelia
¿Qué pretendéis decir con eso?
Hamlet
Que si eres honesta y hermosa, no debes consentir que tu honestidad trate con tu belleza.
Ofelia
¿Puede, acaso, tener la hermosura mejor compañera que la honestidad?
Hamlet
Sin duda ninguna. El poder de la hermosura convertirá a la honestidad en una alcahueta, antes que la honestidad logre dar a la hermosura su semejanza. En otro tiempo se tenía esto por una paradoja; pero en la edad presente es cosa probada... Yo te quería antes, Ofelia.
Ofelia
Así me lo dabais a entender.
Hamlet
Y tú no debieras haberme creído, porque nunca puede la virtud ingerirse tan perfectamente en nuestro endurecido tronco, que nos quite aquel resquemor original... Yo no te he querido nunca.
Ofelia
Muy engañada estuve.
Hamlet
Mira, vete a un convento, ¿para qué te has de exponer a ser madre de hijos pecadores? Yo soy medianamente bueno; pero al considerar algunas cosas de que puedo acusarme, sería mejor que mi madre no me hubiese parido. Yo soy muy soberbio, vengativo, ambicioso; con más pecados sobre mi cabeza que pensamientos para explicarlos, fantasía para darles forma, ni tiempo para llevarlos a ejecución. ¿A qué fin los miserables como yo han de existir arrastrados entre el cielo y la tierra? Todos somos insignes malvados; no creas a ninguno de nosotros, vete, vete a un convento... ¿En dónde está tu padre?
Ofelia
En casa está, señor.
Hamlet
Sí, pues que cierren bien todas las puertas, para que si quiere hacer locuras, las haga dentro de su casa. Adiós.
Ofelia
¡Oh! ¡Mi buen Dios! Favorecedle.
Hamlet
Si te casas quiero darte esta maldición en dote. Aunque seas un hielo en la castidad, aunque seas tan pura como la nieve; no podrás librarte de la calumnia. Vete a un convento. Adiós. Pero... escucha: si tienes necesidad de casarte, cásate con un tonto, porque los hombres avisados saben muy bien que vosotras los convertís en fieras... Al convento y pronto. Adiós.
Ofelia
¡El Cielo, con su poder, le alivie!
Hamlet
He oído hablar mucho de vuestros afeites y embelecos. La naturaleza os dio una cara y vosotras os hacéis otra distinta. Con esos brinquillos, ese pasito corto, ese hablar aniñado, pasáis por inocentes y convertís en gracia vuestros defectos mismos. Pero, no hablemos más de esta materia, que me ha hecho perder la razón... Digo sólo que de hoy en adelante no habrá más casamientos; los que ya están casados (exceptuando uno) permanecerán así; los otros se quedarán solteros... Vete al convento, vete.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena V
OFELIA sola
Ofelia
¡Oh! ¡Qué trastorno ha padecido esa alma generosa! La penetración del cortesano, la lengua del sabio, la espada del guerrero, la esperanza y delicias del estado, el espejo de la cultura, el modelo de la gentileza, que estudian los más advertidos: todo, todo se ha aniquilado. Y yo, la más desconsolada e infeliz de las mujeres, que gusté algún día la miel de sus promesas suaves, veo ahora aquel noble y sublime entendimiento desacordado, como la campana sonora que se hiende. Aquella incomparable presencia, aquel semblante de florida juventud alterado con el frenesí. ¡Oh! ¡Cuánta, cuánta es mi desdicha, de haber visto lo que vi, para ver ahora lo que veo!
OFELIA sola
Ofelia
¡Oh! ¡Qué trastorno ha padecido esa alma generosa! La penetración del cortesano, la lengua del sabio, la espada del guerrero, la esperanza y delicias del estado, el espejo de la cultura, el modelo de la gentileza, que estudian los más advertidos: todo, todo se ha aniquilado. Y yo, la más desconsolada e infeliz de las mujeres, que gusté algún día la miel de sus promesas suaves, veo ahora aquel noble y sublime entendimiento desacordado, como la campana sonora que se hiende. Aquella incomparable presencia, aquel semblante de florida juventud alterado con el frenesí. ¡Oh! ¡Cuánta, cuánta es mi desdicha, de haber visto lo que vi, para ver ahora lo que veo!
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena VI
CLAUDIO, POLONIO, OFELIA
Claudio
¡Amor! ¡Qué! No van por ese camino sus afectos, ni en lo que ha dicho; aunque algo falto de orden, hay nada que parezca locura. Alguna idea tiene en el ánimo que cubre y fomenta su melancolía, y recelo que ha de ser un mal el fruto que produzca; a fin de prevenirlo, he resuelto que salga prontamente para Inglaterra, a pedir en mi nombre los atrasados tributos. Acaso el mar y los países diferentes podrán con la variedad de objetos alejar esta pasión que le ocupa, sea la que fuere, sobre la cual su imaginación sin cesar golpea. ¿Qué te parece?
Polonio
Que así es lo mejor. Pero yo creo, no obstante, que el origen y principio de su aflicción provengan de un amor mal correspondido. Tú, Ofelia, no hay para qué nos cuentes lo que te ha dicho el Príncipe, que todo lo hemos oído.
CLAUDIO, POLONIO, OFELIA
Claudio
¡Amor! ¡Qué! No van por ese camino sus afectos, ni en lo que ha dicho; aunque algo falto de orden, hay nada que parezca locura. Alguna idea tiene en el ánimo que cubre y fomenta su melancolía, y recelo que ha de ser un mal el fruto que produzca; a fin de prevenirlo, he resuelto que salga prontamente para Inglaterra, a pedir en mi nombre los atrasados tributos. Acaso el mar y los países diferentes podrán con la variedad de objetos alejar esta pasión que le ocupa, sea la que fuere, sobre la cual su imaginación sin cesar golpea. ¿Qué te parece?
Polonio
Que así es lo mejor. Pero yo creo, no obstante, que el origen y principio de su aflicción provengan de un amor mal correspondido. Tú, Ofelia, no hay para qué nos cuentes lo que te ha dicho el Príncipe, que todo lo hemos oído.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena VII
CLAUDIO, POLONIO
Polonio
Haced lo que os parezca, señor; pero si lo juzgáis a propósito, sería bien que la Reina retirada a solas con él, luego que se acabe el espectáculo, le inste a que la manifieste sus penas, hablándole con entera libertad. Yo, si lo permitís, me pondré en paraje de donde pueda oír toda la conversación. Si no logra su madre descubrir este arcano, enviadle a Inglaterra, o desterradle a donde vuestra prudencia os dicte.
Claudio
Así se hará. La locura de los poderosos debe ser examinada con escrupulosa atención.
CLAUDIO, POLONIO
Polonio
Haced lo que os parezca, señor; pero si lo juzgáis a propósito, sería bien que la Reina retirada a solas con él, luego que se acabe el espectáculo, le inste a que la manifieste sus penas, hablándole con entera libertad. Yo, si lo permitís, me pondré en paraje de donde pueda oír toda la conversación. Si no logra su madre descubrir este arcano, enviadle a Inglaterra, o desterradle a donde vuestra prudencia os dicte.
Claudio
Así se hará. La locura de los poderosos debe ser examinada con escrupulosa atención.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena VIII
HAMLET y dos cómicos
Salón del Palacio.
Hamlet
Dirás este pasaje en la forma que te le he declamado yo: con soltura de lengua, no con voz desentonada, como lo hacen muchos de nuestros cómicos; más valdría entonces dar mis versos al pregonero para que los dijese. Ni manotees así, acuchillando el aire: moderación en todo; puesto que aun en el torrente, la tempestad, y por mejor decir, el huracán de las pasiones, se debe conservar aquella templanza que hace suave y elegante la expresión. A mí me desazona en extremo ver a un hombre, muy cubierta la cabeza con su cabellera, que a fuerza de gritos estropea los afectos que quiere exprimir, y rompe y desgarra los oídos del vulgo rudo; que sólo gusta de gesticulaciones insignificantes y de estrépito. Yo mandaría azotar a un energúmeno de tal especie: Herodes de farsa, más furioso que el mismo Herodes. Evita, evita este vicio.
