LA PRINCESA GLOTONA
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LA PRINCESA GLOTONA
LA PRINCESA GLOTONA
Como toda princesa, su cuna fue de oro y sus ropajes de seda, su educación perfecta y sus modales impecables. Así creció Ariana, rodeada de lujos y cuidados, y se convirtió en una joven de gran belleza. Para la princesa, la admiración era una cuestión de rutina, ya estaba acostumbrada a ella, pero le producía un gran placer el sentirse la más bella de la Tierra.
Tal vez nuestra princesa fuese un tanto vanidosa, pero era de esperarse en tales circunstancias, lo que sí resultaba extraño, es que siendo tan hermosa, tuviese el apetito de un elefante. Sí, es que Ariana era una soberana glotona, aunque sólo su familia y los sirvientes sabían de su condición. Por más que sus padres y los médicos de palacio habían tratado de corregir este terrible defecto en la princesa, nada habían podido hacer.
De modo que tuvieron que ingeniárselas para que no se supiese en el reino y para que la princesa no se pusiera en evidencia frente a sus súbditos. Nadie querría a una hermosa princesa que se come todos los alimentos que caen en su poder.
Durante años, los reyes y los criados, debieron poner llave a las alacenas de las provisiones de palacio, esconder bocadillos en los rincones más insólitos para que la princesa pudiese comerlos sin ser descubierta en su adicción. Y todo estaba bajo control, aunque les causaba mucha preocupación y temor que la descubriesen.
A decir verdad, Ariana no se preocupaba en lo más absoluto por su condición, ya que no le traía consecuencias físicas. A pesar de la gran cantidad de comida que ingería, la princesa seguía teniendo una figura envidiable y mantenía un rostro angelical. Razón por la cual, no le importaba nada de eso.
Pero no todo es cuestión de belleza, también está la economía, y aunque el reino era muy rico y no se veía afectado por lo que comiese la princesa, era necesario cuidar los recursos, para que a nadie le faltaran. Y eso es muy difícil de equilibrar, como se imaginarán.
Fue entonces que un día, durante los festejos del cumpleaños de la princesa, el pueblo decidió realizar una gran recepción con toda clase de actividades y alimentos. La plaza del pueblo se vistió de gala para recibir a los visitantes reales y se sirvieron mesas con toda clase de manjares. Era una gran fiesta y todos se divertían y compartían alegremente, a la salud de la bellísima princesa, quien se mantenía muy correcta y digna, pues sus padres no le quitaban los ojos de encima para evitar que devorara todo lo que había en las mesas.
El problema surgió cuando llegó el embajador del reino vecino, que venía en nombre del rey y su hijo a solicitar la mano de la princesa, como se había acordado largo tiempo atrás. En ese momento, los reyes debieron asumir su papel de anfitriones y discutir las cuestiones reales con el embajador, razón por la cual dejaron a su hija sin vigilancia.
Fue entonces cuando Ariana dio rienda suelta a su apetito y comenzó a devorar uno a uno, todos los platos que había sobre la mesa en que se encontraba. Cuando hubo terminado, simplemente se cambió a la mesa vecina y comenzó a comer y así sucesivamente, hasta que ya no quedó nada sobre los platos.
No pasó mucho tiempo antes de que la gente comenzara a notar la extraña conducta de su princesa y poco a poco se fueron agrupando atemorizados de aquella pequeña figura que devoraba alimentos. Cuando salieron de su shock, comenzaron a reaccionar. Lentamente al principio, pero cobrando fuerza y crudeza, las protestas fueron llegando junto con las acusaciones y al cabo de un rato, la princesa debió salir huyendo del lugar para evitar que una turba de súbditos la linchara por monstruo devorador de comida, acusándola de demonio y toda clase de cosas terribles.
Ariana intentó abandonar el lugar, pero fue perseguida desde varios puntos sin saber cómo librarse de sus perseguidores. Finalmente se vio arrinconada en un callejón y estaba resignada a su suerte, cuando vio un hueco en el piso y se lanzó sin pensarlo.
La princesa cayó en las alcantarillas del reino y tuvo que correr por las sucias aguas para librarse de los pobladores enfurecidos. Cuando se sintió agotada, simplemente se dejó caer en el suelo y se quedó dormida.
Nada había cambiado cuando la princesa despertó de su siesta y fue perseguida por personas que hacían guardia en la tapa de la alcantarilla. Por lo que debió continuar deambulando por las cloacas en busca de comida y un sitio para descansar.
El tiempo pasó y la situación de la princesa no cambió. Finalmente, resignada, construyó un refugio en un rincón y allí se quedó a vivir para siempre, olvidando sus títulos nobiliarios y los lujos, incluso olvidando su vicio por la comida, que ya no probaba muy seguido, pues en las cloacas escasea.
Y fue así como la princesa glotona un día se convirtió en una indigente que vive en las alcantarillas del reino que jamás se atrevió a volver a subir a la superficie, por el terrible temor que la turba de gente enfurecida le había provocado.
