ANACREONTE de TEOS
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ANACREONTE de TEOS
Venga ya, tráenos, muchacho,
la copa, que de un trago
la apuro. Échale diez cazos
de agua, y cinco de vino,
para que sin excesos otra vez
celebre la fiesta de Dioniso.
Oh Soberano, compañero de juegos
de Eros seductor y de las Ninfas
de párpados azules y de la purpúrea
Afrodita, tú que recorres
las elevadas cumbres de los montes.
A ti te imploro, y tú benévolo
acúdenos a escuchar
nuestro ruego agraciado.
Sé tú de Cleobulo un buen
consejero, y que acepte,
oh Dioniso, mi amor.
Echándome de nuevo su pelota de púrpura
Eros de cabellera dorada
me invita a compartir el juego
con la muchacha de sandalias de colores,
Pero ella, que es de la bien trazada Lesbos,
mi cabellera, por ser blanca, desprecia,
y mira, embobada, hacia alguna otra.
A Cleobulo yo amo,
por Cleobulo enloquezco,
de Cleobulo ando prendado.
Canosas ya tengo las sienes
y blanquecina la cabeza,
pasó ya la juventud graciosa,
y tengo los dientes viejos;
del dulce vivir el tiempo
que me queda ya no es mucho.
Por eso sollozo a menudo,
estoy temeroso del Tártaro.
Pues es espantoso el abismo
del Hades, y amargo el camino
de bajada... Seguro además
que el que ha descendido no vuelve.
Potrilla tracia, ¿por qué me miras
de reojo, y sin piedad me huyes,
y piensas que no sé nada sabio?
Ten por seguro que a ti muy bien
yo podría echarte el freno,
y con las riendas en la mano
dar vuelta a las lindes del estadio.
Pero ahora paces en los prados
y juegas con ágiles cabriolas,
porque no tienes un jinete
experto en la doma de yeguas.
De nuevo amo y no amo,
y deliro y no deliro.
la copa, que de un trago
la apuro. Échale diez cazos
de agua, y cinco de vino,
para que sin excesos otra vez
celebre la fiesta de Dioniso.
Oh Soberano, compañero de juegos
de Eros seductor y de las Ninfas
de párpados azules y de la purpúrea
Afrodita, tú que recorres
las elevadas cumbres de los montes.
A ti te imploro, y tú benévolo
acúdenos a escuchar
nuestro ruego agraciado.
Sé tú de Cleobulo un buen
consejero, y que acepte,
oh Dioniso, mi amor.
Echándome de nuevo su pelota de púrpura
Eros de cabellera dorada
me invita a compartir el juego
con la muchacha de sandalias de colores,
Pero ella, que es de la bien trazada Lesbos,
mi cabellera, por ser blanca, desprecia,
y mira, embobada, hacia alguna otra.
A Cleobulo yo amo,
por Cleobulo enloquezco,
de Cleobulo ando prendado.
Canosas ya tengo las sienes
y blanquecina la cabeza,
pasó ya la juventud graciosa,
y tengo los dientes viejos;
del dulce vivir el tiempo
que me queda ya no es mucho.
Por eso sollozo a menudo,
estoy temeroso del Tártaro.
Pues es espantoso el abismo
del Hades, y amargo el camino
de bajada... Seguro además
que el que ha descendido no vuelve.
Potrilla tracia, ¿por qué me miras
de reojo, y sin piedad me huyes,
y piensas que no sé nada sabio?
Ten por seguro que a ti muy bien
yo podría echarte el freno,
y con las riendas en la mano
dar vuelta a las lindes del estadio.
Pero ahora paces en los prados
y juegas con ágiles cabriolas,
porque no tienes un jinete
experto en la doma de yeguas.
De nuevo amo y no amo,
y deliro y no deliro.
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