Cómico 1º
Así os lo prometo.
Hamlet
Ni seas tampoco demasiado frío; tu misma prudencia debe guiarte. La acción debe corresponder a la palabra, y ésta a la acción, cuidando siempre de no atropellar la simplicidad de la naturaleza. No hay defecto que más se oponga al fin de la representación que desde el principio hasta ahora, ha sido y es: ofrecer a la naturaleza un espejo en que vea la virtud su propia forma, el vicio su propia imagen, cada nación y cada siglo sus principales caracteres. Si esta pintura se exagera o se debilita, excitará la risa de los ignorantes; pero no puede menos de disgustar a los hombres de buena razón, cuya censura debe ser para vosotros de más peso que la de toda la multitud que llena el teatro. Yo he visto representar a algunos cómicos, que otros aplaudían con entusiasmo, por no decir con escándalo; los cuales no tenían acento ni figura de cristianos, ni de gentiles, ni de hombres; que al verlos hincharse y bramar, no los juzgué de la especie humana, sino unos simulacros rudos de hombres, hechos por algún mal aprendiz. Tan inicuamente imitaban la naturaleza.
Cómico 1º
Yo creo que en nuestra compañía se ha corregido bastante ese defecto.
Hamlet
Corregidle del todo, y cuidad también que los que hacen de payos no añadan nada a lo que está escrito en su papel; porque algunos de ellos, para hacer reír a los oyentes más adustos, empiezan a dar risotadas, cuando el interés del drama debería ocupar toda la atención. Esto es indigno, y manifiesta demasiado en los necios que lo practican, el ridículo empeño de lucirlo. Id a preparaos.
HAMLET y dos cómicos
Salón del Palacio.
Hamlet
Dirás este pasaje en la forma que te le he declamado yo: con soltura de lengua, no con voz desentonada, como lo hacen muchos de nuestros cómicos; más valdría entonces dar mis versos al pregonero para que los dijese. Ni manotees así, acuchillando el aire: moderación en todo; puesto que aun en el torrente, la tempestad, y por mejor decir, el huracán de las pasiones, se debe conservar aquella templanza que hace suave y elegante la expresión. A mí me desazona en extremo ver a un hombre, muy cubierta la cabeza con su cabellera, que a fuerza de gritos estropea los afectos que quiere exprimir, y rompe y desgarra los oídos del vulgo rudo; que sólo gusta de gesticulaciones insignificantes y de estrépito. Yo mandaría azotar a un energúmeno de tal especie: Herodes de farsa, más furioso que el mismo Herodes. Evita, evita este vicio.
Cómico 1º
Así os lo prometo.
Hamlet
Ni seas tampoco demasiado frío; tu misma prudencia debe guiarte. La acción debe corresponder a la palabra, y ésta a la acción, cuidando siempre de no atropellar la simplicidad de la naturaleza. No hay defecto que más se oponga al fin de la representación que desde el principio hasta ahora, ha sido y es: ofrecer a la naturaleza un espejo en que vea la virtud su propia forma, el vicio su propia imagen, cada nación y cada siglo sus principales caracteres. Si esta pintura se exagera o se debilita, excitará la risa de los ignorantes; pero no puede menos de disgustar a los hombres de buena razón, cuya censura debe ser para vosotros de más peso que la de toda la multitud que llena el teatro. Yo he visto representar a algunos cómicos, que otros aplaudían con entusiasmo, por no decir con escándalo; los cuales no tenían acento ni figura de cristianos, ni de gentiles, ni de hombres; que al verlos hincharse y bramar, no los juzgué de la especie humana, sino unos simulacros rudos de hombres, hechos por algún mal aprendiz. Tan inicuamente imitaban la naturaleza.
Cómico 1º
Yo creo que en nuestra compañía se ha corregido bastante ese defecto.
Hamlet
Corregidle del todo, y cuidad también que los que hacen de payos no añadan nada a lo que está escrito en su papel; porque algunos de ellos, para hacer reír a los oyentes más adustos, empiezan a dar risotadas, cuando el interés del drama debería ocupar toda la atención. Esto es indigno, y manifiesta demasiado en los necios que lo practican, el ridículo empeño de lucirlo. Id a preparaos.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena IX
HAMLET, POLONIO, RICARDO, GUILLERMO
Hamlet
Y bien, Polonio, ¿gustará el Rey de oír esta pieza?
Polonio
Sí, señor, al instante y la Reina también.
Hamlet
Ve a decir a los cómicos que se despachen. ¿Queréis ir vosotros a darles prisa?
Ricardo
Con mucho gusto.
HAMLET, POLONIO, RICARDO, GUILLERMO
Hamlet
Y bien, Polonio, ¿gustará el Rey de oír esta pieza?
Polonio
Sí, señor, al instante y la Reina también.
Hamlet
Ve a decir a los cómicos que se despachen. ¿Queréis ir vosotros a darles prisa?
Ricardo
Con mucho gusto.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena X
HAMLET, HORACIO
Hamlet
¿Quién es?... ¡Ah! Horacio.
Horacio
Veisme aquí, señor, a vuestras órdenes.
Hamlet
Tú, Horacio, eres un hombre cuyo trato me ha agradado siempre.
Horacio
¡Oh! Señor.
Hamlet
No creas que pretendo adularte. ¿Ni qué utilidades puedo yo esperar de ti? Que exceptuando tus buenas prendas, no tienes otras rentas para alimentarte y vestirte. ¿Habrá quien adule al pobre? No... Los que tienen almibarada la lengua váyanse a lamer con ella la grandeza estúpida, y doblen los goznes de sus rodillas donde la lisonja encuentre galardón. ¿Me has entendido? Desde que mi alma se halló capaz de conocer a los hombres y pudo elegirlos; tú fuiste el escogido y marcado para ella, porque siempre, o desgraciado o feliz, has recibido con igual semblante los premios y los reveses de la fortuna. Dichosos aquellos cuyo temperamento y juicio se combinan con tal acuerdo, que no son entre los dedos de la fortuna una flauta, dispuesta a sonar según ella guste. Dame un hombre que no sea esclavo de sus pasiones, y yo le colocaré en el centro de mi corazón; sí, en el corazón de mi corazón, como lo hago contigo. Pero, yo me dilato demasiado en esto. Esta noche se representa un drama delante del Rey, una de sus escenas contiene circunstancias muy parecidas a las de la muerte de mi padre, de que ya te hablé. Te encargo que cuando este paso se represente, observes a mi tío con la más viva atención del alma, si al ver uno de aquellos lances su oculto delito no se descubre por sí solo, sin duda el que hemos visto es un espíritu infernal, y son todas mis ideas más negras que los yunques de Vulcano. Examínale cuidadosamente, yo también fijaré mi vista en su rostro, y después uniremos nuestras observaciones para juzgar lo que su exterior nos anuncie.
Horacio
Está bien, señor, y si durante el espectáculo logra hurtar a nuestra indagación el menor arcano, yo pago el hurto.
Hamlet
Ya vienen a la función, vuélvome a hacer el loco, y tú busca asiento.
HAMLET, HORACIO
Hamlet
¿Quién es?... ¡Ah! Horacio.
Horacio
Veisme aquí, señor, a vuestras órdenes.
Hamlet
Tú, Horacio, eres un hombre cuyo trato me ha agradado siempre.
Horacio
¡Oh! Señor.