Autora: Andrea Sorchantes
Como toda princesa, su cuna fue de oro y sus ropajes de seda, su educación perfecta y sus modales impecables. Así creció Ariana, rodeada de lujos y cuidados, y se convirtió en una joven de gran belleza. Para la princesa, la admiración era una cuestión de rutina, ya estaba acostumbrada a ella, pero le producía un gran placer el sentirse la más bella de la Tierra.
Tal vez nuestra princesa fuese un tanto vanidosa, pero era de esperarse en tales circunstancias, lo que sí resultaba extraño, es que siendo tan hermosa, tuviese el apetito de un elefante. Sí, es que Ariana era una soberana glotona, aunque sólo su familia y los sirvientes sabían de su condición. Por más que sus padres y los médicos de palacio habían tratado de corregir este terrible defecto en la princesa, nada habían podido hacer.
De modo que tuvieron que ingeniárselas para que no se supiese en el reino y para que la princesa no se pusiera en evidencia frente a sus súbditos. Nadie querría a una hermosa princesa que se come todos los alimentos que caen en su poder.
Durante años, los reyes y los criados, debieron poner llave a las alacenas de las provisiones de palacio, esconder bocadillos en los rincones más insólitos para que la princesa pudiese comerlos sin ser descubierta en su adicción. Y todo estaba bajo control, aunque les causaba mucha preocupación y temor que la descubriesen.
A decir verdad, Ariana no se preocupaba en lo más absoluto por su condición, ya que no le traía consecuencias físicas. A pesar de la gran cantidad de comida que ingería, la princesa seguía teniendo una figura envidiable y mantenía un rostro angelical. Razón por la cual, no le importaba nada de eso.
Pero no todo es cuestión de belleza, también está la economía, y aunque el reino era muy rico y no se veía afectado por lo que comiese la princesa, era necesario cuidar los recursos, para que a nadie le faltaran. Y eso es muy difícil de equilibrar, como se imaginarán.
Fue entonces que un día, durante los festejos del cumpleaños de la princesa, el pueblo decidió realizar una gran recepción con toda clase de actividades y alimentos. La plaza del pueblo se vistió de gala para recibir a los visitantes reales y se sirvieron mesas con toda clase de manjares. Era una gran fiesta y todos se divertían y compartían alegremente, a la salud de la bellísima princesa, quien se mantenía muy correcta y digna, pues sus padres no le quitaban los ojos de encima para evitar que devorara todo lo que había en las mesas.
El problema surgió cuando llegó el embajador del reino vecino, que venía en nombre del rey y su hijo a solicitar la mano de la princesa, como se había acordado largo tiempo atrás. En ese momento, los reyes debieron asumir su papel de anfitriones y discutir las cuestiones reales con el embajador, razón por la cual dejaron a su hija sin vigilancia.
Fue entonces cuando Ariana dio rienda suelta a su apetito y comenzó a devorar uno a uno, todos los platos que había sobre la mesa en que se encontraba. Cuando hubo terminado, simplemente se cambió a la mesa vecina y comenzó a comer y así sucesivamente, hasta que ya no quedó nada sobre los platos.
No pasó mucho tiempo antes de que la gente comenzara a notar la extraña conducta de su princesa y poco a poco se fueron agrupando atemorizados de aquella pequeña figura que devoraba alimentos. Cuando salieron de su shock, comenzaron a reaccionar. Lentamente al principio, pero cobrando fuerza y crudeza, las protestas fueron llegando junto con las acusaciones y al cabo de un rato, la princesa debió salir huyendo del lugar para evitar que una turba de súbditos la linchara por monstruo devorador de comida, acusándola de demonio y toda clase de cosas terribles.
Ariana intentó abandonar el lugar, pero fue perseguida desde varios puntos sin saber cómo librarse de sus perseguidores. Finalmente se vio arrinconada en un callejón y estaba resignada a su suerte, cuando vio un hueco en el piso y se lanzó sin pensarlo.
La princesa cayó en las alcantarillas del reino y tuvo que correr por las sucias aguas para librarse de los pobladores enfurecidos. Cuando se sintió agotada, simplemente se dejó caer en el suelo y se quedó dormida.
Nada había cambiado cuando la princesa despertó de su siesta y fue perseguida por personas que hacían guardia en la tapa de la alcantarilla. Por lo que debió continuar deambulando por las cloacas en busca de comida y un sitio para descansar.
El tiempo pasó y la situación de la princesa no cambió. Finalmente, resignada, construyó un refugio en un rincón y allí se quedó a vivir para siempre, olvidando sus títulos nobiliarios y los lujos, incluso olvidando su vicio por la comida, que ya no probaba muy seguido, pues en las cloacas escasea.
Y fue así como la princesa glotona un día se convirtió en una indigente que vive en las alcantarillas del reino que jamás se atrevió a volver a subir a la superficie, por el terrible temor que la turba de gente enfurecida le había provocado.
Autora: Andrea Sorchantes
Luxor- Poeta especial
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Roana Varela- Moderadora
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