MIMNERMO de COLOFÓN
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MIMNERMO de COLOFÓN
¿Qué vida, qué placer hay al margen de la áurea Afrodita?
Morirme quisiera cuando ya no me importen
el furtivo amorío y sus dulces presentes y el lecho,
las seductoras flores que da la juventud
a hombres y mujeres. Pues más tarde acude penosa
la vejez, que a un tiempo feo y débil deja al hombre.
De continuo agobian su mente tristes presentimientos
y no disfruta ya al contemplar los rayos del sol,
entonces es odioso a los niños, y despreciable a las mujeres.
¡Tan horrible implantó la divinidad la vejez!
Nosotros, cual las hojas que cría la estación florida
de primavera, apenas se difunde a los rayos del sol,
semejantes a ellas, por breve tiempo gozamos de flores
de juventud, sin conocer por los dioses ni el mal
ni el bien. Pero al lado se presentan las Ceres oscuras,
la una con el embozo de la funesta vejez,
la otra con el de la muerte. Un instante dura el fruto
de la juventud, mientras se esparce sobre la tierra el sol.
Mas apenas ha pasado esa sazón de la vida,
entonces resulta mejor estar muerto que vivo.
Muchos males entonces asaltan el ánimo. Unas veces el hogar
se arruina y vienen los duros acosos de la miseria.
Otro, en cambio, carece de hijos, y con ese ansia extrema
emprende bajo tierra su camino hacia el Hades.
A otro le apresa una angustiosa enfermedad. Ninguno
entre los hombres hay a quien Zeus no le dé muchos males.
Morirme quisiera cuando ya no me importen
el furtivo amorío y sus dulces presentes y el lecho,
las seductoras flores que da la juventud
a hombres y mujeres. Pues más tarde acude penosa
la vejez, que a un tiempo feo y débil deja al hombre.
De continuo agobian su mente tristes presentimientos
y no disfruta ya al contemplar los rayos del sol,
entonces es odioso a los niños, y despreciable a las mujeres.
¡Tan horrible implantó la divinidad la vejez!
Nosotros, cual las hojas que cría la estación florida
de primavera, apenas se difunde a los rayos del sol,
semejantes a ellas, por breve tiempo gozamos de flores
de juventud, sin conocer por los dioses ni el mal
ni el bien. Pero al lado se presentan las Ceres oscuras,
la una con el embozo de la funesta vejez,
la otra con el de la muerte. Un instante dura el fruto
de la juventud, mientras se esparce sobre la tierra el sol.
Mas apenas ha pasado esa sazón de la vida,
entonces resulta mejor estar muerto que vivo.
Muchos males entonces asaltan el ánimo. Unas veces el hogar
se arruina y vienen los duros acosos de la miseria.
Otro, en cambio, carece de hijos, y con ese ansia extrema
emprende bajo tierra su camino hacia el Hades.
A otro le apresa una angustiosa enfermedad. Ninguno
entre los hombres hay a quien Zeus no le dé muchos males.
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