Hamlet
No creas que pretendo adularte. ¿Ni qué utilidades puedo yo esperar de ti? Que exceptuando tus buenas prendas, no tienes otras rentas para alimentarte y vestirte. ¿Habrá quien adule al pobre? No... Los que tienen almibarada la lengua váyanse a lamer con ella la grandeza estúpida, y doblen los goznes de sus rodillas donde la lisonja encuentre galardón. ¿Me has entendido? Desde que mi alma se halló capaz de conocer a los hombres y pudo elegirlos; tú fuiste el escogido y marcado para ella, porque siempre, o desgraciado o feliz, has recibido con igual semblante los premios y los reveses de la fortuna. Dichosos aquellos cuyo temperamento y juicio se combinan con tal acuerdo, que no son entre los dedos de la fortuna una flauta, dispuesta a sonar según ella guste. Dame un hombre que no sea esclavo de sus pasiones, y yo le colocaré en el centro de mi corazón; sí, en el corazón de mi corazón, como lo hago contigo. Pero, yo me dilato demasiado en esto. Esta noche se representa un drama delante del Rey, una de sus escenas contiene circunstancias muy parecidas a las de la muerte de mi padre, de que ya te hablé. Te encargo que cuando este paso se represente, observes a mi tío con la más viva atención del alma, si al ver uno de aquellos lances su oculto delito no se descubre por sí solo, sin duda el que hemos visto es un espíritu infernal, y son todas mis ideas más negras que los yunques de Vulcano. Examínale cuidadosamente, yo también fijaré mi vista en su rostro, y después uniremos nuestras observaciones para juzgar lo que su exterior nos anuncie.
Horacio
Está bien, señor, y si durante el espectáculo logra hurtar a nuestra indagación el menor arcano, yo pago el hurto.
Hamlet
Ya vienen a la función, vuélvome a hacer el loco, y tú busca asiento.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena XI
CLAUDIO, GERTRUDIS y HAMLET, HORACIO, POLONIO, OFELIA, RICARDO, GUILLERMO, y acompañamiento de Damas, Caballeros, Pajes y Guardias. Suena la marcha dánica.
Claudio
¿Cómo estás, mi querido Hamlet?
Hamlet
Muy bueno, señor, me mantengo del aire como el camaleón, engordo con esperanzas. No podréis vos cebar así a vuestros capones.
Claudio
No comprendo esa respuesta, Hamlet; ni tales razones son para mí.
Hamlet
Ni para mí tampoco. ¿No dices tú que una vez representaste en la Universidad? ¿Eh?
Polonio
Sí, señor, así es, y fui reputado por muy buen actor.
Hamlet
¿Y qué hiciste?
Polonio
El papel de Julio César. Bruto me asesinaba en el Capitolio.
Hamlet
Muy bruto fue el que cometió en el Capitolio tan capital delito. ¿Están ya prevenidos los cómicos?
Ricardo
Sí, señor, y esperan solo vuestras órdenes.
Gertrudis
Ven aquí, mi querido Hamlet, ponte a mi lado.
Hamlet
No, señora, aquí hay un imán de más atracción para mí.
Polonio
¡Ah! ¡Ah! ¿Habéis notado eso?
Hamlet
¿Permitiréis que me ponga sobre vuestra rodilla?
Ofelia
No señor.
Hamlet
Quiero decir, apoyar mi cabeza en vuestra rodilla.
Ofelia
Sí señor.
Hamlet
¿Pensáis que yo quisiera cometer alguna indecencia?
Ofelia
No, no pienso nada de eso.
Hamlet
Qué dulce cosa es...
Ofelia
¿Qué decís, señor?
Hamlet
Nada.
Ofelia
Se conoce que estáis de fiesta.
Hamlet
¿Quién, yo?
Ofelia
Sí señor.
Hamlet
Lo hago sólo por divertiros. Y, bien mirado, ¿qué debe hacer un hombre sino vivir alegre? Ved mi madre qué contenta está y mi padre murió ayer.
Ofelia
¡Eh! No señor, que ya hace dos meses.
Hamlet
¿Tanto ha? ¡Oh! Pues quiero vestirme todo de armiños y llévese el diablo el luto. ¡Dios mío! Dos meses ha que murió y ¿todavía se acuerdan de él? De esa manera ya puede esperarse que la memoria de un grande hombre le sobreviva, quizás, medio año; bien que es menester que haya sido fundador de iglesias, que si no, por la Virgen santa, no habrá nadie que de él se acuerde. Como del caballo de palo, de quien dice aquel epitafio: Ya murió el caballito de palo y ya le olvidaron así que murió.
Ofelia
¿Qué significa esto, señor?
Hamlet
Eso es un asesinato oculto, y anuncia grandes maldades.
Ofelia
Según parece, la escena muda contiene el argumento del drama.
CLAUDIO, GERTRUDIS y HAMLET, HORACIO, POLONIO, OFELIA, RICARDO, GUILLERMO, y acompañamiento de Damas, Caballeros, Pajes y Guardias. Suena la marcha dánica.
Claudio
¿Cómo estás, mi querido Hamlet?
Hamlet
Muy bueno, señor, me mantengo del aire como el camaleón, engordo con esperanzas. No podréis vos cebar así a vuestros capones.
Claudio
No comprendo esa respuesta, Hamlet; ni tales razones son para mí.
Hamlet
Ni para mí tampoco. ¿No dices tú que una vez representaste en la Universidad? ¿Eh?
Polonio
Sí, señor, así es, y fui reputado por muy buen actor.
Hamlet
¿Y qué hiciste?
Polonio
El papel de Julio César. Bruto me asesinaba en el Capitolio.
Hamlet
Muy bruto fue el que cometió en el Capitolio tan capital delito. ¿Están ya prevenidos los cómicos?
Ricardo
Sí, señor, y esperan solo vuestras órdenes.
Gertrudis
Ven aquí, mi querido Hamlet, ponte a mi lado.
Hamlet
No, señora, aquí hay un imán de más atracción para mí.
Polonio
¡Ah! ¡Ah! ¿Habéis notado eso?
Hamlet
¿Permitiréis que me ponga sobre vuestra rodilla?
Ofelia
No señor.
Hamlet
Quiero decir, apoyar mi cabeza en vuestra rodilla.
Ofelia
Sí señor.
Hamlet
¿Pensáis que yo quisiera cometer alguna indecencia?
Ofelia
No, no pienso nada de eso.
Hamlet
Qué dulce cosa es...
Ofelia
¿Qué decís, señor?
Hamlet
Nada.
Ofelia
Se conoce que estáis de fiesta.
Hamlet
¿Quién, yo?
Ofelia
Sí señor.
Hamlet
Lo hago sólo por divertiros. Y, bien mirado, ¿qué debe hacer un hombre sino vivir alegre? Ved mi madre qué contenta está y mi padre murió ayer.
Ofelia
¡Eh! No señor, que ya hace dos meses.
Hamlet
¿Tanto ha? ¡Oh! Pues quiero vestirme todo de armiños y llévese el diablo el luto. ¡Dios mío! Dos meses ha que murió y ¿todavía se acuerdan de él? De esa manera ya puede esperarse que la memoria de un grande hombre le sobreviva, quizás, medio año; bien que es menester que haya sido fundador de iglesias, que si no, por la Virgen santa, no habrá nadie que de él se acuerde. Como del caballo de palo, de quien dice aquel epitafio: Ya murió el caballito de palo y ya le olvidaron así que murió.
Ofelia
¿Qué significa esto, señor?
Hamlet
Eso es un asesinato oculto, y anuncia grandes maldades.
Ofelia
Según parece, la escena muda contiene el argumento del drama.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena XII
CÓMICO 4º y dichos.
Hamlet
Ahora lo sabremos por lo que nos diga ese actor; los cómicos no pueden callar un secreto, todo lo cuentan.
Ofelia
¿Nos dirá éste lo que significa la escena que hemos visto?
Hamlet
Sí, por cierto, y cualquiera otra escena que le hagáis ver. Como no os avergoncéis de representársela, él no se avergonzará de deciros lo que significa.
Ofelia
¡Qué malo! ¡Qué malo sois! Pero, dejadme atender a la pieza.
Cómico 4º
Humildemente os pedimos que escuchéis esta Tragedia, disimulando las faltas que haya en nosotros y en ella.
Hamlet
¿Es esto prólogo, o mote de sortija?
Ofelia
¡Qué corto ha sido!
Hamlet
Como cariño de mujer.
CÓMICO 4º y dichos.
