Barby con anteojos
Página 1 de 1.
Barby con anteojos
Barby con anteojos
Catalina fue al oftalmólogo. Si, al oculista, que justamente en honor a su profesión, también usaba anteojos.
La seño había notado que Cata se arrimaba mucho al pizarrón en su tercera salita del Jardín, cuando ensayaban las primeras letras, para copiarlas en el cuaderno.
Su mamá también había notado que a pesar de ser tan pequeña e interesarle tanto la lectura,
acercaba mucho su carita hacia esos libros de cuentos que tanto le encantaba mirar.
Con sus papás fue a visitar al oftalmólogo. Un señor muy serio y antipático, que la retó quien sabe por qué, pero que, finalmente, como excelente profesional que era, le recetó unos anteojos, solo de uso temporario, para hacer en los ojitos de Catalina algunas correcciones.
El día llegó. Los anteojos estaban listos.
Aunque todos en la familia estaban preocupados, inquietos por saber cómo se sentiría ella frente a los demás con ese elemento en su carita y su sonrisa de seis años.
Cata se los probó y le encantó poder ver con claridad letras, dibujos y carteles. Es más, no pudo evitar una linda carcajada.
Los días pasaron. Una mañana estaba en uno de sus entretenimientos preferidos: la compu. Eso la divertía bastante, porque su curiosidad le permitió aprender casi sola, colores, letras, números. En eso estaba, agregando ropitas y accesorios a las muñecas de sus juegos en internet.
El ruido de la cocina llegaba junto a la voz de su mamá que le preguntaba qué estaba haciendo, pues quería que la ayudara a poner la mesa.
–“Ya voy mami, espera un ratito. Ya voy”.
El sonido de la impresora llegó a los oídos de mamá. Curiosa, esperaba la entrada de Cata en la cocina, preguntándose en qué andaría.
Catalina entró en la cocina con la cara envuelta en esa risa pícara después de haber puesto en práctica sus ocurrencias.
Fue resuelta a la puerta de la heladera, tomó un imán, de esos que abundan tanto para dejar mensajes pegados a los que están por llegar a la casa, o las invitaciones a fiestitas, aunque también, fotocopias de los boletines que hay que devolver tan rápido a la escuela, que las notas se escapan de la memoria.
–“Mirá mami, ¿te gusta?, esta es mi Barby, con anteojos”.
Y ahí lucía, con un nuevo look. Barby, casi ejecutiva, Barby casi tan delicada como Catalina, pero sin esa sonrisa feliz que Cata derramaba con una generosidad contagiosa.
La mamá de Cata se rió mucho y disipó un poco los temores en que pudiera derivar el usar
anteojos. Para Cata era una aventura más, como dibujar a su muñeca parecida a ella.
–Entre las dos arreglaron la mesa. Cada uno de la familia que iba entrando a la cocina, notaba el dibujo en la heladera. A todos, la ocurrencia les resultó muy graciosa y relajante. Mientras comían, confundida con el ruido de los cubiertos, Catalina le preguntó a su mamá:
–“Mami, ¿cómo se llama eso que tenés alrededor de los ojos?”
–“Cata, sacate los anteojos para comer y dejá a mis arruguitas tranquilas”.
Por supuesto, todos se volvieron a reír.
El sapo en la zapatilla y otros cuentos
Gloria Joray
Roana Varela- Moderadora
- Cantidad de envíos : 4487
Puntos : 55478
Fecha de inscripción : 25/10/2012
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.