Hamlet
Ahora lo sabremos por lo que nos diga ese actor; los cómicos no pueden callar un secreto, todo lo cuentan.
Ofelia
¿Nos dirá éste lo que significa la escena que hemos visto?
Hamlet
Sí, por cierto, y cualquiera otra escena que le hagáis ver. Como no os avergoncéis de representársela, él no se avergonzará de deciros lo que significa.
Ofelia
¡Qué malo! ¡Qué malo sois! Pero, dejadme atender a la pieza.
Cómico 4º
Humildemente os pedimos que escuchéis esta Tragedia, disimulando las faltas que haya en nosotros y en ella.
Hamlet
¿Es esto prólogo, o mote de sortija?
Ofelia
¡Qué corto ha sido!
Hamlet
Como cariño de mujer.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena XIII
CÓMICO 1.º, CÓMICO 2.º, y dichos.
CÓMICO 1º.- Ya treinta vueltas dio de Febo el carro a las ondas saladas de Nereo, y al globo de la tierra, y treinta veces con luz prestada han alumbrado el suelo doce lunas, en giros repetidos, después que el Dios de amor y el Himeneo nos enlazaron, para dicha nuestra, en nudo santo el corazón y el cuello.
Cómico 2º
Y, ¡oh! Quiera el Cielo que otros tantos giros a la luna y al sol, señor, contemos antes que el fuego de este amor se apague. Pero es mi pena inconsolable al veros doliente, triste, y tan diverso ahora de aquel que fuisteis... Tímida recelo... Mas toda mi aflicción nada os conturbe: que en pecho femenil llega al exceso el temor y el amor. Allí residen en igual proporción ambos afectos, o no existe ninguno, o se combinan este y aquel con el mayor extremo. Cuán grande es el amor que a vos me inclina, las pruebas lo dirán que dadas tengo; pues tal es mi temor. Si un fino amante, sin motivo tal vez, vive temiendo; la que al veros así toda es temores, muy puro amor abrigará en el pecho.
Cómico 1º
Si, yo debo dejarte, amada mía, inevitable es ya: cederán presto a la muerte mis fuerzas fatigadas; tú vivirás, gozando del obsequio y el amor de la tierra. Acaso entonces un digno esposo...
Cómico 2º
No, dad al silencio esos anuncios. ¿Yo? Pues ¿no serían traición culpable en mí tales afectos? ¿Yo un nuevo esposo? No, la que se entrega al segundo, señor, mató al primero.
Hamlet
Esto es zumo de ajenjos.
Cómico 2º
Motivos de interés tal vez inducen a renovar los nudos de Himeneo; no motivos de amor: yo causaría segunda muerte a mi difunto dueño cuando del nuevo esposo recibiera en tálamo nupcial amantes besos.
Cómico 1º
No dudaré que el corazón te dicta lo que aseguras hoy: fácil creemos cumplir lo prometido y fácilmente se quebranta y se olvida. Los deseos del hombre a la memoria están sumisos, que nace activa y desfallece presto. Así pende del ramo acerbo el fruto, y así maduro, sin impulso ajeno, se desprende después. Difícilmente nos acordamos de llevar a efecto promesas hechas a nosotros mismos, que al cesar la pasión cesa el empeño. Cuando de la aflicción y la alegría se moderan los ímpetus violentos, con ellos se disipan las ideas a que dieron lugar, y el más ligero acaso, los placeres en afanes muda tal vez, y en risa los lamentos. Amor, como la suerte, es inconstante: que en este mundo al fin nada hay eterno, y aun se ignora si él manda a la fortuna o si ésta del amor cede del imperio. Si el poderoso del lugar sublime se precipita, le abandonan luego cuantos gozaron su favor; si el pobre sube a prosperidad, los que le fueron más enemigos su amistad procuran (y el amor sigue a la fortuna en esto) que nunca al venturoso amigos faltan, ni al pobre desengaños y desprecios. Por diferente senda se encaminan los destinos del hombre y sus afectos, y sólo en él la voluntad es libre; mas no la ejecución, y así el suceso nuestros designios todos desvanece. Tú me prometes no rendir a nuevo yugo tu libertad... Esas ideas, ¡ay!, morirán cuando me vieres muerto.
Cómico 2º
Luces me niegue el sol, frutos la tierra, sin descanso y placer viva muriendo, desesperada y en prisión oscura su mesa envidie al eremita austero; cuantas penas el ánimo entristecen, todas turben al fin de mis deseos y los destruyan, ni quietud encuentre en parte alguna con afán eterno; si ya difunto mi primer esposo, segundas bodas pérfida celebro.
Hamlet
Si ella no cumpliese lo que promete...
Cómico 1º
Mucho juraste. Aquí gozar quisiera solitaria quietud, rendido siento al cansancio mi espíritu. Permite que alguna parte le conceda al sueño de las molestas horas.
Cómico 2º
Él te halague con tranquilo descanso y nunca el cielo en unión tan feliz pesares mezcle.
Hamlet
Y bien, señora, ¿qué tal os va pareciendo la pieza?
Gertrudis
Me parece que esa mujer promete demasiado.
Hamlet
Sí, pero lo cumplirá.
Claudio
¿Te has enterado bien del asunto? ¿Tiene algo que sea de mal ejemplo?
Hamlet
No, señor, no. Si todo ello es mera ficción, un veneno..., fingido; pero mal ejemplo, ¡qué! No señor.
Claudio
¿Cómo se intitula este Drama?
Hamlet
La Ratonera. Cierto que sí... es un título metafórico. En esta pieza se trata de un homicidio cometido en Viena... el Duque se llama Gonzago y su mujer Baptista... Ya, ya veréis presto... ¡Oh! ¡Es un enredo maldito! Y ¿qué importa? A Vuestra Majestad y a mí, que no tenemos culpado el ánimo, no nos puede incomodar: al rocín que esté lleno de mataduras le hará dar coces; pero, a bien que nosotros no tenemos desollado el lomo.
CÓMICO 1.º, CÓMICO 2.º, y dichos.
CÓMICO 1º.- Ya treinta vueltas dio de Febo el carro a las ondas saladas de Nereo, y al globo de la tierra, y treinta veces con luz prestada han alumbrado el suelo doce lunas, en giros repetidos, después que el Dios de amor y el Himeneo nos enlazaron, para dicha nuestra, en nudo santo el corazón y el cuello.
Cómico 2º
Y, ¡oh! Quiera el Cielo que otros tantos giros a la luna y al sol, señor, contemos antes que el fuego de este amor se apague. Pero es mi pena inconsolable al veros doliente, triste, y tan diverso ahora de aquel que fuisteis... Tímida recelo... Mas toda mi aflicción nada os conturbe: que en pecho femenil llega al exceso el temor y el amor. Allí residen en igual proporción ambos afectos, o no existe ninguno, o se combinan este y aquel con el mayor extremo. Cuán grande es el amor que a vos me inclina, las pruebas lo dirán que dadas tengo; pues tal es mi temor. Si un fino amante, sin motivo tal vez, vive temiendo; la que al veros así toda es temores, muy puro amor abrigará en el pecho.
Cómico 1º
Si, yo debo dejarte, amada mía, inevitable es ya: cederán presto a la muerte mis fuerzas fatigadas; tú vivirás, gozando del obsequio y el amor de la tierra. Acaso entonces un digno esposo...
Cómico 2º
No, dad al silencio esos anuncios. ¿Yo? Pues ¿no serían traición culpable en mí tales afectos? ¿Yo un nuevo esposo? No, la que se entrega al segundo, señor, mató al primero.
Hamlet
Esto es zumo de ajenjos.
Cómico 2º
Motivos de interés tal vez inducen a renovar los nudos de Himeneo; no motivos de amor: yo causaría segunda muerte a mi difunto dueño cuando del nuevo esposo recibiera en tálamo nupcial amantes besos.
Cómico 1º
No dudaré que el corazón te dicta lo que aseguras hoy: fácil creemos cumplir lo prometido y fácilmente se quebranta y se olvida. Los deseos del hombre a la memoria están sumisos, que nace activa y desfallece presto. Así pende del ramo acerbo el fruto, y así maduro, sin impulso ajeno, se desprende después. Difícilmente nos acordamos de llevar a efecto promesas hechas a nosotros mismos, que al cesar la pasión cesa el empeño. Cuando de la aflicción y la alegría se moderan los ímpetus violentos, con ellos se disipan las ideas a que dieron lugar, y el más ligero acaso, los placeres en afanes muda tal vez, y en risa los lamentos. Amor, como la suerte, es inconstante: que en este mundo al fin nada hay eterno, y aun se ignora si él manda a la fortuna o si ésta del amor cede del imperio. Si el poderoso del lugar sublime se precipita, le abandonan luego cuantos gozaron su favor; si el pobre sube a prosperidad, los que le fueron más enemigos su amistad procuran (y el amor sigue a la fortuna en esto) que nunca al venturoso amigos faltan, ni al pobre desengaños y desprecios. Por diferente senda se encaminan los destinos del hombre y sus afectos, y sólo en él la voluntad es libre; mas no la ejecución, y así el suceso nuestros designios todos desvanece. Tú me prometes no rendir a nuevo yugo tu libertad... Esas ideas, ¡ay!, morirán cuando me vieres muerto.
Cómico 2º
Luces me niegue el sol, frutos la tierra, sin descanso y placer viva muriendo, desesperada y en prisión oscura su mesa envidie al eremita austero; cuantas penas el ánimo entristecen, todas turben al fin de mis deseos y los destruyan, ni quietud encuentre en parte alguna con afán eterno; si ya difunto mi primer esposo, segundas bodas pérfida celebro.
Hamlet
Si ella no cumpliese lo que promete...
Cómico 1º
Mucho juraste. Aquí gozar quisiera solitaria quietud, rendido siento al cansancio mi espíritu. Permite que alguna parte le conceda al sueño de las molestas horas.
Cómico 2º
Él te halague con tranquilo descanso y nunca el cielo en unión tan feliz pesares mezcle.
Hamlet
Y bien, señora, ¿qué tal os va pareciendo la pieza?
Gertrudis
Me parece que esa mujer promete demasiado.
Hamlet
Sí, pero lo cumplirá.
Claudio
¿Te has enterado bien del asunto? ¿Tiene algo que sea de mal ejemplo?
Hamlet
No, señor, no. Si todo ello es mera ficción, un veneno..., fingido; pero mal ejemplo, ¡qué! No señor.
Claudio
¿Cómo se intitula este Drama?
Hamlet
La Ratonera. Cierto que sí... es un título metafórico. En esta pieza se trata de un homicidio cometido en Viena... el Duque se llama Gonzago y su mujer Baptista... Ya, ya veréis presto... ¡Oh! ¡Es un enredo maldito! Y ¿qué importa? A Vuestra Majestad y a mí, que no tenemos culpado el ánimo, no nos puede incomodar: al rocín que esté lleno de mataduras le hará dar coces; pero, a bien que nosotros no tenemos desollado el lomo.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena XIV
CÓMICO 3.º y dichos.
Hamlet
Este que sale ahora se llama Luciano, sobrino del Duque.
Ofelia
Vos suplís perfectamente la falta del coro.
Hamlet
Y aun pudiera servir de intérprete entre vos y vuestro amante, si viese puestos en acción entrambos títeres.
Ofelia
¡Vaya, que tenéis una lengua que corta!
Hamlet
Con un buen suspiro que deis, se la quita el filo.
Ofelia
Eso es; siempre de mal en peor.
Hamlet
Así hacéis vosotras en la elección de maridos: de mal en peor. Empieza asesino... Déjate de poner ese gesto de condenado y empieza. Vamos... el cuervo graznador está ya gritando venganza.
Cómico 3º
Negros designios, brazo ya dispuesto a ejecutarlos, tosigo oportuno, sitio remoto, favorable el tiempo y nadie que lo observe. Tú, extraído de la profunda noche en el silencio atroz veneno, de mortales yerbas (invocada Proserpina) compuesto: infectadas tres veces y otras tantas exprimidas después, sirve a mi intento; pues a tu actividad mágica, horrible, la robustez vital cede tan presto
Hamlet
¿Veis? Ahora le envenena en el jardín para usurparle el cetro. El Duque se llama Gonzago, es historia cierta y corre escrita en muy buen italiano. Presto veréis como la mujer de Gonzago se enamora del matador.
Ofelia
El Rey se levanta.
Hamlet
¿Qué? ¿Le atemoriza un fuego aparente?
Gertrudis
¿Qué tenéis, señor?
Polonio
No paséis adelante, dejadlo.
Claudio
Traed luces. Vamos de aquí.
Todos
Luces, luces.
CÓMICO 3.º y dichos.
Hamlet
Este que sale ahora se llama Luciano, sobrino del Duque.
Ofelia
Vos suplís perfectamente la falta del coro.
Hamlet
Y aun pudiera servir de intérprete entre vos y vuestro amante, si viese puestos en acción entrambos títeres.
Ofelia
¡Vaya, que tenéis una lengua que corta!
Hamlet
Con un buen suspiro que deis, se la quita el filo.
Ofelia
Eso es; siempre de mal en peor.
Hamlet
Así hacéis vosotras en la elección de maridos: de mal en peor. Empieza asesino... Déjate de poner ese gesto de condenado y empieza. Vamos... el cuervo graznador está ya gritando venganza.
Cómico 3º
Negros designios, brazo ya dispuesto a ejecutarlos, tosigo oportuno, sitio remoto, favorable el tiempo y nadie que lo observe. Tú, extraído de la profunda noche en el silencio atroz veneno, de mortales yerbas (invocada Proserpina) compuesto: infectadas tres veces y otras tantas exprimidas después, sirve a mi intento; pues a tu actividad mágica, horrible, la robustez vital cede tan presto
Hamlet
¿Veis? Ahora le envenena en el jardín para usurparle el cetro. El Duque se llama Gonzago, es historia cierta y corre escrita en muy buen italiano. Presto veréis como la mujer de Gonzago se enamora del matador.
Ofelia
El Rey se levanta.
Hamlet
¿Qué? ¿Le atemoriza un fuego aparente?
Gertrudis
¿Qué tenéis, señor?
Polonio
No paséis adelante, dejadlo.
Claudio
Traed luces. Vamos de aquí.
Todos
Luces, luces.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena XV
HAMLET, HORACIO, CÓMICO 1.º, CÓMICO 3.º
Hamlet
El ciervo herido llora y el corzo no tocado de flecha voladora, se huelga por el prado; duerme aquel, y a deshora veis éste desvelado, que tanto el mundo va desordenado. Y, dígame, señor mío, si en adelante la fortuna me tratase mal, con esta gracia que tengo para la música, y un bosque de plumas en la cabeza, y un par de lazos provenzales en mis zapatos rayados, ¿no podría hacerme lugar entre un coro de comediantes?
Horacio
Mediano papel.
Hamlet
¿Mediano? Excelente. Tú sabes, Damon querido, que esta nación ha perdido al mismo Jove, y violento tirano lo ha sucedido en el trono mal habido, un... ¿Quién diré yo? Un..., un sapo.
Horacio
Bien pudierais haber conservado el consonante.
Hamlet
¡Oh! Mi buen Horacio; cuanto aquel espíritu dijo es demasiado cierto. ¿Lo has visto ahora?
Horacio
Sí señor, bien lo he visto.
Hamlet
¿Cuándo se trató de veneno?
Horacio
Bien, bien le observé entonces.
Hamlet
¡Ah! Quisiera algo de música: traedme unas flautas... Si el Rey no gusta de la comedia, será sin duda porque... Porque no le gusta. Vaya un poco de música.
HAMLET, HORACIO, CÓMICO 1.º, CÓMICO 3.º
Hamlet
El ciervo herido llora y el corzo no tocado de flecha voladora, se huelga por el prado; duerme aquel, y a deshora veis éste desvelado, que tanto el mundo va desordenado. Y, dígame, señor mío, si en adelante la fortuna me tratase mal, con esta gracia que tengo para la música, y un bosque de plumas en la cabeza, y un par de lazos provenzales en mis zapatos rayados, ¿no podría hacerme lugar entre un coro de comediantes?
Horacio
Mediano papel.
Hamlet
¿Mediano? Excelente. Tú sabes, Damon querido, que esta nación ha perdido al mismo Jove, y violento tirano lo ha sucedido en el trono mal habido, un... ¿Quién diré yo? Un..., un sapo.
Horacio
Bien pudierais haber conservado el consonante.
Hamlet
¡Oh! Mi buen Horacio; cuanto aquel espíritu dijo es demasiado cierto. ¿Lo has visto ahora?
Horacio
Sí señor, bien lo he visto.
Hamlet
¿Cuándo se trató de veneno?
Horacio
Bien, bien le observé entonces.
Hamlet
¡Ah! Quisiera algo de música: traedme unas flautas... Si el Rey no gusta de la comedia, será sin duda porque... Porque no le gusta. Vaya un poco de música.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena XVI
HAMLET, HORACIO, RICARDO, GUILLERMO
Guillermo
Señor, ¿permitiréis que os diga una palabra?
Hamlet
Y una historia entera.
Guillermo
El Rey...
Hamlet
Muy bien, ¿qué le sucede?
Guillermo
Se ha retirado a su cuarto con mucha destemplanza.
Hamlet
De vino. ¿Eh?
Guillermo
No señor, de cólera.
Hamlet
Pero, ¿no sería más acertado írselo a contar al médico? ¿No veis que si yo me meto en hacerle purgar ese humor bilioso, puede ser que le aumente?
Guillermo
¡Oh! Señor, dad algún sentido a lo que habláis, sin desentenderos con tales extravagancias de lo que os vengo a decir.
Hamlet
Estamos de acuerdo. Prosigue, pues.
Guillermo
La Reina vuestra madre, llena de la mayor aflicción, me envía a buscaros.
Hamlet
Seáis muy bien venido.
Guillermo
Esos cumplimientos no tienen nada de sinceridad. Si queréis darme una respuesta sensata, desempeñaré el encargo de la Reina; si no, con pediros perdón y retirarme se acabó todo.
Hamlet
Pues, señor, no puedo.
Guillermo
¿Cómo?
Hamlet
Me pides una respuesta sensata y mi razón está un poco achacosa; no obstante, responderé del modo que pueda a cuanto me mandes, o por mejor decir, a lo que mi madre me manda. Con que nada hay que añadir en esto. Vamos al caso. Tú has dicho que mi madre...
Ricardo
Señor, lo que dice es que vuestra conducta la ha llenado de sorpresa y admiración.
Hamlet
¡Oh! ¡Maravilloso hijo! Que así ha podido aturdir a su madre. Pero, dime, ¿esa admiración no ha traído otra consecuencia? ¿No hay algo más?
Ricardo
Sólo que desea hablaros en su gabinete, antes que os vais a recoger.
Hamlet
La obedeceré, si diez veces fuera mi madre. ¿Tienes algún otro negocio que tratar conmigo?
Ricardo
Señor, yo me acuerdo de que en otro tiempo me estimabais mucho.
Hamlet
Y ahora también. Te lo juro, por estas manos rateras.
Ricardo
Pero, ¿cuál puede ser el motivo de vuestra indisposición? Eso, por cierto, es cerrar vos mismo las puertas a vuestra libertad, no queriendo comunicar con vuestros amigos los pesares que sentís.
Hamlet
Estoy muy atrasado.
Ricardo
¿Cómo es posible? ¿Cuándo tenéis el voto del Rey mismo para sucederte en el trono de Dinamarca?
Hamlet
Sí, pero mientras nace la yerba... Ya es un poco antiguo el tal refrán. ¡Ah! Ya están aquí las flautas.
HAMLET, HORACIO, RICARDO, GUILLERMO
Guillermo
Señor, ¿permitiréis que os diga una palabra?
Hamlet
Y una historia entera.
Guillermo
El Rey...
Hamlet
Muy bien, ¿qué le sucede?
Guillermo
Se ha retirado a su cuarto con mucha destemplanza.
Hamlet
De vino. ¿Eh?
Guillermo
No señor, de cólera.
Hamlet
Pero, ¿no sería más acertado írselo a contar al médico? ¿No veis que si yo me meto en hacerle purgar ese humor bilioso, puede ser que le aumente?
Guillermo
¡Oh! Señor, dad algún sentido a lo que habláis, sin desentenderos con tales extravagancias de lo que os vengo a decir.
Hamlet
Estamos de acuerdo. Prosigue, pues.
Guillermo
La Reina vuestra madre, llena de la mayor aflicción, me envía a buscaros.
Hamlet
Seáis muy bien venido.
Guillermo
Esos cumplimientos no tienen nada de sinceridad. Si queréis darme una respuesta sensata, desempeñaré el encargo de la Reina; si no, con pediros perdón y retirarme se acabó todo.
Hamlet
Pues, señor, no puedo.
Guillermo
¿Cómo?
Hamlet
Me pides una respuesta sensata y mi razón está un poco achacosa; no obstante, responderé del modo que pueda a cuanto me mandes, o por mejor decir, a lo que mi madre me manda. Con que nada hay que añadir en esto. Vamos al caso. Tú has dicho que mi madre...
Ricardo
Señor, lo que dice es que vuestra conducta la ha llenado de sorpresa y admiración.
Hamlet
¡Oh! ¡Maravilloso hijo! Que así ha podido aturdir a su madre. Pero, dime, ¿esa admiración no ha traído otra consecuencia? ¿No hay algo más?
Ricardo
Sólo que desea hablaros en su gabinete, antes que os vais a recoger.
Hamlet
La obedeceré, si diez veces fuera mi madre. ¿Tienes algún otro negocio que tratar conmigo?
Ricardo
Señor, yo me acuerdo de que en otro tiempo me estimabais mucho.
Hamlet
Y ahora también. Te lo juro, por estas manos rateras.
Ricardo
Pero, ¿cuál puede ser el motivo de vuestra indisposición? Eso, por cierto, es cerrar vos mismo las puertas a vuestra libertad, no queriendo comunicar con vuestros amigos los pesares que sentís.
Hamlet
Estoy muy atrasado.
Ricardo
¿Cómo es posible? ¿Cuándo tenéis el voto del Rey mismo para sucederte en el trono de Dinamarca?
Hamlet
Sí, pero mientras nace la yerba... Ya es un poco antiguo el tal refrán. ¡Ah! Ya están aquí las flautas.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena XVII
CÓMICO 3.º y dichos.
Hamlet
Dejadme ver una... ¿A qué tengo de ir ahí? Parece que me quieres hacer caer en alguna trampa, según me cercas por todos lados.
Guillermo
Ya veo, señor, que si el deseo de cumplir con mi obligación me da osadía; acaso el amor que os tengo me hace grosero también e importuno.
Hamlet
No entiendo bien eso. ¿Quieres tocar esta flauta?
Guillermo
Yo no puedo, señor.
Hamlet
Vamos.
Guillermo
De veras que no puedo.
Hamlet
Yo te lo suplico
Guillermo
Pero, si no sé palabra de eso.
Hamlet
Más fácil es que tenderse a la larga. Mira, pon el pulgar y los demás dedos según convenga sobre estos agujeros, sopla con la boca y verás que lindo sonido resulta. ¿Ves? Estos son los toques.
Guillermo
Bien, pero si no sé hacer uso de ellos para que produzcan armonía. Como ignoro el arte...
Hamlet
Pues, mira tú, en que opinión tan baja me tienes. Tú me quieres tocar, presumes conocer mis registros, pretendes extraer lo más íntimo de mis secretos, quieres hacer que suene desde el más grave al más agudo de mis tonos y ve aquí este pequeño órgano, capaz de excelentes voces y de armonía, que tú no puedes hacer sonar. ¿Y juzgas que se me tañe a mí con más facilidad que a una flauta? No; dame el nombre del instrumento que quieras; por más que le manejes y te fatigues, jamás conseguirás hacerle producir el menor sonido.
CÓMICO 3.º y dichos.
Hamlet
Dejadme ver una... ¿A qué tengo de ir ahí? Parece que me quieres hacer caer en alguna trampa, según me cercas por todos lados.
Guillermo
Ya veo, señor, que si el deseo de cumplir con mi obligación me da osadía; acaso el amor que os tengo me hace grosero también e importuno.
Hamlet
No entiendo bien eso. ¿Quieres tocar esta flauta?
Guillermo
Yo no puedo, señor.
Hamlet
Vamos.
Guillermo
De veras que no puedo.
Hamlet
Yo te lo suplico
Guillermo
Pero, si no sé palabra de eso.
Hamlet
Más fácil es que tenderse a la larga. Mira, pon el pulgar y los demás dedos según convenga sobre estos agujeros, sopla con la boca y verás que lindo sonido resulta. ¿Ves? Estos son los toques.
Guillermo
Bien, pero si no sé hacer uso de ellos para que produzcan armonía. Como ignoro el arte...
Hamlet
Pues, mira tú, en que opinión tan baja me tienes. Tú me quieres tocar, presumes conocer mis registros, pretendes extraer lo más íntimo de mis secretos, quieres hacer que suene desde el más grave al más agudo de mis tonos y ve aquí este pequeño órgano, capaz de excelentes voces y de armonía, que tú no puedes hacer sonar. ¿Y juzgas que se me tañe a mí con más facilidad que a una flauta? No; dame el nombre del instrumento que quieras; por más que le manejes y te fatigues, jamás conseguirás hacerle producir el menor sonido.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena XVIII
POLONIO y dichos.
Hamlet
¡Oh! Dios te bendiga.
Polonio
Señor, la Reina quisiera hablaros al instante.
Hamlet
¿No ves allí aquella nube que parece un camello?
Polonio
Cierto, así en el tamaño parece un camello.
Hamlet
Pues ahora me parece una comadreja.
Polonio
No hay duda, tiene figura de comadreja.
Hamlet
O como una ballena.
Polonio
Es verdad, sí, como una ballena.
Hamlet
Pues al instante iré a ver a mi madre. Tanto harán estos que me volverán loco de veras. Iré, iré al instante.
Polonio
Así se lo diré.
Hamlet
Fácilmente se dice, al instante viene. Dejadme solo, amigos.
POLONIO y dichos.
Hamlet
¡Oh! Dios te bendiga.
Polonio
Señor, la Reina quisiera hablaros al instante.
Hamlet
¿No ves allí aquella nube que parece un camello?
Polonio
Cierto, así en el tamaño parece un camello.
Hamlet
Pues ahora me parece una comadreja.
Polonio
No hay duda, tiene figura de comadreja.
Hamlet
O como una ballena.
Polonio
Es verdad, sí, como una ballena.
Hamlet
Pues al instante iré a ver a mi madre. Tanto harán estos que me volverán loco de veras. Iré, iré al instante.
Polonio
Así se lo diré.
Hamlet
Fácilmente se dice, al instante viene. Dejadme solo, amigos.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena XIX
HAMLET solo
Hamlet
Este es el espacio de la noche, apto a los maleficios. Esta es la hora en que los cementerios se abren y el infierno respira contagios al mundo. Ahora podría yo beber caliente sangre, ahora podría ejecutar tales acciones, que el día se estremeciese al verla. Pero, vamos a ver a mi madre... ¡Oh! ¡Corazón! No desconozcas la naturaleza, ni permitas que en este firme pecho se albergue la fiereza de Nerón. Déjame ser cruel, pero no parricida. El puñal que ha de herirla está en mis palabras, no en mi mano; disimulen el corazón y la lengua, sean las que fueren las execraciones que contra ella pronuncie, nunca, nunca mi alma solicitará que se cumplan.
HAMLET solo
Hamlet
Este es el espacio de la noche, apto a los maleficios. Esta es la hora en que los cementerios se abren y el infierno respira contagios al mundo. Ahora podría yo beber caliente sangre, ahora podría ejecutar tales acciones, que el día se estremeciese al verla. Pero, vamos a ver a mi madre... ¡Oh! ¡Corazón! No desconozcas la naturaleza, ni permitas que en este firme pecho se albergue la fiereza de Nerón. Déjame ser cruel, pero no parricida. El puñal que ha de herirla está en mis palabras, no en mi mano; disimulen el corazón y la lengua, sean las que fueren las execraciones que contra ella pronuncie, nunca, nunca mi alma solicitará que se cumplan.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena XX
CLAUDIO, RICARDO, GUILLERMO
Gabinete.
Claudio
No, no le quiero aquí; ni conviene a nuestra seguridad dejar libre el campo a su locura. Preveníos, pues, y haré que inmediatamente se os despache para que él os acompañe a Inglaterra. El interés de mi corona no permite ya exponerme a un riesgo tan inmediato, que crece por instantes en los accesos de su demencia.
Guillermo
Al momento dispondremos nuestra marcha. El más santo y religioso temor es aquel que procura la existencia de tantos individuos, cuya vida pende de vuestra Majestad.
Ricardo
Si es obligación en un particular defender su vida de toda ofensa, por medio de la fuerza y el arte, ¿cuánto más lo será conservar aquella en quien estriba la felicidad pública? Cuando llega a faltar el Monarca, no muere él solo, sino que, a manera de un torrente precipitado, arrebata consigo cuanto le rodea. Como una gran rueda colocada en la cima del más alto monte, a cuyos enormes rayos están asidas innumerables piezas menores; que si llega a caer, no hay ninguna de ellas, por más pequeña que sea, que no padezca igualmente en el total destrozo. Nunca el Soberano exhala un suspiro sin excitar en su nación general lamento.
Claudio
Yo os ruego que os prevengáis sin dilación para el viaje. Quiero encadenar este temor, que ahora camina demasiado libre.
Los dos
Vamos a obedeceros con la mayor prontitud.
CLAUDIO, RICARDO, GUILLERMO
Gabinete.
Claudio
No, no le quiero aquí; ni conviene a nuestra seguridad dejar libre el campo a su locura. Preveníos, pues, y haré que inmediatamente se os despache para que él os acompañe a Inglaterra. El interés de mi corona no permite ya exponerme a un riesgo tan inmediato, que crece por instantes en los accesos de su demencia.
Guillermo
Al momento dispondremos nuestra marcha. El más santo y religioso temor es aquel que procura la existencia de tantos individuos, cuya vida pende de vuestra Majestad.
Ricardo
Si es obligación en un particular defender su vida de toda ofensa, por medio de la fuerza y el arte, ¿cuánto más lo será conservar aquella en quien estriba la felicidad pública? Cuando llega a faltar el Monarca, no muere él solo, sino que, a manera de un torrente precipitado, arrebata consigo cuanto le rodea. Como una gran rueda colocada en la cima del más alto monte, a cuyos enormes rayos están asidas innumerables piezas menores; que si llega a caer, no hay ninguna de ellas, por más pequeña que sea, que no padezca igualmente en el total destrozo. Nunca el Soberano exhala un suspiro sin excitar en su nación general lamento.
Claudio
Yo os ruego que os prevengáis sin dilación para el viaje. Quiero encadenar este temor, que ahora camina demasiado libre.
Los dos
Vamos a obedeceros con la mayor prontitud.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena XXI
CLAUDIO, POLONIO
Polonio
Señor, ya se ha encaminado al cuarto de su madre, voy a ocultarme detrás de los tapices para ver el suceso. Es seguro que ella le reprenderá fuertemente, y como vos mismo habéis observado muy bien, conviene que asista a oír la conversación alguien más que su madre, que naturalmente le ha de ser parcial, como a todas sucede. Quedaos a Dios, yo volveré a veros antes que os recojáis para deciros lo que haya pasado.
Claudio
Gracias, querido Polonio.
CLAUDIO, POLONIO
Polonio
Señor, ya se ha encaminado al cuarto de su madre, voy a ocultarme detrás de los tapices para ver el suceso. Es seguro que ella le reprenderá fuertemente, y como vos mismo habéis observado muy bien, conviene que asista a oír la conversación alguien más que su madre, que naturalmente le ha de ser parcial, como a todas sucede. Quedaos a Dios, yo volveré a veros antes que os recojáis para deciros lo que haya pasado.
Claudio
Gracias, querido Polonio.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena XXII
CLAUDIO solo
Claudio
¡Oh! ¡Mi culpa es atroz! Su hedor sube al cielo, llevando consigo la maldición más terrible, la muerte de un hermano. No puedo recogerme a orar, por más que eficazmente lo procuro, que es más fuerte que mi voluntad el delito que la destruye. Como el hombre a quien dos obligaciones llaman, me detengo a considerar por cual empezaré primero, y no cumpla ninguna... Pero, si este brazo execrable estuviese aún más teñido en la sangre fraterna, ¿faltará en los Cielos piadosos suficiente lluvia para volverle cándido como la nieve misma? ¿De qué sirve la misericordia, si se niega a ver el rostro del pecado? ¿Qué hay en la oración sino aquella duplicada fuerza, capaz de sostenernos al ir a caer, o de adquirirnos el perdón habiendo caído? Sí, alzaré mis ojos al cielo, y quedará borrada mi culpa. Pero, ¿qué género de oración habré de usar? Olvida, señor, olvida el horrible homicidio que cometí... ¡Ah! Que será imposible, mientras vivo poseyendo los objetos que me determinaron a la maldad: mi ambición, mi corona, mi esposa... ¿Podrá merecerse el perdón cuando la ofensa existe? En este mundo estragado sucede con frecuencia que la mano delincuente, derramando el oro, aleja la justicia, y corrompe con dádivas la integridad de las leyes; no así en el cielo, que allí no hay engaños, allí comparecen las acciones humanas como ellas son, y nos vemos compelidos a manifestar nuestras faltas todas, sin excusa, sin rebozo alguno... En fin, en fin, ¿qué debo hacer?... Probemos lo que puede el arrepentimiento... y ¿qué no podrá? Pero, ¿qué ha de poder con quien no puede arrepentirse? ¡Oh! ¡Situación infeliz! ¡Oh! ¡Conciencia ennegrecida con sombras de muerte! ¡Oh! ¡Alma mía aprisionada! Que cuanto más te esfuerzas para ser libre, más quedas oprimida, ¡Ángeles, asistidme! Probad en mí vuestro poder. Dóblense mis rodillas tenaces, y tu corazón mío de aceradas fibras, hazte blando como los nervios del niño que acaba de nacer. Todo, todo puede enmendarse.
CLAUDIO solo
Claudio
¡Oh! ¡Mi culpa es atroz! Su hedor sube al cielo, llevando consigo la maldición más terrible, la muerte de un hermano. No puedo recogerme a orar, por más que eficazmente lo procuro, que es más fuerte que mi voluntad el delito que la destruye. Como el hombre a quien dos obligaciones llaman, me detengo a considerar por cual empezaré primero, y no cumpla ninguna... Pero, si este brazo execrable estuviese aún más teñido en la sangre fraterna, ¿faltará en los Cielos piadosos suficiente lluvia para volverle cándido como la nieve misma? ¿De qué sirve la misericordia, si se niega a ver el rostro del pecado? ¿Qué hay en la oración sino aquella duplicada fuerza, capaz de sostenernos al ir a caer, o de adquirirnos el perdón habiendo caído? Sí, alzaré mis ojos al cielo, y quedará borrada mi culpa. Pero, ¿qué género de oración habré de usar? Olvida, señor, olvida el horrible homicidio que cometí... ¡Ah! Que será imposible, mientras vivo poseyendo los objetos que me determinaron a la maldad: mi ambición, mi corona, mi esposa... ¿Podrá merecerse el perdón cuando la ofensa existe? En este mundo estragado sucede con frecuencia que la mano delincuente, derramando el oro, aleja la justicia, y corrompe con dádivas la integridad de las leyes; no así en el cielo, que allí no hay engaños, allí comparecen las acciones humanas como ellas son, y nos vemos compelidos a manifestar nuestras faltas todas, sin excusa, sin rebozo alguno... En fin, en fin, ¿qué debo hacer?... Probemos lo que puede el arrepentimiento... y ¿qué no podrá? Pero, ¿qué ha de poder con quien no puede arrepentirse? ¡Oh! ¡Situación infeliz! ¡Oh! ¡Conciencia ennegrecida con sombras de muerte! ¡Oh! ¡Alma mía aprisionada! Que cuanto más te esfuerzas para ser libre, más quedas oprimida, ¡Ángeles, asistidme! Probad en mí vuestro poder. Dóblense mis rodillas tenaces, y tu corazón mío de aceradas fibras, hazte blando como los nervios del niño que acaba de nacer. Todo, todo puede enmendarse.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena XXIII
CLAUDIO, HAMLET
Hamlet
Esta es la ocasión propicia. Ahora está rezando, ahora le mato... Y así se irá al cielo... ¿y es esta mi venganza? No, reflexionemos. Un malvado asesina a mi padre, y yo, su hijo único, aseguro al malhechor la gloria. ¿No es esto, en vez de castigo, premio y recompensa? Él sorprendió a mi padre, acabados los desórdenes del banquete, cubierto de más culpas que el mayo tiene flores... ¿quién sabe, sino Dios, la estrecha cuenta que hubo de dar? Pero, según nuestra razón concibe, terrible ha sido su sentencia. ¡Y quedaré vengado dándole a éste la muerte, precisamente cuando purifica su alma, cuando se dispone para la partida! No, espada mía, vuelve a tu lugar y espera ocasión de ejecutar más tremendo golpe. Cuando esté ocupado en el juego, cuando blasfeme colérico, o duerma con la embriaguez, o se abandone a los placeres incestuosos del lecho, o cometa acciones contrarias a su salvación; hiérele entonces, caiga precipitado al profundo y su alma quede negra y maldita, como el infierno que ha de recibirle. Mi madre me espera, malvado; esta medicina que te dilata la dolencia no evitará tu muerte.
CLAUDIO, HAMLET
Hamlet
Esta es la ocasión propicia. Ahora está rezando, ahora le mato... Y así se irá al cielo... ¿y es esta mi venganza? No, reflexionemos. Un malvado asesina a mi padre, y yo, su hijo único, aseguro al malhechor la gloria. ¿No es esto, en vez de castigo, premio y recompensa? Él sorprendió a mi padre, acabados los desórdenes del banquete, cubierto de más culpas que el mayo tiene flores... ¿quién sabe, sino Dios, la estrecha cuenta que hubo de dar? Pero, según nuestra razón concibe, terrible ha sido su sentencia. ¡Y quedaré vengado dándole a éste la muerte, precisamente cuando purifica su alma, cuando se dispone para la partida! No, espada mía, vuelve a tu lugar y espera ocasión de ejecutar más tremendo golpe. Cuando esté ocupado en el juego, cuando blasfeme colérico, o duerma con la embriaguez, o se abandone a los placeres incestuosos del lecho, o cometa acciones contrarias a su salvación; hiérele entonces, caiga precipitado al profundo y su alma quede negra y maldita, como el infierno que ha de recibirle. Mi madre me espera, malvado; esta medicina que te dilata la dolencia no evitará tu muerte.
Re: Hamlet de William Shakespeare
Escena XXIV
CLAUDIO solo
Claudio
Mis palabras suben al cielo, mis afectos quedan en la tierra. Palabras sin afectos, nunca llegan a los oídos de Dios.
CLAUDIO solo
Claudio
Mis palabras suben al cielo, mis afectos quedan en la tierra. Palabras sin afectos, nunca llegan a los oídos de Dios.
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